viernes, 20 de noviembre de 2015

¿QUIÉN TEME AL LOBO?


Tercera entrega de la serie protagonizada por el Inspector Konrad Sejer.

Es indudable que quien tiene un amigo, tiene un tesoro, y... mi tesoro es Amelia Ruiz, que me ha salvado unas vacaciones lectoras con esta novela de Karin Fossum. 
Intriga de la buena en Noruega y algo más que intriga, personajes bien construidos, trama interesante, y un final que hace honor al interés de la trama, cosa poco habitual.
Konrad Sejer, un protagonista interesante que  se va perfilando como un serio competidor de Wallander, Beck y Hole. 
Esta no es la primera novela de la serie protagonizada por Sejer, pero es una de las mejores, en ella la enfermedad mental se mezcla con la soledad y el abandono, todo bajo el "ojo vigilante" de Sejer que tiene una sensibilidad especial para captar los recovecos de la vida.
En algún lugar he leído que "si mezclas a Arthur Conan Doyle con Bergman y Tarantino" tienes a Karin Fossum", no puedo estar más de acuerdo con esta afirmación.

Un fragmento de esta tercera novela de Fossum os animará a leer a Karin Fossum, comenzando por esta novela o por la primera de la serie, titulada El ojo de Eva:

"Un rayo cegador entra oblicuamente por entre los árboles.
El susto le hizo detenerse en seco. No estaba preparado. Se había levantado del camastro y había cruzado la casa en penumbra, aún medio dormido, hasta la losa que había fuera, delante de la puerta. Entonces lo alcanzó el sol.
Le penetró los ojos como un punzón. Se llevó bruscamente las manos a la cara, pero la luz continuó hacia dentro, traspasando cartílagos y huesos, directa hasta el fondo de la oscuridad del cráneo. Allí dentro, todo se volvió de un blanco estridente. Los pensamientos se dispersaron en todas las direcciones, reventando en átomos. Quiso gritar, pero nunca gritaba, su dignidad no se lo permitía. Optó por apretar los dientes y se quedó tan quieto como pudo sobre la losa. Algo estaba a punto de ocurrir. La piel de la cabeza se le estaba tensando, lo notaba por una creciente picazón. Permaneció de pie, temblando, y con las manos apretadas contra la cabeza. Notó que los ojos se le desviaban hacia los lados y las fosas nasales se le hinchaban, agrandándose como ojos de cerradura. Gimió débilmente, intentó controlarse, pero fue incapaz de detener las enormes fuerzas. Poco a poco se le fueron borrando las facciones. Solo quedaba un cráneo desnudo, forrado de una piel blanca y transparente."


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