viernes, 29 de junio de 2018

EL OSCURO CAMINO HACIA LA MISERICORDIA


A caballo entre la policiaca, la negra y la novela de carretera, El oscuro camino hacia la misericordia, nos cuenta la historia de dos niñas, un padre y un tutor legal a lo largo de unos días que cambiarán sus vidas para siempre.
No es una novela imprescindible pero está bien escrita y se lee con placer.
OJO: las editoriales deberían aprenderse el nombre de uno de los protagonistas antes de escribir la sinopsis o pedir al que la escribe que se haya leído la novela previamente.
Recomendable.

Sinopsis (Ed. Siruela)
Una historia de sangre, venganza, amor y expiación. Una vibrante y cautivadora road novel a medio camino entre Matar a un ruiseñor y las páginas más negras de Cormac McCarthy.

Wade Quillby es un perdedor, un tipo sin blanca y sin futuro que abandonó a sus dos hijas unos años atrás. Wade es además un forajido, un ladrón implicado en el robo a mano armada de un furgón blindado que transportaba más de catorce millones de dólares. Sin embargo, la noche en que irrumpe en la casa de acogida donde viven las pequeñas y huye con ellas a través de las infinitas carreteras de Carolina del Norte, solo es un hombre desesperado que no pretende más que recuperar el tiempo perdido y tener una nueva oportunidad como padre.

Pero Wade sabe bien que nunca en su vida ha logrado escapar a sus errores. Y tanto el tutor legal de las niñas como un errático personaje que lleva años fraguando su venganza y quiere verlo muerto a toda costa, son también conscientes de ello. Por eso no esperan que Wade pueda ganar la carrera a un pasado que siempre parece sacarle demasiada ventaja...

El oscuro camino hacia la misericordia (Fragmento)
Easter Quillby

Capítulo 1

"Wade se esfumó de nuestras vidas cuando yo tenía nueve años, y más tarde apareció de la nada el año que cumplí los doce. Para entonces me había pasado casi tres años oyendo cómo mamá le echaba la culpa de todo: desde que nos cortasen la luz hasta que Ruby y yo no tuviésemos zapatos nuevos para ir al colegio, y para cuando volvió yo ya tenía bien claro que era el fracasado que mamá siempre había dicho que era. Pero resulta que era mucho más que eso. También era un ladrón y, de haber sabido qué tipo de gente lo andaba buscando, jamás, para empezar, habría permitido que nos sacase de Gastonia, Carolina del Norte, a mi hermana pequeña y a mí. 
Mis primeros recuerdos de Wade son de cuando mi madre me llevaba al estadio de béisbol de Sims Field, mucho antes de morir. Mamá señalaba el campo y decía: «Ahí está papá». Yo no tendría más de tres o cuatro años, pero todavía hoy me veo mirando el campo interior y a los jugadores, que me parecían todos iguales con sus uniformes, y preguntándome cómo iba a distinguir a mi padre en un partido de béisbol si era idéntico a todos los demás. 
Ahora se me hace raro pensar en esto, porque el día que decidió volver a por nosotras reconocí a Wade nada más verlo sentado en las gradas frente a la línea de primera base. Para mí siempre había sido Wade, porque no me pegaba llamarle «papá» ni «papi» ni nada de lo que se supone que deben llamar los niños a sus padres. Los padres a los que los llamaban así hacían cosas por sus hijos que ni se me pasaba por la cabeza que Wade fuese a hacer por nosotras. Lo único que había hecho por mí era darme una hermanita llamada Ruby y la suficiente cantidad de historias como para que mamá se pasara el resto de su vida contándolas, pero mamá se murió justo antes de que yo cumpliera los doce, y esa fue la única razón de que Wade viniese a buscarnos a Ruby y a mí. "

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