domingo, 19 de agosto de 2018

EL ENGAÑO

«Justo cuando se estaba dando la vuelta percibió otra vez un ruido. Era como un leve crujido que no tenía nada que ver con los sonidos nocturnos habituales de la casa. Parecía provenir de la cocina y sonaba como si alguien hubiera pisado cristales rotos. Eso coincidiría con el tintineo que se había colado en su sueño».
Novelita de misterio y crímenes, para un rato de avión y unos instantes de habitacion de hotel, no es exigente, no hace pensar y entretiene bastante.
Es la primera que leo de la autora, que construye bien la trama y propone personajes interesantes, quizás le falta un poco de profundidad pero cumple el objetivo de entretener.
Recomendable para un día playero o una tarde de invierno aburrida.

Sinopsis (Ed. Debolsillo)
¿Quién era realmente Richard Linville? ¿Qué escondía? ¿Quién quería verlo muerto?
Un thriller lleno de tensión psicológica que se adentra en los abismos más profundos y siniestros de la mente humana de la mano de la autora que ha revolucionado la escena del crimen en Europa.

Para Kate Linville, solitaria policía de Scotland Yard, solo hay una persona en el mundo que merezca su amor y su confianza: el antiguo jefe de policía de Scarborough Richard Linville, su padre, a cuya sombra creció. Pero cuando este aparece brutalmente asesinado en su casa, Kate pierde su último apoyo.
Kate abandona Londres para regresar a su hogar con el objetivo de seguir de cerca el caso. El inspector encargado de la investigación, Caleb Hale, no le inspira demasiada confianza. Parece más interesado en buscar respuestas fáciles que en averiguar la verdad. Y Kate presiente que el caso de su padre es mucho más complejo de lo que cree la policía.
La investigación paralela que lleva a cabo Kate para resolver el asesinato de su padre demuestra que ella lo es todo menos una policía mediocre como creía: es instintiva, inteligente y persistente. En cambio, descubrirá los secretos más oscuros de Richard Linville, un hombre que nada tenía que ver con el que ella creía conocer y querer.
El engaño (fragmento)

MIÉRCOLES, 14 DE SEPTIEMBRE DE 2001

Aún hacía tanto calor como en verano. Había vuelto a casa de la escuela a mediodía y enseguida había agarrado la bicicleta; aquella bici tan chula de color azul metalizado que le habían regalado por su cumpleaños, en julio. Había cumplido cinco, y a principios de septiembre había empezado a ir al colegio. Le divertía; los maestros eran simpáticos y sus compañeros de clase, también. Se sentía muy mayor. Lo mejor era que tenía la bici más sensacional de todas. Gavin, su compañero de pupitre, presumía de que la suya era mejor, pero no era verdad. La había visto, y no era ni la mitad de buena que su bicicleta.
—¡Quiero que vuelvas a las seis! —le había gritado su madre al salir—. ¡Y ten cuidado!
Él se había limitado a asentir con condescendencia. Su madre se preocupaba todo el tiempo. Por el tráfico, por las personas malvadas que secuestraban niños, por las tormentas que podían sorprenderle a uno.
—Es porque te quiero mucho —afirmaba cuando él se quejaba.
Fue con mucho cuidado hasta que salió de la ciudad. No era un bebé, sabía a qué debía prestar atención. Pero ahora tenía la pista libre ante él. La había descubierto hacía algunas semanas, y desde entonces iba casi todos los días. Una carretera estrecha por la que apenas circulaban coches. Discurría entre las praderas y los campos y, por lo que parecía, no tenía principio ni fin. En días soleados como aquel era una banda blanca y polvorienta entre los campos llanos que llegaban hasta el horizonte. Seguro que en verano el cereal estaba alto y tapaba la vista, pero en ese momento estaba ya todo cosechado. Eso aumentaba la sensación de infinitud. Y de libertad.
Era un famoso piloto de carreras. Conducía un Ferrari. Estaba muy a la cabeza, pero los otros le pisaban los talones. Cosquilleo en estado puro. Tenía que darlo todo. La victoria estaba al alcance de la mano aunque tendría que luchar con todas sus fuerzas. También los otros eran buenos, pero él era el mejor. Enseguida estaría en el podio, regando con champán a la multitud que lo vitoreaba entusiasmada. Todas las cámaras de televisión lo enfocarían. La voz del comentarista deportivo soltó un gallo. Pisó a fondo. Se agachó todo lo que pudo, iba casi echado sobre el manillar. El viento le agitaba el cabello.
Sentía ganas de gritar por lo bonita que era la vida.
Aparte de sus ficticios perseguidores solo estaba él. Nadie más a su alrededor. Solo él. Y la eternidad de aquella carretera.
No tenía ni idea de que ya no estaba solo.
No tenía ni idea de que solo faltaban dos minutos para que todo terminara. Su carrera como el piloto más famoso de todos los tiempos.
Y la vida tal y como la conocía.



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