Podría ser, Años lentos, el antecedente cronológico de Patria pero su estructura, su lenguaje y la historia que cuenta la hacen radicalmente diferente a la última novela de Aramburu.
Los años 50-60 en Donosti, narrados a través de las vivencias de un niño navarro que se ha trasladado a vivir a casa de su tía, debido a la incapacidad de su madre para hacerse cargo de todos sus hijos. Familia obrera..., inculta y muy religiosa cuyo devenir es tan deprimente como el ambiente general de la novela.
Me ha sido muy difícil empatizar con los personajes, aunque tal vez, es eso lo que pretende el escritor que crea un ambiente oscuro y opresivo del que el lector no puede librarse en toda la novela.
No me ha gustado ni la mitad que Patria, muchos sobreentendidos y una estructura que le resta frescura y la hace, tediosa.
Los años 50-60 en Donosti, narrados a través de las vivencias de un niño navarro que se ha trasladado a vivir a casa de su tía, debido a la incapacidad de su madre para hacerse cargo de todos sus hijos. Familia obrera..., inculta y muy religiosa cuyo devenir es tan deprimente como el ambiente general de la novela.
Me ha sido muy difícil empatizar con los personajes, aunque tal vez, es eso lo que pretende el escritor que crea un ambiente oscuro y opresivo del que el lector no puede librarse en toda la novela.
No me ha gustado ni la mitad que Patria, muchos sobreentendidos y una estructura que le resta frescura y la hace, tediosa.
Sinopsis (Ed. Tusquets)
Un impresionante retrato del País Vasco de los años sesenta y del nacimiento de ETA.
A finales de la década de los sesenta, el protagonista, un niño de ocho años, se va a San Sebastián a vivir con sus tíos. Allí es testigo de cómo transcurren los días en la familia y el barrio: su tío Vicente, de carácter débil, reparte su vida entre la fábrica y la taberna, y es su tía Maripuy, mujer de fuerte personalidad pero sometida a las convenciones sociales y religiosas de la época, quien en realidad gobierna la familia; su prima Mari Nieves vive obsesionada por los chicos, y el hosco y taciturno primo Julen es adoctrinado por el cura de la parroquia para acabar enrolado en una incipiente ETA. El destino de todos ellos –que es el de tantos personajes secundarios de la Historia, arrinconados entre la necesidad y la ignorancia– sufrirá, años después, un quiebro. Alternando las memorias del protagonista con los apuntes del escritor, Años lentos ofrece además una brillante reflexión sobre cómo la vida se destila en una novela, cómo se trasvasa el recuerdo sentimental en memoria colectiva, mientras su escritura diáfana deja ver un fondo turbio de culpa en la historia reciente del País Vasco.
Años Lentos (fragmento)
Cuando me paro a repasar mis recuerdos de aquellos años, me vuelve una vieja sensación de lentitud. Se me figura que en la actualidad un minuto dura treinta o cuarenta segundos; en cambio, los minutos de la dictadura duraban un minuto y medio o dos. Tres décadas llevaba Franco en el poder, saludando a las dóciles y apolíticas multitudes con mano parsimoniosa, temblona y cada vez más decrépita (lo que no le impidió firmar sentencias de muerte), y aunque a finales de los sesenta ya empezaban a agitarse las aguas subterráneas, la historia de España todavía se arrastraba con pereza. En otros países parece como que se vivía más deprisa, las modas se sucedían con bastante rapidez, pasaban más cosas o simplemente pasaban cosas.