domingo, 20 de agosto de 2017

EL PSICOANALISTA


Un juego de gato y ratón comienza el día en que Ricki Stark cumple 53 años, un juego que se va transformando y en, casi, 400 páginas atrapa al lector hasta dejarle asombrado y exhausto¡
No había leído nada de Katzembach, hasta ahora, y realmente me ha gustado, no será Nobel de Literatura, pero entretiene de lo lindo¡¡¡

El Psicoanalista (fragmento)

Feliz 53.° cumpleaños, doctor. Bienvenido al primer día de su muerte. (…)
Pertenezco a algún momento de su pasado. Usted arruinó mi vida. Quizá no sepa cómo, por qué o cuándo, pero lo hizo. Llenó todos mis instantes de desastre y tristeza. Arruinó mi vida. Y ahora estoy decidido a arruinar la suya. (…)
Al principio pensé que debería matarlo para ajustarle las cuentas, sencillamente. Pero me di cuenta de que eso era demasiado sencillo. Es un objetivo patéticamente fácil, doctor. De día, no cierra las puertas con llave. Da siempre el mismo paseo por la misma ruta de lunes a viernes. Los fines de semana sigue siendo de lo más predecible, hasta la salida del domingo por la mañana para comprar el Times y tomar un bollo y un café con dos terrones de azúcar y sin leche en el moderno bar situado dos calles más abajo de su casa. Demasiado fácil. Acecharlo y matarlo no habría supuesto ningún desafío. Y, dada la facilidad de ese asesinato, no estaba seguro de que me proporcionara la satisfacción necesaria. He decidido que prefiero que se suicide.
Ricky Starks se movió incómodo en el asiento. Podía notar el calor que desprendían las palabras, como el fuego de una estufa de leña que le acariciara la frente y las mejillas. Tenía los labios secos y se los humedeció en vano con la lengua.
Suicídese, doctor.
Tírese desde un puente. Vuélese la tapa de los sesos con una pistola. Arrójese bajo un autobús. Láncese a las vías del metro. Abra el gas de la estufa. Encuentre una buena viga y ahórquese. Puede elegir el método que quiera. Pero es su mejor oportunidad. Su suicidio será mucho más adecuado, dadas las circunstancias de nuestra relación. Y, sin duda, una manera más satisfactoria de que pague lo que me debe. Verá, vamos a jugar a lo siguiente: tiene exactamente quince días, a partir de mañana a las seis de la mañana, para descubrir quién soy. Si lo consigue, tendrá que poner uno de esos pequeños anuncios a una columna que salen en la parte inferior de la portada del New York Times y publicar en él mi nombre. Eso es todo: publique mi nombre. Si no lo hace… Bueno, ahora viene lo divertido.

SACRIFICIO A MÓLEK


Quinta entrega de la serie protagonizada por Rebecka Martinsson.

De nuevo en la gélida y oscura Kiruna, de nuevo los problemas y obsesiones de la fiscal Rebecka Martinsson, sus vecinos y el pasado vuelven para atormentarla y, como siempre, no sé como se las arregla esta joven termina en el hospital....
Aunque se adivina parte de la trama desde el principio, el final es un tanto sorprendente.
Me ha gustado para dos tardes lluviosas, pero creo que Åsa Larsson debe seguir mejorando tramas y personajes.

Sacrificio a Mólek (fragmento)

"Estoy leyendo el Cuarto Libro del Levítico. Dios está furioso. Recita las leyes y los castigos que sufrirán los que no las sigan. Maldice y amenaza sin parar. En el capítulo veinte, bajo el título de «Sanciones», el Señor dice que el que entregue uno de sus hijos a Mólek morirá sin remedio, el pueblo lo lapidará. Dice Dios: «Volveré el rostro contra ese hombre y lo extirparé de su pueblo». Me pregunto cómo lo hará si ya ha sido lapidado. Dice también que si el pueblo cierra los ojos ante ese hombre que entregó uno de sus hijos a Mólek, toda su descendencia sufrirá la ira de Dios.
Leo un poco sobre Mólek. Parece ser un dios que puede otorgar riquezas, buenas cosechas y victoria en la guerra. ¿Qué dios no ha prometido precisamente eso? Se sacrificaba a niños. Había estatuas de Mólek, huecas, de cobre. Se hacía fuego dentro de la estatua, que se ponía al rojo vivo. Después se colocaba al niño en el regazo de Mólek.
Pensaba en todo esto cuando escribía este libro. Sacrificar a un niño por el éxito, para honrar este mundo.
¿Cómo puede ladrar un perro de ese modo? Samuel Johansson nunca había oído ladrar así.
Está en la cocina preparándose un bocadillo. Su elkhound está atado a una correa elástica en el jardín. Todo estaba tranquilo hasta que el perro empezó a ladrar. Al principio de forma penetrante y malhumorada.
¿A qué le ladra? Seguro que no es ninguna ardilla. Reconoce el ladrido a las ardillas. Tampoco es un alce. El ladrido a los alces es más sordo y constante.
Después ocurre algo. El perro chilla.
Aúlla como si se hubieran abierto las puertas del infierno. Es un sonido que despierta un miedo frío en Samuel Johansson.
Entonces se hace un silencio absoluto.
Samuel sale corriendo afuera. Sin chaqueta, sin zapatos. Sin un pensamiento claro."

NUBES DE KÉTCHUP


Los adolescentes son un pozo de sorpresas y sus pensamientos "nubes de kétchup" que, a veces, enturbian el presente y ensombrecen el futuro.
Esta es una novela sobre la culpa, esa insidiosa nube que se asienta sobre la vida y no deja ver la luz. La culpa y el silencio que matan la alegría y la juventud, que arruinan el amor y borran el futuro. Esta no es, sin embargo, una novela triste, escrita con el estilo peculiar de Annabel Pitcher, logra engancharnos a la vida en un pueblo de York y a los sentimientos de una adolescente a la que le gusta escribir cartas.
Me ha gustado¡¡¡

Nubes de kétchup (fragmento)

"calle Ficticia, 1 Bath 1 de agosto
Querido señor S. Harris:
No tenga en cuenta la mancha roja de la esquina. Es mermelada, no sangre, aunque igual tampoco hace falta que le explique la diferencia. No era precisamente mermelada de su esposa lo que la policía le encontró a usted en el zapato.
La mermelada de la esquina es de mi sándwich. De frambuesa, casera. La hizo la abuela. Hace siete años que murió, y esa mermelada fue la última cosa que hizo. O sea, si no se cuentan las semanas que se pasó en el hospital enganchada a una de esas cosas del corazón que hacen bip bip si tienes suerte y biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip si no. Y eso fue lo que se oyó en su cuarto del hospital hace siete años: biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip. Mi hermana pequeña nació seis meses más tarde y mi padre le puso el nombre por la abuela. Dorothy Constance. Luego, mi padre, cuando paró de lamentarse, decidió acortárselo. Como mi hermana es pequeña y redonda la acabamos llamando Dot, que significa punto en inglés.
Mi otra hermana, Soph, tiene diez años. Las dos son rubias con el pelo largo y los ojos verdes y la nariz respingona, pero Soph es alta y delgada y más morena de piel, como si a Dot la hubieran amasado y la hubieran metido diez minutos en el horno. Yo soy distinta. Morena de pelo. De ojos castaños. Estatura normal. Peso normal. Corriente, supongo. Solo con mirarme jamás adivinaría usted mi secreto.
Al final me ha costado terminarme el sándwich. No es que la mermelada estuviera mala ni nada de eso, porque esterilizando los frascos aguanta años. Por lo menos eso es lo que dice mi padre cuando ve que mi madre arruga la nariz. La tiene respingona ella también. El pelo lo tiene del mismo color que mis hermanas, pero más corto y tirando a ondulado. Mi padre lo tiene más parecido al mío, solo que con mechones blancos encima de las orejas, y tiene esa cosa que se llama heterocromía, que significa que un ojo lo tiene castaño y el otro, en cambio, mucho más claro: azul cuando hace bueno, gris si el cielo está cubierto. «El cielo entero en un ojo», le dije una vez. Mi padre también tiene un hoyuelo en mitad de cada mejilla, y tampoco sé si nada de esto importa en realidad, pero supongo que está bien que le haga un retrato de mi familia antes de decirle lo que he venido a decir."

1222


Novena entrega de la serie protagonizada por Hanne Wilhelmsen.

En un ambiente opresivo, gélido y tormentoso, vuelve la ex-subinspectora Hanne Wilhelmsen tan lúcida como en sus mejores tiempos.
Novela diferente en un hotel de montaña 1222 m sobre el nivel del mar y dividida en capítulos titulados según la escala Beaufort., el viento sopla dentro y fuera.
En estos días lluviosos de vacaciones he disfrutado de nuevo con una novela de Anne Holt.

1222 (fragmento)

1

Como el maquinista fue el único que murió, no se puede hablar de catástrofe. Cuando debido a un fenómeno meteorológico que sigo sin entender del todo el tren descarriló y no entró como debía en el túnel de Finsenut, había 269 personas a bordo. Un maquinista muerto constituye solo un 0,37 por ciento del número total del grupo. Teniendo en cuenta las circunstancias, fuimos muy afortunados. Aunque en el choque hubo muchos heridos, la mayoría fueron leves: piernas o brazos rotos, traumatismos craneales, arañazos, magulladuras y pequeños cortes, claro; apenas hubo una persona en el tren que no quedara físicamente marcada por el choque. Pero, como ya he señalado, solo una víctima mortal. Y sin embargo, por los gritos que atravesaron el tren en los minutos siguientes al accidente, podía parecer que se trataba de una gran catástrofe.
Permanecí mucho rato sin hablar con nadie. Estaba convencida de que era una de los pocos supervivientes, y además tenía en los brazos un bebé desconocido. Me llegó por los aires desde atrás cuando ocurrió el choque, me rozó el hombro y dio contra la pared que había justo delante de mi silla de ruedas, antes de aterrizar sobre mis rodillas con un suave golpe. En un acto reflejo abracé el bulto, que no paraba de chillar. Volví a respirar y noté el seco olor a nieve.

LA VOZ DEL PASADO


Siempre me han gustado las novelas de espías, esas novelas clásicas y oscuras en las que el poder y el conocimiento se hallan en los lugares más inesperados.
Tramas complicadas y secretos que no deben ser revelados, personalidades ocultas y traidores, muchos traidores. Todo eso lo he encontrado en esta novela de Fernando Rueda, una novela de espías en castellano, internacional y muy-muy buena¡¡¡

Sinopsis (Ed. Martínez Roca)
Manuela Langares, Ela, es una joven, prometedora y ambiciosa funcionaria que acaba de ser nombrada directora de operaciones del CNI, un cargo del servicio secreto que por primera vez en la historia ocupa una mujer. Muy apegada a su abuelo, recibe de este una serie de cintas que le grabó como testamento. En ellas, Ela irá descubriendo un mundo y una historia cautivadores que nunca hubiera podido imaginar. Las grabaciones son un vívido retrato de la España de la época, y por ellas desfilarán personajes fascinantes como Kim Philby —el agente doble más famoso de todos los tiempos—, importantes dirigentes nazis que se afincaron en España, familias reales europeas, princesas o papas... Todos estos recuerdos, que tienen por escenario medio mundo y que se gestaron en un ambiente y una época apasionantes, ofrecerán a Ela una explicación tanto de la vida de su abuelo como de la de su propio padre, y la ayudarán a ponerse sobre la pista de una trama política que se inició en la guerra hace setenta años y cuyas consecuencias aún perduran.

La voz del pasado (fragmento)

"Estas cintas que empiezo a grabar son exclusivamente para ti. No creo que tu padre quiera contarte el fructífero y detestable trabajo que algunos montamos a lo largo de decenas de años, pero, por si llega ese día o descubres por cualquier otro motivo aquello a lo que me dediqué, voy a bucear en el baúl de los recuerdos y a desvelar íntegros los secretos de mi relación secreta y la de algunos amigos con Philby"


RECUERDA QUE SIEMPRE TE QUERRÉ


Cinco relatos para una tarde lluviosa.
Elizabeth George explora personalidades, plantea conflictos y resuelve crímenes; lejos del inspector Thomas Lynley pero muy cerca de su estilo habitual.
Todos los relatos tienen una "exposición previa" en la que la escritor explica el momento y motivación de cada uno de ellos. Son 5 con los siguientes títulos:

- Exposición
- La sorpresa de su vida
- Unas buenas vallas no siempre serán suficiente
- Recuerda que siempre te querré
- Yo, Ricardo

Se deja leer¡

Les dejo un fragmento del relato que da título al volumen:

Recuerda que siempre te querré (fragmento)

<p> Recuerda que siempre te querré</p> "Charlie Lawton no lloró en el entierro de su marido. Ya había llorado todo lo que tenía que llorar cuando ocurrieron los hechos, y también en el funeral. Tras la horrible muerte de su esposo había llorado a mares hasta quedarse sin lágrimas. Así que lo contempló todo como atontada.
Antes le habían ofrecido las opciones para el entierro. Una de ellas era que el ministro dijese una breve oración e inmediatamente todos se marcharan a celebrar una sombría recepción en la que a los asistentes al duelo se les proporcionaría un poco de comida, de bebida y una última oportunidad de decirle palabras de consuelo a ella, la viuda de Eric Lawton. Otra consistía en quedarse y contemplar cómo bajaban el ataúd elegido a toda prisa; luego podría coger una flor de la corona funeraria que ella misma, llena de angustia, había adquirido sólo dos días antes y arrojarla dentro de la tumba, cosa que animaría al resto de asistentes a hacer lo mismo. Por último podía optar entre dirigirse a la limusina que la esperaba o quedarse todo el entierro hasta que la excavadora, que aguardaba a una discreta distancia, se acercase con estruendo y echara la tierra encima del ataúd de castaño. Cabía la posibilidad de quedarse hasta que la tumba estuviera sellada, el suelo apisonado y los cuadrados de césped colocados en su sitio. Incluso podía mirar cómo sujetaban la etiqueta de plástico al poste que marcaría el lugar de la tumba en tanto llegase la lápida. Podía leer el nombre que había en la etiqueta, Eric Lawton, como si eso le ayudase a digerir el hecho de que su marido se había marchado para siempre. Y también podía añadir lo que faltaba: «Eric Lawton, amado esposo de Charlotte. Muerto a los cuarenta y dos años».
Eligió la primera opción. Era más fácil darse media vuelta y marcharse que quedarse a contemplar cómo el ataúd desaparecía para siempre. En cuanto a lo de proporcionar a los demás asistentes al duelo la oportunidad de demostrar el afecto que sentían por Eric arrojando flores a su tumba… Charlie no quería hacer nada que le recordase que eran muy pocas las personas que habían ido allí para acompañar el duelo.
Más tarde, una vez en casa, el dolor volvió a afligirla como un virus. Se quedó de pie ante la ventana con la garganta seca y caliente, y le dio la impresión de que empezaba a tener fiebre. Miró el jardín de atrás, en cuya creación su esposo y ella habían puesto tanto esmero y que luego habían mantenido con cariño, mientras a su espalda los presentes hablaban en voz baja por respeto al dolor y a la delicadeza de la situación.
«Tragedia», dijo alguien en voz baja."

sábado, 19 de agosto de 2017

EL INVIERNO DE LOS LEONES


Tercera entrega de la serie protagonizada por Kimmo Joentaa
Un título enigmático, un policía enigmático y unos sucesos en la helada Finlandia que ahondan en el dolor y la desesperación.
Muy bien escrita, aunque el final se adivina casi desde el principio, vale la pena leerla¡

El invierno de los leones (fragmento)

24-26 DE DICIEMBRE

1
"Kimmo Joentaa había previsto pasar solo la noche de Nochebuena, pero las cosas salieron de otra manera.
Se había apuntado con antelación para estar de servicio el 24 de diciembre y pasó todo el día en un edificio de la policía tan tranquilo que casi parecía desierto.
Sundström pasaba las vacaciones esquiando, Grönholm había por fin realizado su viejo sueño de un viaje al Caribe y Thomas Heinonen se había marchado a primera hora de la tarde para adornar el árbol de Navidad y disfrazarse para su familia de Papá Noel. Quedó en estar localizable en caso de emergencia, pero no hubo ninguna.
Joentaa se dedicó a resolver asuntos burocráticos que bien habrían podido esperar. En la radio sonaba música navideña. Violines, piano y las voces de un coro infantil. Al final, un filósofo y teólogo explicó, en un tono muy imparcial, que Jesucristo había nacido en verano. Joentaa se distrajo un momento del trabajo e intentó concentrarse en la voz de la radio, pero en seguida empezó otra vez la música, una especie de rap navideño. Frunció el ceño y volvió a la hoja de papel que tenía delante.
A última hora de la tarde, se dirigió perezosamente por el amplio vestíbulo de entrada hacía la cafetería, que estaba a oscuras. La única luz venía del árbol de Navidad, con adornos rojos y dorados junto a la máquina de las bebidas.
Al otro lado de los ventanales estaba nevando. Joentaa se sentó a una de las mesas. Había un plato con galletas en forma de estrella. Joentaa cogió una y sintió en la lengua el sabor del jarabe de arce, percibió el olor de las agujas del abeto y vio a la entrada, junto a la recepción, a una mujer que le pareció algo extraña. Estaba allí, de pie, completamente inmóvil. Joentaa esperó un momento, pero la mujer no se movió, ni dio signos de extrañeza al encontrar la recepción vacía. Tampoco parecía molestarle que de vez en cuando pasara a su lado algún policía de uniforme con tantas prisas que ni siquiera se molestaba en preguntarle por el motivo de su presencia."