Estos últimos días he paseado por La Habana, de la mano de Mario Conde, me he sumergido en la vida de esos cubanos que sobreviven atónitos y perciben un cambio que no afecta más que a los nuevos ricos, a los corruptos y a esa clase de gente que nunca ha carecido de nada....Tráfico de arte, lujos desconocidos, corrupción, crímenes...y Mario Conde a punto de cumplir 60 años, el inicio de esa "cuarta edad" que no sabe que le traerá.
Dos tramas en una, la trama habanera que camina hacia adelante y la trama europea que camina hacia atrás, conectadas por una virgen negra de origen
Me ha gustado mucho, aunque la parte "histórica" está sobredimensionada y aburre un poco; afortunadamente el discurrir de las investigaciones de Mario Conde en La Habana compensa lo repetitivo de la trama histórica y mi opinión global sobre la novela es muy positiva.
La recomiendo¡¡¡
La transparencia del tiempo (fragmento)
4 de septiembre de 2014
La luz rotunda del amanecer tropical, filtrada por la ventana, caía como el haz teatral proyectado sobre la pared de donde pendía el almanaque con sus doce cuadrículas perfectas, distribuidas en cuatro hileras de tres rectángulos cada una. Los espacios del calendario originalmente habían sido cromados con tonos distintivos entre el verde juvenil de la primavera y un vetusto gris invernal, un juego que solo un diseñador muy imaginativo podría asociar con algo tan inexistente en una isla del Caribe como las cuatro estaciones del año. Con el paso de los meses, algunas cagadas de moscas habían contribuido a decorar la cartulina con erráticos puntos suspensivos; varias tachaduras y los colores cada vez más fatigados testimoniaban la utilización práctica del impreso y la exposición a la luz de esmeril que cada día lo asolaba. Trazos de geometrías diversas y caprichosas, grabados alrededor, en los bordes, incluso sobre la superficie de ciertos números, remitían a recordatorios en su momento invocados, luego quizás olvidados, nunca cumplidos. Marcas del paso del tiempo y advertencias a una memoria en fase esclerótica.
Los guarismos encargados de especificar el año corriente, en el borde superior del calendario, habían recibido una atención muy especial, con varias señales crípticas, y la cifra precisa encargada de indicar el noveno día de octubre aparecía encerrada entre varios signos de perplejidad, más que de admiración, rayados con saña y con un bolígrafo de tinta negra, apenas un poco más tenue que la utilizada por los impresores para fijar las letras y los números en la cartulina. Y junto a las admiraciones, la cifra mágica de resonancias numerológicas, de recurrencia perfecta, en la que nunca antes él había reparado: 9-9-9.