domingo, 8 de julio de 2018

ESPERANDO A MISTER BOJANGLES


Conocí a un hombre, Bojangles,
que bailaría para ti,
con zapatos gastados.

Pelo plateado, camisa raída

y pantalones holgados.
Se calzaría aquellos zapatos viejos...

Saltaría tan alto, saltaría tan alto.
Para volver a caer con elegancia.

¡Señor Bojangles,
señor Bojangles,
baile!”


Canción de Niña Simone que inspira el título de este novela corta, surrealista y divertida en ocasiones, muy realista y desoladora en otras. La voz de un niño y la de su padre narran la historia de una familia atípica que hace de su día a día una aventura, rodeados de amigos y hasta de una cigüeña "domestica" consumen sus días sin pensar en el mañana.
Digo que es una novela corta y, sin embargo sus primeros capítulos se me hicieron tremendamente largos, las farragosas descripciones y el embrollo de sentimientos no contribuyen a hacerla amena. 
A partir del tercer o cuarto capítulo, las cosas cambian y con la caída en desgracia de la familia, todo se torna más interesante.
No puedo decir que sea una obra maestra, pero si un buen inicio novelístico, original y prometedor.
La recomiendo.

Sinopsis (Ed. Salamandra)
Celebrada con un entusiasmo desbordante por la crítica y los libreros franceses, que la catapultaron al primer puesto en las listas de libros más vendidos en 2016, esta hermosa novela hipnotiza al lector no sólo con sus imágenes de tintes surrealistas, sino también por el sentido del humor y una sutil melancolía que emana de sus páginas acorde con la canción que ha inspirado el título. Un texto que arranca con un tono de engañosa frivolidad y que, conforme avanza el relato, casi imperceptiblemente, va calando en las zonas más sensibles del espíritu hasta culminar con una emoción intensa y profunda.
Ante la mirada absorta de su hijo, una pareja embriagada de amor baila al son de Mr. Bojangles, de Nina Simone. La escena, mágica, vertiginosa, sólo es un recuerdo más de los muchos que brotan de la memoria del protagonista de la historia, que rememora una infancia marcada por la excentricidad de unos padres adscritos a un estilo de vida ajeno a toda convención social. El padre, la vitalidad hecha persona, no concibe una vida sosegada y monótona —hasta el punto de «rebautizar» a su mujer con un nombre diferente cada día—, y la madre, capaz de interpretar todo tipo de papeles con la convicción del ilusionista más avezado, hace de la rutina familiar una fiesta perpetua, un espacio donde sólo caben el gozo, la fantasía y la amistad. Sin embargo, poco a poco, empieza a entreverse que este universo lleno de poesía, de quimeras, de momentos maravillosos, se asienta sobre un precario sentido de la realidad, y que, cuando las canciones y los sueños toquen a su fin, el despertar puede ser muy doloroso.


Esperando a Mister Bojangles (fragmento)

1

Mi padre me había contado que, antes de que yo naciera, se dedicaba a cazar moscas con un arpón. Me enseñó el arpón y una mosca aplastada. 
— Lo dejé porque era muy difícil y estaba muy mal pagado — me explicó mientras volvía a guardar su antiguo material en una caja lacada— . Ahora monto talleres mecánicos. Trabajas mucho, pero te ganas muy bien la vida. 
Al comienzo del curso escolar, durante las presentaciones que se hacen en las primeras clases, yo hablé, no sin orgullo, de los oficios de mi padre, pero sólo conseguí que me regañaran cariñosamente y se rieran un montón de mí. 
«La verdad está mal considerada — pensé decepcionado— . Para una vez que era tan divertida como una mentira...» 
En realidad, mi padre era un hombre de leyes. — ¡La ley nos da de comer! — decía, partiéndose de risa, mientras llenaba su pipa.
No era juez, ni diputado, ni notario, ni abogado ni nada por el estilo. Ejercía su actividad gracias a un amigo senador.

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