viernes, 5 de enero de 2018

TIENE QUE SER AQUÍ



«En apariencia, soy marido, padre, profesor, ciudadano; pero si se mira al trasluz, me convierto en desertor, en impostor, en asesino, en ladrón. En la superficie soy una cosa, pero por debajo estoy plagado de agujeros y cuevas, como un paisaje de piedra caliza» (p. 47).

Las palabras de Daniel, protagonista de la novela, definen a la perfección el discurrir de la misma. Parece una cosa pero entre ...tanto "adelante y atrás", personajes banales y prescindibles y situaciones altamente irreales, se convierte en una narración plagada de cuevas y agujeros que esconden, de alguna forma, el talento de la escritora y el interés de la historia.
De alguna manera, y aunque el protagonista es un hombre, me ha parecido una historia sobre la maternidad y como esta nos marca por presencia o ausencia, por amor o sufrimiento, por deseo o consecución, por ser o por recibir; por eso algunos personajes que, a priori, podrían parecer prescindibles pueden ser comprendidos en el contexto de la novela en la que por todas partes "aparecen" hijos, queridos o no, conocidos o no, ausentes o presentes, mayores y pequeños, vivos o muertos, naturales o adoptivos.....multitud de hijos y sus madres.
Me ha gustado porque el estilo narrativo de O'Farrell se mantiene pero la estructura compleja de la novela hace que pierda fuerza y el cúmulo de personajes hace que algunos queden desdibujados o, incluso, tan irreales que "estropean" el efecto general.
He dicho que Daniel es el protagonista porque aunque la pretensión de la autora parece ser que los protagonistas sean Daniel y Claudette, fracasa totalmente en la construcción del personaje femenino que despierta una profunda antipatía y en ningún momento se percibe como plausible.
Ya veis que, superadas las ganas de dejarla a la mitad, me ha dado mucho que pensar e incluso me ha gustado.
Recomendable para leer sin prisa.

Sinopsis (Ed. Libros del Asteroide)
Daniel Sullivan y Claudette Wells son una pareja atípica: él es de Nueva York y tiene dos hijos en California pero vive en la campiña irlandesa; ella es una estrella de cine que, en un momento dado, decidió cambiar los rodajes por la vida en el campo, la fama por el anonimato. Ambos son razonablemente felices.
Sin embargo, esta idílica vida, trabajosamente construida entre los dos, se tambaleará cuando Daniel conozca una inesperada noticia sobre una mujer con la que había perdido el contacto veinte años atrás. Este hallazgo desencadenará una serie de acontecimientos que pondrán a prueba la fortaleza de su matrimonio.
Tiene que ser aquí cruza continentes y atraviesa husos horarios siguiendo a un heterogéneo grupo de personajes durante varias décadas para trazar el extraordinario retrato de una pareja, de las fuerzas que la unen y de las presiones que amenazan con separarla. Una epopeya íntima y cautivadora sobre aquello que abandonamos y aquello en lo que nos convertimos mientras buscamos nuestro lugar en el mundo.
Una novela, la séptima de la autora, que ha confirmado a Maggie O’Farrell como una de las más fascinantes narradoras británicas actuales.


Tiene que ser aquí (fragmento)

Tengo una sensación rarísima en las piernas Daniel, Donegal, 2010
Un hombre.
Está en el peldaño, liando un cigarrillo. Hace un típico día variable, el huerto está exuberante, resplandeciente; las ramas, cargadas de lluvia que no cesa.
Un hombre, y ese hombre soy yo.
Estoy en la puerta trasera, lata de tabaco en mano, y veo algo entre los árboles, una silueta, al borde del huerto, donde los álamos se apelotonan contra la valla. Otro hombre.
Lleva prismáticos y una cámara de fotos.
«Un ornitólogo aficionado —me digo, mientras me paso el papelillo por la lengua—; los hay por estos parajes»; pero al mismo tiempo me digo: «¿De verdad? ¿Observando pájaros tan arriba del valle?»; y también: «¿Dónde estarán mi hija, el pequeño y mi mujer? ¿Cuánto tardaría en llegar a su lado, si fuera necesario?».
El corazón se me pone a mil, me golpea las costillas. Miro el cielo blanco con los ojos entornados. Me dispongo a salir al huerto. Quiero que el tío ese sepa que lo he visto, que vea que lo veo. Que se percate de lo grande que soy, de mis músculos de antigua estrella de la pista de atletismo (un poco más flojos, menos recios ahora, tengo que reconocerlo). Quiero que se imagine quién saldría peor parado si nos enfrentáramos. No puede saber que no me he peleado en la vida ni tengo intención de hacerlo. Quiero que sienta lo que sentía yo cuando mi padre iba a castigarme por algo.
«A mí tú no me la das», decía, señalándose el pecho con el índice, y luego a mí. «¡A mí tú no me la das!», me dan ganas de gritar mientras intento guardar el cigarrillo y el encendedor en el bolsillo.

CÁSCARA DE NUEZ



"Pues aquí estoy, cabeza abajo en una mujer, con los brazos cruzados pacientemente; esperando; esperando y preguntándome quién soy yo allí dentro, para qué estoy allí. Mis ojos se cierran con nostalgia cuando recuerdo cómo llegué al interior de mi translúcido saco amniótico, cómo floté entre sueños en la burbuja de mis pensamientos a través de mi océano privado, dando volteretas a cámara lenta. Creo que soy inocente, pero, al parecer, formo parte de un complot. Creo que el corazón de mi madre -bendita sea por siempre-, con su ruidoso chapoteo, está implicado en él”.

Así empieza la novela de McEwan y en este tono transcurre, una mezcla de humor negro y alta literatura que atrapa desde el primer al último párrafo de sus, aproximadamente, 200 páginas.
Creo que no desvelo nada si digo que el narrador omnisciente es un feto que se asoma al mundo a través de su oído y su intuición, con un lenguaje tan poco común que cautiva e intriga al lector empujándole hacia el acto final con una mezcla de intriga y certidumbre que no resta ni un ápice de calidad al conjunto de la novela.
Tampoco desveló nada nuevo si digo que el talento de McEwan consigue llevar a buen puerto un argumento loco que en cualquier otro novelista sería absurdamente patético.
Los personajes, cuatro, están construidos de sentimientos crudamente reales: amor, odio, venganza, rencor, ambición, incertidumbre, egoísmo...... una construcción que se mantiene sólidamente anclada gracias a un narrador atípico y a un escritor magnífico.
Me ha encantado!!


RESEÑA DE CLARA GLEZ. para LIBROS, 31 de Marzo de 2017.
Cascara de nuez - Ian McEwan.
“Pues aquí estoy, cabeza abajo en una mujer”, así comienza cascara de nuez..
Aunque con la sinopsis de este libro nos hacemos una idea de su contenido, no se puede decir que haga spoiler, porque la maraña de pensamientos y preguntas de este feto es lo que merece la pena, la razón del libro.
Nada de lo que cuenta este ser que aún no ha visto la luz , puede dejarte indiferente, desde el lugar donde se supone será su nacimiento, el amor –odio que siente por sus progenitores, según el devenir de los acontecimientos.
La visión del mundo que se supone que le dará cobijo, los planteamientos casi metafísicos del futuro, la complejidad de sus sentimientos, nada te deja indiferente, nada deja de plantearte preguntas sobre la realidad del mundo en que vivimos.
El discurso de este neonato, a veces irónico, a veces redicho, con una visión traumática de lo que siente, hace que no puedas olvidarte de él. Que leas y leas, para que cuando acabe , te plantees una relectura más pausada, porque es un libro que hay que digerir, despacio, quizás con una segunda lectura.
No quiero alargarme en enumerar las sensaciones, las preguntas, los sentimientos que me ha traído esta lectura, sólo diré que no me dejó impasible. Una sensación agridulce, al pensar que se le puede transmitir a los hijos queriendo o sin querer, antes de su nacimiento…

Sinopsis (Ed. Anagrama)
Trudy mantiene una relación adúltera con Claude, hermano de su marido John. Éste, poeta y editor de poesía, es un soñador depresivo con tendencia a la obesidad cuyo matrimonio se está desintegrando. Claude es más pragmático y trabaja en negocios inmobiliarios. La pareja de amantes concibe un plan: asesinar a John envenenándolo. El motivo: una mansión georgiana valorada en unos ocho millones de libras que, si John muere, heredará Trudy.
Pero resulta que hay un testigo de esta maquinación criminal: el feto que Trudy lleva en sus entrañas. Y en una pirueta de triple salto mortal que parece imposible de sostener pero le sale redonda, McEwan convierte al feto –al que todavía no han puesto nombre porque no ha nacido– en el narrador de la novela, desde la primera página hasta la última.
Lo que sigue es una mezcla genial de comedia negra, trama detectivesca y astuta reescritura intrauterina de un gran clásico, por cuyas páginas asoman también una joven poetisa amante de John y una bregada inspectora de policía. Pero además de observar desde primera fila los preparativos del asesinato de su padre a manos de su madre, el feto filosofa sobre el mundo y la vida, lanza preguntas incómodas y se lo cuestiona todo, mientras las copas de vino –y alguna bebida de más graduación– que bebe su madre tienen efectos mareantes sobre él.
Jugando con un narrador inaudito, Ian McEwan plantea un audaz experimento literario que es un auténtico tour de force sólo al alcance de un escritor superdotado. Y el resultado es una novela redonda que avanza con el palpitante ritmo de un thriller, trufada del mejor humor británico.

Cáscara de nuez (fragmento)

1Así que aquí estoy, cabeza abajo dentro de una mujer. Aguardo con los brazos pacientemente cruzados, aguardo y me pregunto dentro de quién estoy, qué hago aquí. Los ojos se me cierran con nostalgia cuando recuerdo que iba a la deriva en mi bolsa corporal translúcida, flotaba en sueños dentro de la burbuja de mis pensamientos a través de mi océano particular de volteretas a cámara lenta, chocando suavemente contra los límites transparentes de mi encierro, la membrana acogedora que vibraba, mientras las amortiguaba, con las voces de unos conspiradores de una ruin empresa. Esto fue en mi juventud despreocupada. Ahora, totalmente invertido, sin un milímetro de espacio para moverme, con las rodillas apretadas contra el vientre, mis pensamientos, al igual que mi cabeza, están muy ocupados. No me queda otro remedio que tener la oreja pegada día y noche contra las sanguinolentas paredes. Escucho, tomo notas mentalmente y estoy preocupado. Oigo conversaciones íntimas sobre un designio mortífero y me aterra lo que me espera, lo que podría arrastrarme.
Estoy inmerso en abstracciones, y sólo las relaciones que proliferan entre ellas crean la ilusión de un mundo conocido. Cuando oigo «azul», cosa que nunca he visto, imagino una especie de suceso mental que se acerca mucho a «verde», cosa que tampoco he vis- to nunca. Me considero inocente, exonerado de lealtades y obligaciones, un espíritu libre, a pesar de mi exiguo habitáculo. No hay nadie que me contradiga ni me reprenda, no hay nombre o dirección anterior, no hay religión ni deudas ni enemigos. En mi agenda, si existiera, sólo figura mi próximo nacimiento. Soy, o era, a pesar de lo que dicen ahora los genetistas, una pizarra en blanco. Pero una pizarra porosa, escurridiza, que no serviría para un aula ni para el tejado de una casa de campo, una pizarra que se escribe a sí misma a medida que crece cada día y se va llenando. Me considero inocente, pero al parecer formo parte de una intriga. Mi madre, bendito sea su corazón incesante que chapotea ruidoso, parece estar implicada.

RECURSOS INHUMANOS



"Me llamo Alain Delambre y tengo cincuenta y siete años. Soy un directivo en paro."
«En Mensajerías Farmacéuticas, donde trabajo, Mehmet es «supervisor», y siguiendo un comportamiento vagamente darwiniano, cuando asciende pasa de inmediato a despreciar a sus antiguos compañeros y a considerarlos meras lombrices. Me he encontrado muchas veces con eso en mi carrera, y no solo entre trabajadores inmigrantes. Lo he visto en mucha gente que venía de abajo, de hecho. En cuanto progresan, se identifican con sus superiores con una convicción tal que los superiores no se atreverían a soñar. Es el síndrome de Estocolmo aplicado al mundo del trabajo».
Esto es lo más sensato que he leído en la nueva novela de Lemaitre, la definición del "trepa" y la presentación del protagonista.
El resto es tan increíble, tan atropellado, tan delirante y caricaturesco que arruina de forma irremediable la magnífica prosa de Lemaitre e incluso el atinado título de la novela.
Este autor me tiene "descolocada" porque entre ráfagas de talento brutal y personajes absolutamente inspirados nos cuela argumentos increíbles y personajes anodinos o, lo que es peor, personajes deficientemente construidos en argumentos delirantemente deconstruidos.
Poco más puedo decir de una novela protagonizada por un débil mental con aspiraciones de superhéroe al que acompañan una serie de bobos y fantasmas que caen en todas sus trampas sin ton ni son....
Me ha decepcionado profundamente y ello sumado a algún otro fiasco perpetrado por el autor hará que le olvide durante un tiempo.

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
Puede el paro convertirnos en una bomba de relojería?
Con humor, crudeza y un realismo brutal, Lemaitre explora el lado más inmoral del mundo empresarial y los efectos perversos que el desempleo puede llegar a tener en cualquiera de nosotros.
Me llamo Alain Delambre y tengo cincuenta y siete años. Soy un directivo en paro.»
El antaño flamante director de recursos humanos Alain Delambre ha perdido toda esperanza de encontrar trabajo y se siente cada vez más marginado. Cuando una empresa de reclutamiento considera su candidatura, está dispuesto a todo con tal de conseguir el empleo y recuperar su dignidad, desde mentir a su esposa hasta pedirle dinero a su hija para poder participar en la prueba final del proceso de selección: un simulacro de toma de rehenes. Sin embargo, la ira acumulada en años de agravios no tiene límites... y el juego de rol puede convertirse en un macabro juego de muerte.
La novela ganadora del Premio de Novela Negra Europea, por el ganador del Premio Goncourt, tres Dagger Awards, el Premio Best Novel Valencia Negra y el Premio San Clemente, con más de 3.000.000 de lectores.

Recursos Inhumanos (fragmento)

1.

Nunca he sido un hombre violento. No me viene a la memoria ningún momento en el que haya querido matar a nadie. Sí que he tenido ataques de ira de vez en cuando, pero nunca la voluntad real de hacer daño. De destruir. Así que, claro, estoy sorprendido. La violencia es como el alcohol o el sexo: no se trata de un fenómeno, es un proceso. Entramos en ellos casi sin notarlo, simplemente porque estamos maduros, porque nos llegan en el momento justo. Me daba perfecta cuenta de que estaba enfadado, pero nunca habría imaginado que aquello se transformaría en furia despiadada. Y es eso lo que me da miedo.
Y que todo esto lo haya pagado Mehmet…
Mehmet Pehlivan.
Es turco.
Lleva en Francia diez años, pero tiene menos vocabulario que un niño de esa edad. Solo conoce dos maneras de expresarse: o se cabrea o pone cara de cabreo. Y cuando se cabrea, mezcla el francés con el turco. Entonces nadie le entiende, pero a todo el mundo le queda claro lo que piensa de nosotros. En Mensajerías Farmacéuticas, donde trabajo, Mehmet es «supervisor», y siguiendo un comportamiento vagamente darwiniano, cuando asciende pasa de inmediato a despreciar a sus antiguos compañeros y a considerarlos meras lombrices. Me he encontrado muchas veces con eso en mi carrera, y no solo entre trabajadores inmigrantes. Lo he visto en mucha gente que venía de abajo, de hecho. En cuanto progresan, se identifican con sus superiores con una convicción tal que los superiores no se atreverían a soñar. Es el síndrome de Estocolmo aplicado al mundo del trabajo. Pero, cuidado, no es que Mehmet se crea el jefe, más bien lo reencarna. Es el jefe cuando el jefe desaparece. Resulta evidente que aquí, en una empresa que debe de contar con cerca de doscientos asalariados, no hay un patrón propiamente dicho, solo jefes. Pero Mehmet se siente demasiado importante como para identificarse con un simple jefe. Él se identifica con una especie de abstracción, un concepto superior al que llama «la Dirección», algo vacío de contenido (nadie conoce aquí a los directores) pero rebosante de sentido: la Dirección es como decir el Camino, la Vía. A su manera, ascendiendo por la escala de la responsabilidad, Mehmet se acerca a Dios.

jueves, 4 de enero de 2018

FELICIDAD FAMILIAR



"El papel de Polly no consistía en ser elogiada, sino en elogiar; no en ser distinguida, sino en distinguir. Su excelencia se consideraba normal y corriente, no una cualidad por la cualidad por la que hacer alharacas."
Felicidad Familiar es una de esas novelas en las que no pasa nada, aparentemente, la vida fluye en una gran familia judía de clase alta, la vida fluye en la superficie mientras una ...corriente subterránea socava los cimientos de esa familia perfecta en la que todo está decidido de antemano.
Felicidad Familiar es una novela de sentimientos y sensaciones, de pensamientos más que de acción y es la novela en la que cualquier mujer de cierta época puede reconocerse y reconocer a su familia, lo de menos es el status, lo de más la presión, la exigencia, el puño de hierro en guante de seda que nos hacer prisioneras sin grilletes y carceleras de nuestra propia prisión.
Felicidad Familiar es una novela profundamente feminista aunque el tema no se roce ni de lejos y aunque no haya sido esa la intención de la autora (realmente lo desconozco) y lo es porque su lectura obliga a plantearse las propias convicciones, lo que enseñamos a nuestras hijas y que es, de verdad, la felicidad.
Me ha gustado mucho y más que eso, me ha hecho pensar!


RESEÑA DE CLARA GLEZ. para LIBROS, 23 de Marzo de 2017

Felicidad Familiar - Laurie Colwin
Este libro se podría emparejar con la canción corazón loco. ¿ se pueden querer dos personas a la vez y no estar loco?
Polly es una chica de 30 años, felizmente casada, con dos hijos y una familia en donde los lazos familiares son fundamentales para la felici...dad.
Polly es mujer, madre, hija, esposa, hermana y trabajadora intachable, su vida se fundamenta en dar la talla a todas horas, en anteponer su familia a su vida .Hasta que un día se siente insatisfecha, sin motivos, dirían algunos, no le falta de nada, familia , dinero, posición social, pero se siente un mero peón manejado por todos.
Y conoce a Lincoln…un pintor al que le cuesta compartir su soledad, pero que colma la vida de Polly.
Claro está que esto será una mancha, algo que ocultar en la vida de esta “perfecta” Polly. Y aquí cobra vigor la canción :
“Aquí va mi explicación
A mi me llaman sin razón
Corazón loco
Una es el amor sagrado
Compañera de mi vida
y Esposa y madre a la vez
y La otra es el amor prohibido
Complemento de mi alma
Y ala que no renunciare
Y ahora ya puedes saber
Como se pueden querer
Dos mujeres a la vez
Y no estar loco…"
En este caso loca…Tremendo dilema el seguir con una vida establecida, con un marido, unos hijos, que la quieren pero como diría Antonio Gala ,son amantes sordomudos: te quieren mucho, pero ni te escuchan, ni te hablan. O dejarse llevar por un amor algo bohemio, que le haría renunciar a esa vida cómoda que tan bien conoce desde su infancia.
El libro es fácil de leer, llega a tocar los sentimientos, es sincero y valiente.
Y en mi caso me recuerda a nubosidad variable, de Carmen Martin Gaite, donde otra mujer explica sus vicisitudes a la hora de dar la talla en todos los frentes.

Sinopsis (Ed. Libros del Asteroide)
Polly es una treintañera neoyorquina casada con un exitoso abogado y madre de dos hijos encantadores. Criada en el seno de una familia judía de muy buena posición, se ha hecho adulta de la noche a la mañana, convirtiéndose en una versión moderna y más perfecta de su madre. Sin embargo, su vida dará un vuelco inesperado cuando se enamore de un pintor algo bohemio: de pronto, las ideas en las que había sido educada y su visión del mundo dejarán de tener sentido. Felicidad familiar nos cuenta la historia de una esposa y madre feliz que se ve embarcada de pronto en una impredecible relación amorosa.
Tras escribir sobre el comienzo del amor en su celebrada Tantos días felices, Laurie Colwin se ocupa en Felicidad familiar de la dificultad de cumplir las expectativas que uno se marca durante la juventud. Colwin es uno de los secretos mejor guardados de la literatura norteamericana. Su prematura muerte en 1992 le privó del éxito que sin duda merecía; aun así, el número de devotos de sus peculiares comedias de costumbres no ha dejado de crecer desde entonces.

Felicidad familiar (fragmento)
¿Te acuerdas de cuando éramos jóvenes y todo el mundo pensaba que las mujeres eran sentimentales? —preguntó Vincent—. Me pregunto quién sería el afortunado que tuvo esa ocurrencia. Descubrir que antes las cosas eran aburridas pero ahora son absolutamente extrañas es algo horroroso. Las chicas a las que conocía las veo ahora como superfluas, pero empiezo a pensar que una mujer que se derrita por ti puede resultar muy atractiva.

MÁS ALLÁ DE LA VERDAD


Séptima entrega de la serie de novelas protagonizadas por Hanne Wilhelmsen, subinspectora de homicidios en la jefatura de policía de Oslo (Noruega).

Esta es la entrega número 7 de la serie protagonizada por la inspectora Hanne Wilhelmsen , lo curioso es que yo ya he leído la entrega 8 e incluso una que podría pertenecer a la serie, en la que Wilhelmsen actúa como personaje secundario....., misterios de la política editorial española.

Dejando al margen estas cuestiones, la verdad es que Wilhelmsen me gusta, es un personaje intenso y bien construido que nos conduce siempre hasta el borde del abismo, en esta novela nada es verdad, todo es verdad y solo Hanne puede conducir la investigación hasta un final trepidante e insospechado.
Lo he pasado bien y espero la traducción de las últimas entregas, porque las que siguen ya las he leído....

Sinopsis (Ed. Reservoir Books)
Cuando leas un libro de la serie de la inspectora Hanne Wilhelmsen no vas a poder parar.
«¡Cuatro cadáveres, Hanne! La madre, el padre, el hijo mayor y otro del que no sabemos nada.»
Poco antes de Navidad, un grotesco asesinato múltiple en uno de los barrios más acomodados de Oslo tiene a la opinión pública en vilo. ¿Ha sido una tragedia familiar? La inspectora Hanne Wilhelmsen no lo cree. Hay demasiados cabos sueltos. ¿Quién es la cuarta víctima? ¿Y qué hacía con los Stahlberg, la famosa estirpe de armadores?
Las luchas de poder en el seno de la familia Stahlberg y el extraño comportamiento del nuevo presidente de la empresa naviera tampoco le facilitan precisamente la búsqueda del asesino a Hanne. Y aún más complicada es su relación con sus viejos colegas, sobre todo con su compañero de investigaciones, Billy T. Tanto más cuando ella insiste en que quizá la clave de todo esté en otro asesinato múltiple cometido tiempo atrás.

Más allá de la verdad (fragmento)

Jueves, 19 de diciembre

Era un perro viejo. Tenía las caderas anquilosadas. La enfermedad le había conferido el aspecto de una hiena de pecho ancho y cuello poderoso que desembocaban en un trasero ínfimo. Llevaba el rabo pegado a los testículos.
El sarnoso animal iba y venía, nadie era capaz de recordar cuándo lo había visto por primera vez. En cierto modo formaba parte del lugar, una molestia inevitable, como el ruido del tranvía, los coches mal aparcados o las aceras cubiertas de hielo. Era preciso tomar precauciones: cerrar la puerta del sótano, llamar al gato para que pasara la noche en casa y dejar bien tapados los cubos de basura del patio trasero.
De vez en cuando algún vecino presentaba una queja ante las autoridades sanitarias, sobre todo si amanecían tres mañanas seguidas con restos de comida y otros desperdicios tirados junto al soporte de las bicicletas. No solían recibir respuesta alguna y nadie hizo nunca nada para atrapar al perro.

CAFÉ AMARGO


Última novela de Simonetta Agnello Hornby que, en su línea habitual, nos relata un retazo de historia italiana a través de una familia, de varias familias sicilianas y, sobre todo, a través de un triángulo amoroso que es una verdadera aproximación a la historia italiana del último siglo "ni contigo ni sin ti...."
De Libia a la Segunda Guerra Mundial, pasando por el nacimiento del fascio, dos familias sicilianas unidas por el matrimonio de Maria y Pietro, sobreviven al mundo que cambia y sobreviven a pesar de sí mismas.
Se mantiene el estilo elegante y claro de la escritora y ese toque especial que hace que sus novelas nos conquistan.
Me ha gustado!!

Sinopsis (Ed. Tusquets)
Un amor clandestino en la Italia convulsa de la primera mitad del siglo XX.
Ojos grandes y almendrados, cabello castaño: la belleza de Maria seduce al joven Pietro Sala (hasta el punto de que la pide en matrimonio aunque ella no tenga dote alguna), y también, de manera más sutil, a Giosuè, el joven al que el padre de Maria ha acogido y que ha sido para ella como un hermano mayor. Maria tiene sólo quince años, Pietro treinta y cuatro; él es unbon vivantque ama los viajes, el juego, las mujeres; ella proviene de una familia socialista de grandes ideales pero magros recursos. Y sin embargo el matrimonio resulta ser feliz: fuera de los muros familiares, Maria descubre la libertad y el derecho al placer. Sin embargo, durante un viaje a Trípoli, con el desierto como cómplice, Maria descubre los soterrados lazos que siempre la han atado a Giosuè. Comienza así una historia de amor que durará más de veinte años, llena de encuentros clandestinos, de separaciones, de amargas consecuencias familiares, hasta que ambos encuentren una nueva paz…después de una sangrienta guerra.
Desde los «fasci» sicilianos hasta el ascenso del fascismo y la segunda guerra mundial, la autora sigue las andanzas y vicisitudes de la protagonista, convirtiendo su vida poco convencional en un fragmento decisivo de la historia de Sicilia y de Italia.


Café amargo (fragmento)

1
Un enamoramiento de otros tiempos

Alto y reluciente como el carro de Santa Rosalia, el Isotta Fraschini subía retumbando por via Grande, una calle que cruzaba serpenteando el pueblo de Camagni. Debajo de la capota de lona impermeable, Pietro Sala iba al volante —gorra de cuero negro, gruesa chaqueta turquesa, anteojos y bufanda— con Leonardo a su lado, él también con gorra, anteojos y sobretodo gris cruzado. En cada curva, el automóvil parecía rozar los muros de las casas: detrás de las contraventanas, muchos ojos atónitos.

Vía Grande se había quedado vacía. Las mulas de carga con provisiones y mercancías a lomos habían sido atadas a toda prisa en las anillas de las escaleras que cortaban la calle. Como hormigas enloquecidas, la gente, las carretillas, las calesas y las carrozas habían buscado refugio. Los zaguanes nobles estaban abarrotados de extraños, al igual que el interior y los umbrales de las tiendas, las putìe; los carreteros habían acercado los carros a los muros y habían echado una manta sobre la cabeza de las mulas. De vez en cuando resonaban rebuznos aislados y gritos de algún memo. Los perros estaban alerta. Las escaleras exteriores de las casas y las escalinatas de las iglesias se habían transformado en palcos y refugios.
Al paso del vehículo, accionado por una energía inanimada, los alumnos del Colegio Menor Nacional, apiñados en los balcones del internado, dieron rienda suelta a un aplauso entusiasta. Fue suficiente para que volviera la normalidad. Los perros ladraban. La gente se echaba a la calle, curiosa. Los chicos seguían al automóvil despreocupados del humo que les abrasaba los ojos y la garganta. Cu sunnu i forasteri? Cu c’i purta? Unni vannu? ¿Quiénes son esos forasteros? ¿Quién conduce? ¿Adónde van? ¿Qué clase de máquina es ésa? En la última curva, el Isotta Fraschini aminoró la marcha; después volvió a acelerar hasta que llegó a la placita a la que daba el barroco palacio Tummia.


RESTOS MORTALES


Vigesimosexta entrega de la serie de novelas protagonizadas por el comisario veneciano, Guido Brunetti.

Hace ya tiempo que no me encontraba con Brunetti y, la verdad, siempre reconforta pasear por Venecia con los viejos amigos. En esta última novela el comisario es más protagonista que nunca (su familia esta vez es muy secundaria), esta estresado y tiene que marcharse un par de semanas a una finca cercana para reposar y olvidarse de los problemas pero......algo surge que trastoca sus planes.
He visto un Brunetti más íntimo, más reflexivo, con más dudas acerca de todo....será la edad.
Acostumbrada a los finales abruptos de Donna Leon no me ha sorprendido esta novela, pero quizás debería moderar la tendencia.
Lo dicho, recomendable para fans y para pasar el rato porque un Brunetti al año, no hace daño.
Sinopsis (Ed. Seix Barral)
Entrega número 26 de la exitosa serie del comisario Brunetti, la primera que aborda la ecología y los delitos contra el medioambiente.
El infalible comisario Brunetti necesita unas vacaciones. Así se lo ha recomendado su doctora y también insiste en ello su esposa Paola, que finalmente convence a su marido para que se vaya una temporada a una casa familiar en San Erasmo, la isla más grande de la laguna veneciana. El comisario tiene pensado pasar unas semanas casi en plena soledad, leyendo libros y haciendo el tipo de trabajo manual que le ayude a mantener la cabeza alejada de la oficina. Una vez allí, Brunetti entabla amistad con Davide Casati, el hombre encargado de cuidar la casa, un tipo duro y peculiar al que sólo parece haber una cosa que le preocupa desde la muerte de su mujer: el cuidado de sus abejas, que misteriosamente están desapareciendo a causa de algún extraño fenómeno que afecta a toda la zona. Cuando Casati, que conoce cada una de las islas al milímetro y es un experto navegante, aparece ahogado en las aguas de la laguna, Brunetti pondrá a su equipo a resolver un asunto que implica a una gran empresa dedicada al manejo de residuos tóxicos y que podría poner en peligro el equilibrio natural del ecosistema.

Restos mortales (fragmento)

1Tras el intercambio habitual de fórmulas de cortesía, la sesión se había alargado media hora más y Brunetti empezaba a sufrir las consecuencias. Le habían pedido al hombre que tenían delante — un abogado de cuarenta y dos años cuyo padre era uno de los notarios de mayor éxito y, por consiguiente, con más poder de toda la ciudad— que acudiese esa mañana a la questura porque dos personas distintas lo habían nombrado como el individuo que dos días antes le había ofrecido unas pastillas a una chica en una fiesta que se había celebrado en un domicilio particular.
La joven se las había tomado con un zumo de naranja que, según la información que había recibido la policía, también le había dado el mismo hombre. Un rato después se había desmayado y la habían llevado a urgencias del Ospedale Civile, donde había quedado ingresada con pronóstico reservado. Antonio Ruggieri había llegado puntual a las diez y, como muestra de su fe en las capacidades y probidad de la policía, no se había molestado en llevar consigo a otro abogado. Tampoco se había quejado del calor que hacía en aquella sala de ventana única, aunque había posado la mirada un instante en el ventilador de la esquina, que hacía lo que podía — si bien en vano— por contrarrestar el bochorno agobiante del mes de julio más caluroso del que se tenía constancia.