martes, 26 de septiembre de 2017

MR. GWYN


"...Paseando por Regent's Park Mr. Gwyn decidió que lo que había hecho hasta entonces para ganarse la vida ya no era adecuado para el. Por tanto envió a The Guardian un artículo con un listado de 52 cosas que ya no volvería a hacer; la primera era escribir artículos para The Guardian y la última escribir libros......"
De esta forma (resumida) comienza el penúltimo libro publicado por Alessandro Baricco, todos aquellos que busquen un argumento contundente, consistente y real, absténganse de leer Mr. Gwyn. Dicho esto, todos aquellos que leen por el simple placer de sentir hermosas frases, palabras escogidas con amor, ideas nuevas y/o originales sin mucho propósito pero con gran sentido estético; tienen aquí su libro.
Un libro corto, apenas 100 páginas, escrito con una imaginación desbordante y no tanto talento como es necesario para canalizar esta gran imaginación.
La ventaja, se lee pronto, el inconveniente aporta poco excepto la belleza onírica de su prosa, que no es poco.
Desde la cita que lo inaugura "Tout commence par une interruption" de Paul Valéry todo augura inconsistente belleza y así es¡¡¡

Sinopsis (Ed. Anagrama)
Jasper Gwyn es escritor, vive en Londres y, verosímilmente, es un hombre que ama la vida. De repente, tiene ganas de parar de escribir, aunque la suya no es la crisis que aflige a los escritores sin inspiración, él parece querer cambiar de perspectiva, llegar hasta el meollo de cierta magia. Le sirve de apoyo, de cómplice, una muchacha que va recogiendo lo que progresivamente va siendo el misterio de Mr Gwyn. Baricco entra en las simetrías secretas de este misterio con el paso seguro y resuelto de quien conoce y ama los senderos que recorre, y el resultado es una joya literaria.

Mr. Gwyn (fragmento)
"Si Jasper Gwyn tuviera que decir cuándo empezó a pensar que había una solución, probablemente mencionaría cierto día en que ella se había puesto, en un momento determinado, la camisa, y no era una forma de echarse atrás con respecto a una decisión suya, sino de ir hacia adelante, más allá de lo que había decidido. La tuvo puesta un rato, desabrochada por delante —jugaba con los puños. Entonces hubo algo en ella que se desplazó, de una manera que podría definirse como lateral, y Jasper Gwyn sintió, por primera vez, que Rebecca le estaba dejando entrever su propio retrato.
Esa noche salió a caminar por las calles y lo hizo durante horas, sin notar cansancio. Se fijó en que había lavanderías que no cerraban nunca, y constató ese detalle con cierta satisfacción.
Ya ni siquiera la veía gorda, o bella, y todo cuanto hubiera pensado o advertido sobre ella, antes de entrar en aquel estudio, se había disuelto por completo, o nunca había existido. Como tampoco le parecía que allí dentro el tiempo pasara, sino más bien que se desarrollaba un único instante, siempre idéntico a sí mismo. Empezaba a reconocer, de tanto en tanto, pasajes del loop de David Barber, y ese periódico volver a pasar, siempre iguales, otorgada a toda forma de transcurrir una inmovilidad poética frente a la que el acaecer del mundo, fuera de allí, perdía cualquier encanto. Que todo adquiriera forma en una única luz inmóvil de tono infantil era algo de una delicia infinita. Los olores del estudio, el polvo que iba posándose sobre las cosas, la suciedad a la que nadie oponía resistencia —todo ofrecía la impresión de un animal aletargado, que respiraba lentamente, apenas visible. A la señora del fular impermeable, que pedía explicaciones, Jasper Gwyn llegó a explicarle que había algo hipnótico en todo aquello, afín a los efectos de una droga. Yo no exageraría tanto, dijo la anciana. Y le recordó que, en el fondo, se trataba de un trabajo, su trabajo como copista. Mejor piense usted en hacer algo que sea bueno, añadió, si no, me voy derechita a buscar a mis estudiantes. "


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