lunes, 6 de abril de 2015

LA PUERTA DE LOS INFIERNOS


El 4 de Abril de 2012, Mari Dolores Sanchis, reseñó para libros una novela de Laurent Gaudé, a continuación la reseña tal como ella la escribió:

Leí "La puerta de los infiernos", de Laurent Gaudé. Un humilde taxista lleva de la mano a su hijo de 6 años a la escuela, de pronto se produce un tiroteo y una bala perdida mata al niño. Una muerte absurda que destroza la vida de una familia. Un padre abrumado por la culpa por no haber sido él, una madre que pide venganza obligando al padre que encuentre al asesino y lo mate. En su deambular se encontrará con unos personajes peculiares dispuestos a ayudarle a encontrar la puerta al mundo de los muertos para rescatar a su hijo. Una narración dura, trágica, dolorosa y descarnada, con mucha fuerza dramática que demuestra el amor de un padre por un hijo y el sacrificio que está dispuesto a hacer. Muy recomendable. Mari Dolores Sanchis (4 de Abril de 2012)

El destino concentrado en unas cuantas páginas...,  con el verbo ágil y elegante de Gaudé la tragedia nos sacude como un terremoto, la desesperación y la esperanza vana anidan en nuestro corazón y el amor sin esperanza, nunca ha sido tan bien descrito. Coincido plenamente con Mari Dolores en su apreciación sobre la novela y, añado, Laurent Gaudé rara vez defrauda.
Un fragmento de la novela servirá para ilustrar lo que mi fervor por el escritor, no haya sido capaz de transmitir:

" Giuliana vagaba cada vez más a menudo por el barrio de Montesanto. Daba vueltas alrededor de la iglesia. Cada vez que pasaba por delante, depositaba una de sus notitas. Con el transcurso de los días, no tardó en haber decenas en la pared del templo. Quería cubrir la fachada de papelitos, que el cura supiera que ella estaba allí y que esperaba mucho de él. 
Una noche, por fin, se sintió preparada. Fue a la iglesia. Eran casi las dos de la madrugada. El cielo estaba claro y las estrellas titilaban en la pureza nocturna. Se arrodilló ante la pesada puerta cerrada y murmuró su tercera imprecación. 
—Estoy de rodillas ante usted, padre, pero no crea que soy débil. Soy fuerte. Confío en usted. Va a obrar para mí un milagro; ya siento correr la alegría por mis venas. Sé que los hombres como usted son capaces de cosas así. Quizá les cueste, pero están aquí abajo para eso, para aliviarnos de nuestras desgracias. Sé lo que se avecina. Los ciegos verán. Los paralíticos echarán a andar. Lo sé muy bien. Estoy preparada. Es la hora de la resurrección de los muertos. Todos, uno a uno, saldrán de debajo de la tierra y se pondrán a caminar. Espero con impaciencia. No será un milagro. Simplemente, la reconciliación del Señor con los hombres. Porque nos ofendió. También usted lo sabe. Mediante la muerte de Pippo, me arrojó al suelo y me pegó. Era un acto de crueldad, y lo maldije. Pero hoy ha llegado la hora del Perdón. El Señor va a arrodillarse ante nosotros y a pedirnos que lo perdonemos. Lo miraré largamente, lo besaré en la frente y lo perdonaré. Será entonces cuando los muertos se alcen, pues todo habrá acabado. Muy bien. Rezo para que llegue ese día. Ahora soy fuerte. Esperaré hasta mañana. Ya noto cómo ruge la tierra. Los cadáveres se revuelven. Se preparan y agitan con impaciencia. Sólo faltan unas horas para que el Señor se presente ante nosotros. Estoy ansiosa, padre, por verlo arrodillarse ante mí y llorar con humildad. "

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