sábado, 12 de agosto de 2017

LA SOCIEDAD LITERARIA Y EL PASTEL DE PIEL DE PATATA DE GUERNSEY


Realmente no hay peor consejero que uno mismo a la hora de decidir lo que es original y lo que no lo es, creo que la escritora de este libro debería meditar al respecto¡¡¡
Seguramente a esta mujer le pareció "superoriginalísimo" el género epistolar, pero el resultado deja mucho que desear, desgraciadamente es lo que ocurre cuando escribes aguijoneada por tu "club de lectura".
La sinopsis de la editorial es, absolutamente, engañosa ya que nos presenta una novela entrañable, entretenida y literaria, nada más lejos de la realidad, no voy a reproducirla porque está al alcance de cualquiera en la contraportada de la novela y en numerosas páginas web pero les advierto que "todo parecido con la realidad es anecdótico".
La longitud y pertinencia del título, daría para una tesis doctoral....
Una historia con grandes posibilidades, transformada en un libro totalmente prescindible¡
Y esta es la opinión de una amiga de LIBROS:
RESEÑADA POR LOS RELATOS DE PATRI
31 de Diciembre de 2012
Termino "La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey" de Mary Ann Shaffer.
Este libro ha despertado en mí sentimientos contradictorios, por una parte, la historia y la idea en sí me han gustado y me han parecido originales. La literatura como forma de escape ante las desgracias, la unión entre personas diferentes y lejanas por medio también de los libros, la visión que nos ofrece de muchos aspectos de la Segunda Guerra Mundial, me ha gustado. He disfrutado con pasajes, me ha gustado la amistad que traba Juliet con los componentes de la sociedad literaria, en cierto modo esa clase de nexo lo entiendo, me recuerda al que creas con tantas personas a las que lees en las páginas en las que hablamos de libros y literatura, cuando comentan sus lecturas, y sabes que libros buscarás a partir de sus comentarios, te imaginas como serán y no te importaría conocerl@s y charlar de libros tomándote un café.
Pero por otra parte el modo en que está escrito, todo a base de correspondencia, le resta credibilidad y profundidad a los personajes. Son todas demasiado uniformes, a pesar de ser personas muy diferentes entre sí, en la forma de escribir las cartas no se aprecia. Es una pena, pues la novela tiene mucho potencial y esto hace que no acabe de ser una tan buena novela como podría llegar a ser de haber estado escrita de otra manera.
Aún así no me arrepiento de haberla leído, me ha parecido interesante y entretenida. (Los Relatos de Patri)

Un fragmento de la novela para lector@s arriesgados:

La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey (fragmento)

"Una tarde mi vecina, la señora Maugery, me envió una nota.

”Ven rápido-decía- y trae un cuchillo de carnicero”.
Intenté no hacerme muchas ilusiones, pero salí hacia la casa solariega a grandes pasos. y ¡era cierto! tenía un cerdo, un cerdo escondido, y ¡ me había invitado a unirme al festín con ella y sus amigos!.
Fue el primer encuentro de la “Sociedad Literaria y Pastel de Piel de Patata de Guernsey”, a pesar de que todavía no lo sabíamos. La cena fue singular, pero la compañía fue mejor. Hablando y comiendo no nos dimos cuenta de la hora y del toque de queda. Saltárselo era un delito grave y quedarse con un cerdo era aún más grave.
Los alemanes nos echaron el alto y nos quedamos paralizados.
Pero Elizabeth cogió aire y dio un paso adelante. Nunca oí tantas mentiras. Que sentía mucho haberse saltado el toque de queda. Que veníamos de una reunión de la Sociedad Literaria y que el debate de esa noche sobre “Elizabeth y su jardín alemán” había sido tan agradable que habíamos pedido la noción del tiempo."

LOS DÍAS DEL ARCOÍRIS


Me gusta Skármeta, me gustó El cartero de Neruda, me encantó La boda del poeta y lloré con El baile de la Victoria.
Ahora me vuelve a sorprender con Los días del arcoíris. Esta no es una novela más sobre la dictadura chilena, es una novela sobre la esperanza y la desesperación, una historia que Skármeta nos cuenta como si no conociésemos el final, una historia de chilenos en los que me reconozco, a pesar de la distancia y el tiempo, a pesar de las circunstancias y la historia.
Una buena historia y una novela muy recomendable.
En el siguiente enlace entrevista con Skármeta a raíz de la presentación de la novela en 2011:
http://youtu.be/R5dID8wP9gE

Y aquí un fragmento de la novela:

Los días del Arcoíris (fragmento)

Capítulo 1

"El miércoles tomaron preso al profesor Santos.
Nada de raro en estos tiempos. Sólo que el profesor Santos es mi padre.
Los miércoles a primera hora tenemos filosofía, después gimnasia y luego dos sesiones de álgebra. Casi siempre vamos juntos al colegio. El prepara el café y yo frío los huevos y pongo el pan en el tostador. Papá toma su café cargado y sin azúcar. Yo le pongo mitad leche, y aunque tampoco le echo azúcar, doy vuelta a la cucharilla en la taza como si le hubiera puesto.
Este mes el tiempo está malo. Hace frío, cae una llovizna y la gente se envuelve las narices con sus bufandas. Papá tiene un impermeable claro, color beige, como los de los detectives en las películas. Yo me pongo sobre el uniforme una chaqueta de cuero negro. Las gotas resbalan en la piel y no alcanzan a mojarme. Al colegio son cinco cuadras. En cuanto salimos del ascensor, papá enciende su primer cigarrillo y se lo va fumando lentamente hasta la misma puerta del liceo.
El tabaco le alcanza justo hasta ese punto, y entonces lo tira al suelo y me hace un gesto teatral para que yo aplaste la colilla con el zapato. Después pasa a la sala de profesores a buscar el libro de clases y cuando entra a nuestro curso pregunta en qué estábamos la última vez.
La última vez estábamos en Platón y el Mito de la Caverna.
Según Platón, los hombres vivimos como zombis mirando contra la pared de una caverna las cosas que pasan, que no son nada más que las sombras de cosas reales proyectadas por un fuego contra el fondo. Esos hombres, que nunca han visto las cosas de verdad, creen que las sombras son cosas reales. Pero si salieran de la caverna y vieran las cosas bajo la luz del mismo sol se darían cuenta de que han vivido en un mundo de apariencias y lo que tenían por cierto es un pálido reflejo de la realidad."


MILDRED PIERCE


Entre la novela negra y la crónica de la depresión norteamericana, la vida de una mujer fuerte y luchadora para el trabajo; débil para todo lo demás.
Las relaciones materno-filiales relatadas con toda la crudeza que permiten los años 30 y un final que da rienda suelta a la imaginación del lector.
Después de unos cuantos fiascos, recomendable para desintoxicar¡¡¡

Un fragmento que refleja de un modo veraz el tono general de la novela:

Mildred Pierce (fragmento)
" Al cabo de unos días, la situación económica de Mildred mejoró bastante, porque en seguida resultó ser la mejor camarera del local, no sólo por lo bien que servía, sino por su maña en conseguir propinas. El truco de mantener los platos en equilibrio lo aprendió en casa, ensayando a la hora en que las niñas estaban acostadas. Usó platos de metal, cargados de piedras del jardín, y llegó a poner hasta tres entre los dedos de la mano izquierda, dos más en el brazo y, sin sacar la lengua, dar vueltas a la mesa de la cocina sin que nada se le cayera.
Respecto a las propinas, intuyó que dependía de los clientes habituales que dejaban monedas de diez centavos, en vez de mera calderilla. Se concentró en los hombres, como hacían todas, porque eran mucho más generosos que los mujeres. Se las arregló para saber sus nombres, acordarse de sus gustos, aversiones y manías, y vigiló que Archie hiciera lo que querían. Aunque el coqueteo silencioso era una cosa que se le daba bien, descubrió en seguida que no servía de nada. Dar de comer a un hombre era, por lo visto, un acto de intimidad muy antiguo; si se rebasaban sus límites, el hombre se sentía incómodo, y se imponía un aire de banalidad, fuera de lugar, en una relación esencialmente solemne. Lo que él quería, al parecer, era que le sirvieran amistosamente y con sencillez, a la vez que prestando minuciosa atención a sus necesidades personales, y, de esta manera, consiguió que le invitaran a menudo a dar una vuelta en coche, a cenar o a ir al teatro. Las primeras veces no supo cómo debía tomárselo, pero en seguida encontró la fórmula para rehusar sin ofender. Les decía que no quería dejar de gustarles, que quizá «la mirarían con otros ojos cuando la vieran sin uniforme». Con esto lograba inspirarles el vivo temor de que quizá no fuera tan atractiva vestida de calle, sin que, a la vez, no dejara de parecerles una pobre chica, inspirándoles la suficiente pena para seguir creyéndose obligados a frecuentar el local y darle oportunidad de servirles comida. Descubrió que lo de tocarle la pierna ocurría a diario y que más valía resignarse. Incluso a los que le metían mano podía convertirles, con maña, en generosos clientes que deseaban demostrar cuán buen corazón tenían.
Se mantuvo a distancia del restaurante en sí, y del personal relacionado con él. Esto no era totalmente resultado de sus ideas de superioridad social. En su fuero interno creía que la cocina dejaba mucho que desear, y temía enzarzarse charlando, por miedo de decir lo que pensaba, y de que la despidieran. Por eso decidió confiarse exclusivamente a la señora Gessler, a quien cada noche entretenía con una durísima descripción de la forma en que hacían las cosas. De lo que más se quejaba era de las tartas. Las compraban a la Handy Kaking Company, y la señora Gessler se reía con ganas de los detalles con que Mildred intentaba convencerla de su poco apetitoso aspecto, de lo pegajoso y desgustado de sus rellenos, y de lo dura e indigesta que era la pasta. En cambio, en el restaurante, ponía buena cara a todo, hasta el día en que oyó cómo Ida gritaba al señor Chris. "

La película, dirigida en 1945 por Michael Curtiz e interpretada por Joan Crawford, absolutamente recomendable, (en España la titularon Alma en suplicio):
https://www.filmaffinity.com/es/film910755.html

La serie de televisión de 2011, dirigida por Todd Haynes, interpretada por Kate Winslet y multipremiada, también es muy recomendable:
https://www.filmaffinity.com/es/film755653.html

RONDA NOCTURNA


La vida de cuatro londinenses, durante la II Guerra Mundial e inmediata postguerra. Un libro de amor, muerte, celos y traición, bajo las bombas alemanas y bajo la paz¡
Todo lo prohibido vuelve y tras la ronda nocturna, amanece, lo que se vivió en las trincheras no puede vivirse bajo la luz del sol¡¡
Un libro que me atrajo por su portada y por la sinopsis de la contracubierta, no había leído nada de Sarah Waters y, la verdad, no me ha convencido, en ocasiones se hace muy largo y tedioso, y la estructura narrativa, seguramente le parece muy original a la autora pero, en mi opinión, sólo contribuye a la confusión general.
Desde luego, pienso, que con estos mimbres podría haberse hecho un cesto fantástico y se ha quedado en una cestilla corriente.

Un fragmento del principio de la novela:

1947
1
"Así que te has convertido en esto, se dijo Kay a sí misma: en una de esas personas a las que se les han parado los relojes de pared y de pulsera, y que saben la hora por el tipo de lisiado que llama a la puerta de su casero.
Estaba, en efecto, de pie junto a la ventana abierta, con una camisa sin cuello y unas bragas grisáceas, fumando un cigarrillo y observando las idas y venidas de pacientes del señor Leonard.
Llegaban puntuales; tanto, que en realidad sabía la hora gracias a ellos: la mujer jorobada, los lunes a las diez; el soldado herido, los jueves a las once. Los martes a la una venía un anciano, acompañado de un chico con aire visionario: a Kay le gustaba acechar su llegada.
Le gustaba verles subir despacio la calle: el hombre, pulcro y vestido con un traje oscuro de dueño de funeraria; el chico, paciente, serio, guapo: le recordaba una alegoría como las de Stanley Spencer o algún remilgado pintor moderno de similar cuerda. Tras ellos llegaba una mujer con su hijo, un niño cojo y con gafas; después, una vieja india con reúma. El muchachito cojo a veces se entretenía revolviendo con la botaza el musgo y la tierra del camino quebrado que llevaba a la casa, mientras su madre hablaba con Leonard en la entrada. Una vez, hacía poco, él había levantado la vista y había visto a Kay mirando; y ella le había oído armar jaleo en la escalera porque no quería subir solo al cuarto de baño.
—¿Son ángeles los de la puerta? — oyó decir a la madre—. Cielo santo, ¡sólo son cuadros! ¡Un chico grande como tú!
Kay conjeturó que no eran los chillones ángeles eduardianos los que le asustaban, sino la idea de encontrarse con ella. Debió de suponer que ella merodeaba por el desván como un fantasma o una lunática. En cierto modo, el chico tenía razón, pues a veces Kay deambulaba inquieta, como se decía que hacían los locos. Y otras veces se quedaba horas sin moverse de una silla, más inmóvil que una sombra, porque había visto que las sombras reptaban a través de la alfombra. Y entonces le parecía que bien pudiera ser un fantasma, que quizá se estaba convirtiendo en parte de la estructura descolorida de la casa, disolviéndose en la penumbra que se acumulaba como el polvo en sus disparatados ángulos."


viernes, 11 de agosto de 2017

NUDOS Y CRUCES


Me encanta la política editorial española....¡¡¡¡ Ahora que el magnífico inspector John Rebus se ha jubilado, nos sorprenden editando los primeros libros con este policía escocés como protagonista......Sin palabras, me han dejado¡¡¡¡
Aun así he disfrutado muchísimo con esta primera entrega de la serie. Nudos y Cruces desvela muchas claves sobre John Rebus, su vida, sus circunstancias y su evolución posterior, todo ello escrito magistralmente por Ian Rankin, creador de uno de los policías más oscuros y tiernos, que conozco, en un marco incomparable, Edimburgo¡

Nudos y cruces (fragmento)

1
" La niña dio un grito, solo un grito.
Fue un leve descuido de él. Podría haber sido el final de todo, y casi desde el principio; algún vecino que sospecha, la policía que se presenta. No, no era nada conveniente. La próxima vez la amordazaría más fuerte, un poquito más, un poquitín más.
A continuación fue al cajón para sacar un carrete de bramante, y con unas tijeras para las uñas, como esas que usan las niñas, cortó un trozo de unos quince centímetros y volvió a guardar las tijeras y el carrete en el cajón. Al oír el motor de un coche, se acercó a la ventana, derribando un montón de libros que había en el suelo y sonrió al ver que el coche pasaba de largo. Hizo un nudo en el bramante, un nudo corriente. Había dejado un sobre encima del aparador.
2
Era el 28 de Abril, llovía - como no - y el agua empapaba la hierba, cuando John Rebus se dirigía a la tumba de su padre, que había muerto hacía cinco años. Colocó sobre el mármol reluciente una corona amarilla y roja, los colores del recuerdo, e hizo una breve pausa, intentando encontrar algo que decir; pero no tenía nada que decir, nada que pensar. Había sido un padre bastante bueno y punto. Al viejo no le habría gustado que malgastara palabras. Así que permaneció de pie, con las manos a la espalda, respetuosamente, en medio del graznido de los cuervos en las tapias del recinto, hasta que el agua que le calaba los zapatos le recordó que en la puerta del cementerio le aguardaba el confortable coche.
Condujo despacio, enojado por haber vuelto a Fife, aquel lugar del pasado, de los buenos tiempos que nunca lo había sido, donde los fantasmas enmohecían en los aposentos de casas vacías y por las tardes alzaba las persianas alguna que otra tienda, esas persianas metálicas que ofrecían a los gamberros un soporte para escribir sus nombres.
Rebus detestaba todo aquello...." 

SIN ANA BEATRIZ


"La noche llegaba mascando menta y recuerdos"
Desde la primera frase de la novela, el autor nos sumerge en un torbellino desconocido y vagamente tropical de personajes, historias, recuerdos y sentimientos que se mezclan con un lenguaje duro y poético, tan original que algunas frases hay que leerlas varias veces para grabarlas en la memoria.
Un periodista (que se nos antoja trasunto del escritor), una mujer omnipresente en la novela, un pianista húngaro exiliado de su piano, un viejo gallego exiliado de si mismo y un ambiente que es sórdido hasta en los clubes más elegantes. Todos estos ingredientes mezcla Quinito López Mourelle, arrastrándote a lo largo de 189 páginas que dedica a Charles Darwin (en el bicentenario de su nacimiento) y esta dedicatoria (lástima que esté al final de la novela) forma parte de las claves ocultas que, como en un thriller psicológico, no se desvelan hasta el final, un final en el que todo encaja y todo se ve claro, ya que;
".....la vida es sólo eso: un misterio, un sortilegio, una palabra más alta que otra para acabar en un triste silencio."
Les recomiendo que se pierdan en el sortilegio de esta novela, no se arrepentirán de conocer a este autor y les aseguro que repetirán.

ME CASÉ CON UN COMUNISTA


Esta última semana en la que, finalmente, la Academia Sueca ha vuelto a olvidarse de Philip Roth en la concesión del Nobel de Literatura, he vuelto a leer la más incomprendida de las obras que configuran la Trilogía Americana (también llamada trilogía estadounidense) me refiero a Me casé con un comunista y nuevamente he disfrutado de una novela profunda, irónica, muy muy norteamericana; una novela que relata, realmente, una historia de amor, celos y venganza, de ideologías incomprendidas y sirve para mostrar el profundo analfabetismo político de los Estados Unidos de Norteamérica, la profunda hipocresía de una sociedad que, se vende, como la más democrática del mundo, eso sí, mientras los demócratas no piensen y digan, lo que no deben ni pensar ni decir.
Una obra para tiempos convulsos, una obra que no tuvo éxito, una obra que me encanta¡¡

Me casé con un comunista (fragmento)
"Sus ademanes y posturas eran del todo naturales, tendía a la verbosidad y era casi amenazante al expresar sus ideas. Le apasionaba dar explicaciones, clarificar, hacernos comprender, y por ello descomponía en sus principales elementos cualquier cosa de la que habláramos, con la misma meticulosidad con que efectuaba el análisis gramatical de una frase en la pizarra. Tenía un talento especial para dramatizar los interrogantes que suscitaban los temas, para darnos la intensa sensación de que estábamos escuchando un relato incluso cuando realizaba una tarea estrictamente analítica, y para examinar con toda claridad, a fondo y en voz alta, lo que leíamos y escribíamos.
Junto con la fuerza muscular y la evidente inteligencia, el señor Ringold aportaba a la clase una espontaneidad visceral que era reveladora para los chicos amansados y adecentados incapaces de comprender todavía que obedecer las reglas del decoro impuestas por un profesor no tenía nada que ver con el desarrollo mental. Su simpática predilección por arrojarte un borrador de pizarra cuando le dabas una respuesta errónea tenía más importancia de la que quizás él mismo imaginaba. O tal vez no, tal vez el señor Ringold sabía muy bien que aquello que los chicos como yo necesitábamos aprender no era sólo las manera de expresarnos con precisión y reaccionar con más discernimiento a lo que nos decían, sino a ser revoltosos sin ser estúpidos, a no disimular demasiado ni comportarnos demasiado bien, a iniciar la liberación del ardimiento masculino, encerrado en la corrección institucional que tanto intimidaba a los muchachos más brillantes."