miércoles, 27 de septiembre de 2017

LA IRA DE LOS ÁNGELES


Decimoprimera entrega de la serie de novelas protagonizadas por Charlie Parker, investigador privado y personaje oscuro, donde los haya.

"En las profundidades de los bosques de Maine se descubren los restos de un avión siniestrado. No hay cadáveres. Nunca se informó de la desaparición de dicho avión." (The Wrath of Angels, 2012).
Termino ahora mismo más de 400 páginas de novela negra-terrorífica-sobrenatural, protagonizada por uno de mis detectives favoritos, el atormentado Charlie "Bird" Parker, muy sobrenatural es esta última entrega, en ella se retoma la trama y algunos personajes de El Ángel Negro.
He añorado un poco más de vida personal de Parker y sus inseparables compañeros-protectores, Louis y Ángel pero, como siempre, he disfrutado de la prosa delirante de este escritor irlandés que borda este género propio de una forma casi impecable, en ocasiones le sobran algunas páginas, pero también eso se lo perdono.
Desde luego estas novelas oscuras son más de invierno que de verano, pero "la ocasión hace al lector"¡¡¡¡
Para aficionad@s, fieles e iniciados es perfecta, para l@s que no conocen al escritor y su protagonista, recomiendo empezar por la primera novela de la serie Todo lo que muere (Every Dead Thing, 1999).

Sinopsis (Ed. Tusquets)
En las profundidades de los bosques de Maine se descubren los restos de un avión siniestrado. No hay cadáveres. Nunca se informó de la desaparición de dicho avión. Pero hombres de toda laya lo buscaban desde hacía mucho tiempo. Lo que esconden los restos del aparato es algo más importante que el dinero: es una lista de nombres, crucial en el combate contra las fuerzas de las tinieblas. La lucha por obtener esa lista atrae al detective Charlie Parker. También capta la atención de otros: una mujer hermosa, de cara marcada, con afición a matar; un niño callado que recuerda su propia muerte; y el asesino en serie conocido como el Coleccionista, que busca nuevos corderos para sus sacrificios. Pero a medida que las fuerzas rivales se abaten sobre el lugar, el bosque se prepara para recibirlos, ya que en su espesura oculta otros secretos. Alguien sobrevivió al accidente. Sí, alguien sobrevivió. Y está esperando…


La ira de los ángeles (fragmento)

1"En el momento de morir, cuando le llegó el día y la hora, Harlan Vetters emplazó a su hijo y a su hija junto a su lecho. El cabello largo y gris del anciano, resplandeciente por efecto de la luz de la lámpara, se esparcía sobre la almohada como si fueran las emanaciones de su espíritu ya a punto de partir. Tenía la respiración anhelante; las pausas entre aspiración y exhalación eran cada vez más largas, y pronto cesarían por completo. El ocaso se imponía lentamente, pero por la ventana del dormitorio se veían aún los árboles, los centinelas de los Grandes Bosques del Norte, porque el viejo Harlan siempre decía que vivía en la mismísima frontera, que su casa era el último lugar antes de los dominios del bosque.
Ahora tenía la impresión de que, al flaquear sus fuerzas, también se debilitaba su capacidad para mantener la naturaleza a raya. En el jardín crecían hierbajos, y zarzas entre los rosales. El césped, muy descuidado, presentaba un aspecto desigual: era necesario cortarlo una última vez antes de la llegada del invierno. Lo mismo ocurría con el amago de barba que tenía en el mentón y que le raspaba molestamente los dedos, porque su hija no era capaz de afeitarlo tan bien como se afeitaba él antes. Las hojas caídas permanecían sin recoger, como las escamas de piel seca que se desprendían de sus manos, sus labios y su cara, desparramándose por las sábanas. Veía declive más allá de la ventana, y declive en su espejo, pero sólo uno de ellos albergaba la promesa de renacer.
Su hija afirmaba que ella ya tenía preocupaciones de sobra para encima andar pensando en árboles y arbustos, y su hijo, todavía resentido, se negaba a realizar siquiera esa sencilla tarea por su padre moribundo, pero para Harlan esos detalles eran importantes. Había que librar una batalla, una guerra de desgaste permanente contra el impulso erosivo de la naturaleza. Si todo el mundo pensara como su hija, las casas sucumbirían ante el avance de las raíces y la hiedra, y los pueblos desaparecerían bajo mares de color marrón y verde. En ese condado bastaba con abrir los ojos para ver los escombros de antiguas viviendas asfixiadas por la vegetación, o abrir los oídos para escuchar los nombres de poblados que ya no existían, perdidos a saber dónde en la espesura del bosque.
Era necesario, pues, mantener la naturaleza a raya y circunscribir los árboles a su territorio.
Los árboles, y lo que habitaba entre ellos."

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