sábado, 25 de agosto de 2018

TANTOS LOBOS

«Iba a contar que yo fui un niño con un mar delante de los ojos todo el tiempo, y que eso me acostumbró a mirarlo y a echarlo de menos después. Iba a contar que ese mar era gris o marrón, según el día, y que lo llamaban Río. De la Plata, para más señas. Pero a quién le importa todo eso. Quizá ni a mí, que desde que me alejaron de allí, con siete años, no he hecho el esfuerzo de volver y he aprendido a conformarme con otros mares, otros colores, otras gentes. Con este oficio de levantar y buscarles una explicación a los muertos».
Así comienza Bevilaqua uno de los cuatro relatos que integran este volumen, relatos que abarcan un periodo amplio de tiempo y nos muestran a nuestros dos picoletos favoritos en diversas fases de su vida, relatos cortos que tienen en común la muerte de unas "caperucitas" rodeadas de lobos, algunos con piel de cordero y otros no....
¿Me ha gustado?, pues no sabría decir, porque aunque que los protagonistas son los de siempre, me ha acompañado a lo largo de la lectura un tufillo moralizante y una pizca machista que no me ha dejado disfrutar plenamente del libro. Y no digo más porque no me gusta spoilear…!
¿Recomendable?.....con reservas.

Sinopsis (Ed. Destino)
Cuatro nuevos casos del popular subteniente Bevilacqua y su ayudante Chamorro. Esta vez, nuestros protagonistas se verán obligados a centrar sus miradas en la cara más oscura que la vida moderna ha traído o ha acentuado. Cada uno de los crímenes a los que se enfrentan refleja los peligros a los que nuestros niños y jóvenes están expuestos cada día: las redes sociales, el acoso escolar o el auge de la violencia de género entre parejas jóvenes.

Con su prosa siempre trepidante, Lorenzo Silva nos muestra que el mundo está cambiando, y que en ocasiones la vida nos enfrenta a amenazas que antes no se preveían o que creíamos superadas. Con su peculiar estilo de investigación, el subteniente Bevilacqua, con la ayuda inestimable de Chamorro, investigará unos crímenes espeluznantes con algo en común: todas las víctimas son niñas o adolescentes.

Tantos lobos (fragmento)

Un asesino de niñas
Recibí la llamada mientras estaba preparando las maletas para irme de viaje. El destino era lo de menos. Desde hace tiempo ya sé que en todas partes me estoy esperando yo, así que tampoco tiene sentido torturarse demasiado pensando a dónde ir. Si acaso procuro buscar algún sitio donde haya aire, horizontes abiertos. Con un paseo largo, a poder ser, para no chocarme más de la cuenta conmigo mismo. Ayuda que tenga mar. Añoro el mar en Madrid. 
Iba a contar que yo fui un niño con un mar delante de los ojos todo el tiempo, y que eso me acostumbró a mirarlo y a echarlo de menos después. Iba a contar que ese mar era gris o marrón, según el día, y que lo llamaban Río. De la Plata, para más señas. Pero a quién le importa todo eso. Quizá ni a mí, que desde que me alejaron de allí, con siete años, no he hecho el esfuerzo de volver y he aprendido a conformarme con otros mares, otros colores, otras gentes. Con este oficio de levantar y buscarles una explicación a los muertos. 
Esto es lo que importa: el muerto o, mejor dicho, la muerta, que esta vez era una de esas que le emploman a uno el día. Una de esas que no debería encontrarme, pero que a veces me encuentro. Fue Chamorro, mi leal sargento, quien me interrumpió mientras dudaba qué camisas doblar y echar a la maleta y contaba camisetas, calcetines y calzoncillos. También fue ella quien me puso al corriente de los primeros y tristes detalles (siempre lo son) del trabajo.

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