martes, 21 de agosto de 2018

LA SALVACIÓN DE UNA SANTA


Cuarta entrega de la serie de novelas protagonizadas por Manabu Yukawa, apodado Profesor Galileo, imparte clases de física en la Universidad de Teito, Tokio (Japón). Colabora estrechamente con el detective de policía Kusanagi.

Una novela que jamás compraría por su portada, un regalo de una querida amiga, una grata sorpresa.
Keigo Higashino me gustó bastante en La devoción del sospechoso X y ha confirmado mi buena impresión en esta novela de título extraño que se lee rápidamente sin que el interés decaiga en ningún momento.
No soy fan de la literatura japonesa, pero hay ciertos autores que me reconcilian con ella, de alguna forma.
Gracias Amelia Ruiz, un beso.

Sinopsis (Ed. B)
El autor de novela negra más leído en Japón, Keigo Higashino irrumpe de nuevo con La salvación de una santa, protagonizada por el entrañable profesor Galileo, un personaje ya presente en su anterior novela, que vendió más de dos millones de ejemplares: La devoción del sospechosos X.
Un asesinato que parece imposible, tan meticuloso como terrible, cometido por unos motivos aún más estremecedores. La víctima, Yoshitaka Mashiba, un rico empresario de Tokio, muere un domingo cuando está solo en su casa. Ha sido asesinado con una taza de café envenenado. Estaba a punto de abandonar a su esposa, Ayane Mashiba, que se convierte en la principal sospechosa. Pero Ayane tiene una férrea e irrefutable coartada: cuando su esposo murió ella estaba a más de cien kilómetros de distancia.
¿Cómo llegó, pues, el veneno a la taza de café?
El profesor Yukawa deberá utilizar todo su talento para ordenar las pistas y encontrar la verdad, a través de una atmósfera cautivadora, claustrofóbica y a la vez extremadamente pulcra y ordenada, que nos sumerge en un «crimen doméstico» donde los elementos de la cultura japonesa emergen en su vertiente más fría, calculadora y pura.
Maestro de la «lab lit» o literatura de laboratorio, Higashino construye una novela magistral a través de un procedimiento policial ultradetallado. Un libro que emocionará a todas aquellas mentes que disfrutan con el juego de la deducción, con un giro inesperado que asombrará y sorprenderá al más experimentado de los lectores.
La salvación de una santa (fragmento)
1
Los pensamientos de las jardineras ya habían echado algunas florecillas. La tierra parecía haberse resecado bastante, aunque aparentemente no las había afectado, ya que los dibujos de sus pétalos eran de una nitidez absoluta. No eran flores ostentosas, pero sí se veían fuertes. Tengo que regar también las de las macetas, se dijo Ayane mientras miraba la terraza a través de la puerta de cristal.
—Pero ¿me estás escuchando? —dijo una voz tras ella.
Ayane se volvió esbozando una leve sonrisa.
—Claro que sí. ¿Acaso no es evidente?
—Pues para ser evidente no reaccionas muy rápido que digamos... —repuso Yoshitaka desde el sofá mientras volvía a cruzar sus largas piernas. A pesar de que frecuentaba el gimnasio, parecía cuidarse de no ganar excesiva musculatura en la cintura y las piernas, para así poder seguir poniéndose aquellos pantalones estrechos que tanto le gustaban.
—Estaba algo distraída.
—¿Distraída? Eso no es muy propio de ti —dijo Yoshitaka arqueando una de sus bien cuidadas cejas.
—Es que me ha sorprendido.
—¿En serio? Pues yo creo que ya deberías estar al corriente de mi proyecto de vida, ¿no?
—Bueno, sí, pero...
—¿Hay algo que quieras decirme? —preguntó él ladeando levemente la cabeza. Estaba repantingado en el sofá con gesto despreocupado, como si la cosa no fuera con él.
Ella no estaba segura de si estaba haciendo teatro o era que realmente se sentía así. Dejó escapar un suspiró y lo miró de nuevo a los ojos.
—¿Tan importante es eso para ti?
—¿A qué te refieres con «eso»?
—Ya sabes... lo de los niños...
Yoshitaka esbozó una leve sonrisa burlona, miró un instante hacia un lado y volvió finalmente su mirada


LOS CASOS DE HORACE RUMPOLE, ABOGADO.

Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por Horace Rumpole, abogado en Londres.

«¡El crimen paga, pero solo un poco cada vez!» 
LOS CASOS DE HORACE RUMPOLE, ABOGADO son un verdadero clásico de la ficción judicial de todos los tiempos, y una de las más inteligentes y divertidas sagas de la literatura inglesa.
He pasado unos días deliciosos con este clásico de John Mortimer, ironía a raudales, humor british del bueno en dosis muy medidas y un personaje inolvidable!

Sinopsis (Ed. Impedimenta)

Insigne defensor de las causas perdidas, Horace Rumpole es un abogado adorable, un hombre de altos ideales y de gran sentido común, que fuma cigarros malos, bebe un clarete aún peor, es aficionado a los fritos y a la verdura demasiado hervida, cita a Shakespeare y Wordsworth a destiempo y, generalmente, se decanta por los casos desesperados y por los villanos de barrio. Excéntrico y gruñón, lleva años abriéndose paso en las salas de justicia londinenses, mientras brega en casa con su terca mujer, Hilda, a quien él apoda «Ella, La que Ha de Ser Obedecida», en un particular universo donde el sarcasmo, el humor y la intriga se mezclan a partes iguales. Al modo de P. G. Wodehouse, John Mortimer construye en sus narraciones un universo demoledor y sarcástico al más puro estilo British.

Los casos de Horace Rumpole, abogado (fragmento)

Rumpole y las jóvenes generaciones
Yo, Horace Rumpole, abogado, a punto de cumplir sesenta y ocho años, letrado de poca monta en el Tribunal Penal Central de Inglaterra y Gales, comúnmente conocido como Old Bailey, marido de la señora Hilda Rumpole (para mí es «Ella, la que Ha de Ser Obedecida») y padre de Nicholas Rumpole (profesor de Sociología en la Universidad de Baltimore, siempre he estado muy orgulloso de Nick); yo, cuya mente rebosa de antiguos crímenes, anécdotas jurídicas y fragmentos memorables del Oxford Book of English Verse (en la edición de sir Arthur Quiller-Couch), además de un amplio conocimiento sobre manchas de sangre, grupos sanguíneos, huellas dactilares y falsificaciones mecanografiadas; yo, en la actualidad el miembro de mayor edad de mi bufete, tomo la pluma a mi avanzada edad en un momento de calma en el trabajo (no hay mucho delincuente por aquí, parece que los más notables villanos de Inglaterra se encuentran de vacaciones en la Costa Brava), a fin de intentar reconstruir por escrito algunos de mis triunfos más recientes (y ciertos desastres no menos recientes) acontecidos en los juzgados, y de paso conseguir algún dinero que no caiga de inmediato en manos de Hacienda, en las de mi ayudante Henry ni en las de Ella, la que Ha de Ser Obedecida, y quizá también de entretener un poco a los que, como yo, han encontrado en la justicia británica una fuente inagotable de diversión inofensiva.

lunes, 20 de agosto de 2018

FRACTURA

Nuestra querida Clara Glez, comparte una obra de un autor, por ahora, desconocido para mi. Pero gracias a su consejo, le pondré remedio rápidamente.
Gracias amiga¡¡¡
RESEÑA DE CLARA GLEZ para LIBROS
Fractura – Andrés Neuman
Me ha cautivado este libro, por muchas razones. Intentaré explicarme sin dar demasiadas pistas de la trama, que es muy simple, pero a la vez compleja en cuanto a matices.
A lo largo de la historia de un superviviente de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, el autor nos va desgranado formas de ver aquel suceso y sus consecuencias. El protagonista , va pasando su vida, en distintos lugares y con distintas mujeres, y van contando la historia desde aquellas bombas, hasta la explosión después del terremoto de la central de Fukushima.
Historia que va siendo contada por estas mujeres y él mismo, con una visión distinta , ya por la diferente personalidad de dichas mujeres, por el entorno donde vivieron, por su procedencia.
Y en cada uno de estos retazos de historia, el autor se expresa de forma distinta, le va dando cancha a que esas mujeres se expresen en su propio lenguaje.
A la vez nos hace recapacitar sobre el mundo en el que nos ha tocado vivir, con los pro y los contras de la tecnología , del interés de los gobiernos en hacernos comulgar a veces con ruedas de molino.
Es una novela profunda, con trozos que te hacen ver en el polvorín en el que nos asentamos.Y también nos ofrece una magnífica exposición de las relaciones humanas, del ver la vida según el momento y la edad en el que la contemplamos.
Si pueden disfrútenla¡

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
El regreso de Andrés Neuman a la gran novela tras El viajero del siglo, Premio Alfaguara y Premio de la Crítica.
Una historia sobre la belleza que emerge de las cosas rotas.

«Me mostró sus cicatrices. Un fino entramado en los antebrazos y la espalda. Parecía transportar un árbol. Luego él vio las mías. Nos sentimos livianos, un poco feos y muy bellos. Dos supervivientes.»
El señor Watanabe, superviviente de la bomba atómica, se siente un fugitivo de su propia memoria y está a punto de tomar una de las decisiones más cruciales de su vida. El terremoto previo al accidente de Fukushima provoca un movimiento de placas que remueve el pasado colectivo.
Cuatro mujeres narran sus vidas y sus recuerdos de Watanabe a un enigmático periodista argentino, en un recorrido sentimental y político por ciudades como Tokio, París, Nueva York, Buenos Aires o Madrid. Este cruce de idiomas, países y parejas va revelando cómo nada ocurre en un solo lugar, cómo cada acontecimiento se expande hasta hacer temblar las antípodas. El modo en que las sociedades recuerdan y, sobre todo, olvidan.
En Fractura se entretejen amor y humor, historia y energía, la belleza que emerge de las cosas rotas. Con esta novela Andrés Neuman regresa con fuerza a la narrativa de largo aliento, que lo consagró internacionalmente con El viajero del siglo, y firma su obra mayor.

Fractura (fragmento)

1. Placas de la memoria


La tarde parece serena, pero el tiempo está en guardia. El señor Watanabe rebusca en sus bolsillos como si los objetos ausentes fueran sensibles a la insistencia. Por un descuido que empieza a resultar frecuente en él, ha olvidado en su casa la tarjeta del metro junto a sus anteojos: visualiza ambas cosas encima de la mesa, burlonamente nítidas. Watanabe se dirige con fastidio hacia una de las máquinas. Mientras realiza su operación, observa a un grupo de jóvenes turistas perplejos ante la maraña de estaciones. Los turistas hacen cuentas. Las cifras emergen de sus bocas, ascienden y se disipan. Carraspeando, vuelve a atender a su pantalla. Los jóvenes lo miran con vaga hostilidad. El señor Watanabe los escucha deliberar en su idioma, un idioma melódico y enfático que conoce muy bien. Sopesa la posibilidad de ofrecerles ayuda, tal como ha hecho con tantos visitantes abrumados por el metro de Tokio. Pero ya son casi las tres menos cuarto, le duele la cintura, tiene ganas de volver a casa. Y, para ser franco, tampoco simpatiza con esos jóvenes. Se pregunta si habrá perdido por completo el hábito de los gritos y la gesticulación, que tan liberadores llegaron a parecerle en otra época de su vida. Prestando oído a la sintaxis extranjera, abona su trayecto antes de retirarse. Nota el aroma del viernes: un cóctel de cansancio y expectativa. Al tiempo que desciende en la escalera mecánica, contempla esos andenes que se irán colmando. Se alegra de no haber tomado un taxi. A esta hora todavía queda espacio en los vagones. Sabe que pronto los últimos pasajeros empujarán la espalda de los anteriores, y que los serviciales empleados llegarán para empujarlos a ellos. Y así hasta que las puertas interrumpan el flujo, como quien poda el mar. Empujarnos unos a otros, piensa Watanabe, es una forma particularmente sincera de comunicarnos. Justo en ese instante, los peldaños de la escalera mecánica empiezan a vibrar.


LAS LÁGRIMAS DE CLAIRE JONES

Tercera entrega de la serie de novelas protagonizadas por María Ruiz, comisaria de policía en Madrid (España).

"El asunto no tenía mala pinta. Una mujer había envenenado a su marido, primero poco a poco y luego descaradamente, adobando unas puntas de lomo en matarratas con tal maña de cocinera y mala suerte que el perro se encaramó a la mesa y le rapiñó una sin darle tiempo a reaccionar. El animal se la zampó en la calle y no tardó ni dos horas en ir a morir a la plaza, frente a los hombres que mataban la tarde jugando al dominó mientras las mujeres fregaban. Expiró acurrucado, entre convulsiones, con una pata posada en su hocico embadurnado. El marido le sobrevivió un par de horas más.
Lástima que eso ocurriera en 1954 y que de esa mujer, una tal Nieves Buscapié, no quedara rastro alguno."

Tercer caso de la Comisaria Ruiz, ahora desterrada en Soria para purgar sus pecados...!
No acabo de "pillarle" el punto a esta comisaria-psicóloga que va por libre y cuyos casos están resueltos por el lector desde las primeras páginas de la novela, así es en este libro y así ha sido en los anteriores; los secundarios tampoco es que sean una joya de personajes y en general las novelas se dejan leer pero no provocan esa emoción que una siente cuando un personaje se torna imprescindible.
Escrita con corrección, debo añadir que me ha proporcionado algunos datos sobre la presencia de los cuáqueros en España (sin profundizar nada) y un ratito de entretenimiento, nada más, ni menos....

Sinopsis (Ed. Destino)
La comisaria María Ruiz se encuentra desterrada en una de las provincias españolas más tristes para una investigadora criminal. En Soria el último suceso irresuelto del que se tiene noticia ocurrió en 1954, cuando una mujer que presuntamente asesinó a su marido con matarratas desapareció para siempre. De estar viva, tendría 101 años. Desde que la destinaron a Soria, sacándola de la fiebre de Madrid, la comisaria Ruiz viaja todos los fines de semana a Ávila, donde acompaña en su trance entre la vida y la muerte a su compañero Tomás, que está en coma. Su viejo amigo, el comisario Carlos, finalmente ha conseguido convencerla para que un fin de semana se airee y vaya a visitarlo a Santander. Pero lo que tenían que ser un par de días de tranquilidad se convierte en el mejor incentivo para la comisaria Ruiz. El nuevo caso que Carlos tiene entre manos arranca con un coche abandonado en la zona del puerto. En el maletero, una chica muerta, y en el asiento del copiloto, un ejemplar del periódico The Times con fecha del 15 de octubre de 1998 y una noticia recortada. A estas pistas tendrá que enfrentarse una comisaria a quien el caso no le pertenece, pero que ella sí que necesita para no perder la cabeza y volver a sentirse realmente en activo y cercana a la realidad que mejor la define.

Las lágrimas de Claire Jones (fragmento)

1
El asunto no tenía mala pinta. Una mujer había envenenado a su marido, primero poco a poco y luego descaradamente, adobando unas puntas de lomo en matarratas con tal maña de cocinera y mala suerte que el perro se encaramó a la mesa y le rapiñó una sin darle tiempo a reaccionar. El animal se la zampó en la calle y no tardó ni dos horas en ir a morir a la plaza, frente a los hombres que mataban la tarde jugando al dominó mientras las mujeres fregaban. Expiró acurrucado, entre convulsiones, con una pata posada en su hocico embadurnado. El marido le sobrevivió un par de horas más. 
Lástima que eso ocurriera en 1954 y que de esa mujer, una tal Nieves Buscapié, no quedara rastro alguno. Salvo la certeza de que, de estar viva, debería tener ciento y un años. 
María cerró la carpeta y se quedó quieta, con las manos extendidas a ambos lados de esos folios amarillentos apresados por una grapa roñosa que el subalterno le había tendido con esmero cuando ella pidió los casos pendientes. 
—El caso — había puntualizado el subalterno. 
—¿No ha habido más asesinatos, violaciones, robos sin resolver? — insistió ella tensando los labios en un afán de mostrar amabilidad mientras su interlocutor negaba con la cabeza—. ¿Esto es todo? —Si no cuenta una meada en la calle sin juzgar — remató el subalterno con más intención de exhaustividad que de provocación—, solo tenemos este caso sin resolver. Y porque la sospechosa desapareció. 
Y no es que en Soria la eficacia policial fuera superior. Es que nunca pasaba nada.

UN AÑO EN ROMA

"Durante un año voy a disfrutar de una beca en la Academia Americana en Roma. Aquí no hay alumnos, ni facultad, solo un puñado de artistas e investigadores, a los que se concede un año en Roma para dedicarse a proyectos independientes.
Mi beca es de literatura. Lo único que tengo que hacer es escribir. Ni siquiera tengo que enseñarle a nadie lo que escriba. A cambio, me ofrecen un estudio, las lla
ves de este apartamento, dos esteras de baño, un montón de toallas descoloridas todos los jueves y 1.300 dólares al mes."

A veces en un quiosco de aeropuerto, antes de partir, encuentras una pequeña joya que, tal vez, decida tu próximo viaje y oriente tus siguientes lecturas....!
Esta narración autobiográfica de Doerr, corta y delicada, hermosa y breve, me ha procurado un placer inesperado durante un corto viaje, plena de amor y humor, de experiencias y lecturas, la recomiendo encarecidamente!

Sinopsis (Ed. Debolsillo)
Un año en Roma es el hermoso y delicado relato autobiográfico del Premio Pulitzer Anthony Doerr sobre su experiencia viviendo en la Ciudad Eterna.
Una ciudad inagotable.
Una experiencia memorable.
Un paseo inolvidable.
El día en que nacieron sus dos hijos, Anthony Doerr supo también que había sido galardonado con el Premio Roma, una de las más prestigiosas distinciones otorgadas por la Academia Americana de las Artes y las Letras.
Gracias a su dotación, Doerr pudo vivir en la capital italiana con su recién acrecida familia durante un año. A lo largo de este tiempo, Doerr leyó a Plinio, a Dante, a Keats; visitó las calles y plazas más bellas del mundo, y asistió al mayor funeral de la historia, el del papa Juan Pablo II. Y todo ello mientras aprendía, entre biberones, pañales y noches en vela, los secretos de la paternidad.
Libro de memorias, por supuesto, pero también de viajes, de arte, y casi una novela, Un año en Roma es el fruto de las experiencias de su autor en la Ciudad Eterna, en las que lo íntimo y lo deslumbrante se funden por medio de la palabra.
Un año en Roma (fragmento)

Italia se vislumbra. Hacemos listas: pañales, ropa de cuna, una lamparita para leer. Leche en polvo para biberón. Dos docenas de barritas de cereales Nutri-Grain. No hemos comido barritas Nutri-Grain en la vida, pero ahora, de pronto, parece importante tenerlas a mano.
Me quedo mirando el nuevo diccionario de bolsillo Italiano-Inglés y me preocupo. ¿Pone cómo se dice: «Aquí está mi pasaporte»? O: «¿Dónde puedo comprar pañales, por el amor de Dios?»
Hacemos como que estamos tranquilos. Ninguno de los dos está dispuesto a plantearse que mañana subiremos a bordo de un Airbus con unos gemelos de seis meses, ascenderemos a treinta y siete mil pies de altitud y permaneceremos allí catorce horas. En cambio, abrimos y cerramos la cremallera de las bolsas de viaje, le quitamos las ruedas al carrito y miramos con atención fotitos muy pixeladas de San Pedro en ricksteves.com.
Lluvia en Boise; viento en Denver. El avión surca la troposfera a novecientos kilómetros por hora. Owen duerme en un rebujo de sábanas a nuestros pies. Henry duerme en mis brazos. Hay turbulencias durante toda la travesía del Atlántico; tiemblan los mamparos, los vasos tintinean, los ganchos de las bandejas se abren y se cierran.
Nos trasladamos de Boise (Idaho), a Roma (Italia), un lugar donde nunca he estado. Cuando pienso en Italia imagino decadencia, pinturas al óleo de color pardo oscuro, emperadores con sandalias. Veo una sección transversal de una maqueta del Coliseo hecha como proyecto escolar a base de pegamento y azucarillos; veo una jabonera blanca y azul marino comprada en Florencia con un ángulo desportillado que mi madre tuvo en el lavabo de su cuarto de baño durante treinta años.
Con más claridad que cualquier otra cosa, veo un libro con dibujos para colorear que me regalaron una vez por Navidad titulado La antigua Roma. Dos criaturas mamaban de las ubres de una loba. Un césar sonreía con su corona de hojas. Una sensual doncella de grandes pupilas posaba con un cántaro junto a una fuente. Al margen de la idea que tuviera de Roma en aquel entonces —con siete años, la noche de Navidad, los copos cayendo contra las ventanas, un abeto con luces parpadeando en la planta baja, lápices de colores desperdigados por la moqueta—, ahora no es mucho más clara: bosquejos de elefantes y gladiadores, palacios dibujados al fondo, la sensación de que los colores que había escogido estaban todos equivocados, verde mar para los carros, dorado para los cielos.


TOÑO CIRUELO

Él, ese engendro, ese ogro, ese leviatán, ese espantajo, aberración del país, equívoco humano, yerro del alma, aborto social, ese fenómeno, ese esperpento, ese adefesio, ese lobo hombre (…) ¿Por qué iba hasta él?”.
Tengo que reconocer que con este título, jamás hubiese comprado está novela; pero fui a la biblioteca, leí la contraportada y me lo traje a casa. No había leído nada de este autor colombiano y también eso actuó como "gancho".
Toño Ciruelo es una exploración del mal, desde la óptica, quizás ingenua, de Eri Salgado, amigo, esclavo, seguidor abducido por el oscuro Antonio Ciruelo. La novela es, un tanto, caótica, muy escatológica y con una violencia que inunda al lector desde la primera página; es también, muy difícil de abandonar porque Toño Ciruelo extiende su influencia al lector a través de un narrador que no entiende lo que le pasa y narra abducido por la maldad de un personaje que no le deja vivir...
Colombia, años 50, metáfora de un país y de la abyección a la que es capaz de llegar un ser al que cuesta trabajo llamar humano.
Seguiré de cerca a Evelio Rosero.

Sinopsis (Ed. Tusquets)
Un descenso a los infiernos que involucra al lector desde la primera página.
Si hay algo que distingue al asesino es su entorno, quienes le rodean. Y para saber más sobre Toño Ciruelo, la indagación debe empezar desde la raíz, la infancia y juventud, el colegio y la universidad, el trabajo, los hechos nimios y complejos que configuran el rostro del monstruo, su proceso particular, porque ningún asesino es idéntico a otro. Gracias a una exploración intestina encarnada en Eri Salgado, asistimos al despojamiento progresivo de las caras que adopta el asesino, hasta mostrar su última y definitiva cara, la de sus víctimas. Un descenso al centro del mal que absorbe al lector y lo involucra ineludiblemente, pero al mismo tiempo un ascenso hasta la cima literaria que reafirma la rotunda maestría de Evelio Rosero.

Toño Ciruelo (fragmento)

Confesión
Estaba solo, y tocaron a mi puerta, con fuerza, ¿quién podría ser? Desde hacía un siglo nadie llamaba a esta casa, y de semejante manera. Seguí sentado en la sala, abierto el libro como un sombrero en la rodilla. Pregunté quién es. 
—Abre, hombre, estoy que me cago. 
La espesa voz surgió como un relámpago en mi memoria, dio un salto hasta mí desde el otro lado de un abismo de veinte años. Era Antonio Ciruelo, no podía ser. Era Toño. Toño Temadruga, Toño el Infaltable, Toño el Ubicuo, asquerosamente Toño. 
—Abre de una vez. 
Abrí y Toño Ciruelo cruzó ante mí como un incendio; llevaba al hombro una mochila arhuaca que arrojó a un rincón; lo oí gritar: ¿El baño? 
Señalé con los ojos. 
Toño se encerró. 
Un jadeo furioso. 
Las ropas desbaratándose. 
Y los ruidos más desgarradores se hicieron oír: las vías digestivas de Toño Ciruelo, mi conocido (nunca podré llamarle amigo), se volcaron sobre el techo y las paredes, inundaron los cimientos, rebasaron las ventanas, se adueñaron de este viejo barrio de Bogotá, lo remecieron, y después la ciudad entera cayó pulverizada: eran los ruidos de la carne de Toño, un terremoto más aterrador por lo íntimo, sus vísceras se rebelaban, su mundo de intestinos estallaba, y se apoderó del aire el olor horrible de su mierda humana, mucho más abominable que la del noble asno o perro o colibrí.

domingo, 19 de agosto de 2018

DESMEMBRADO

Echaba de menos a mi querida Clara Glez, magnífica reseñadora y mejor recomendadora.
Esta no me la pierdo!!
Gracias amiga!
RESEÑA DE CLARA GLEZ para LIBROS
Desmembrados - Joyce Carol Oates
Me acabé anoche este libro. Nunca deja de sorprenderme esta mujer.
Desmembrados es el título del primer relato de este libro, donde como siempre , esta mujer nos pone en la piel de niñas, de mujeres, que a causa de sus circunstancias no tienen una vida fácil.
Mujeres que empujadas por las circunstancias, pasan de victimas a verdugos.
No te dejan indiferente sus relatos, en situaciones vamos a decir de gente normal, de familias más o menos como todas, hay alguien que no es como los demás. Pero …¿quién tiene la culpa, ella, o los demás?
¿Podrían darse esos casos en tu entorno?
Así me quedé, con esas pregunta rondando mi cabeza y mis sueños.
Y para terminar, su último relato, que podría ser un monólogo de estos que te hacen reír, mejor tomárselo así, porque si te lo tomas en serio, quizás no te montes más en un avión low cost.
Con este relato me identifiqué, cada vez que vuelo a “ las irlandas” procuro no mirar a la azafata que te hace el simulacro de emergencias, me pongo a leer sin mirar, sin querer ni siquiera pensar que te están contando. Porque si ya es tremendo volar con Raynair…si te pones a pensar….te quedas en casa.

Sinopsis (Ed. Gatopardo)
En su última colección de relatos, Joyce Carol Oates ahonda en las vidas de niñas y mujeres vulnerables: unas se convierten en víctimas mientras otras se ven incitadas por un profundo malestar emocional a cometer actos violentos contra los demás.
En Desmembrado, el relato que da título al libro, una niña precoz de once años, llamada Jill, se sube al Chevrolet azul celeste de un pariente de la familia, un hombre atractivo y misterioso, que la conducirá a un destino incierto e imposible de olvidar; en «El pasadizo», finalista del premio Edgar al mejor relato breve, una viuda regresa de manera obsesiva a la casa que antaño compartía con su marido, hasta que una invitación a entrar por parte de los nuevos propietarios adquiere visos amenazadores; en «La chica ahogada», una estudiante universitaria se obsesiona con el caso de una mujer que murió ahogada o fue asesinada.
Todos ellos son relatos sobrecogedores, Joyce Carol Oates consigue inquietarnos con sus historias construidas en el territorio del miedo.

Desmembrado (fragmento)

«Con cautela, levanta esa cosa de su caja de cartón, apartando los periódicos manchados. En torno a ella hay un correteo constante de relucientes escarabajos, pero apenas repara en ello. Mira fijamente la cara terriblemente manchada de humedad y desdibujada, una cara en miniatura, con unos ojos ciegos de cristal roto, o plástico, o de algo que se ha atrofiado y ya no es reconocible ni como algo que pretendía ser humano».