RESEÑA DE CLARA GLEZ. para LIBROS, 17 de Enero de 2017.
El amor y los bosques - Éric Reinhardt
Una novela sobre una novela.
A partir de cartas al autor de mujeres comentando sus miedos y sus inseguridades, surgió el amor y los bosques....
Una novela sobre la vida de una mujer que no sabe cómo salir del maltrato psicológico de su marido. Tras conversar con el autor, se va confesando con él, contándole sus miedos, su sexualidad con un contacto de internet, sus angustias, su deseos de salir adelante y otros muchos sentimientos.
Además de una trama bien construida, plantea un tema de rigurosa actualidad, y se acompaña de trozos de erotismo, muy buscados hoy día por los lectores.
Es dura, es tierna, es amena y no te deja indiferente.
No llegas a saber si Bénédicte Ombredanne, así se llama la protagonista, es una persona real, o bien es el reflejo de miles de mujeres que desgraciadamente se encuentran en su misma situación.
Bénédicte, cuenta , desgrana todos sus sentimientos, todas sus sensaciones tanto malas como buenas, las razones que impedían alcanzar un mínimo de felicidad. Sensaciones que incluso acaba en somatizar enfermedades, y acabar siendo una prisionera de sí misma., ante el acoso sutil y maquiavélico, por parte de su marido en sus trece años de matrimonio.
Con un final sorprendente, que nos deja aún más helados , que en el resto de su lectura, el autor resuelve perfectamente la trama.
El lenguaje es directo, transmite el estado anímico de la protagonista, con una gran calidad literaria, a veces asfixia incluso, aunque Bénédicte Ombredanne actúe ante la sociedad como si nada pasase, situación desgraciadamente muy común en nuestros días, en todas las clases sociales.
Ganadora del Premio Renaudot des Lycéens, finalista del Premio Médicis , es una novela que como se dice hoy día, “ engancha” y en mi caso lo que más me impresionó es como esta mujer, logra esconder en su interior, todo su horror, sin dejar que nadie llegue a sospechar en lo que consiste realmente su vida. Muchos la consideran como una nueva Madame Bovary. Aunque los tiempos y las formas de afrontarlos cambian, ambas mujeres se encuentran atrapadas en una vida secreta, no gratificante en este caso para Benédictine, que jamás arriesgará para liberarse de ella. Aunque el destino le depare algún camino para hacerlo.
Todo esto, hace meditar sobre la vida atormentada de miles de mujeres, y la pasividad con que la sociedad actúa a veces sobre tantos casos de maltrato.
Una novela sobre una novela.
A partir de cartas al autor de mujeres comentando sus miedos y sus inseguridades, surgió el amor y los bosques....
Una novela sobre la vida de una mujer que no sabe cómo salir del maltrato psicológico de su marido. Tras conversar con el autor, se va confesando con él, contándole sus miedos, su sexualidad con un contacto de internet, sus angustias, su deseos de salir adelante y otros muchos sentimientos.
Además de una trama bien construida, plantea un tema de rigurosa actualidad, y se acompaña de trozos de erotismo, muy buscados hoy día por los lectores.
Es dura, es tierna, es amena y no te deja indiferente.
No llegas a saber si Bénédicte Ombredanne, así se llama la protagonista, es una persona real, o bien es el reflejo de miles de mujeres que desgraciadamente se encuentran en su misma situación.
Bénédicte, cuenta , desgrana todos sus sentimientos, todas sus sensaciones tanto malas como buenas, las razones que impedían alcanzar un mínimo de felicidad. Sensaciones que incluso acaba en somatizar enfermedades, y acabar siendo una prisionera de sí misma., ante el acoso sutil y maquiavélico, por parte de su marido en sus trece años de matrimonio.
Con un final sorprendente, que nos deja aún más helados , que en el resto de su lectura, el autor resuelve perfectamente la trama.
El lenguaje es directo, transmite el estado anímico de la protagonista, con una gran calidad literaria, a veces asfixia incluso, aunque Bénédicte Ombredanne actúe ante la sociedad como si nada pasase, situación desgraciadamente muy común en nuestros días, en todas las clases sociales.
Ganadora del Premio Renaudot des Lycéens, finalista del Premio Médicis , es una novela que como se dice hoy día, “ engancha” y en mi caso lo que más me impresionó es como esta mujer, logra esconder en su interior, todo su horror, sin dejar que nadie llegue a sospechar en lo que consiste realmente su vida. Muchos la consideran como una nueva Madame Bovary. Aunque los tiempos y las formas de afrontarlos cambian, ambas mujeres se encuentran atrapadas en una vida secreta, no gratificante en este caso para Benédictine, que jamás arriesgará para liberarse de ella. Aunque el destino le depare algún camino para hacerlo.
Todo esto, hace meditar sobre la vida atormentada de miles de mujeres, y la pasividad con que la sociedad actúa a veces sobre tantos casos de maltrato.
Sinopsis (Ed. Alfaguara)
El retrato de una mujer en busca de una pasión. Una Madame Bovary contemporánea
Bénédicte Ombredanne, una provinciana mujer de clase media, hace todo lo posible por conocer a Éric, el autor del libro que ha cambiado su vida. En sus encuentros en un café de París, o en sus mensajes por mail, le confía sus secretos más íntimos: la tormentosa relación con un marido cruel y egoísta, y el descubrimiento de una nueva sexualidad con un amante encontrado en una página de citas en internet.
En un momento dado pierden el contacto por un tiempo, pero cuando Éric se entera del destino de Bénédicte, viajará a Metz en busca de toda la verdad.
Ganadora del Premio Renaudot des Lycéens
Candidata al Premio Goncourt
Finalista del Premio Médicis
El amor y los bosques (fragmento)
1.
Tuve ganas de conocer a Bénédicte Ombredanne cuando me topé con su primera carta: era una carta cuyo fervor matizaban los toques humorísticos, dos páginas que me conmovieron y me hicieron sonreír, muy bien escritas además, una combinación lo bastante inusitada como para engancharme inmediatamente.
Un tanto cauta al principio, aquella carta era, según iba avanzando, cada vez más feroz y airada. Había ecos de ironía, de regocijada indisciplina, de barullo de patio de colegio en aquellas frases, cuya grafía inclinada hacia el porvenir denotaba abiertamente la audacia muy consciente de sí misma con la que aquella desconocida se me había echado encima mentalmente, como si hubiese escrito la carta de un tirón sin volverla a leer antes de perderla de vista irremediablemente en la ranura de un buzón, hala, ya está, demasiado tarde para arrepentirse, al cabo de una carrera irreflexiva, fogosa, que seguramente había arrancado en el momento en el que la joven apoyó la punta del bolígrafo en el papel, con determinación, negándose cualquier posibilidad de dar marcha atrás. Me resultaba obvio que el verdadero piloto de aquellas dos páginas había sido la timidez, timidez que la autora había embriagado de sarcasmo para tener la certeza de concluir lo que había empezado. Era una intuición un tanto evanescente, una intuición que me habría costado mucho trabajo argumentar a partir de ejemplos concretos tomados de esas dos páginas, pero el propio impulso de aquella carta, de carácter mixto, temeroso y audaz, respetuoso e insolente, serio y desenvuelto, inteligente e ingenuo cuando no pueril (de un carácter en constante paradoja, pues), me llevó a pensar que aquella lectora huía así de una situación que no le convenía, que la hacía sufrir o que sencillamente le resultaba intolerable: aquella carta era como una escapatoria urgente (eso es lo que yo notaba de un modo confuso), pero una escapatoria cuya protagonista no podía prever si no acabaría estampándola también a ella contra un muro de indiferencia o de desprecio condescendiente, de silencio, pues, de ahí los esfuerzos que se imponía —cada tres o cuatro frases— para no creérselo del todo, evitando así cualquier decepción que le escociera demasiado si, por ventura, aquella tentativa resultaba infructuosa. Percibí todas esas cosas delante de la puerta de casa, con el abrigo puesto, tras recoger del felpudo, cuando estaba saliendo, la carta que me había reenviado la editorial en el sobre original (azul claro, con matasellos de Metz y la tachadura de una becaria que había añadido mi dirección), esa primera carta de Bénédicte Ombredanne, que leí de principio a fin en el rellano, sin bajar ni un solo peldaño de las escaleras.