martes, 23 de enero de 2018

PARANOIA


Había leído varias novelas de Thilliez, pertenecientes a la serie protagonizada por el policía Franck Sharko y la verdad es que el autor tiene una cierta tendencia al morbo extremo pero nada me había preparado para esta "vuelta de tuerca" a la enfermedad mental, una narración trepidante en la que nada es verdad y todo se distorsiona en una narración dual que a veces resulta ciertamente desconcertante.
Me ha recordado, en cierta medida, a Shutter Island de Dennis Lehane y hasta aquí puedo leer....!
Creo que prefiero al Thilliez de Sharko, pero como experimento, no está mal.

Sinopsis (Ed. Destino)
La nueva novela de un autor con más de dos millones de libros vendidos en todo el mundo. El gran referente del thriller francés firma una emocionante novela psicológica de alto voltaje imposible de olvidar.
Ilan sigue sin recuperase de la pérdida de sus padres, fallecidos en extrañas circunstancias. Una mañana reaparece en París Chloé, su expareja, quien le propone embarcarse en una aventura a la que no podrá negarse. Nueve personas encerradas en un antiguo complejo psiquiátrico aislado en plena montaña. De repente, una a una empiezan a desaparecer. Encuentran un primer cuerpo. Asesinado. Se desata la Paranoia.

Paranoia (fragmento)

1Todo el equipo médico que se ocupaba de Lucas Chardon se reunió alrededor de su cama. En cuanto despertó, le retiraron los diferentes electrodos del electroencefalograma que tenía fijados en el cuero cabelludo. El electrocardiograma y los diversos aparatos conectados aún a su cuerpo indicaban que su estado era estable.
El paciente, con las muñecas y los tobillos atados, manifestó su exasperación.
—Quiero hablar a solas con mi psiquiatra. Los demás, salgan, por favor.
La habitación de hospital se vació rápidamente. Lucas Chardon trató de alzar la cabeza, pero no lo logró.
—No lo intente — le dijo Sandy Cléor—. Ha sido una prueba larga y difícil, y sus músculos necesitarán varios días de reeducación, quizá semanas.
—Y, afortunadamente, ahí están las correas para que no me haga daño, ¿verdad?
La psiquiatra se sentó en el borde de la cama y apartó el mechón castaño que ocultaba la mirada de su paciente. Por una vez, la guapa mujer de cabello corto y moreno, de apenas treinta años, vestía de paisano, sin aquella bata blanca demasiado oficial. Aquel hospital público estaba a unos cien kilómetros de la Unidad para Enfermos Difíciles (UMD) donde ejercía.


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