miércoles, 9 de agosto de 2017

LA MUJER ES UNA ISLA


"Ningún hombre es una isla" John Donne (1572-1631).
Partiendo de esta afirmación del poeta metafísico inglés, Auður Ava Ólafsdóttir construye una de las mejores novelas que he leído en los últimos tiempos.
La historia es simple, mujer separada viaja por Islandia para reencontrarse, olvidar, vivir....ni ella sabe muy bien por qué viaja, en compañía de un niño.
Con este argumento sencillo y una prosa rica, delicada e irónica, cuando conviene, desarrolla los recovecos de esa isla misteriosa que es nuestra mujer protagonista.
He leído, en alguna crítica, que faltan personajes, no lo comparto, tiene los personajes justos para no resultar cargante, para ser un viaje alrededor de Islandia y alrededor de los sentimientos que en ningún momento se hace pesado.
Si tuviese que criticar algo, sería su abrupto final, pero eso también forma parte del "carácter islandés" que destila a chorros.
Cada vez me gusta más esta escritora aunque todavía no haya aprendido a pronunciar su nombre¡

La mujer es una isla (fragmento)

Cero

"Así es como lo veo cuando vuelvo la vista atrás y lo recuerdo, aunque quizá no sea en el orden correcto. De todos modos, estamos allí juntos en el centro de la foto, yo lo agarro por los hombros y él me abraza también a mí —dada su condición, bastante más abajo—, un mechón castaño oscuro me cae sobre la frente, tan pálida, él muestra una sonrisa de oreja a oreja y estira la mano cerrada, sujetando algo.
Destacan sus orejas de soplillo en la parte baja de una cabeza grande; los audífonos son curiosamente aparatosos y anticuados, como receptores de ondas llegadas del espacio. Destacan también los ojos que las gafas agrandan tanto, hasta ocupar casi toda la lente; le dan un aspecto muy peculiar. De hecho, la gente por la calle se gira y lo mira al pasar. Primero se fijan en él y luego me miran a mí, para después volver a mirarlo a él y seguirlo mientras está a la vista. Nos miran, por ejemplo, cuando pasamos por el parque y yo cierro la cancilla al salir. Cuando le ayudo a subir al asiento del coche y le abrocho el cinturón veo que todavía nos miran desde los otros vehículos. Al fondo de la foto hay un coche de cuatro años con cambio de marchas manual. Los tres pececillos rojos flotando tirados en el maletero —él todavía no lo sabe— y el saco doble de dormir azul debajo, empapado como una esponja. Pronto he de comprarme dos edredones de pluma nuevos en la cooperativa porque no es cuestión de compartir un saco de dormir, una mujer de treinta y tres años con un niño que no es de su familia, nadie hace esas cosas. La compra no debería suponer ningún problema ya que la guantera está repleta de billetes recién sacados del banco. No se ha cometido ningún crimen en ninguna parte, a no ser que sea un crimen acostarse con tres hombres en un tramo de más o menos trescientos kilómetros cuando seguía la nacional circular que da la vuelta a la isla, en su mayor parte sin asfaltar y que, de hecho, es donde más se estrecha el paso entre el glaciar y la costa, y donde la mayoría de los puentes son de un solo carril."

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