Esperaba una novela de intriga, y he encontrado una reflexión poética en prosa sobre la adolescencia y sus vicisitudes, es verdad que tiene algo de novela y algo de intriga, pero lo que predomina en Tiernos y Traidores son los sentimientos, la inquietud, la locura, el odio, el amor....en suma todo aquello que sentimos cuando nos arrastra el torbellino hormonal y salvaje de la adolescencia.
Es verdad que el argumento, en algunos tramos, se hace increíble, pero todo lo palía esa forma especial en que Susana Fortes relata el amor y la vida, y esa forma especial en que nos hace recordar que alguna vez fuimos inmortales.
Especial y recomendable.
Es verdad que el argumento, en algunos tramos, se hace increíble, pero todo lo palía esa forma especial en que Susana Fortes relata el amor y la vida, y esa forma especial en que nos hace recordar que alguna vez fuimos inmortales.
Especial y recomendable.
Sinopsis (Ed. Seix Barral)
Ante los ojos de la adolescencia, el mundo, de repente, se revela como una promesa y nada parece más inmediato que la satisfacción de todos los deseos. La belleza oculta la trama de su misteriosa complejidad y se derrama como un bálsamo sobre los sentimientos. Pero la ternura de esta edad primera es al mismo tiempo la trampa que hace a los adolescentes seres vulnerables, criaturas dispuestas para el gran sacrificio ineludible: la traición, la decepción. Inés vuelve a la ciudad natal y siguiendo sus pasos ve surgir, con la fuerza de una resurrección temible, los fantasmas del pasado. En los lugares y en los objetos se han depositado las imágenes de una historia que quería olvidar, pero las voces de aquella tragedia dan vida al murmullo de los remordimientos. Ella misma, enamorada de Lancelot, su impecable profesor de literatura; Byron, poeta precoz, bohemio furioso, corazón despechado; Martín, testigo pasivo, culpable secreto, vuelven a vivir la historia de lo que quizá hubieran sido los mejores años de su juventud. El tema de Tiernos y traidores , que Susana Fortes resuelve con esmerada maestría, es un tema de importancia esencial que ha dado grandes obras a la narrativa contemporánea-desde Les enfants terribles de Cocteau hasta A este lado del paraíso de Scott Fitzgerald-. Con penetrante agudeza psicológica, con escritura conmovedora y conmovida, dando a las palabras su resonancia poética y su emoción original, Susana Fortes cuenta una historia que muchos hemos vivido.
Ante los ojos de la adolescencia, el mundo, de repente, se revela como una promesa y nada parece más inmediato que la satisfacción de todos los deseos. La belleza oculta la trama de su misteriosa complejidad y se derrama como un bálsamo sobre los sentimientos. Pero la ternura de esta edad primera es al mismo tiempo la trampa que hace a los adolescentes seres vulnerables, criaturas dispuestas para el gran sacrificio ineludible: la traición, la decepción. Inés vuelve a la ciudad natal y siguiendo sus pasos ve surgir, con la fuerza de una resurrección temible, los fantasmas del pasado. En los lugares y en los objetos se han depositado las imágenes de una historia que quería olvidar, pero las voces de aquella tragedia dan vida al murmullo de los remordimientos. Ella misma, enamorada de Lancelot, su impecable profesor de literatura; Byron, poeta precoz, bohemio furioso, corazón despechado; Martín, testigo pasivo, culpable secreto, vuelven a vivir la historia de lo que quizá hubieran sido los mejores años de su juventud. El tema de Tiernos y traidores , que Susana Fortes resuelve con esmerada maestría, es un tema de importancia esencial que ha dado grandes obras a la narrativa contemporánea-desde Les enfants terribles de Cocteau hasta A este lado del paraíso de Scott Fitzgerald-. Con penetrante agudeza psicológica, con escritura conmovedora y conmovida, dando a las palabras su resonancia poética y su emoción original, Susana Fortes cuenta una historia que muchos hemos vivido.
Tiernos y traidores (fragmento)
GÉNESIS. AL PUNTO APARECIÓ LA AURORA, DE ROSADOS DEDOS
Es muy temprano. Poco antes del amanecer.
Todas las ciudades resultan extrañas a esta hora.
Todavía no hay en el cielo ningún color que pueda nombrarse. Los distintos tonos están en suspenso, a la espera de que despunte el día.
El silencio también forma parte de la misma extrañeza, un silencio que flota entre las calles como la neblina, envolviéndolas con su hechizo. Pausa o lentitud.
La vivienda está en el quinto piso de un edificio modernista, en el casco viejo de la ciudad. El suelo, de listones de madera, cruje ligeramente. Al fondo del pasillo se ve una habitación franqueada por una puerta de doble hoja con la parte superior acristalada. Al abrirla, sorprende la rara penumbra de la estancia, sombras que van adueñándose de sus contornos confusos hasta delimitar con precisión el perfil de los objetos, la distancia entre ellos, su color, en una gradación casi imperceptible. La luz es ahora crepuscular, gris y anaranjada, no se parece a ninguna otra. Las persianas están completamente levantadas y puede percibirse el desorden general: libros apilados en el suelo, periódicos viejos, recibos atrasados. Quien aquí vive, habita el caos. Sobre la mesa hay un ejemplar de Las flores del mal, varios folios escritos a mano, dos tazas vacías sobre una bandeja de mimbre, diversos artículos que parecen proceder de tierras lejanas: una máscara africana, dos dragones de papel de seda, un candelabro de siete brazos, cajas de madera de diferentes tamaños, un pequeño Ford T de latón y numerosos afiches en miniatura desperdigados sin ningún criterio. Pero, sobre todas las cosas, destaca por su tamaño y situación una fotografía ampliada y enmarcada en madera noble. De ella emana esa fascinación que ejercen algunas imágenes cuando poseen un particular resorte interior, una especie de memoria o presentimiento que las sostiene.