miércoles, 23 de julio de 2014

CAPERUCITA EN MANHATTAN


Hay ocasiones en que las hijas te hacen favores impagables, eso y el no tener nada a mano para leer....y es que de "motu propio" creo que, a pesar, del aprecio literario que siento por Carmen Martín Gaite, jamás se me hubiese ocurrido leer este libro y, sobre todo, leyendo la solapilla o la contraportada (depende de la edición que se elija); pues bien el error, por omisión, hubiese sido irreparable. En este, denominado, cuento moderno y que yo considero  un cuento clásico en toda regla, nos movemos por Manhattan, maravilloso, pero no sólo por el Manhattan real sino por un Manhattan imaginario cuyos lugares y personajes son tanto o más interesantes que en el otro. De la mano de Sara Allen y desde Brooklyn cruzamos el "bosque" que conduce a la vida real, al mundo de los adultos con todo lo que eso supone.....Discrepo de los que designan este libro como literatura juvenil, es literatura con mayúsculas para todos los públicos, es un cuento mágico en el que los personajes del cuento de Perrault son perfectamente reconocibles y mucho más que reconocibles, los personajes se desarrollan y crecen de un modo que Perrault jamás hubiese imaginado. Sara es superdotada, curiosa, lectora, aventurera y, sobre todo, libre; Sara nos hace soñar, con otras historias, con otros finales, con otras vidas:

....Aunque no tan distintas, porque la aventura principal era la de que fueran por el mundo ellos solos, sin una madre ni un padre que los llevaran cogidos de la mano, haciéndoles advertencias y prohibiéndoles cosas. Por el agua, por el aire, por un bosque, pero ellos solos. Libres. Y naturalmente podían hablar con los animales, eso a Sara le parecía lógico. Y que Alicia cambiara de tamaño porque a ella en sueños también le pasaba. Y que el señor Robinson viviera en una isla, como la estatua de la Libertad. Todo tenía que ver con la libertad......(pag.22)


Realmente, es la magnífica Carmen Martín Gaite quien nos hace soñar, quien con su pluma mágica nos guía a través de unas páginas que se leen en un suspiro y se recuerdan para siempre¡¡¡ Extraordinariamente Recomendable!!!!

Y esta es la opinión de nuestra querida Rosi Torres Marino:

RESEÑADO por Rosi Torres Marino para LIBROS,  el 2 de Julio de 2014.
Un cuentito moderno, una caperucita actualizada...esas fueron mis referencias al elegir esta vez. Pero me ha parecido mucho mas que eso, me ha parecido un canto a la niñez ( ¿Se es mas libre alguna vez que cuando eres pequeño?) una historia dulce como la tarta de fresa, un librito precioso que tengo que comprarle a mi Jimena para que esté entre esos que seguro leerá con gusto cuando tenga 12 o 13 añitos.

En resumen: Miranfú!!!

Sinopsis (Ed. Siruela)
Sara Allen es una niña de diez años que vive en Brooklyn, Nueva York. Su mayor deseo es ir sola a Manhattan para llevar a su abuela un tarta de fresa. La abuela de esta moderna Caperucita ha sido cantante de music-hall y se ha casado varias veces. El lobo es míster Woolf, un pastelero multimillonario que vive cerca de Central Park en un rascacielos con forma de tarta. Pero el hilo mágico de este relato se centra en miss Lunatic, una mendiga sin edad que vive de día oculta en la estatua de la Libertad y que sale de noche para mediar en las desgracias humanas o, si es necesario, llegar a regalar un elixir capaz de vencer al miedo.

Caperucita en Manhattan (fragmento)

UNO
Datos geográficos de algún interés  y presentación de Sara Allen La ciudad de Nueva York siempre aparece muy confusa en los atlas geográficos y al llegar se forma uno un poco de lío. Está compuesta por diversos distritos, señalados en el mapa callejero con colores diferentes, pero el más conocido de todos es Manhattan, el que impone su ley a los demás y los empequeñece y los deslumbra. Le suele corresponder el color amarillo. Sale en las guías turísticas y en el cine y en las novelas. Mucha gente se cree que Manhattan es Nueva York, cuando simplemente forma parte de Nueva York. Una parte especial, eso sí.

Se trata de una isla en forma de jamón con un pastel de espinacas en el centro que se llama Central Park. Es un gran parque alargado por donde resulta excitante caminar de noche, escondiéndose de vez en cuando detrás de los árboles por miedo a los ladrones y asesinos que andan por todas partes y sacando un poquito la cabeza para ver brillar las luces de los anuncios y de los rascacielos que flanquean el pastel de espinacas, como un ejército de velas encendidas para celebrar el cumpleaños de un rey milenario.
Pero a las personas mayores no se les ve alegría en la cara cuando cruzan el parque velozmente en taxis amarillos o coches grandes de charol, pensando en sus negocios y mirando nerviosos el reloj de pulsera porque llegan con retraso a algún sitio. Y los niños, que son los que más disfrutarían  corriendo esa aventura nocturna, siempre están metidos en sus casas viendo la televisión, donde aparecen muchas historias que les avisan de lo peligroso que es salir de noche. Cambian de canal con el mando a distancia y no ven más que gente corriendo que se escapa de algo. Les entra sueño y bostezan.
Manhattan es una isla entre ríos. Las calles que quedan a la derecha de Central Park y corren en sentido horizontal terminan en un río que se llama el East River, por estar al este, y las de la izquierda en otro: el río Hudson. Se abrazan uno con otro por abajo y por arriba. El East River tiene varios puentes, a cual más complicado y misterioso, que unen la isla por esa parte con otros barrios de la ciudad, uno de los cuales se llama Brooklyn, como también el famoso puente que conduce a él. El puente de Brooklyn es el último, el que queda más al sur, tiene mucho tráfico y está adornado con hilos de luces formando festón que desde lejos parecen farolillos de verbena. Se encienden cuando el cielo se empieza a poner malva y ya todos los niños han vuelto del colegio en autobuses a encerrarse en sus casas.

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