sábado, 11 de noviembre de 2017

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE NUESTROS PADRES


Dice Joël Dicker "No me consideraré escritor hasta dentro de 20 años..." , y dice bien porque mientras no encuentre un estilo propio debería "no considerarse" escritor.
Reseñé, en su momento, La verdad sobre el caso Harry Quebert, y ya recordareis que supuso una decepción tras la publicidad salvaje que habíamos soportado sobre el libro, en él, el autor realiza una mezcla literaria entre Philip Roth ...y la negra-nórdica que no llega a buen puerto, precisamente.
En Los últimos días de nuestros padres (¿....?) cambia radicalmente de estilo y viene a escribir como John LeCarré trufado con Hazañas Bélicas..., entretenido si, es entretenido,  aunque le sobran algunas páginas y nada más¡¡¡
Una opción para Navidad si no tienes otra cosa a mano....¡

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
La primera novela del «fenómeno planetario» Joël Dicker, ganadora del Premio de Escritores Ginebrinos.
Una combinación perfecta entre trama bélica de espionaje, amor, amistad y una reflexión profunda acerca del ser humano y sus debilidades, a través de las vicisitudes del grupo F del SOE (Special Operation Executive), una unidad de los servicios secretos británicos encargada de entrenar a jóvenes europeos para la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial.
Personajes inolvidables, una documentación exhaustiva acerca de un episodio poco conocido de la Segunda Guerra y el incipiente talento de un jovencísimo Dicker, quien luego se consagrará con el fenómeno literario mundial La verdad sobre el caso Harry Quebert.

Los últimos días de nuestros padres (fragmento)

Primera parte

1.

Que todos los padres del mundo, a punto de abandonarnos, sepan el gran peligro que corremos sin ellos.
Nos enseñaron a caminar, y ya no caminaremos.
Nos enseñaron a hablar, y ya no hablaremos.
Nos enseñaron a vivir, y ya no viviremos.
Nos enseñaron a convertirnos en Hombres, y ya ni siquiera seremos Hombres. Ya no seremos nada.
Fumaban al amanecer, mientras contemplaban sentados el negro cielo que bailaba sobre Inglaterra. Y Palo recitaba su poema. Al abrigo de la noche, recordaba a su padre.
Sobre la colina donde se encontraban, las colillas teñían de rojo la oscuridad: habían adoptado la costumbre de venir a fumar allí a primera hora de la mañana. Fumaban para hacerse compañía, fumaban para no desesperar, fumaban para no olvidar que eran Hombres.
Gordo, el obeso, olisqueaba entre los matorrales imitando a un perro vagabundo, ladrando para ahuyentar a los ratones de campo entre la hierba húmeda, y Palo se enfadaba con el falso perro.
—¡Para, Gordo! ¡Hoy hay que estar triste!
Gordo se detuvo tras tres reprimendas y, enfurruñado como un niño, dio la vuelta al semicírculo que formaba la decena de siluetas y se fue a sentar al lado de los taciturnos, entre Rana, el depresivo, y Ciruelo, el tartamudo infeliz, secretamente enamorado de las palabras.
—¿En qué piensas, Palo? —preguntó Gordo.
—En cosas…
—No pienses en cosas malas, piensa en cosas bonitas.
Y con su mano grasa y regordeta, Gordo buscó el hombro de su camarada.
Los llamaron desde la escalinata del viejo caserón que se levantaba frente a ellos. El entrenamiento iba a comenzar. Inmediatamente, todos se pusieron en marcha; Palo permaneció sentado un instante más, escuchando el murmullo de la bruma. Volvía a pensar en su último día en París. Pensaba sin cesar en ello, todas las noches y todas las mañanas. Sobre todo las mañanas. Hoy hacía exactamente dos meses que se había marchado.
Había sucedido a principios de septiembre, justo antes del otoño; resultaba inevitable: era preciso defender a los Hombres, defender a los padres. Defender a su padre, al que sin embargo había jurado no abandonar nunca, años atrás, cuando el destino se había llevado a su madre. El buen hijo y el viudo solitario. Pero la guerra los había atrapado y, al elegir las armas, Palo había elegido abandonar a su padre. Ya en agosto sabía que iba a marcharse, pero había sido incapaz de anunciárselo. Sin coraje suficiente, solo pudo reunir el valor necesario para despedirse la víspera de partir, después de la cena.
—¿Por qué tú? —se atragantó su padre.
—Porque si no soy yo, no será nadie.
Con el rostro tan compungido como orgulloso, había abrazado a su hijo para infundirle valor.
Su padre había pasado el resto de la noche encerrado en su habitación, llorando. Lloraba de tristeza, pero le parecía que su hijo de veintidós años era el más valiente de los hijos. Palo había permanecido ante su puerta, escuchando los sollozos. Y de pronto se había odiado tanto por hacer llorar a su padre que se había cortado el torso con la punta de su navaja hasta hacerse sangre. Con el cuerpo herido frente a un espejo, se había insultado y había socavado más aún la carne a la altura del corazón para estar seguro de que la cicatriz no desaparecería nunca.

LA SOLTERONA


Increíblemente, todavía no había leído esta novela de Edith Wharton, al empezar me percaté de que había visto la película protagonizada por Bette Davis hace mil años o mas.....
Por supuesto, seguí leyendo y no me he arrepentido, una magnífica novela profundamente feminista, para la época en la que fue escrita, una maravilla en la forma y en el fondo.
Absolutamente recomendable.

Sinopsis (Ed. Impedimenta)
Edith Wharton firma una nouvelle magistral, que explota la que fuera una de sus obsesiones recurrentes: las opciones de la mujer de su tiempo y estatus en la tramoya social que la coarta.
En 1850 la alta burguesía neoyorquina disfruta de una desentendida prosperidad. Delia, «reina» del endogámico clan de los Ralston, ultima los detalles de su vestuario para brillar en el acontecimiento social del año: el enlace de su prima Charlotte Lovell con Joe Ralston, que además sellará una alianza entre las dos familias hegemónicas de Nueva York. Cuando nada parece poder desbaratar tan idílico porvenir, una desquiciada Charlotte irrumpe en casa de Delia para desvelarle un secreto que alterará para siempre la placidez de sus vidas y que, de saberse, tumbaría los códigos éticos de los que ambas se han venido nutriendo. Los destinos de Charlotte y Delia quedan trágicamente atados bajo la inviolabilidad del secreto que comparten, consolidándose entre ambas una tormentosa relación en la que convergerán los celos, la compasión, el amor filial y la suspicacia.

La solterona (fragmento)
"A Delia nunca se le había ocurrido pensar que su influencia sobre Tina pudiese suscitar rencores. Descubrirlo ahora proyectaba un instantáneo haz de luz sobre el abismo que había separado siempre a ambas mujeres. Sin embargo, al cabo de unos minutos, Delia se reprochó haberle atribuido a su prima sentimientos de celos. ¿No debía más bien atribuírselos a sí misma? Charlotte, como madre de Tina, tenía todo el derecho a desear estar cerca de ella, en todos los sentidos posibles. ¿Qué derecho tenía Delia a oponerse a aquel privilegio natural? A la mañana siguiente dio instrucciones de trasladar las cosas de Charlotte a la habitación contigua a la de Tina. Esa misma noche, a la hora de acostarse, Charlotte y Tina subieron juntas; Delia se demoró en el salón con el pretexto de escribir unas cartas. En realidad, temía el momento de traspasar el umbral donde, noche tras noche, la había retenido la alegre risa de las jóvenes mientras Charlotte Lovell dormía su sueño de solterona en el piso superior. Delia sufrió un espasmo al pensar que a partir de ahora se vería privada de aquel pretexto para preservar su cercano contacto con Tina. Una hora más tarde, cuando subió las escaleras, Delia se percató con cierta sensación de culpabilidad de que estaba caminando lo más sigilosamente posible sobre la tupida alfombra del pasillo y de que estaba tardando más de lo necesario en apagar la lámpara de gas del descansillo. "

EL PARAÍSO IMPERFECTO. Antología tímida


En la noche clara e invernal leo a un maestro que nació un día como hoy, Augusto Monterroso, (Tegucigalpa, 21 de diciembre de 1921 – Ciudad de México, 7 de febrero de 2003),
"Como mis libros son ya antologías de cuanto he escrito, reducirlos a ésta me fue fácil; y si de ésta se hace inteligentemente otra, y de esta otra, otras más, hasta convertir aquéllos en dos líneas o en ninguna, será siempre por dicha en beneficio de la literatura y del lector". Con esta frase se cierra este Paraíso Imperfecto, que reúne toda la perfección de la prosa de Monterroso, os lo recomiendo¡¡¡

Sinopsis (Ed. Debolsillo)
Se presenta aquí una cuidada antología que pretende trazar un camino de ida y vuelta sobre la obra de Augusto Monterroso, amigo de las cosas irónicamente simples y máxima figura del género más breve de la literatura: el microrrelato. Articulado en dos bloques complementarios, el volumen recoge los cuentos y ensayos más narrativos del autor, proporcionando un viaje a la felicidad y a la sencillez, a la gracia y a la discreción, al humorismo y a la tristeza. Un tímido homenaje al más refinado de los escritores hispanoamericanos. «Hay que leerlo manos arriba. Su peligrosidad se funda en la sabiduría solapada y la belleza mortífera de la falta de seriedad. »Gabriel García Márquez

Paraíso Imperfecto (fragmento)

Estatura y PoesíaLos enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista. EDUARDO TORRES

Sin empinarme, mido fácilmente un metro sesenta. Desde pequeño fui pequeño. Ni mi padre ni mi madre fueron altos. Cuando a los quince años me di cuenta de que iba para bajito me puse a hacer cuantos ejercicios me recomendaron, los que no me convirtieron ni en más alto ni en más fuerte, pero me abrieron el apetito. Esto sí fue problema, porque en ese tiempo estábamos muy pobres. Aunque no recuerdo haber pasado nunca hambre, lo más seguro es que durante mi adolescencia pasé buenas temporadas de desnutrición. Algunas fotografías (que no siempre tienen que ser borrosas) lo demuestran. Digo todo esto porque quizá si en aquel tiempo hubiera comido no más sino mejor, mi estatura sería ahora más presentable. Cuando cumplí veintiún años, ni un día menos, me di por vencido, dejé los ejercicios y fui a votar.
De todos es sabido que los centroamericanos, salvo molestas excepciones, no han sido generalmente favorecidos por una estatura extremadamente alta. Dígase lo que se diga, no se trata de un problema racial. En América hay indios que aventajan en ese sentido a muchos europeos. La verdad es que la miseria y la consiguiente desnutrición, unidas a otros factores menos espectaculares, son la causa de que mis paisanos y yo estemos todo el tiempo invocando los nombres de Napoleón, Madero, Lenin y Chaplin cuando por cualquier razón necesitamos demostrar que se puede ser bajito sin dejar por eso de ser valiente.

DULCE ENEMIGA MÍA


Siempre me gusta Marcela Serrano, pero sus libros de relatos me encantan, Dulce enemiga mía, cuenta las vidas de 17 mujeres y 2 que no lo son......cuenta sus alegrías y sus tristezas, sus matrimonios y soledades y lo cuenta todo con un punto de conocimiento y solidaridad tan profundamente femenina que me ha conquistado por completo¡¡¡

Sinopsis  (Ed. Alfaguara)
Con Dulce enemiga mía, de Marcela Serrano, escritora de otros libros como Hasta siempre, mujercitas o El albergue de las mujeres tristes, la autora vuelve a demostrar su talento para penetrar el alma y la psicología femeninas con un grupo de veinte relatos protagonizados por mujeres frágiles, poderosas, aventureras o temerosas, amas de casa o intelectuales, jóvenes o maduras, cuyas voces e historias se graban a fuego en la memoria. Fue galardonada con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1994, distinción concedida a la mejor novela hispanoamericana escrita por mujeres, por su novela Nosotras que nos queremos tanto. También ganó el Premio Municipal de Literatura en Santiago de Chile 1994 por Para que no me olvides. Junto a Isabel Allende y Ángeles Mastretta, Marcela Serrano es una de las autoras latinoamericanas más populares de la actualidad, traducida a 18 idiomas.
Esta obra de la narrativa hispanoamericana nos cuenta como desde las calles de los Balcanes hasta Santiago de Chile pasando por La Mancha, hay hilos capaces de unir el mundo interior de las mujeres: a veces serán la fuerza de la risa, el valor de la amistad, el amor o el sexo; otras, los miedos ante un matrimonio vacío, la hipocresía, la soledad o el temor al abandono.

Dulce enemiga mía (fragmento)

La yegua

Ana María llevaba veinte años casada y seguía enamorada de su marido. Por supuesto, hoy ya no eran un par de lirios, mermada la lozanía, el vigor y la potencia. Pero ella siempre decía que deseaba envejecer junto a Víctor y veía el deterioro como una fase más, insalvable, inevitable, inexorable. Le gustaba decirle por teléfono a su amiga Bárbara estas palabras comenzadas en «in», las sentía potentes y seguras de sí mismas. Apuntaba a la ternura como reemplazo del deseo y soñaba con escenas pertinentes, ambos abrazados en la cama matrimonial viendo una película en DVD o cruzando, protector él, la calle de la mano en alguna ciudad distinta, de las muchas que aún deseaban conocer. Si se empeñaba, la vejez les traería una dulzura desconocida y reconfortante. Aun así, por supuesto, no se resignaba al paso de los años. Su apariencia había derivado en su mayor ocupación, bien sabía que Víctor era un hombre guapo y no le pasaban inadvertidas sus ocasionales tendencias a actuar como un seductor. ¿Ocasionales?, le preguntó una vez Bárbara por teléfono y ella se alarmó, luego se enojó y no llamó a su amiga por una semana. Ana María ejercitaba su cuerpo con disciplina. Practicaba la equitación en su parcela al lado de la ciudad, Baby —la yegua— era, después de su marido y sus hijos, lo más cercano a su corazón. Asistía cuatro veces a la semana al gimnasio, se privaba de la grasa y los dulces y llevaba una cuidadosa contabilidad de las calorías diarias que ingería. Además, se hacía masajes —tanto reductivos como de relajación— y nunca faltaba a la cita con el peluquero que incluía la tintura de las canas, el corte, la pedicura y la manicura. A veces se agotaba consigo misma y la embargaba la tentación de dejarse estar, entregarse por fin a vivir la edad que tenía. Después de todo, si era una opción para otras mujeres, ¿por qué no para ella? Pero prefería no hacerse trampas, consciente de que era sólo eso, una tentación, y se decía con paciencia, vamos, Ana María, no todas tienen maridos apuestos como el tuyo, eso impone obligaciones. Y luego agregaba, severa, ¿cómo resistir el asedio de las mujeres jóvenes si no peleo contra la decadencia?
Las mujeres jóvenes era la nomenclatura para todo objetivo donde se posaran los ojos de Víctor, todo foco que no fuese ella. Eran el fantasma, el miedo, el mal. ¡Cómo las aborrecía! Trataba de convencerse de que eran todas tontas, superfluas, incultas. Había llegado a formular una regla aritmética: a más culo y más busto, menor coeficiente intelectual. Así se calmaba. También pensando en los hijos y en lo hogareño que era Víctor, en cómo gozaba de la vida en común, de la casa tan bonita —y tan cara—, del asado del día domingo en el jardín, de los hijos con sus novias, de la perfecta disposición de alguna mano mágica para su buen vivir. Todo aquello parecía imposible con una mujer más joven.
Y sin embargo, la idea de ser abandonada era su peor pesadilla. El fracaso es como la peste, se decía, huele mal, aleja, hace huir a los demás. Nadie se siente cómodo al lado de un fracasado. Al principio te consuelan, luego escapan, ya lo sabía ella, lo había hecho tantas veces.
A Ana María le complacía sobremanera su vida en la cama. Volvía a enamorarse de su marido con cada orgasmo, atestiguar la lujuria en sus ojos le confirmaba ser el objeto de su amor. (Además, le parecía importante sentir la recompensa luego de tanto esfuerzo.) A veces, en muy raras ocasiones, se preguntó si era el sexo lo que de verdad le gustaba o si era Víctor comprometido en el sexo con ella. Se consolaba serenamente con que el tiempo era largo, hoy en día se podía hacer el amor eternamente, y de paso daba gracias a los científicos por haber inventado esa píldora azul, para el día en que resultase necesaria.
Y el día llegó, antes de lo pensado.

LA BIBLIA DE LAS TINIEBLAS


Decimonovena entrega de la serie de novelas protagonizadas por el Inspector de la policía escocesa John Rebus.

El referéndum para la independencia de Escocia como fondo, un extraño accidente de coche que parece no convencer a nadie y el pasado que vuelve cuando menos se lo espera.....
Rebus en estado puro, rebajado de categoría, para incorporarse, sigue siendo el mismo gruñón concienzudo que conocemos, sigue siendo el mismo detective intuitivo de siempre, sigue siendo el mejor; aunque vuelva a ser sargento detective, como en sus principios..., espero que esto signifique que nos quedan todavía muchos relatos con John Rebus de protagonista.
Con la política como soporte, narración muy actual en la que nada es lo que parece pero todos se parecen a algo....¡¡
Muy recomendable.

Sinopsis (Ed. RBA)
«Los buenos nunca son tan buenos y los malos nunca son tan malos, pero hay un punto en que ambos se encuentran, y es entonces cuando el asunto puede ponerse interesante».Un accidente de tráfico en el culo del mundo. Implicados: la heredera de un magnate londinense y el hijo de un ministro, adalid de la secesión escocesa. Justo cuando el país se parte en dos ante el referéndum para la independencia. Algo en la escena no cuadra, y el veterano John Rebus, recién reincorporado al cuerpo de policía, empieza a investigar.
Al tiempo, la fiscalía reabre un caso feo de hace treinta años, en el que Rebus y su antigua cuadrilla, autodenominados los «Santos», tuvieron mucho que ver. Aquella vieja división de policías juraron silencio sobre «la Biblia de las Tinieblas» y ahora se han convertido en sospechosos. Nada evitará que el detective Rebus y el inspector de asuntos internos Malcolm Fox se enfrenten para descubrir quiénes son los santos y quiénes los pecadores, y lo que se oculta tras el juramento.

La biblia de las tinieblas (fragmento)

PRÓLOGO—¿Adónde vamos?
—Solo estamos dando una vuelta en coche.
—Pero dando una vuelta ¿adónde?
Rebus volvió la cabeza para ver a su acompañante. Se llamaba Peter Meikle. El hombre había pasado casi la mitad de su vida adulta cumpliendo condena en diversas cárceles y tenía la palidez y la actitud propias de los ex presidiarios. Necesitaba un afeitado y sus ojos hundidos eran como agujeritos negros y recelosos. Rebus lo había recogido a la puerta de una casa de apuestas en Clerk Street. Unas cuantas hileras de luces y empezaron a dejar atrás Commonwealth Pool en dirección a Holyrood Park.
—Hacía una buena temporada — comentó Rebus—. ¿Qué te traes entre manos ahora?
—Nada de lo que la poli tenga que preocuparse.
—¿Te parezco preocupado?
—Tiene la misma pinta que cuando me puso a la sombra en 1989.
—¿Tanto hace? —Rebus hizo alarde de menear la cabeza en un gesto de sorpresa—. Pero, a decir verdad, Peter, opusiste resistencia a la detención… y por aquel entonces tenías muy mal talante. —¿Acaso no lo tenía usted?
Al no responder Rebus, Meikle siguió mirando por la ventanilla. A estas alturas, el Saab había llegado a Queen’s Drive, las escarpaduras de Salisbury Crags camino de St. Margaret’s Loch. Algún que otro turista intentaba dar pan a los patos y los cisnes, aunque toda una tropa de acechantes gaviotas parecían estar llevándose bastante más de lo que les correspondía. Rebus puso el intermitente derecho para iniciar el sinuoso ascenso por la ladera de Arthur’s Seat. Adelantaron a corredores y paseantes mientras la ciudad se perdía de vista.

EL MONTE DE LA BRUJA


Nuestra querida amiga https://www.facebook.com/iaia.piolin, hace una reflexión magnífica sobre este libro, leedla y opinad si gustáis¡¡
"Me he estado preguntando si yo recomendaría a mis nietos que leyeran un libro como El monte de la bruja, de Emily Smith. Es una historia difícil: habla de prejuicios que controlan nuestra vida; de malos amigos capaces de decepcionarnos profundamente e incluso de hacernos daño; de acoso escolar; de maltrato a los animales; de responsabilidad y consecuencias de nuestras acciones..., definitivamente no es un libro fácil. Pretende mostrar valores que deberíamos inculcar a nuestros niños. Pero en el otro platillo de la balanza está la capacidad infinita de perdonar y de mejorar que tiene el ser humano; la amistad con mayúsculas; la valentía para enfrentarse a cualquier reto; el esfuerzo para conseguir un objetivo que parece imposible... Y, si la balanza aún no está equilibrada podemos añadir una pizca de humor en cada página, otro poco de optimismo y mucho, muchísimo, de afecto y respeto por los lectores a los que va dirigida."

Sinopsis (Libro autopublicado)
Maca y Santi sufren una calamidad en su vida cotidiana peor que el meteorito que extinguió a los dinosaurios. Tienen que abandonar sus amigos, sus juegos, su vida para trasladarse de una gran ciudad a un pueblecito perdido entre montañas; allí se encuentran con un lugar extraño donde no conocen a nadie y ante ellos se abre un futuro problemático y muy, pero que muy aburrido o eso creen ellos hasta que tropiezan con Piruja y su gato.





jueves, 9 de noviembre de 2017

EL HOMBRE DE LA MÁSCARA DE ESPEJOS


Tercera entrega de la serie de novelas protagonizadas por la Inspectora de policía Valentina Negro y el criminólogo Javier Sanjuán.

Anunciada como la última entrega de la trilogía protagonizada por Valentina Negro y Javier Sanjuan, quizás la cosa no termine aquí....¡
Creo que me gustan estos libros porque desde que los leo miro mi ciudad con otros ojos....más oscuros, menos inocentes.
No voy a contar nada sobre la novela porque cualquier dato sería spoiler, sólo decir que, salvo algunos "errores lingüísticos y geográficos" banales, he disfrutado con las investigaciones de la inspectora Negro y el criminólogo Sanjuan y que pronto La Coruña podrá incorporarse a la "ruta negra" de ciudades europeas, lo espero porque significará que las andanzas de los protagonistas no han terminado.
Recomendable para un fin de semana (o un poco más) de tormenta¡

Sinopsis (Ediciones B)
La inspectora Valentina Negro lucha por superar los traumáticos recuerdos de su último caso, cuando estuvo cerca de perder la vida a manos de un asesino en serie. Pero la maldad no da tregua: pronto se ve envuelta en una nueva cadena de muertes. La ayuda del criminólogo Javier Sanjuán será clave para desentrañar una compleja trama relacionada con la desaparición de varias chicas y el rodaje de unas terroríficas películas snuff que recuerdan al cine expresionista de Fritz Lang.
El dolor, la belleza y la locura se dan la mano en las páginas de esta adictiva novela negra, que es al mismo tiempo un excelente retrato de la mente del psicópata firmado por dos expertos criminólogos. Las páginas de El hombre de la máscara de espejos son una invitación a asomarse al abismo a través de una historia trepidante que engancha y estremece desde la primera página.

El hombre de la máscara de espejos (fragmento)

[primera parte]: Las trompetas del ángel

Viernes, 22 de marzo de 2013. A Coruña, colegio de las Madres Franciscanas, en la zona de A Zapateira.

Andrea salió de su escondrijo detrás del enorme hórreo de piedra, caminó hasta la verja y movió con cuidado la puerta. Apenas miró hacia atrás, temerosa de
que alguna profesora o incluso la portera del colegio estuviese mirando en aquel justo momento. Con rapidez, casi con pánico a que su huida fuese descubierta y sin atreverse a cerrar la verja, corrió unos metros camino abajo, apretando los libros contra su abrigo azul marino. Jadeando, se dio la vuelta con excitación y constató que nadie la había visto, así que se subió la falda de tablas hasta dejar a la vista los calcetines largos y reanudó su camino hacia el Campus de Elviña. Había quedado con dos amigas, mayores que ella, que le iban a presentar a un chico que estudiaba primero de Derecho. Era víspera de Semana Santa y prefería tomarse unas cervezas y fumarse unos porros con ellas y otros chicos antes que tener que tragarse todas las misas y celebraciones tediosas que rodeaban siempre las vísperas de la crucifixión de Jesús. Andrea creía en Dios, sí, pero estaba segura de que a Él no le importaría que se saltase un par de obras de teatro insufribles y luego la misa de todos los años, con la asistencia de los padres de las más pequeñas, y la pelea por los canapés y los vinos baratos de después en el pabellón de deportes.
Siguió caminando un buen rato por la calle Castro de Elviña hasta divisar el Campus. El sol le picaba cuando salía entre las nubes y le hacía entrecerrar los ojos. Se revolvió, incómoda, dentro del abrigo de lana con cuello de terciopelo. Al fondo, el cielo perlado de nubes blancas como sábanas recién tendidas enmarcaba una hermosa vista de toda la ciudad de A Coruña, que contrastaba con el azul marino, muy oscuro, del océano en calma. Miró el reloj: llegaba tarde, sus amigas debían de estar ya en la cafetería. ¿Sería mejor esperar el autobús? La parada no estaba lejos, así que sacó el móvil y consultó los horarios de paso. No tardaría más de diez minutos… Sopesó lo que podía tardar andando y se decidió a esperar sentada en la marquesina. Andrea, sofocada por el calor, se quitó el abrigo del uniforme y lo dejó a un lado del asiento, doblado sobre los libros.