lunes, 9 de julio de 2018

LA MALA HIERBA

Nuestra querida Amelia Ruiz recomienda, y cuando lo hace, hay que escucharla. Gracias amiga!

Reseñado por AMELIA RUIZ para  LIBROS el 23 de Enero de 2018
Anoche terminé “La mala hierba” de Agustín Martínez. Una novela trepidante, sobre el  crimen de una madre encargado supuestamente por su hija adolescente. Está llena de sorpresa y sobresaltos y no deja respiro al lector. Interesante la descripción agobiante del ambiente rural de una localidad andaluza, del calor asfixiante que parece transmitir a quien lo lee, de las relaciones perversas entre los personajes, padres e hijos, cónyuges, vecinos, caciques y trabajadores sumisos y crueles a la vez. Muy, muy recomendable.

Sinopsis (Ed. Plaza y Janés)
La segunda novela del autor de Monteperdido alcanza nuevas cotas de suspense e intensidad que no dan tregua al lector, y lo atrapan en un envolvente thriller lleno de ritmo, dramatismo, giros inesperados y un desenlace sorprendente.


Nada crece sano en esta tierra enferma.
Pero la verdad siempre resurge, como la mala hierba.
Tras perder su empleo, Jacobo se ve obligado empezar una nueva vida junto a Irene, su esposa, y Miriam, la hija adolescente de ambos, en las afueras de Portocarrero, un pueblo en pleno desierto de Almería donde no crece nada salvo la mala hierba. Jamás pensó que el tiempo que pasan allí podía terminar de forma tan dramática: unos desconocidos irrumpen en su viejo cortijo. Irene es asesinada. Jacobo, herido, cae en coma.
Sin embargo, el infierno no ha hecho más que empezar. Meses después, cuando Jacobo despierta, la Guardia Civil le pone al tanto de los avances en la investigación. Tienen a un culpable. Al responsable que ordenó su asesinato. Y no es otro que su propia hija de catorce años: Miriam.
Con la ayuda de Nora, la singular abogada de Miriam, que cree firmemente en la inocencia de su cliente, Jacobo intentará descubrir qué sucedió realmente esa noche. Pero a medida que avanza la investigación, saldrán a la luz nuevos interrogantes que afectan a la cerrada comunidad de Portocarrero, donde nadie parece inocente.

Con sus novelas traducidas en más de diez países, entre ellos Reino Unido, Alemania, Francia e Italia, Agustín Martínez se ha convertido ya en una de las mejores voces del thriller internacional.

La mala hierba (fragmento)

Jacobo


Quiero recordarte descansando sobre mi pecho, exhausta después de hacer el amor, y no como el barco que se hunde en un charco de sangre a mis pies.
Lo intento con todas mis fuerzas; juro que lo intento.
Quiero volver a aquella playa. A tu espalda desnuda; a los reflejos de un mar bravo que te dibujaba olas en la piel, una caricia. Y después, cuando me perseguiste hasta el piso de estudiantes en el extrarradio de la ciudad, rodeados por la estridencia de los coches que atravesaban la autovía.
Quiero verte, Irene, cómo dejabas caer tus ojos hacia mí y me sonreías. Quiero volver a pensar que íbamos a comernos la vida. Que íbamos a crecer salvajes.
Pero el tiempo me zarandea y me impide quedarme allí, en aquella playa o en el piso de estudiantes.
Atravieso los años, la universidad, los primeros trabajos, noches de demasiadas cervezas y risas de amigos que también fueron quedando atrás, borrosos: ¿quién puede recordar hoy sus rostros? El frigorífico vacío y el pánico interno, tal vez sólo mío, a la vida que empezaba a formarse dentro de ti, Irene, que amenazaba con salir y devorarnos. Nuestra hija. Miriam y la boda.
Un trabajo estable. La tarjeta de El Corte Inglés y el amor perfecto por ese bebé que nos sonreía desde su cuna, segura de que sus padres sabrían protegerla de cualquier mal.
Quiero detenerme pero es imposible. Quiero parar, te juro que quiero parar.
Pero sigo avanzando hacia el desastre como un proyectil.
¿Te acuerdas de esas otras noches, Irene, cuando nos abrazábamos derrotados? La piel de tu espalda ya no era una playa tersa. No me importaba. Habría hundido mi cara en ella igual que la primera noche junto al mar. ¿Por qué no puedo volver atrás?
Nos mentimos. Nos dijimos que podíamos retomar la marcha después de que todo saltara por los aires.





SILENCIOS INCONFESABLES

Cuarta entrega de la serie de novelas protagonizadas por Sebastian Bergman, psicólogo criminalista que asesora al grupo de policías dirigidos por Torkel Höglund; en Estocolmo (Suecia)

Cuarta novela de la serie protagonizada por ese psicólogo criminalista que, lo mismo nos cae bien que mal, lo mismo resuelve un caso que lía a los testigos, lo mismo es agradable que repugnante....
Una trama bien construida aunque el culpable aparece nítidamente desde los primeros capítulos y un final abierto que anuncia nuevas complicaciones.
He disfrutado!

Sinopsis (Ed. Planeta)
¿Todavía no has caído en las redes de Sebastian Bergman?
Un nuevo caso para el psicólogo criminal más brillante, atractivo e insufrible del género negro.

Una familia es hallada asesinada en su propia casa. La Unidad de Homicidios de Torkel Hölgrund se hace cargo del caso, una investigación que se complica aún más al descubrir el cadáver del que era el principal sospechoso del crimen.
Pero hay alguien que ha sobrevivido: Nicole, la sobrina de diez años de la pareja, cuyas pisadas llevan al gran bosque que se extiende tras la casa familiar. Sebastian Bergman deberá encontrarla antes de que sea demasiado tarde.

Silencios inconfesables (fragmento)

No sabe qué día es. 
Pero no hay clase. Aún va en pijama, y son más de las nueve. 
Están todos en casa. Oye a Bob Esponja en el salón. 
Mamá le pone un bol de yogur en la mesa y le pregunta si se ha lavado las manos cuando ha ido al baño. ¿Quiere un sándwich también? Él niega con la cabeza. Con el yogur es suficiente. De plátano y vainilla. Lo habría tomado con Frosties, pero se los ha comido Fred y sólo quedan Oat Krispies. Aunque eso significa que podrá ver una película en cuanto termine de desayunar, como compensación. Elige ver Transformers: el lado oscuro de la luna.
 Otra vez. 
Suena el timbre. 
«¿Quién demonios será a estas horas de la mañana?», se pregunta mamá camino de la puerta. 
Él no está pendiente de mamá cuando ella agarra el pomo y abre. 
Después oye una fuerte explosión y como si alguien se desplomara en el pasillo. 
Se sobresalta y, sin querer, salpica de yogur toda la mesa. Papá grita angustiado desde el dormitorio. Aún no se había levantado, pero de pronto se lo oye cruzar deprisa el descansillo. Entonces aparece alguien en la puerta de la cocina. 
Con un arma.

domingo, 8 de julio de 2018

ÁNGELES EN LLAMAS


Thriller rural protagonizado por una jefa de policía cincuentona, con nombre de jabón (sic) que arrastra un pasado negro-negrísimo y tiene que resolver un crimen que literalmente "huele fatal".
Es la primera novela que leo de esta autora y debo decir que domina el country noir a la perfección, su descripción del modo de vida de eso que en USA llaman "white trash" es genial e inquietante.
Me ha gustado mucho.

Sinopsis (Ed. Siruela)
«Ángeles en llamas está a la altura de lo que promete. Es un thriller tan bien armado que hasta el final, uno de los más impactantes que el lector pueda recordar, todo parece posible». Library Journal


A sus cincuenta años, la comisaria de policía Dove Carnahan haría cualquier cosa por proteger la pequeña población de Pensilvania donde ha pasado toda su vida. Aunque Dove es una figura muy querida y respetada por la comunidad, esconde tras su placa un carácter autodestructivo, alimentado por un secreto que guarda desde la adolescencia. Cuando el cadáver de una joven, perteneciente a uno de los clanes más conflictivos de la región, aparece medio quemado en una zanja, la comisaria se enfrentará al peor crimen de su carrera, un asesinato que revelará además el inquietante paralelismo entre los traumas de dos familias: la de la chica muerta y la suya propia.
En este intenso y feroz thriller psicológico, Tawni O’Dell nos ofrece una sobrecogedora historia sobre los abismos que se originan cuando presente y pasado colisionan con virulencia, al tiempo que reflexiona sobre esas misteriosas pulsiones que a menudo empujan a los hombres a cruzar la línea de sombra e, irreversiblemente, adentrarse de lleno en la oscuridad…

Ángeles en llamas (fragmento)

Capítulo 1
La última vez que lo tuve así de cerca, Rudy Mayfield estaba echado sobre el asiento de la camioneta de su padre, intentando manosearme unos pechos que acababan de madurar. 
Cierro los ojos y, por un instante, lo que huelo es el deseo calenturiento y sudoroso de un adolescente, apenas disimulado por el jabón Dial, en lugar del hedor ahumado y dulzón a carne quemada, entremezclado con el acre del azufre que siempre está presente en este emponzoñado pueblo fantasma. 
—¿Quién haría algo así? —pregunta Rudy por décima vez en lo que va de minuto. 
Se ha convertido en su mantra, un cántico aletargador con el que poder hacer frente a algo tan inconcebible como lo que ha encontrado esta mañana en su caminata diaria por esta carretera abandonada. 
Su perro Buck, un cruce de pastor, blanco y peludo, levanta la cabeza mientras sigue echado a sus pies y lo mira comprensivo. 
—¿Estás totalmente seguro de que no has visto a nadie? —vuelvo a preguntar. 
Los dos echamos un vistazo alrededor, vemos los caminos de acceso serpenteantes que llevan a los cimientos asolados de una docena de casas derribadas y los árboles, retorcidos y deshojados, que escarban una tierra que se cuece a fuego lento, para salir de ella, como si fueran las gigantescas manos de unos muertos vivientes. El óxido naranja y brillante que cubre el guardabarros de una bicicleta de niño volcada es la única nota de color en todo el desolado paisaje.






ESPERANDO A MISTER BOJANGLES


Conocí a un hombre, Bojangles,
que bailaría para ti,
con zapatos gastados.

Pelo plateado, camisa raída

y pantalones holgados.
Se calzaría aquellos zapatos viejos...

Saltaría tan alto, saltaría tan alto.
Para volver a caer con elegancia.

¡Señor Bojangles,
señor Bojangles,
baile!”


Canción de Niña Simone que inspira el título de este novela corta, surrealista y divertida en ocasiones, muy realista y desoladora en otras. La voz de un niño y la de su padre narran la historia de una familia atípica que hace de su día a día una aventura, rodeados de amigos y hasta de una cigüeña "domestica" consumen sus días sin pensar en el mañana.
Digo que es una novela corta y, sin embargo sus primeros capítulos se me hicieron tremendamente largos, las farragosas descripciones y el embrollo de sentimientos no contribuyen a hacerla amena. 
A partir del tercer o cuarto capítulo, las cosas cambian y con la caída en desgracia de la familia, todo se torna más interesante.
No puedo decir que sea una obra maestra, pero si un buen inicio novelístico, original y prometedor.
La recomiendo.

Sinopsis (Ed. Salamandra)
Celebrada con un entusiasmo desbordante por la crítica y los libreros franceses, que la catapultaron al primer puesto en las listas de libros más vendidos en 2016, esta hermosa novela hipnotiza al lector no sólo con sus imágenes de tintes surrealistas, sino también por el sentido del humor y una sutil melancolía que emana de sus páginas acorde con la canción que ha inspirado el título. Un texto que arranca con un tono de engañosa frivolidad y que, conforme avanza el relato, casi imperceptiblemente, va calando en las zonas más sensibles del espíritu hasta culminar con una emoción intensa y profunda.
Ante la mirada absorta de su hijo, una pareja embriagada de amor baila al son de Mr. Bojangles, de Nina Simone. La escena, mágica, vertiginosa, sólo es un recuerdo más de los muchos que brotan de la memoria del protagonista de la historia, que rememora una infancia marcada por la excentricidad de unos padres adscritos a un estilo de vida ajeno a toda convención social. El padre, la vitalidad hecha persona, no concibe una vida sosegada y monótona —hasta el punto de «rebautizar» a su mujer con un nombre diferente cada día—, y la madre, capaz de interpretar todo tipo de papeles con la convicción del ilusionista más avezado, hace de la rutina familiar una fiesta perpetua, un espacio donde sólo caben el gozo, la fantasía y la amistad. Sin embargo, poco a poco, empieza a entreverse que este universo lleno de poesía, de quimeras, de momentos maravillosos, se asienta sobre un precario sentido de la realidad, y que, cuando las canciones y los sueños toquen a su fin, el despertar puede ser muy doloroso.


Esperando a Mister Bojangles (fragmento)

1

Mi padre me había contado que, antes de que yo naciera, se dedicaba a cazar moscas con un arpón. Me enseñó el arpón y una mosca aplastada. 
— Lo dejé porque era muy difícil y estaba muy mal pagado — me explicó mientras volvía a guardar su antiguo material en una caja lacada— . Ahora monto talleres mecánicos. Trabajas mucho, pero te ganas muy bien la vida. 
Al comienzo del curso escolar, durante las presentaciones que se hacen en las primeras clases, yo hablé, no sin orgullo, de los oficios de mi padre, pero sólo conseguí que me regañaran cariñosamente y se rieran un montón de mí. 
«La verdad está mal considerada — pensé decepcionado— . Para una vez que era tan divertida como una mentira...» 
En realidad, mi padre era un hombre de leyes. — ¡La ley nos da de comer! — decía, partiéndose de risa, mientras llenaba su pipa.
No era juez, ni diputado, ni notario, ni abogado ni nada por el estilo. Ejercía su actividad gracias a un amigo senador.

LABERINTOS DE LA NOCHE


Vigésimoprimera entrega de la serie de novelas protagonizadas por William Monk, que comenzó como detective en la Policía Metropolitana de Londres a principios del siglo XIX y ahora es el jefe de la Policía Fluvial de la ciudad y su esposa Hester Latterly enfermera diplomada que ejerció su profesión en la Guerra de Crimea a las ordenes de la formidable Florence Nightingale y en la actualidad dirige un dispensario en el que trata de atender a las capas más desfavorecidas de la sociedad.

La enfermera Hester Latterly, en mi opinión verdadera protagonista de esta serie de novelas, y su esposo el Comandante de la Policía Fluvial William Monk, se enfrentan a la corrupción del sistema médico victoriano,  con el subterfugio del avance de la medicina y la curación de enfermedades graves.
Como siempre, una novela entretenida y ágil, aunque últimamente a Perry se le desdibuja algunos personajes y el final de las tramas es demasiado abrupto para mi gusto.
Crimen y castigo en el Londres Victoriano con toques sociales que me encanta.

Sinopsis (Ediciones B)
William Monk y su inseparable compañera Hester, enfrentados a dos científicos convertidos en asesinos.
Los hermanos Rand -Magnus, un médico astuto, y Hamilton, un genio de la química- buscan obsesivamente una cura para lo que por entonces se conoce como la «enfermedad de la sangre blanca».
En un anexo del Hospital de Greenwich, la enfermera Hester Monk está atendiendo al adinerado Bryson Radnor, uno de los pacientes moribundos de los hermanos Rand, cuando topa con tres niños débiles y aterrorizados, y se da cuenta con horror de que los dos científicos los han comprado para realizar experimentos con ellos. Los Rand están a punto de conseguir una cura milagrosa, y no pueden correr el riesgo de que se conozcan sus experimentos...
Antes de que Hester pueda revelar el secreto, ella también cae prisionera. Mientras el comandante Wiliam Monk y sus fieles buscan a Hester en las oscuras calles londinenses y la bella campiña inglesa, el tiempo se agota para la valiente enfermera y los niños a los que intenta proteger.

Laberintos de la noche (fragmento)

1
Las pequeñas lámparas de gas titilaban a lo largo de las paredes del pasillo como si hubiera corriente de aire, pero Hester sabía que, siendo bastante más de las doce de la noche, todas las puertas estaban cerradas. Incluso las ventanas de las salas lo estarían a aquellas horas.
La niña permanecía inmóvil. Tenía los ojos muy abiertos y la piel tan blanca como el camisón que le llegaba por debajo de las rodillas. Sus piernas eran delgadas como palillos y llevaba sucios los pies descalzos. Daba la impresión de estar aterrorizada.
—¿Te has perdido? —le preguntó Hester con delicadeza.
No se le ocurría qué podía estar haciendo allí la chiquilla. Estaban en un anexo del Hospital de Greenwich. Por detrás daba al Támesis, bastante río abajo del inmenso Port de Londres y de la abarrotada ciudad. ¿Sería de alguna de las enfermeras, que la había colado a hurtadillas para no dejarla sola en casa? Eso iba contra las normas. Hester debía asegurarse de que nadie más la encontrara.
—Por favor, señorita —dijo la niña con un susurro ronco—. ¡Charlie se muere! Tiene que venir a ayudarlo. Por favor...
No había otro sonido en la noche, ninguna pisada en los suelos de piedra. El doctor Rand no entraría de turno hasta la mañana.
El miedo de la niña vibraba en el aire.
—Por favor...
—¿Dónde está? —preguntó Hester en voz baja—. Veré qué puedo hacer.
La niña tragó saliva y respiró profundamente.
—Es por aquí. He dejado la puerta atrancada. Podemos regresar, si se da prisa. Por favor...
—Vamos —convino Hester—. Indícame el camino. ¿Cómo te llamas?
—Maggie.
Se volvió y emprendió la marcha deprisa, sus pies descalzos eran silenciosos sobre el frío suelo.
Hester fue tras ella pasillo abajo, giró a la derecha y enfiló otro pasillo todavía peor iluminado. Tan solo podía ver la pequeña figura pálida que iba delante de ella y que cada dos por tres se volvía para asegurarse de que Hester aún la seguía. Se estaban alejando de las salas donde se trataba a los marineros enfermos o malheridos, adentrándose en las zonas administrativas y de almacenamiento. Hester no conocía bien el hospital. Se había ofrecido voluntaria temporal del turno de noche para hacerle un favor a Jenny Solway, una amiga que debía atender a un familiar que había caído enfermo repentinamente. Habían servido juntas a las órdenes de Florence Nightingale en Crimea. De eso hacía ya casi catorce años pero las experiencias que habían compartido —en espantosos campos de batalla, incluido el de Balaclava, y en el hospital de Sebastopol— fraguó una duradera amistad que permanecía inquebrantable aunque pasaran años sin verse.




LA ASESINA


Una novela de principios de siglo, un tema tan actual que estremece.
Es verdad que Papadiamantis no logra "meterse" totalmente en la mente de una mujer y la reinterpreta desde su pensamiento masculino decimonónico, pero aún así vale la pena leer está novela corta que relata la dura vida de las mujeres en un pueblo griego que, podría ser cualquier pueblo.
La Asesina es una novela dura, acerada, sin ápice de sentimentalismo y casi sin sentimiento; es la lucha por la vida en su faceta más extrema, es una lección de "anti-sentimiento", un recorrido por lo que no queremos ser....!
Me ha gustado

Sinopsis (Ed. Periférica)
Con el telón de fondo de unas islas griegas tan bellas como pobres, Papadiamantis ha logrado sorprender y conmover a varias generaciones de lectores de todo el mundo con esta estremecedora historia: una hábil curandera, viuda y madre experta en todo tipo de artes curativas y ardides, decide librar a varias familias de sus hijas pequeñas o recién nacidas, pues éstas, según ella misma, serán sólo una carga en medio de tanta miseria... Y un infierno sobrecogedor de pesadillas insomnes, sonámbulas y alucinadas atenazará a una conciencia desesperada en medio del hermosísimo paisaje. Una conciencia que apenas puede sobreponerse a las pulsiones más graves que una realidad extrema arroja sobre la existencia. 
Sin embargo, "La asesina" supera el determinismo decimonónico; por eso es tan actual, tan sin época. Porque más allá de cualquier naturalismo hace valer esa alucinación del sujeto desorientado en un mundo shakespeariano casi. Un mundo regido por terribles pulsiones de muerte, lo que convierte esta historia en un acto religioso sobre el ser humano, sobre su capacidad para superar el peso de una realidad miserable y oprimida, transida por la angustia de existir, por la imposibilidad de ninguna justicia, divina o humana, como en la última frase de esta obra maestra. 

La asesina (fragmento)

"Cuando hubo llenado la cesta, el sol estaba ya muy bajo, y al salir de la capilla abandonada la vieja Jadula emprendió el regreso a la ciudad. Bajó de nuevo la cañada en dirección contraria, giró a la derecha, y empezó a subir la colina de San Antonio, por donde había venido. Pero antes
de llegar a la cima, donde está la ermita, y desde donde hay una vista panorámica del puerto y de la ciudad, vio a la derecha el amplio y bien cultivado jardín de Yanis el Hortelano, en lo profundo del pequeño valle conocido como la cañada de Mamús, que forma una curva al encontrarse con otro valle profundo, el de Ajilá, y dijo para sí: «Voy a ir al huerto de Yanis, a ver si me da un manojo de cebollas o alguna lechuga, a ver si me convida. Total, ¿qué tengo que perder?».
Al mismo tiempo, le vino a la cabeza algo que había oído unos días antes, que la mujer de Yanis el Hortelano estaba enferma.
Ignoraba si ésta se encontraba ahora en la cabaña dentro del jardín, más allá de la entrada, o si había ido a curarse a la ciudad. Pero como el propio jardinero se encontraría allí de seguro (concluyó, puesto que veía la puerta del huerto abierta de par en par), pensó en ofrecerle sus servicios con las hierbas que llevaba en la cesta, prometiéndole «remedios» para curar a su mujer. Y se dijo de nuevo: «¡Qué servicio puede ofrecerle alguien a la pobreza! La mayor bondad que tendría una es darle la hierba de la esterilidad. (Perdóname, Dios mío.) ¡O al menos la hierba de los niños! Porque nada más que pare niñas, la pobre... Me parece que tiene ya cinco o seis. No sé si se le ha muerto alguna ¡de ésas con siete vidas!».
El caso era que había buscado, en las montañas y las gargantas, a ver si encontraba «hierba de niños» para su hija, pero la que le había dado no había funcionado; por el contrario, funcionó más bien como «hierba de niñas». Y sin embargo, a ella, cuando se la dio su cuñada, tiempo ha, le hizo efecto, porque tuvo cuatro niños, y sólo tres niñas. En cuanto a la «hierba de la esterilidad», su confesor le había dicho hacía ya mucho que era un pecado muy grande.
Antes de llegar a la puerta del jardín, según bajaba por el sendero de la ladera, vio que Yanis el Hortelano no se encontraba dentro del jardín, sino que estaba en aquellos momentos en el campo vecino, que había alquilado, según parecía, como aparcero. El campo estaba sembrado de cebada, que ya estaba verdeando y creciendo, aunque aún no estaba tan alta como el jardín, que llegaba hasta la rodilla. Yanis, agachado en una esquina del campo, parecía estar quitando las malas hierbas y la cizaña de los cultivos, ahora que aún era pronto y el sol no se había puesto. Se encontraba al otro extremo del jardín, y cuando Yanú se acercó a la puerta del huerto, ya no lo veía, pues lo ocultaba el espeso seto, a bastante distancia como para no poder siquiera gritarle desde allí las buenas tardes. "



sábado, 7 de julio de 2018

EL ÚLTIMO ACTO


Décima entrega de la serie de novelas protagonizadas por Anders Knutas que trabaja en la Policía Judicial de Visby en la isla de Gotland (Suecia).

Lo que tienen los libros de Jungstedt es que son un entretenimiento fácil y rápido. El inspector Knutas en crisis, Karin enamorada y esa pareja conflictiva formada por Emma y Johan, como siempre, raritos.
Una historia de celos y amor, de intriga y muerte, con la que me lo he pasado muy bien.



Sinopsis (Ed. Maeva)
Anders Knutas, Karin Jacobson y Johan Berg tendrán que indagar en la cara más oculta de la víctima para desenmascarar a su asesino.


Cuando el cuerpo sin vida de Erika Malm, la polémica editora de uno de los principales periódicos de Suecia, es hallado en una habitación de hotel en Visby, despierta gran interés mediático. El asesinato se ha cometido durante una campaña electoral en la ciudad de Almedal. La investigación es compleja y las pistas apuntan en diferentes direcciones: hacia una carta amenazante de un grupo neonazi, hacia una misteriosa visita a un teatro y hacia las huellas de un amante secreto. El inspector Anders Knutas y su colega Karin Jacobsson aceptan el caso. Pero no solo la investigación les causa dolores de cabeza, ¿cómo manejarán Knutas y Karin los sentimientos que han surgido entre ellos? ¿Se dejarán llevar o seguirán manteniendo una relación meramente profesional? Por su parte, el periodista Johan Berg está trabajando en paralelo con la Policía al mismo tiempo que intenta recuperar su vida después de la tragedia que golpeó a su familia. Mientras le siguen la pista, el asesino se mueve rápido y está decidido a dirigir su último acto.

El último acto (fragmento)

La oscuridad había descendido sobre las ruinas del monasterio medieval, en el campo de Gotland. Era una noche calurosa y tranquila de final de verano. A lo lejos se oía el graznido de los cuervos. El público, impaciente, aguardaba en silencio absoluto. Un resplandor de color azul iluminó los arcos enormes de piedra caliza. Las sombras danzaban en dirección a los muros. Macbeth, la tragedia de Shakespeare, llegaba a su fin. Poco a poco desaparecían del suelo del escenario las hileras de humo blanco que flotaban entre los setos y los olmos robustos. 
De pronto surgió una figura esbelta de la cortina de humo. Ella estaba en medio de la tercera fila, él se colocó justo enfrente. Su presencia la dejó sin aliento. Allí estaba, solo, con su abrigo de cuero negro y vestimenta propia de la Edad Media aunque, al mismo tiempo, con un toque futurista un tanto peculiar. Tenía la espalda firme y recta. Llevaba los ojos pintados de negro y las manos manchadas de sangre. Las alzó hacia el cielo y miró a lo lejos. Los labios se movían, pero, a pesar de oír la voz cálida y profunda, ella no entendía ni una palabra. Los versos de Shakespeare le pasaron inadvertidos. La gente de alrededor desapareció, adentrándose en la oscuridad. Su marido, que estaba a tan solo unos centímetros de ella, en el asiento de al lado, se alejó y se fundió con los muros macizos. A ella le resultaba tan inerte e insignificante como aquella rígida piedra caliza.
En las tres horas que duró la función no la miró ni una sola vez. Sin embargo, su embrujo misterioso llegó a colarse en los ojos de ella y fue deslizándose por la sangre que le fluía por las venas. Lo último que recordaba de él la hizo temblar. Aquellos ojos se clavaron con una mirada profunda justo antes de que se atreviera a penetrarla con fuerza. Notó el calor de los labios y su lengua en la boca. Al sentarse entre la multitud pudo sentir cómo él se retorcía dentro de ella. A partir de entonces supo que siempre añoraría aquello.