jueves, 17 de agosto de 2017

MATAR A LINCOLN


RESEÑADA POR MARI DOLORES para LIBROS
11 de Febrero de 2013
He leído "Matar a Lincoln", de Bill O´Reilly.
Un relato del final de la Guerra de Secesión y cómo se perpetró el asesinato del Presidente Lincoln por una banda de criminales liderados por Booth, un actor mediocre.
Una novela de historia que se lee como si fuera de intriga.
Interesante.

Matar a Lincoln (fragmento)
PRÓLOGO

SÁBADO, 4 DE MARZO DE 1865
WASHINGTON, D. C.

"El hombre al que solo le quedan seis semanas de vida está angustiado.
A punto de terminar las obras de ampliación, Abraham Lincoln sale del edificio del Capitolio con la cara contraída en un gesto que repite incontables veces cada día: se siente exhausto, casi bloqueado. Una muchedumbre de cincuenta mil personas soportan el chaparrón hundidos en el barro hasta los tobillos para verle jurar el cargo al inicio de su segundo mandato. Andrew Johnson, con la cara enrojecida por el alcohol, acaba de despacharse durante veinte minutos soltando una violenta diatriba contra el Sur; la ebriedad del nuevo vicepresidente ha abochornado a la multitud.
Por eso cuando Lincoln sube al estrado para pronunciar su elocuente llamamiento a la reunificación, el mensaje espiritual de este segundo discurso inaugural suena aún más alentador. «Sin atentar contra nadie, compasivos con todos, firmes en la ley emanada de Dios para discernir el bien, sigamos trabajando en la labor que nos ocupa: restañar las heridas de la nación, honrar al que luchó por ella cuidando de su viuda y huérfanos, hacer todo cuanto esté en nuestra mano por una paz justa y duradera entre nosotros y entre todas las naciones», enuncia el presidente con toda humildad.
El cansancio de Lincoln no le resta carisma; además, ahora mismo está pletórico de energías. Mientras habla, el sol se asoma de repente entre las nubes y baña de luz su alta y serena figura. Pero en Petersburg, nudo ferroviario de Virginia a unos 200 kilómetros de allí, la serenidad es una fantasía."

LA PIRÁMIDE DE KHÉOPS



RESEÑADO POR RICARDO CORTAT para LIBROS
10 de Febrero de 2013
"La pirámide de Khéops" de Ricardo Doménech (Ed. Salto de Página)
Cuentos de corte fantástico escritos a principios de la transición.
No es mi literatura preferida (los cuentos) pero tenía todos los ingredientes para cogerlo de la estantería, corto (menos de 100 páginas), autor desconocido (para mí) y el tiempo suficiente para metérmelo entre pecho y espalda sin que distorsionara otras lecturas.
Y después de terminarlo me pregunto ¿o yo soy muy inculto o dejamos que los genios mueran en la ignorancia y en la indiferencia?
Vamos, que cuando vuelva a la biblioteca, pregunto si tienen más.

Como dice Ricardo Cortat, a veces, a los genios hay que descubrirlos por casualidad y la biblioteca es un buen lugar¡¡¡

La pirámide de Khéops (fragmento)

Testigo imparcial
"Los tanques y los camiones, ¿no tienen marcha atrás? Y los nadadores, ¿no nadan de espaldas? Teniendo esto en cuenta, se comprende lo que algunos opinan: que, técnicamente, lo ocurrido, aunque inverosímil, es posible. Pero otros, también con razón, dicen: ¿y las motos? De las motos, ¿qué? Yo, la verdad, no me meto en tantas filosofías. Ha ocurrido, ¿no? Y todos hemos sido testigos, ¿no? ¡Pues entonces, leñe! Ahora, tocante al motivo, ése ya es otro cantar y yo me callo. Pero que ocurrió lo que ocurrió... Vamos, eso lo ha visto menda con estos ojos y no hay canalla que me lo niegue ahora mismo.
La impresión que yo tenía era como en el tren, cuando llegas a una estación en que el tren se bifurca, y van y ponen una locomotora en la cola, y tú, que no te has movido de tu asiento y estás acostumbrado a que el campo y las casas y todo se vayan como huyendo en una dirección, ves que de golpe, en cuanto el tren se vuelve a poner en marcha, se van en la dirección opuesta y tú vas y dices carajo, qué es esto. El teniente Valbuena lo explicaba de otra manera. A él le dio la impresión de estar viendo bajar unas escaleras mecánicas en unos grandes almacenes o en el metro, y como si, de pronto, alguien hubiera manipulado en el mecanismo y la escalera se pusiera a subir, pero con todas las gentes en la postura anterior y como si creyeran estar bajando. Fue algo parecido a todo esto; fue lo mismo, igualito. Yo miraba el desfile y de pronto qué cosa tan rara, no puede ser. Y era eso, sí. En aquel instante —no lo olvidaré nunca— pasaba delante de mí una compañía de fusileros a las órdenes del capitán Bravo, en perfecta formación, y el sol brillaba con intensidad en cascos y bayonetas... La tropa desfilaba muy marcial y muy disciplinada y muy requetebién... Pero lo hacía caminando de espaldas, hacia atrás."

miércoles, 16 de agosto de 2017

UNA HABITACIÓN EN HOLANDA


RESEÑADA POR RICARDO CORTAT para LIBROS
10 de Febrero de 2013
"Una habitación en Holanda" (Pierre Bergounioux, Ed. Minúscula) me lleva a recorrer media Europa de la mano de Descartes. A descubrir porque Shakespeare escribe teatro, Cervantes novela y los franceses filosofía en un momento de la historia de la humanidad donde todo se decide peleando.
Impresionantes las 30-35 primeras páginas. Son todas ellas un tratado de historia de Europa afilado, veloz y divertido.
¿El resto? Más difícil de digerir pero realmente interesante.

Una habitación en Holanda (fragmento)

"Los Países Bajos solo adquirieron un carácter de realidad palpable, efectiva, con la reciente instauración de relaciones regulares, ratificadas por las primeras instituciones europeas. Antes, flotaban en ese nebuloso segundo plano en el que estuvieron, durante largo tiempo, las tierras no limítrofes. Los países, los pueblos que conocemos bien son aquellos que nos afectan directamente, aquellos cuya influencia, ambiciones, poder han sido, para nosotros, durante dos milenios, una amenaza continua, una incitación permanente a pensar, a actuar.
El nerviosismo del temperamento nacional no tiene otra causa. Las posiciones intermedias son in compatibles con el reposo, con la tranquila perseverancia en el propio ser, con la reserva. La situación del país, entre el norte y el Mediodía, los Alpes y el Atlántico, lo ha expuesto, desde el comienzo de los tiempos históricos, en Europa, a los proyectos interesados de todos sus vecinos. Lo único que ha hecho, desde entonces, es intentar salvaguardar algo de sí mismo. Su fracaso lo llevó a refugiarse en el universalismo abstracto, esa ficción que se  esfuerza en hacer pasar al género humano y a él mismo por la realidad."


LOS QUE NOS SALVARON


RESEÑADO POR JUAN FONT OSABA para LIBROS
9 de Febrero de 2013
He leído “Los que nos salvaron” de Jenna Blum.
En la Alemania nazi, Anna tiene una hija con un judío, una relación con un mando de las SS y se casa con un soldado americano con el que se va a vivir a Estados Unidos.
Frente a un pasado turbio y con heridas caben dos opciones, hablar de ellas y sacarlas a la luz para liberarse o bien callarse y dejarlas en paz. Anna tomará esta segunda opción como el modo más duro para pagar por su pasado por lo que su hija no sabe nada de la vida de su madre ni de quien es su padre y al cabo de los años quiere enterarse.
Aunque le sobran páginas, es una novela amena, fácil de seguir y con un buen final.
Me ha gustado.

Los que nos salvaron (fragmento)

PRÓLOGO
Trudy y Anna 1993
"El funeral está concurrido, la iglesia luterana de New Heidelburg ha alcanzado el límite de su aforo con los granjeros y sus familias, que han venido a despedirse de uno de los suyos. Como todos los asientos están ocupados, se han arrimado a las paredes y aglomerado en el vestíbulo. Los hombres están cómicamente incómodos en sus trajes oscuros, no suelen arreglarse tanto para los servicios habituales. Las mujeres, sin embargo, llevan lo de todos los domingos, sin importar el tiempo que haga, conjuntos de falda y chaqueta con medias y zapatos de salón. Sus abultadas parkas, que están fuera de lugar y que significan el retorno inmediato a los aspectos prácticos de la vida, son su única concesión al frío.
Y hace frío, - Diciembre en Minnesota es un mal mes para enterrar a un ser querido - piensa Trudy Swenson. De hecho es imposible. La superficie de la tierra está cubierta de un metro de hielo, y su padre habrá de permanecer en una unidad de refrigeración en el depósito de cadáveres del condado hasta que la tierra se descongele lo suficiente para recibirlo."

LLUVIA NEGRA


Esta es la única novela traducida al castellano, por ahora, del autor japonés Masuji Ibuse, en ella se narra un episodio de la historia, de sobra conocido, Hiroshima.
La novedad estriba en que el narrador es un japonés, un sufridor de las consecuencias de Hiroshima en forma de diario estremecedor y tan crudo en su concepción y su redacción que hace exclamar a Shigematsu Shizuma:

“Estaba en el infierno, un infierno que torturaba con un ineludible y omnipresente hedor”.

No apta para estómagos delicados, ni para "justificadores bélicos".
Para todos los demás la recomiendo.

Lluvia negra (fragmento)

"Saltaba a la vista que las llamas habían arrasado por igual todo el área alrededor de Sakan-cho y Sorazaya-cho. Los cuerpos se hallaban desperdigados en cualquier condición imaginable: uno con la mitad superior de su cuerpo calcinada hasta la médula; otro reducido a esqueleto, salvo una pierna y un brazo; otro más, de espaldas, consumido de rodillas para abajo; y aun, otro con las dos rodillas quemadas. Sobre ellos pesaba un hedor indescriptible; por nauseabunda que fuese, no había manera de escapar a aquella pestilencia.
En Tera-machi, el barrio de los templos, no quedaba ni uno solo  de ellos en pie. Lo único que permanecía en su sitio, además de las murallas de arcilla derruidas y desmoronadas, hasta el punto de que resultaba difícil reconocerlas,  eran los árboles venerables con sus miembros abiertos y dejando ver en su interior la madera desnuda."

LA TRISTEZA DEL SAMURÁI



RESEÑADO POR LOS RELATOS DE PATRI para LIBROS
8 de Febrero de 2013
He terminado "La tristeza del samurái" de Víctor de Árbol.
Un libro que aúna dos historia, de dos mujeres, en diferentes épocas. Comienza con el inicio de una historia y el final de la otra, una está situada en la Posguerra de la Guerra Civil española y la otra en la época de la transición. Las historias se van entrelazando y las piezas van encajando como en un puzzle. Asesinatos, guerra, tortura,... vemos toda la miseria humana, lo que se llega a hacer para conseguir poder, la oscuridad, la tristeza, y la profundidad del alma humana.
La novela empieza de forma magistral y la primera mitad a mí me enganchó y me encantó, en cambio, para mí, la segunda mitad baja de nivel, se vuelve algo más confusa y, a veces, menos creíble, con lo cual la impresión que me causó la novela ha sido desigual.
Aun así he de decir que es una buena novela.

RESEÑADO por Noelia Vallina para LIBROS, el 22 de Diciembre de 2014.
De una sentada terminé "La tristeza del samurái" de Víctor del Árbol, es estupendo, me gustó tanto como el anterior que leí suyo....

Yo, sin embargo, he de reconocer que Víctor del Árbol, es un autor que me "satura"......LIBROS

Sinopsis (Ed. Alrevés)
Extremadura 1941 / Barcelona 1981 Dos tramas se desarrollan de forma paralela; una en Extremadura en el año 1941; la otra en Barcelona en 1981. Un crimen cometido durante la posguerra española produce consecuencias en tres generaciones de la familia Alcalá y en aquellos que se han cruzado en sus vidas durante cuarenta años. Complots, secuestros, asesinatos, torturas, violencia machista, son algunos ingredientes de esta fantástica novela. Con un estilo descriptivo pero no por ello lento, el autor narra los acontecimientos ocurridos y poco a poco va entrelazando los personajes de ambas tramas, entrando en la psicología de cada uno de ellos. El resultado es una magnífica novela de intriga e investigación, de sentimientos y rencores, de amor y odio, de ambición y dolor, de hipocresía y sobre todo de culpa, una lacra que se transmite de generación en generación, donde los hijos heredan los delitos de los padres y los nietos los de sus abuelos.
Una novela que atrapa al lector desde el primer momento.

La tristeza del samurái (fragmento)

Capítulo 1

"Mérida. 10 de diciembre de 1941
Hacía frío y un manto de nieve dura cubría la vía del tren. Una nieve sucia, manchada de hollín. Blandiendo su espada de madera en el aire, un niño contemplaba hipnotizado el nudo de raíles.
La vía se dividía en dos. Uno de los ramales llevaba hacia el oeste y el otro se dirigía hacia el este. En medio del cambio de agujas, una locomotora estaba parada. Parecía desorientada, incapaz de tomar cualquiera de los dos caminos que se le planteaban. El maquinista asomó la cabeza por la ventanilla estrecha. Su mirada se encontró con la del niño, como si le preguntase a este qué dirección tomar. Así lo creyó el pequeño, que alzó la espada y le señaló el camino del oeste. No por nada. Solo porque era una de las dos opciones posibles. Porque estaba allí.
Cuando el jefe de la estación alzó la bandera verde, el maquinista lanzó por la ventanilla el cigarrillo que estaba fumando y desapareció dentro de la locomotora. Un pitido estridente espantó
a los cuervos que descansaban sobre los postes de la catenaria. La locomotora se puso en marcha, escupiendo grumos de nieve sucia de los raíles. Lentamente tomó el camino del oeste.
El niño sonrió, convencido de que era su mano la que había decidido el destino de aquel viaje. Él sabía a sus diez años, todavía sin palabras para explicarlo, que cualquier cosa que se propusiera podía conseguirla.
—Andrés, vamos.
Era la voz de su madre. Una voz suave, llena de matices que solo podían descubrirse si se le prestaba atención. Se llamaba Isabel.
—Mamá, ¿cuándo tendré una espada de verdad?
—No necesitas ninguna espada.
—Un samurái necesita una catana de verdad, no un palitroque de madera — protestó ofendido el niño.
—Lo que necesita un samurái es protegerse contra el frío para no coger la gripe —le replicó su madre colocándole bien la bufanda.
Aupada en unos zapatos de tacón inverosímil, Isabel sorteaba las miradas y los cuerpos de los pasajeros en el andén. Se movía con la naturalidad de una funambulista en el alambre. Esquivó un pequeño charco en el que flotaban dos colillas y evitó pisar con un quiebro una paloma agonizante que daba vueltas sobre sí misma, ciega."

LOS LITIGANTES


RESEÑADO POR RICARDO CORTAT para LIBROS
5 de Febrero de 2013
"Los litigantes" de John Grisham o como unos "abogaduchos" que persiguen ambulancias acaban con un caso ante un tribunal federal. Aunque también podría interpretarse cómo un abogado de un gran bufete acaba haciendo de administrativo en un bufete de mala muerte.
O cómo conseguir un juicio de esos tan americanos de miles de miles de dólares de indemnización por negligencia.
No es el Grisham que escribía "novela negra" pero vuelve a tener su gancho palomitero.
Para desengrasar.

Un Grisham al año no hace daño....y eso es de mi propia cosecha¡¡¡

Los litigantes (fragmento)

1

"El despacho de abogados Finley & Figg se definía a sí mismo como un «bufete-boutique». Ese inapropiado apelativo se empleaba siempre que era posible en las conversaciones rutinarias e incluso aparecía impreso en los distintos proyectos ideados por los socios para captar clientes. Utilizado con propiedad, habría denotado que Finley & Figg era algo más que el típico despacho formado por una simple pareja de abogados: «boutique» en el sentido de reducido, talentoso y experto en algún área especializada; «boutique» en el sentido de exquisito y distinguido, según la acepción más francesa de la palabra; «bou tique» en el sentido de un bufete satisfecho de ser pequeño, selectivo y próspero.
Sin embargo, salvo por el tamaño, no era nada de lo anterior. La especialidad de Finley & Figg consistía en tramitar casos de lesiones lo más rápidamente posible, una rutina cotidiana que requería poco talento, nula creatividad y que nunca sería considerada exquisita ni distinguida. Los beneficios resultaban tan esquivos como la categoría. El bufete era pequeño porque no tenía capacidad para crecer. Y si era selectivo, se debía exclusivamente a que nadie deseaba trabajar en él, ni siquiera los dos individuos que eran sus propietarios. También la ubicación delataba una monótona existencia entre las categorías inferiores de la profesión. Con un salón de masajes vietnamita a su izquierda y un taller de reparaciones de cortacéspedes a la derecha, saltaba a la vista incluso para el ojo menos experto que Finley & Figg no era un negocio próspero. Al otro lado de la calle había otro bufete-boutique —la odiada competencia— y más despachos de abogados a la vuelta de la esquina. De hecho, todo el barrio rebosaba abogados, algunos de los cuales trabajaban por su cuenta, otros en pequeños bufetes y unos cuantos más en sus propios bufetes-boutique."