miércoles, 2 de agosto de 2017

DEJA EN PAZ AL DIABLO


Tercera novela de John Verdon con el detective Dave Gurney como protagonista.
Ummmm¡¡¡ más de lo mismo, crítica de la tele-basura, Gurney padece injusticias sin fin, Madeleine sigue siendo tan tocapelotas como siempre, aparece el hijo del detective, las descripciones son interminables..............buh¡
Mientras tanto un loco campa por sus respetos y nadie parece ser capaz de hacer nada para pararle. Larga y repetitiva.
No la recomiendo salvo que no tengáis nada más a mano¡


Y esta es la opinión de mi querido Ricardo Cortat:
RESEÑADA POR RICARDO CORTAT para LIBROS, el 4 de Abril de 2013.
Acabé el tercero de John Verdon "Deixa en pau el dimoni" ("Deja en paz al diablo")
Si le quitamos el rollo psiquiátrico - filosófico que acompaña a la "profiler" del FBI está entretenido.
Fallos. El asesino podría ser cualquiera. Escribes los nombres de todos los personajes en un papelito, los metes en una bolsa y sacas uno. Ese es el malo, malísimo. Lo vuelves a meter en la bolsa. Sacas otro papel. Ese también podría serlo. Y los motivos serían los mismos.
Y eso nos lleva al plural de fallo, a fallos. A que hay más de uno. Quizás no los motivos, pero sí el porqué de los asesinatos. Y es tan, tan, tan evidente y está tan, tan, tan insinuado que es casi insultante que el detective Gurney se de cuenta a escasas páginas del final y que además sea como un chispazo en su mente.
Es de esas cosas que si anda como un pato, nada como un pato y habla como un pato... tiene que ser un pato ¡y desde hace 100 folios!
Por lo demás, bien.

Deja en paz al diablo (Fragmento)

"El primer día de primavera
La puerta cristalera estaba abierta.
Desde su posición, de pie junto a la mesa del desayuno, Dave Gurney vio que los últimos restos de nieve del invierno, como glaciares reacios, habían retrocedido desde el prado abierto y ya sólo sobrevivían en las zonas más recónditas y umbrías del bosque de alrededor.
Las ricas fragancias de la tierra recién levantada y del heno sin segar del verano anterior flotaban hasta la gran cocina de la casa. Eran olores mágicos que en algún momento habían tenido el poder de cautivarlo. Ya apenas lo emocionaban. Le resultaban agradables, sin más. Agradables si, pero sin importancia.
-Deberías salir- dijo Madeleine desde el fregadero donde estaba lavando el bol de los cereales.- Sal, hay un sol espléndido.
-Sí, ya lo veo- contestó Dave, sin moverse.
-Tómate el café en una de las sillas de fuera- propuso ella dejando el bol en el escurreplatos de la encimera- Te vendrá bien un poco de sol.
-Hum- Dave asintió mecánicamente y tomó otro sorbo de la taza que sostenía- ¿es el mismo café que estábamos usando?
-¿Qué tiene de malo?
-No he dicho que tenga nada de malo
-Si, es el mismo
Dave suspiró"

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