miércoles, 8 de noviembre de 2017

EL LEOPARDO


Octava entrega de la serie de novelas protagonizadas por Harry Hole, policía noruego que nos ha robado el corazón.

"Ay!!! Y ahora qué va a pasar con Harry Hole!!?? Cómo pueden tardar tanto las traducciones de sus libros!!?? Snif, snif, habrá que rellenar el tiempo con otros libros..."
Este comentario de mi querida Noelia Vallina no puede ser más acertado¡¡¡
Tras esta nueva entrega de la negra-nórdica por antonomasia nos preguntamos tod@s que puede pasar porque ya hemos perdido demasiados protagonistas en el camino y Harry Hole es, ahora, nuestro único puerto y salvación.
Una novela impresionante¡¡

Sinopsis (Ed. Literatura Random House)
HARRY HOLE ESTÁ EN APUROS...
Tras el horror que supuso la resolución del último caso, Harry Hole abandonó Oslo y el cuerpo policial. Ahora se ha visto obligado a regresar por cuestiones familiares y porque se sospecha que un asesino en serie anda suelto en Noruega y solo Hole es capaz de llevar a cabo la investigación.
EL ASESINO LE TIENE EN EL PUNTO DE MIRA...
Tras asesinar a varias mujeres de forma cruel, Hole tendrá que viajar a África para descubrir el origen de La Manzana de Leopoldo, un terrorífico instrumento de tortura jamás visto. El asesino parece estar jugando con la policía y con Hole, y se sospecha que quiere matar a un grupo de personas que pasaron una noche en una cabaña en la alta montaña noruega.
LA POLICÍA NO LE FACILITA LA INVESTIGACIÓN...
Hole es el único policía que parece ver tras el velo de las cosas, y eso despierta envidias y recelos entre sus compañeros... Además, tendrá que trabajar junto a Kaja Solness, una inteligente y bellísima policía con la que establecerá una peculiar relación...

El Leopardo (fragmento)

1


El ahogamiento
Se despertó. Parpadeó ante aquella oscuridad profunda. Abrió la boca y respiró por la nariz. Volvió a parpadear. Notó que le caía una lágrima, notó que disolvía la sal de otras lágrimas. Pero ya no le bajaba la saliva por la garganta, tenía la cavidad bucal reseca y dura. Se le habían tensado las mejillas por la presión interior. Tenía la sensación de que el cuerpo extraño que tenía en la boca fuera a reventarle la cabeza. Pero ¿qué era, qué era? Lo primero que pensó al despertar era que quería descender otra vez. Bajar a esa profundidad cálida y oscura que la había rodeado. El líquido que él le había inyectado seguía surtiendo efecto, pero ella sabía que el dolor se iba acercando, lo notaba en la percusión lenta y sorda del pulso y en el fluir atropellado de la sangre en el cerebro. ¿Y él, dónde se habría metido? ¿Estaría allí mismo, detrás de ella? Contuvo la respiración, aguzó el oído. No oía nada, pero sí sentía la presencia. Como un leopardo. Alguien le había contado que el leopardo era tan silencioso que podía acercarse y llegar al lado de su presa en la oscuridad, que podía ajustar sus jadeos y respirar a tu ritmo. Contener la respiración cuando tú contienes la respiración. Le dio la impresión de que sentía el calor de su cuerpo. ¿A qué esperaba? Dejó de contener la respiración. Y en ese momento, creyó notar en la nuca la de otra persona. Se giró, agitó los brazos, pero solo encontró aire. Se acurrucó tratando de encogerse, de esconderse. Inútil.
¿Cuánto tiempo llevaba inconsciente?
Empezó a pasarse el efecto de la droga. Fue solo una décima de segundo. Pero suficiente para darle el anticipo, la promesa. La promesa de lo que estaba por venir.

DEMONIOS FAMILIARES



Desde la imagen de portada, el hermoso cuadro de Michael Thompson (Girl with a Hole in Her Stocking), hasta la última frase de la novela "....Como si hubiese aparecido un buen día debajo de una de las coles del huerto, que con tanto mimo trataba Mada”; todo en los Demonios Familiares es puramente literatura de calidad, literatura puramente Matute.
La he encontrado menos autobiográfica de lo que algunos críticos anunciaban, pero tan intima y real como siempre.
La voz de una adolescente nos guía por los prolegómenos de la Guerra Civil en un pequeño pueblo, y al "arrullo" de las balas, las explosiones y los estruendos se teje y desteje la vida de una familia y de todo un pueblo, es verdad que el final es ciertamente abrupto, se nota que no lo interrumpió una salida a tomar café, pero también es verdad que la frase final abre las puertas de la imaginación y me hace pensar en un guiño de la autora para hacer posible la invención de una historia nueva, cada un@ su propia historia¡¡¡
Me ha encantado¡¡

RESEÑADO por Rosi Torres Marino para LIBROS,  el 11 de Noviembre de 2014.
Me gusta tanto Ana María Matute tanto que esta vez esperaba mucho mas. He de ser justa, tenía que haberme echo a la idea de que leía una historia inacabada, interrumpida de forma abrupta, pero me sumergí en los personajes y el punto final me pilló desprevenida y me dio mucho coraje. Me parece que le faltaba mucho a la Matute, que su muerte guardará el secreto de como seguirían y como acabarían aquellos personajes pero también muchas correcciones, muchos mas detalles. Me ha gustado mucho la nota final, acercando un poquito mas la autora al lector...

Sinopsis (Ed. Destino)
Demonios familiares es una historia de amor y culpabilidad, de traiciones y amistad, al más puro estilo de la autora. Transcurre en una pequeña ciudad interior española en 1936, con una protagonista femenina que pronto será inolvidable


Demonios familiares (fragmento)

1Algunas noches el Coronel oía llorar a un niño en la oscuridad. Al principio se preguntaba quién sería, puesto que hacía muchos años que en la casa no vivía ningún niño. Solo quedaba, en la mesilla de noche de Madre, una fotografía sepia, una sonrisa transparente y errática — quién sabía y así de Madre o del niño—, flotando en la noche, como una luciérnaga alada. Ahora sus recuerdos, incluso los tenebrosos fantasmas de la campaña de África, se parecían cada día más a desperdicios, lo que queda, migas de pan en el mantel, de un antiguo festín. Pero su memoria recuperaba una y otra vez la imagen de Fermín, su hermano mayor. Encerrado en su marco de terciopelo malva, vestido de marinero, apoyado en un aro de madera, y siempre niño. Como un fantasma recurrente —«qué raro, es mi hermano mayor, pero yo tengo más años que él» —  , persistía allí, nadie lo había quitado de la mesilla, ni aun cuando Madre ya no estaba, hacía años que él se había casado, había nacido su hija, y Herminia, su mujer, había muerto.
Desde que empezó a anochecer, se había hecho colocar en su silla de ruedas, de espaldas al balcón abierto de la sala. Así quedaba frente al espejo que Madre había hecho colgar inclinado, de forma que quien se mirara en él, o cualquier cosa que se reflejara, parecía que iba a volcarse sobre uno mismo. Todo era entonces, como le gustaba decir a Madre, «un paso más allá de lo que parecía». Cuando él preguntaba por qué el espejo no estaba del todo contra la pared, como los cuadros, repetía ella: « Un paso más allá», con el aire misterioso de alguien que está y no está. Desde su muerte la sentía mucho más cerca que cuando vivía y se deslizaba por la casa sin ruido, siempre en zapatillas, misteriosa, como portadora de secretos y encomiendas guardadas entre algodones de silencio. Y estaba sintiendo más que recordando estas cosas cuando en el ángulo derecho del espejo surgió el resplandor anaranjado, ensanchándose en el cielo.
De pronto Yago estaba a su lado. Como en los tiempos en que aún no era su criado ­sombra (como él lo llamaba), cuando aún era su ordenanza, nunca le oía llegar, y simplemente aparecía a su lado.

lunes, 6 de noviembre de 2017

LO QUE EL DÍA DEBE A LA NOCHE



Tenía pendiente esta novela desde hace tiempo, las opiniones de mis amig@s me obligaban a leerla y, aunque, mis sensaciones con Yasmina Khadra oscilaron entre la maravilla de La trilogía de Árgel y la decepción de La ecuación de la vida; por fin he cumplido y acabo de terminar uno de los libros más emblemáticos del autor.
Lo que el día debe a la noche, me gusta desde el título hasta la frase final, ¿es una novela histórica?, no exactamente, aunque relata la historia de Argelia desde los años 30 hasta, casi, nuestros días; ¿es una historia de amor?, casi, pero no sólo una historia de amor, aunque los protagonistas se mueren de amor y se mueven por amor; ¿es una historia de amistad?, si pero no solamente amistad aunque esta nace, crece, se multiplica, muere y renace......
Así podría seguir interminablemente preguntándome de que va esta historia sin encontrar una única respuesta, porque Lo que el día debe a la noche es la historia completa de un pueblo, de un país, de varios países, de varios pueblos....a través de sus hombres y mujeres.
Una historia conmovedora en su realismo que conquista desde la primera página.
La recomiendo¡¡¡

RESEÑADO por Rossana Cabrera para LIBROS,  el 29 de Enero de 2015.
Y para ir terminando el mes de la mejor manera, un libro redondito.
Tiene todo lo que tiene que tener una buena historia: abandonos, tristezas, valentías, cobardías, guerras, amores, y tiempo curando y matando. Mujeres hermosas y amigos. De todas las calañas.
Si tiene ganas de empezar con el autor no se deje tentar por sus otros títulos. Empiece por éste.

Sinopsis (Ed. Destino)
Younes sólo tiene nueve años cuando su padre, arruinado por un especulador, pierde todas sus tierras. Totalmente agobiado, resuelve confiar el niño a su hermano, un farmacéutico integrado en la comunidad occidental de Orán. Es un sacrificio enorme que hace que acabe perdiendo el respeto por sí mismo.
Pero los ojos azules de Younes y su aspecto angelical ayudan al chico a ser aceptado por la clase acomodada de la población. Su nombre ahora es Jonas, y crece entre jóvenes colonos de los que se hace amigo inseparable. Descubrirá con ellos las alegrías de una existencia privilegiada que ni la segunda guerra mundial ni las convulsiones de un nacionalismo árabe en plena expansión pueden perturbar. Hasta el día en que llega a la ciudad Émilie, una joven fascinante que se convertirá en el objeto de deseo de todos ellos y que pondrá a prueba la complicidad fraternal de los cuatro amigos, divididos entre la lealtad, el egoísmo y el rencor que la guerra de la Independencia agrava.
La revuelta argelina será para Younes-Jonas sangrante y fratricida. Los lazos de amistad con sus amigos occidentales y el agradecimiento hacia quienes le han ofrecido una vida mejor no le van a hacer renunciar, sin embargo, a los valores inculcados por su padre y que conforman su identidad: la dignidad, el respeto hacia sus raíces y las costumbres de su pueblo y la fidelidad a la palabra dada, valores que ponen en peligro el amor desgarrador que siente por Émilie.
Yasmina Khadra relata una historia torrencial, apasionada y dolorosa que se despliega desde 1930 hasta el presente y que constituye una valerosa defensa de la doble cultura francoargelina, entre Occidente y el Islam, que, tanto de una parte como de otra, la Historia ha olvidado tantas veces.


Lo que el día debe a la noche (fragmento)
"acababa de descubrir que el árabe, el árabe bello, el árabe digno y generoso no era ni un antiguo mito ni aquello en lo que el colono lo había convertido... No tengo suficiente instrucción para explicarte lo que ocurrió dentro de mi cabeza aquel día, pero aquello cambió mi vida"

EL UMBRAL DE LA ETERNIDAD


He pasado un poco más de una semana sumergida en una ración cuádruple de "palomitas históricas" firmadas por Ken Follett, he revivido a través de las vidas de las cinco familias originales (Gales, Inglaterra, Rusia, Alemania y USA) los avatares del último tercio del siglo XX y el principio del siglo XXI.
Casi 1100 páginas de aventuras, espionaje, amor, desamor, política, derechos civiles, más amor..., más desamor, un poco de sexo, drogas y rock&roll......es decir, Follett en estado puro, bestseller puro y duro.
Que puedo decir, entretenido y previsible, fácil de leer y absorbente, "un Ken Follett al año no hace daño".
Os dejo un enlace con los tres primeros capítulos por si os apetece "catar el producto"
http://www.abc.es/cultura/libros/20140914/abci-follett-umbral-eternidad-201409131212.html

Sinopsis (Ed. Plaza y Janés)
Después de La caída de los gigantes y El invierno del mundo llega el final de la gran historia de las cinco familias cuyas vidas se han entrelazado a través del siglo XX.
En el año 1961 Rebecca Hoffman, profesora en Alemania del Este y nieta de lady Maud, descubrirá que la policía secreta está vigilándola mientras su hermano menor, Walli, sueña con huir a Occidente para convertirse en músico de rock.
George Jakes, joven abogado que trabaja con los hermanos Kennedy, es un activista del movimiento por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos que participará en las protestas de los estados del Sur y en la marcha sobre Washington liderada por Martin Luther King.
En Rusia las inclinaciones políticas enfrentan a los hermanos Tania y Dimka Dvorkin. Este se convierte en una de las jóvenes promesas del Kremlin mientras su hermana entrará a formar parte de un grupo activista que promueve la insurrección.
Desde el sur de Estados Unidos hasta la remota Siberia, desde la isla de Cuba hasta el vibrante Londres de los años sesenta, El umbral de la eternidad es la historia de aquellas personas que lucharon por la libertad individual en medio del conflicto titánico entre los dos países más poderosos jamás conocidos.

El Umbral de la Eternidad (fragmento)

1

La policía secreta convocó a Rebecca Hoffmann un lunes lluvioso de 1961.
La mañana había empezado como otra cualquiera. Su marido la acompañó al trabajo en su Trabant 500 color canela. Las antaño elegantes calles del centro de Berlín aún conservaban solares arrasados por los bombardeos de la guerra, salvo allí donde se habían construido nuevos edificios de hormigón que se alzaban erguidos como dientes falsos y mal emparejados. Hans iba pensando en su trabajo mientras conducía.
—Los tribunales están al servicio de los jueces, de los abogados, de la policía, del gobierno… de todo el mundo menos de las víctimas de la delincuencia —comentó—. Algo así es de esperar en los países capitalistas occidentales, pero bajo el comunismo los tribunales deberían estar claramente al servicio del pueblo. Mis colegas no parecen darse cuenta de ello. —Hans trabajaba en el Ministerio de Justicia.
—Llevamos casi un año casados y te conozco desde hace dos, pero nunca me has presentado a ninguno de tus colegas —repuso Rebecca.
—Te aburrirían —adujo él de inmediato—. Son todos abogados.
—¿Hay alguna mujer entre ellos?
—No. En mi sección, por lo menos, no.
Hans ocupaba un puesto administrativo: designaba jueces, programaba juicios, gestionaba los tribunales.
—De todas formas me gustaría conocerlos.
Su marido era un hombre fuerte que había aprendido a controlarse. Mientras lo miraba y ante su insistencia, Rebecca percibió en sus ojos un conocido destello de rabia, y vio que la reprimía echando mano de su fuerza de voluntad.
—Ya quedaré con ellos —dijo Hans—. Quizá podríamos ir todos a un bar alguna tarde.
De los hombres que había conocido Rebecca, Hans era el primero que estaba a la altura de su padre. Era seguro y autoritario, pero siempre la escuchaba. Tenía un buen trabajo; no mucha gente disponía de coche propio en la Alemania Oriental. Los hombres que trabajaban para el gobierno solían ser comunistas de la línea dura, pero Hans, por sorprendente que fuera, compartía el escepticismo político de Rebecca. Igual que su padre, era alto, apuesto y vestía bien. Era el hombre al que había estado esperando.
Durante su noviazgo solo dudó de él en una ocasión, y de forma muy breve. Habían sufrido un accidente de tráfico sin importancia. La culpa fue del otro conductor, que había salido de una calle lateral sin detenerse. Cosas como esa sucedían todos los días, pero Hans se puso hecho una furia. Aunque el daño sufrido por ambos coches era mínimo, llamó a la policía, les enseñó su carnet del Ministerio de Justicia y consiguió que detuvieran al otro hombre por conducción temeraria y lo llevaran a la cárcel.
Después se disculpó con Rebecca por haber perdido los estribos. Ella, asustada ante su afán de venganza, había estado a punto de poner fin a la relación, pero Hans le explicó que ese día no era dueño de sí mismo por culpa de las presiones del trabajo, y ella decidió creerlo. Su fe se había visto justificada: Hans nunca volvió a hacer nada semejante.
Cuando llevaban un año saliendo, y seis meses durmiendo juntos casi todos los fines de semana, Rebecca se preguntó por qué no le proponía matrimonio. Ya no eran unos niños: ella tenía entonces veintiocho años y él treinta y tres, así que fue ella quien se lo pidió. A Hans le sorprendió la proposición, pero aceptó.
En ese momento detuvo el coche frente a la escuela donde trabajaba Rebecca. Era un edificio moderno y bien equipado: los comunistas se tomaban muy en serio la educación. Frente a las puertas de la verja, cinco o seis chicos mayores esperaban fumando cigarrillos junto a un árbol. Rebecca no hizo caso de sus miradas insistentes y besó a Hans en los labios. Después bajó del coche.
Los chicos la saludaron con educación, pero ella sintió la avidez con que esos ojos adolescentes devoraban su figura mientras cruzaba el patio de la escuela sin esquivar los charcos.
Rebecca pertenecía a una familia con inclinaciones políticas. Su abuelo había sido socialdemócrata y miembro del Reichstag, el Parlamento alemán, hasta que Hitler llegó al poder. Su madre, concejala del ayuntamiento durante el breve período de democracia que vivió el Berlín oriental tras la guerra, también por el Partido Socialdemócrata. Sin embargo, la Alemania Oriental se había convertido en una tiranía y Rebecca no le veía ninguna utilidad a meterse en política, por lo que había canalizado su idealismo hacia la educación con la esperanza de que la siguiente generación fuese menos dogmática, más compasiva, más lista.

EL LIBRO DE MI DESTINO


Tengo que reconocer que estos libros sobre las mujeres y las sociedades islámicas "me ponen de los nervios"...y aun así repito.
Este es un libro paradigmático de la vida en Persia/Irán desde los últimos años de Sha hasta los años posteriores a la implantación del estado islámico radical. A través de los ojos de Masumeh (adolescente al principio, mujer madura al final) desfilan todos los "tópicos" y/o realidades de un país sometido, una vez tras otra, a todas las dictaduras imaginables, todas las dictaduras malas para los hombres,  peores para  sus mujeres.
Es una novela sobre la esclavitud y la sumisión, incomprensible para cualquier persona con un atisbo de inteligencia e injustificable desde cualquier punto de vista.
Debe estar bien escrita porque me ha "cabreado" sobremanera.

Sinopsis (Ed. Salamandra)
Prohibida en varias ocasiones en su país, esta novela no sólo detenta el privilegio de ser la más popular en la historia de Irán, sino también la que ha gozado de mayor repercusión internacional. Galardonada en Italia con el Premio Bocaccio y traducida a veinticinco idiomas, retrata la vida en Teherán desde los años previos a la revolución de 1979 hasta el presente a través de la mirada de Masumeh, una mujer inquieta e inteligente criada en el seno de una familia tradicional iraní.
Masumeh tiene quince años cuando conoce a Said, un aprendiz de farmacéutico, y entre ambos nace un sentimiento intenso y difícil de esconder. La relación termina saliendo a la luz, lo que provoca una inmensa decepción en su padre y la feroz oposición de sus hermanos. Condenada a recluirse en casa y aislada del mundo exterior, la única vía de escape es un matrimonio concertado. El elegido es Hamid, un hombre afable, culto y entregado a sus actividades políticas, que casi no presta atención a su joven esposa ni a los hijos que van llegando. Así pues, a lo largo de los siguientes treinta años, Masumeh sufrirá en carne propia las radicales transformaciones que experimentará Irán hasta que, cumplidos sus deberes de madre, un giro inesperado la obligará a escoger entre la felicidad individual o salvaguardar el honor que imponen las tradiciones.
El libro de mi destino es una cautivadora historia de amor y amistad, esperanza y dolor que, a través de una singular perspectiva íntima, nos abre las puertas a la turbulenta realidad de una sociedad obstinada en relegar a las mujeres a un degradante segundo plano.

El libro de mi destino (fragmento)
"Hamid apoyó la cabeza contra mi pecho y lloró como un niño. No sé cuánto rato pasamos allí sentados, llorando, mientras él no paraba de repetir: «¿Por qué? ¿Por qué no me lo dijeron? ¿Por qué no me lo dijeron?»
Al cabo de un rato, la rabia y el dolor lo llevaron a actuar. Se lavó la cara y salió de casa como un poseso. No pude retenerlo.
—Ten cuidado, podríamos estar todos vigilados. No bajes la guardia —se limitó a decirme.
Leí el artículo del periódico: durante una operación militar, habían capturado a Charzad y algunos más, los cuales, para evitar caer en manos de la SAVAK, se habían suicidado haciendo explotar las granadas que llevaban en la ropa. Lo leí una y otra vez, como si leyéndolo desde diferentes ángulos fuera a descubrir la verdad, pero el resto del texto no hacía más que desgranar los insultos de siempre a aquellos traidores y saboteadores. Luego escondí el periódico para que Siamak no lo leyera. Mi marido regresó de madrugada, agotado y desesperado.
—Es el caos. Todas las líneas de comunicación están cortadas —dijo, tumbándose en la cama sin desvestirse.
—Pero tienen tu número. Si es necesario, te llamarán.
—Entonces, ¿por qué no han telefoneado aún? Hace más de un mes que nadie se pone en contacto conmigo. Yo estaba al corriente de la operación, tendría que haber participado en ella, me habían entrenado. No sé por qué me dejaron fuera. Si hubiera estado allí, nada de esto habría pasado.
—¿Estás diciendo que te habrías enfrentado solo a todo un ejército y que habrías salvado a tus compañeros? Si hubieras estado allí, también te habrían matado. —Y pensé: «¿Por qué no lo incluyeron ni le dijeron nada? ¿Fue idea de Charzad? ¿Lo excluyeron para proteger a su familia?»
Transcurrieron dos o tres semanas. Hamid, muy nervioso, se pasaba el día fumando a la espera de noticias, y cada vez que sonaba el teléfono daba un brinco. Hizo lo posible para localizar a Mehdi y los otros miembros clave del grupo, pero no había ni rastro de ellos. A diario llegaban noticias de nuevas detenciones. Volvió a repasar todas las rutas de huida. En la imprenta hubo una purga y despidieron a varios empleados. Todos los días se producían sucesos e incidentes; el peligro estaba en el aire. Vivíamos cada segundo pendientes del desastre. "




LA FIESTA DE LA INSIGNIFICANCIA



Ni la portada, ni el título me auguraban una gran novela y, a veces, sólo a veces es mejor hacer caso a las intuiciones literarias.
Soberanamente aburrida, esta pretendida comedia "sesuda" y didáctica se me ha hecho eterna, a pesar, de que "sólo" tiene 70 páginas. Si el Sr. Kundera quiere ajustar cuentas con los comunistas, mejor que se busque otro método que repetir una anécdota de Stalin "mil veces" y si quiere decirnos que la existencia es insignificante que escriba un ensayo....bufff que aburrimiento¡¡¡¡¡
Para no ser dogmática os dejo otra crítica de Javier Aparicio, que sabe de literatura mucho más que yo y parece no haber leído la misma novela que yo, en el artículo hay un enlace para leer las primeras páginas de la novela: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/27/babelia/1409135074_152924.html

Sinopsis (Ed. Tusquets)
Una desenfadada visión del mundo que recoge la esencia de toda la narrativa de Kundera.
Proyectar una luz sobre los problemas más serios y a la vez no pronunciar una sola frase seria, estar fascinado por la realidad del mundo contemporáneo y a la vez evitar todo realismo, así es La fiesta de la insignificancia. Quien conozca los libros anteriores de Kundera sabe que no son en absoluto inesperadas en él las ganas de incorporar en una novela algo «no serio». En La inmortalidad, Goethe y Hemingway pasean juntos durante muchos capítulos, charlan y se lo pasan bien. Y en La lentitud, Vera, la esposa del autor, dice a su marido: «Tú me has dicho muchas veces que un día escribirías una novela en la que no habría ninguna palabra seria…Te lo advierto: ve con cuidado: tus enemigos acechan». Pero, en lugar de ir con cuidado, Kundera realiza por fin plenamente en esta novela su viejo sueño estético, que así puede verse como un sorprendente resumen de toda su obra. Menudo resumen. Menudo epílogo. Menuda risa inspirada en nuestra época, que es cómica porque ha perdido todo su sentido del humor. ¿Qué puede aún decirse? Nada. ¡Lean!

La fiesta de la insignificancia (fragmento)
"Más o menos al mismo tiempo en que esa ligera sonrisa iluminaba inopinadamente la cara de Ramón, el timbre de un teléfono interrumpió las reflexiones de Alain acerca de la génesis de un perdonazos. Supo enseguida que era Madeleine. No es fácil comprender cómo podían esos dos hablarse siempre tanto tiempo y con tanto gusto cuando compartían tan pocos intereses comunes. Cuando Ramón explicó su teoría acerca de los observatorios, situados cada uno en un punto diferente de la Historia, desde los que la gente se habla sin poder comprenderse, enseguida Alain recordó a su amiga, ya que, gracias a ella, también él sabía que incluso el diálogo entre auténticos enamorados, si sus fechas de nacimiento están demasiado alejadas, no es sino una mezcla de dos monólogos que el otro sólo comprende en parte. Por eso, por ejemplo, nunca sabía si Madeleine deformaba los nombres de hombres célebres de antaño porque jamás había oído hablar de ellos o si los parodiaba adrede con el fin de hacer partícipe a los demás de que no sentía el menor interés por lo que hubiera ocurrido antes de su propia existencia. A Alain eso no le molestaba. Le divertía estar con ella tal cual era, e incluso se sentía aún más contento después, cuando se reencontraba en la soledad de su estudio, donde había colgado reproducciones de cuadros del Bosco, de Gauguin (y de quién sabe qué otros), que delimitaban para él su mundo íntimo.
Siempre había tenido la vaga idea de que, si hubiera nacido unos sesenta años antes, habría sido artista. Una idea realmente vaga, porque no sabía qué quería decir la palabra artista hoy en día. ¿Un pintor convertido en un decorador de escaparates? ¿Un poeta? ¿Existirán todavía los poetas? En las últimas semanas, lo que le había alegrado era tomar parte en la fantasía de Charles, en su obra para marionetas, en ese sinsentido que lo tenía cautivado precisamente porque no tenía sentido alguno.
A sabiendas de que jamás podría ganarse la vida haciendo lo que le habría gustado hacer (pero ¿sabía acaso lo que le habría gustado hacer?), había elegido, una vez terminados los estudios, un empleo en el que debía hacer valer no tanto su originalidad, sus ideas o su talento, como su inteligencia, o sea, esa capacidad aritméticamente medible que no se distingue entre distintos individuos sino cuantitativamente —unos más, otros menos—, siendo que Alain era más bien de los que tenían más; así pues, estaba bien remunerado y podía de vez en cuando comprarse una botella de Armagnac. Unos días antes, se había comprado una y descubierto en la etiqueta un número correspondiente al año de su propio nacimiento. Se dijo que la abriría el día de su cumpleaños para celebrar con los amigos su gloria, la gloria del eximio poeta que, gracias a su humilde veneración de la poesía, había jurado no volver a escribir un solo verso más.
Contento y casi alegre después de su larga charla con Madeleine, se subió a una silla con la botella de Armagnac, que dejó en lo alto de un armario (muy alto). Luego se sentó en el suelo y, apoyado contra la pared, fijó en ella la mirada, que lentamente la fue transfigurando en una reina. "

ALGUIEN DICE TU NOMBRE


A Luis García Montero puedo perdonarle, casi, cualquier cosa si tengo en cuenta la maravilla de su poesía que leo y releo desde hace años, por eso me resulta más fácil decirle "zapatero a tus zapatos" a esos "zapatos" poéticos que bordas como nadie; deja la prosa a tu cónyuge que, también es una artista en su campo.....
Todo esto, a cuento, del proyecto fallido de contar una historia de secretos, de amores clandestinos, de iniciación y tránsito, una historia de los años 60.....suena bien eh¡¡¡ pues.....le falta algo¡

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
"Todo cambia, pero nos quedan los recuerdos. Se levantarán edificios, se asfaltarán los arrabales, se urbanizarán los descampados, pero tú recordarás siempre la geografía de este verano. La realidad es una alegoría para la memoria. Todo lo que nos afecta permanece en nosotros, aunque se pierda en el tiempo. "En el verano de 1963 España se muestra triste, espesa y encogida. El tiempo parece haberse detenido en el calendario y a todos les duelen los pies al caminar por la vida, como si les hicieran daño los zapatos. Pero en cualquier momento la suerte puede cambiar: por las grietas del presente gotea un poco de esperanza. Este verano seco, caluroso y desatinado es el del despertar de León Egea. Alejado del ambiente claustrofóbico de su pueblo y herido por la literatura, comienza a trabajar en la editorial Universo y vive su primer amor. En los momentos difíciles es importante apostar por el futuro en cómodos o incómodos plazos. Porque el futuro no será de los indiferentes. Pero hay que poner nombre a las cosas. Es lo que las hace reales, lo que les da consistencia. La ciudad detenida en el tiempo es Granada, Consuelo es la mujer bella e inevitable de la que se enamora León y el porvenir no lleva otro nombre que el del compromiso. Sí, todo empieza con el nombre.

Alguien dice tu nombre (fragmento)
"No sé lo que he querido decir con esa frase, pero Vicente aprovecha para cerrar el trato y bautiza al lotero como Juan el Justo, un mote digno de reyes o de papas. Luego me pide que me adelante a la parada del autobús para sacar los billetes. Salgo a la calle y respiro. Ha sobrado con esta mala experiencia para darme cuenta de que no sirvo como vendedor. Ni de enciclopedias ni de nada. Siempre me ha dado vergüenza hablar de dinero, incluso cuando no engaño a la gente. Si me dan mal las vueltas en una tienda, prefiero callarme antes que soportar la violencia de una discusión. Pero es que, además, me falta paciencia, no sé humillarme, no resisto las bromas de un cretino como Juan Jilguero, Juan Jabalí o Juan el Justo. Vicente tan feliz, una venta más. Yo hasta las narices de la enciclopedia con toda su fauna, su flora, sus personajes históricos, sus letras y sus batallas. El Jilguero tiene razón, somos unos gilipollas. En dos días me han llamado con gracia maricón y gilipollas.
Ahí está el mar, y yo quiero ser escritor. Su azul es el recurso inmediato que tiene el mundo para reconciliarnos con la vida. Es posible que todo el enredo de Juan Benavides haya sido una broma de Vicente, una especie de novatada como las que organizan los estudiantes veteranos en los colegios mayores. Igual se ha aprovechado de un amigo y me ha tendido una trampa para reírse de mí. Quizá por eso no atendió la advertencia del teniente de la Guardia Civil. Quién sabe. Hasta la gente más neutra tiene retranca.
El mar es el remedio. Cuando pase el tiempo se me olvidará el enfado, se me olvidará la enciclopedia, se me olvidará Vicente. Recordaré este día como la ocasión en la que vi por primera vez el mar. Mi padre nunca lo ha visto.
Le tocó el servicio militar en Zamora. Mi madre tampoco. Yo saco los billetes para el autobús de las seis y media, me desentiendo de todo y camino hacia la playa.
Hay niños jugando, criadas vestidas bajo las sombrillas y mujeres doradas en bañador. Me fijo en una pelirroja que incendia la arena, la tranquilidad del cielo y el azul del Mediterráneo cuando se levanta de su toalla y se dirige a la orilla. He tenido suerte con el azul de esta costa. Sé que el agua del Atlántico es más gris, más turbia, sin la claridad transparente y casi caribeña que reúne aquí el mar. He tenido suerte con la pelirroja. No necesita otra cosa que vivir, ser y estar en ella misma, igual que el mar, con la conciencia de que cada ola, cada reflejo, cada espuma pertenece a la misma plenitud. Dice mi profesor de Literatura que el peligro más grave de un poeta es la cursilería. Detrás de un cursi hay siempre un impostor. Siento vergüenza de ver a la pelirroja, que ahora se tira de cabeza al agua, y de pensar así en el mar: cada espuma pertenece a la misma plenitud. Ayer estuve muy cerca de una mujer desnuda. Ni siquiera tenía un bañador. Esperaba detrás de una puerta abierta, duchándose con lentitud, secándose con lentitud, llamándome con lentitud, desapareciendo con lentitud, cubierta de mala manera por una toalla. Y no fui capaz de ir hacia ella. Es más fácil ser pez que ser hombre. Nadas por la profundidad, ves a la pelirroja, te acercas en secreto, la rodeas, la observas bien y si eres tiburón te la comes, sin miedo a meter la pata, a hacer el ridículo o a que nadie te pida responsabilidades. "