sábado, 25 de agosto de 2018

EN LA GUARIDA DEL ZORRO

Lectura vacacional y bastante "piscinera", si la primera que leí de la autora tuvo cierta "gracia", esta es notablemente ramplona y mal escrita. Narrada en primer persona por una de las protagonistas en algunos capítulos y por un narrador omnisciente en otros; sin que haya motivo aparente para tal confusión....
Dos o tres tramas, sin que ninguna de ellas tenga profundidad, personajes planos y un final "ad hoc" para semejante colección de despropósitos.
Ni siquiera es entretenida..., por lo que no puedo recomendarla.

Sinopsis (Debolsillo)
¿Qué ocurre cuando tu secuestrador desaparece y nadie sabe dónde estás?
Un thriller espeluznante de Charlotte Link, la autora que ha revolucionada el género criminal en Europa.
Vanessa Willard necesitaba bajarse del coche y disponer de unos minutos de calma y aire fresco. Mientras, Matthew, su marido, se aleja para dar un paseo con su perro.
Absorta en sus pensamientos no se da cuenta de que alguien está observándola. Y, antes de que pueda reaccionar, es atacada por un extraño que la obliga a entrar en una furgoneta cercana. La lleva hasta una cueva donde la intimida para que se meta en una caja. Ella obedece aterrada sin saber que su secuestrador sellará la caja con clavos y la dejará allí sola hasta que su marido pague el rescate. Sin embargo, antes de que pueda ni siquiera escribir la nota, es arrestado por otro delito.
Vanessa es abandonada a su suerte con agua y comida para una semana, si no se asfixia antes. Ni siquiera hay pistas. Su única esperanza es el mismo hombre que la secuestró, un hombre al que le perseguirá su crimen hasta mucho después de rehacer su vida.

En la guarida del zorro (fragmento)
El niño no estaba seguro de que lo que había visto fuese un zorro, tal vez se tratara de otro animal, pero finalmente decidió que era un zorro porque la idea le gustaba mucho más. Lo había visto deslizándose como una sombra oscura y fugaz por el pequeño valle, entre la hierba, los matorrales bajos y las piedras, y cuando llegó al otro lado, al único en que el valle no limitaba con prados que ascendían suavemente colina arriba, sino con una pared escarpada de roca, se perdió entre los pedruscos y desapareció. Fue como si la pared se lo hubiera tragado en un instante.
El niño siguió observando, fascinado. Daba la impresión de que había una entrada en la roca, una hendidura que bastaba para que un animal no muy pequeño, al menos como un zorro, pudiera escabullirse dentro sin problemas. Tenía que investigar el misterio. Dejó caer la bicicleta sobre la hierba y corrió colina abajo. Conocía muy bien la zona, iba a menudo a aquel pequeño valle tranquilo, aunque tuviera que recorrer más de ocho kilómetros en bicicleta para llegar. No era fácil encontrar aquel paraje, puesto que no había ningún camino que condujera hasta allí. Pero por eso se estaba tan bien. Podía tumbarse al sol o sentarse en una piedra tranquilamente, contemplar el cielo y quedarse absorto en sus pensamientos.
El niño llegó al sitio por donde había desaparecido el zorro. Cuando era más pequeño, había trepado arriba y abajo por aquella pared de roca, imaginando que escalaba el Everest. Ahora tenía diez años y esos juegos le parecían infantiles, pero todavía recordaba muy bien la sensación de aventura que siempre le había transmitido aquella pendiente escarpada. Sin embargo, nunca había descubierto nada que le hiciera sospechar que hubiera una abertura en la roca.
El corazón le latía con fuerza mientras buscaba una entrada entre los helechos, altos y tupidos, y todavía empapados de la lluvia que había caído la noche anterior. No estaba seguro de que el zorro hubiera desaparecido exactamente allí. El niño le dio una patada a la roca. Unas cuantas piedras se desprendieron y rodaron sobre los helechos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario