Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por Rocco Schiavone, subjefe de policía en la Brigada Móvil de Aosta, en los Alpes italianos.
Absolutamente "abducida" por un nuevo policía que mis queridas amigas lector@s de LIBROS me han recomendado, tanto que los tres primeros de la serie " han caído" casi de una sentada.....
El subjefe Rocco Schiavone tiene todo lo que un buen personaje debe tener: pasado, personalidad, algunos secretos, mala uva, inteligencia, tesón y sobre todo, futuro.
Las tramas están bien construidas y encadenada...s, la prosa es sencilla y con calidad, muy alejada de esas "redichas pretenciosas" que tan de moda se han puesto en nuestro país, la información dosificada y necesaria sin pretender que el lector es un bobo al que hay que darle todo "masticado", las descripciones sin " preciosismo superfluo", el bien y el mal sin certezas absolutas, mezclados, como la vida misma.
Voy a por el cuarto libro de la serie, con la pena de que se acabe, por ahora.....
El subjefe Rocco Schiavone tiene todo lo que un buen personaje debe tener: pasado, personalidad, algunos secretos, mala uva, inteligencia, tesón y sobre todo, futuro.
Las tramas están bien construidas y encadenada...s, la prosa es sencilla y con calidad, muy alejada de esas "redichas pretenciosas" que tan de moda se han puesto en nuestro país, la información dosificada y necesaria sin pretender que el lector es un bobo al que hay que darle todo "masticado", las descripciones sin " preciosismo superfluo", el bien y el mal sin certezas absolutas, mezclados, como la vida misma.
Voy a por el cuarto libro de la serie, con la pena de que se acabe, por ahora.....
Sinopsis (Ed. Salamandra)
A consecuencia de un turbio incidente con el hijo de un poderoso político, Rocco Schiavone, subjefe de la policía de Roma, ha sido «desterrado» a una pequeña ciudad del valle de Aosta, en los Alpes italianos. Para un romano sofisticado y amante de la buena vida, no es la mejor noticia. El frío, las botas de nieve y el provincianismo de los autóctonos estimulan la natural tendencia de Rocco a las malas pulgas, así que, visto el panorama, un caso difícil le vendría de maravilla.
La ocasión se presenta cuando aparece un cadáver aplastado bajo las huellas de una máquina pisanieves en una de las estaciones de esquí de la zona. El desafío es importante. A la escasez del material encontrado hay que añadir la ignorancia de Schiavone de las costumbres locales, su desconocimiento del dialecto y la historia del lugar. Nada que amilane, desde luego, a una persona decidida y orgullosa como él. Sin renunciar un ápice a su temperamento meridional, Rocco se abre camino entre pistas, refugios de montaña y teleféricos, interroga a monitores, guías y enigmáticos operarios del valle, y, sobre todo, traba relación con unas cuantas lugareñas guapas dispuestas a ofrecerle una cálida bienvenida.
Perspicaz observador de la naturaleza humana, Antonio Manzini ha combinado una buena dosis de humor inteligente con una pizca de ironía para crear un personaje memorable. Su carácter sarcástico y arrogante, su descarnada sinceridad y su absoluto desenfado hacen de Rocco Schiavone un héroe irresistible, eje central de una serie adictiva que representa lo mejor de la novela negra europea actual.
Pista negra (fragmento)
JUEVES
Los esquiadores se habían ido y el sol, que acababa de ocultarse tras las cimas rocosas de un gris azulado donde se habían quedado enredadas algunas nubes, teñía la nieve de rosa. La luna esperaba la oscuridad para iluminar todo el valle hasta la mañana siguiente.
Los remontes estaban parados y en las cabañas de alta montaña habían apagado las luces. Sólo se oían los motores de las máquinas pisanieves, que subían y bajaban para acondicionar el fondo de las pistas de esquí excavadas entre bosques y rocas en las laderas de las montañas.
Al día siguiente empezaría el fin de semana y la estación de Champoluc se llenaría de turistas dispuestos a horadar la nieve con los cantos de los esquís. Había que hacer un trabajo minucioso.
A Amedeo Gunelli le había tocado la pista más larga. La Ostafa. Un kilómetro de largo por unos sesenta metros de ancho. Era la principal de Champoluc, la que utilizaban tanto los monitores de esquí con sus alumnos principiantes como los esquiadores expertos para practicar maniobras difíciles. La que requería más trabajo, la que empezaba a perder el manto blanco ya a la hora de comer. De hecho, estaba sin nieve en varios puntos.
La ocasión se presenta cuando aparece un cadáver aplastado bajo las huellas de una máquina pisanieves en una de las estaciones de esquí de la zona. El desafío es importante. A la escasez del material encontrado hay que añadir la ignorancia de Schiavone de las costumbres locales, su desconocimiento del dialecto y la historia del lugar. Nada que amilane, desde luego, a una persona decidida y orgullosa como él. Sin renunciar un ápice a su temperamento meridional, Rocco se abre camino entre pistas, refugios de montaña y teleféricos, interroga a monitores, guías y enigmáticos operarios del valle, y, sobre todo, traba relación con unas cuantas lugareñas guapas dispuestas a ofrecerle una cálida bienvenida.
Perspicaz observador de la naturaleza humana, Antonio Manzini ha combinado una buena dosis de humor inteligente con una pizca de ironía para crear un personaje memorable. Su carácter sarcástico y arrogante, su descarnada sinceridad y su absoluto desenfado hacen de Rocco Schiavone un héroe irresistible, eje central de una serie adictiva que representa lo mejor de la novela negra europea actual.
Pista negra (fragmento)
JUEVES
Los esquiadores se habían ido y el sol, que acababa de ocultarse tras las cimas rocosas de un gris azulado donde se habían quedado enredadas algunas nubes, teñía la nieve de rosa. La luna esperaba la oscuridad para iluminar todo el valle hasta la mañana siguiente.
Los remontes estaban parados y en las cabañas de alta montaña habían apagado las luces. Sólo se oían los motores de las máquinas pisanieves, que subían y bajaban para acondicionar el fondo de las pistas de esquí excavadas entre bosques y rocas en las laderas de las montañas.
Al día siguiente empezaría el fin de semana y la estación de Champoluc se llenaría de turistas dispuestos a horadar la nieve con los cantos de los esquís. Había que hacer un trabajo minucioso.
A Amedeo Gunelli le había tocado la pista más larga. La Ostafa. Un kilómetro de largo por unos sesenta metros de ancho. Era la principal de Champoluc, la que utilizaban tanto los monitores de esquí con sus alumnos principiantes como los esquiadores expertos para practicar maniobras difíciles. La que requería más trabajo, la que empezaba a perder el manto blanco ya a la hora de comer. De hecho, estaba sin nieve en varios puntos.