viernes, 19 de enero de 2018

LA CUARTA VÍCTIMA


Novena entrega de la serie de novelas protagonizadas por Anders Knutas que trabaja en la Policía Judicial de Visby en la isla de Gotland (Suecia).

Como no tengo la cabeza para "profundidades" me he dedicado a Mari Jungstedt que no es una autora complicada sino más bien ligera con misterios que se adivinan en la cuarta página y personajes tan simples que, en ocasiones, resultan un poco aburridos.
En esta nueva entrega de la Serie Gotland tenemos a Anders Knutas en plena crisis matrimonial, a Karin su ayudante pensando en cambiar de vida y a ambos investigando un misterio que cualquier lector avezado descubrirá en los primeros capítulos. Mucho más desdibujados otros personajes habituales como Johan y su insoportable esposa.....
En fin lectura para pasar el rato sin que el dolor de cabeza "gripal" aumente.

Sinopsis (Ed. Maeva)
¿Qué relación hay entre un atraco a mano armada y un crimen nunca resuelto? Descúbrelo en una nueva entrega de la serie de Gotland.
Protagonizada por Anders Knutas, Karin Jacobson y Johan Berg, esta trepidante novela policiaca se adentra en los traumas de la infancia y en cómo su sombra puede alcanzar el futuro.Una mañana de finales de verano tres encapuchados atracan un banco a mano armada en pleno centro de Klintehamn, una pequeña localidad en la costa oeste de la isla de Gotland. En su huida en un coche robado, los ladrones atropellan a una niña de seis años. Cuando la Policía da con la casa de campo abandonada donde se ocultan, encuentran el cadáver de uno de los delincuentes, pero ni rastro de los otros dos miembros de la banda. El comisario Anders Knutas y su compañera Karin Jacobsson se encargan de la investigación. Para empezar, solo cuentan con dos datos que pueden ser de ayuda: el primero es que, según un testigo del robo, uno de los ladrones era una mujer, y el segundo, que existen conexiones con los clubes de motoristas de Gotland. Cuando ninguna de estas pistas da sus frutos, Knutas decide retomar un caso ocurrido hace años. Por su parte, el periodista Johan Berg empieza a hacer su particular aportación al caso, pero no puede sospechar que la tragedia está a la vuelta de la esquina.

La cuarta víctima (fragmento)

A primera vista todo parecía estar en orden. La casa, que se encontraba apartada, se alzaba tras un alto muro de piedra. El coche, aparcado como de costumbre en la explanada de gravilla, junto a los contenedores de basura. El suelo empedrado se veía parcialmente cubierto de arbustos de arándano rojo y musgo. Algunos pinos retorcidos, cuyas copas se balanceaban nerviosas con el viento. La terraza que daba al mar, preparada para el invierno, resultaba fría bajo el cielo plomizo, pues no había rastro de los muebles ni de la barbacoa de gasoil. Las contraventanas de la planta baja estaban cerradas e impedían cualquier intento de vislumbrar el interior. Al parecer, la víspera, la familia había llegado tarde a casa y se había ido directamente a la cama sin deshacer el equipaje.


LA HORA DE DESPERTARNOS JUNTOS


Desde los años 30 hasta la actualidad con su estilo peculiar a caballo entre el documental y la novela, Kirmen Uribe retrata a la sociedad vasca del siglo XX encarnada en la familia Letamendi Urresti.
La hora de despertarnos juntos desconcertará en su inicio al lector pero responde a esa forma de escribir de Uribe en el que la historia habla por su boca y por boca de los personajes, no hay solución de continuidad entre unos paisajes y otros, a veces esa estructura parecerá confusa pero la potencia narrativa de Uribe suple cualquier inconveniente estructural.
La vida de Karmele Urresti y Txomin Letamendi, sus padres, sus hermanos, sus hijos y sus amigos es la vida de Euskadi el siglo pasado, con luces, con sombras, sin partidismo, sin rencor, con tristeza por las vidas pérdidas y los sueños arruinados, lejos de venganzas y de ajustes de cuentas, tal vez haya llegado ya "la hora de despertarnos juntos".
Me ha encantado.

Sinopsis (Ed. Seix Barral)
La nueva novela de Kirmen Uribe, ganador del Premio Nacional de Narrativa y del Premio de la Crítica en euskera, entre otros.
A Karmele Urresti la guerra civil la sorprende en su Ondarroa natal. Mientras la población huye al exilio, ella decide quedarse curando a los heridos y tratando de liberar a su padre, que ha sido encarcelado. Al final de la guerra debe abandonar su tierra y partir hacia Francia, donde pasa a formar parte de la embajada cultural vasca. Allí conoce al que será su marido, el músico Txomin Letamendi. Juntos recorren media Europa hasta que, a punto de caer París en manos de los alemanes, huyen a Venezuela.
Pero la Historia irrumpe de nuevo en su vida. Cuando Txomin decide sumarse a los servicios secretos vascos, la familia regresa en plena Segunda Guerra Mundial a Europa, donde él realiza labores de espionaje contra los nazis hasta que es apresado en Barcelona, bajo una dictadura a la que no sobrevivirá. Karmele tendrá que arriesgarse y partir, sola esta vez, con la esperanza ciega de quien deja atrás lo más preciado.
La gran novela sobre la historia vasca, española y europea del siglo xx hasta nuestros días.

La hora de despertarnos juntos (fragmento)

PRIMER RECUERDO DE KARMELE URRESTI
1
Algunos relatos conviven en la cabeza del escritor durante largo tiempo, años incluso, antes de salir a la luz. En ese intervalo, la mayoría de ellos se malogran, allí mismo, extraviados entre las profundidades del cerebro, sin cobrar vida, pero unos pocos, no obstante, perduran latentes para siempre.
Éste es uno de esos relatos.
Sobre la familia Urresti había oído hablar a menudo en casa; a fin de cuentas, Ikerne Letamendi Urresti era de la edad de mi madre y amiga suya desde la infancia, a raíz de los veranos que compartieron durante las vacaciones escolares que Ikerne pasaba en Ondarroa. Mi madre me contaba que en aquellos días de posguerra los libros suponían un lujo que en su familia no se podían permitir, pero que ella se las ingeniaba para leer en la casa de Antsosolo, donde Ikerne veraneaba con sus abuelos. Si las amigas quedaban a primera hora de la tarde para salir a la calle, ella se presentaba en el domicilio de Antsosolo con bastante antelación, y así los abuelos de Ikerne le solicitaban que, por favor, pasara al salón y aguardara allí a que su nieta terminara la comida. Entonces mi madre escogía un libro de la biblioteca y dedicaba esa media hora a la lectura.

EL AMOR Y LOS BOSQUES


RESEÑA DE CLARA GLEZ. para LIBROS, 17 de Enero de 2017.

El amor y los bosques - Éric Reinhardt
Una novela sobre una novela.
A partir de cartas al autor de mujeres comentando sus miedos y sus inseguridades, surgió el amor y los bosques....
Una novela sobre la vida de una mujer que no sabe cómo salir del maltrato psicológico de su marido. Tras conversar con el autor, se va confesando con él, contándole sus miedos, su sexualidad con un contacto de internet, sus angustias, su deseos de salir adelante y otros muchos sentimientos.
Además de una trama bien construida, plantea un tema de rigurosa actualidad, y se acompaña de trozos de erotismo, muy buscados hoy día por los lectores.
Es dura, es tierna, es amena y no te deja indiferente.
No llegas a saber si Bénédicte Ombredanne, así se llama la protagonista, es una persona real, o bien es el reflejo de miles de mujeres que desgraciadamente se encuentran en su misma situación.
Bénédicte, cuenta , desgrana todos sus sentimientos, todas sus sensaciones tanto malas como buenas, las razones que impedían alcanzar un mínimo de felicidad. Sensaciones que incluso acaba en somatizar enfermedades, y acabar siendo una prisionera de sí misma., ante el acoso sutil y maquiavélico, por parte de su marido en sus trece años de matrimonio.
Con un final sorprendente, que nos deja aún más helados , que en el resto de su lectura, el autor resuelve perfectamente la trama.
El lenguaje es directo, transmite el estado anímico de la protagonista, con una gran calidad literaria, a veces asfixia incluso, aunque Bénédicte Ombredanne actúe ante la sociedad como si nada pasase, situación desgraciadamente muy común en nuestros días, en todas las clases sociales.
Ganadora del Premio Renaudot des Lycéens, finalista del Premio Médicis , es una novela que como se dice hoy día, “ engancha” y en mi caso lo que más me impresionó es como esta mujer, logra esconder en su interior, todo su horror, sin dejar que nadie llegue a sospechar en lo que consiste realmente su vida. Muchos la consideran como una nueva Madame Bovary. Aunque los tiempos y las formas de afrontarlos cambian, ambas mujeres se encuentran atrapadas en una vida secreta, no gratificante en este caso para Benédictine, que jamás arriesgará para liberarse de ella. Aunque el destino le depare algún camino para hacerlo.
Todo esto, hace meditar sobre la vida atormentada de miles de mujeres, y la pasividad con que la sociedad actúa a veces sobre tantos casos de maltrato.

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
El retrato de una mujer en busca de una pasión. Una Madame Bovary contemporánea
Bénédicte Ombredanne, una provinciana mujer de clase media, hace todo lo posible por conocer a Éric, el autor del libro que ha cambiado su vida. En sus encuentros en un café de París, o en sus mensajes por mail, le confía sus secretos más íntimos: la tormentosa relación con un marido cruel y egoísta, y el descubrimiento de una nueva sexualidad con un amante encontrado en una página de citas en internet.
En un momento dado pierden el contacto por un tiempo, pero cuando Éric se entera del destino de Bénédicte, viajará a Metz en busca de toda la verdad.
Ganadora del Premio Renaudot des Lycéens
Candidata al Premio Goncourt
Finalista del Premio Médicis

El amor y los bosques (fragmento)

1.

Tuve ganas de conocer a Bénédicte Ombredanne cuando me topé con su primera carta: era una carta cuyo fervor matizaban los toques humorísticos, dos páginas que me conmovieron y me hicieron sonreír, muy bien escritas además, una combinación lo bastante inusitada como para engancharme inmediatamente.
Un tanto cauta al principio, aquella carta era, según iba avanzando, cada vez más feroz y airada. Había ecos de ironía, de regocijada indisciplina, de barullo de patio de colegio en aquellas frases, cuya grafía inclinada hacia el porvenir denotaba abiertamente la audacia muy consciente de sí misma con la que aquella desconocida se me había echado encima mentalmente, como si hubiese escrito la carta de un tirón sin volverla a leer antes de perderla de vista irremediablemente en la ranura de un buzón, hala, ya está, demasiado tarde para arrepentirse, al cabo de una carrera irreflexiva, fogosa, que seguramente había arrancado en el momento en el que la joven apoyó la punta del bolígrafo en el papel, con determinación, negándose cualquier posibilidad de dar marcha atrás. Me resultaba obvio que el verdadero piloto de aquellas dos páginas había sido la timidez, timidez que la autora había embriagado de sarcasmo para tener la certeza de concluir lo que había empezado. Era una intuición un tanto evanescente, una intuición que me habría costado mucho trabajo argumentar a partir de ejemplos concretos tomados de esas dos páginas, pero el propio impulso de aquella carta, de carácter mixto, temeroso y audaz, respetuoso e insolente, serio y desenvuelto, inteligente e ingenuo cuando no pueril (de un carácter en constante paradoja, pues), me llevó a pensar que aquella lectora huía así de una situación que no le convenía, que la hacía sufrir o que sencillamente le resultaba intolerable: aquella carta era como una escapatoria urgente (eso es lo que yo notaba de un modo confuso), pero una escapatoria cuya protagonista no podía prever si no acabaría estampándola también a ella contra un muro de indiferencia o de desprecio condescendiente, de silencio, pues, de ahí los esfuerzos que se imponía —cada tres o cuatro frases— para no creérselo del todo, evitando así cualquier decepción que le escociera demasiado si, por ventura, aquella tentativa resultaba infructuosa. Percibí todas esas cosas delante de la puerta de casa, con el abrigo puesto, tras recoger del felpudo, cuando estaba saliendo, la carta que me había reenviado la editorial en el sobre original (azul claro, con matasellos de Metz y la tachadura de una becaria que había añadido mi dirección), esa primera carta de Bénédicte Ombredanne, que leí de principio a fin en el rellano, sin bajar ni un solo peldaño de las escaleras.

AÑOS LENTOS


Podría ser, Años lentos, el antecedente cronológico de Patria pero su estructura, su lenguaje y la historia que cuenta la hacen radicalmente diferente a la última novela de Aramburu.
Los años 50-60 en Donosti, narrados a través de las vivencias de un niño navarro que se ha trasladado a vivir a casa de su tía, debido a la incapacidad de su madre para hacerse cargo de todos sus hijos. Familia obrera..., inculta y muy religiosa cuyo devenir es tan deprimente como el ambiente general de la novela.
Me ha sido muy difícil empatizar con los personajes, aunque tal vez, es eso lo que pretende el escritor que crea un ambiente oscuro y opresivo del que el lector no puede librarse en toda la novela.
No me ha gustado ni la mitad que Patria, muchos sobreentendidos y una estructura que le resta frescura y la hace, tediosa.

Sinopsis (Ed. Tusquets)
Un impresionante retrato del País Vasco de los años sesenta y del nacimiento de ETA.
A finales de la década de los sesenta, el protagonista, un niño de ocho años, se va a San Sebastián a vivir con sus tíos. Allí es testigo de cómo transcurren los días en la familia y el barrio: su tío Vicente, de carácter débil, reparte su vida entre la fábrica y la taberna, y es su tía Maripuy, mujer de fuerte personalidad pero sometida a las convenciones sociales y religiosas de la época, quien en realidad gobierna la familia; su prima Mari Nieves vive obsesionada por los chicos, y el hosco y taciturno primo Julen es adoctrinado por el cura de la parroquia para acabar enrolado en una incipiente ETA. El destino de todos ellos –que es el de tantos personajes secundarios de la Historia, arrinconados entre la necesidad y la ignorancia– sufrirá, años después, un quiebro. Alternando las memorias del protagonista con los apuntes del escritor, Años lentos ofrece además una brillante reflexión sobre cómo la vida se destila en una novela, cómo se trasvasa el recuerdo sentimental en memoria colectiva, mientras su escritura diáfana deja ver un fondo turbio de culpa en la historia reciente del País Vasco.

Años Lentos (fragmento)

Cuando me paro a repasar mis recuerdos de aquellos años, me vuelve una vieja sensación de lentitud. Se me figura que en la actualidad un minuto dura treinta o cuarenta segundos; en cambio, los minutos de la dictadura duraban un minuto y medio o dos. Tres décadas llevaba Franco en el poder, saludando a las dóciles y apolíticas multitudes con mano parsimoniosa, temblona y cada vez más decrépita (lo que no le impidió firmar sentencias de muerte), y aunque a finales de los sesenta ya empezaban a agitarse las aguas subterráneas, la historia de España todavía se arrastraba con pereza. En otros países parece como que se vivía más deprisa, las modas se sucedían con bastante rapidez, pasaban más cosas o simplemente pasaban cosas.


EL CASO SANTAMARÍA


Resulta que he recurrido a Camilleri para despejar mi cabeza de las "profundidades" de Franzen y me he encontrado con 200 páginas inquietantes como sólo podría escribir un maestro del suspense y la política.
Con una estructura sencillísima y una prosa fluida y fácil, Camilleri describe la corrupción enraizada en la sociedad capaz de arruinar la vida de un hombre bueno e ingenuo en aras de la protección de los poderosos.
Inquietante y real, no me ha servido para despejarme porque me ha dejado un poso amargo, pero me ha encantado!!

Sinopsis (Ed. Destino)
Un thriller excepcional sobre la corrupción en la actualidad del gran maestro de la novela negra y creador del Comisario Montalbano.
¿Quién se esconde tras las grandes corporaciones? ¿Quién mueve realmente los hilos de las grandes operaciones bursátiles? ¿Quién controla a los que controlan la economía? Mauro Assante es el encargado de supervisar la transparencia de los bancos italianos. Casado y con un niño pequeño, pasa el verano solo en la ciudad porque debe elaborar un complicado informe sobre un banco. Sin embargo, durante esos días de trabajo, su rutina se ve turbada: recibe extrañas llamadas, un motorista le persigue, una atractiva chica se equivoca de piso y acaba en su casa, la misma chica con la que volverá a encontrarse dos días después… ¿o quizá no es ninguna casualidad? Mauro se verá envuelto en una turbia trama de intereses que le obligarán a replantearse totalmente su vida.

El caso Santamaría (fragmento)


1Mauro tiene los ojos fatigados. Aparta la mirada de la pantalla, faltan pocos minutos para las siete y media, desde las tres de la tarde trabaja ininterrumpidamente en el ordenador, escribiendo, borrando, reescribiendo y modificando, sopesando cada palabra, cada adjetivo. Para que no lo molesten, ha alzado una barrera de silencio, desconectando el teléfono fijo y apagando el móvil. Incluso ha echado un poco las cortinas y ahora enciende la lámpara de mesa, con la intención de continuar otra media horita. Relee la última frase que ha escrito. No funciona, demasiado retorcida y larga, sería mejor dividirla en dos.
El repiqueteo del timbre ha sido tan breve que Mauro duda si habrán llamado o no. Levanta un momento la cabeza de la pantalla a la espera de que vuelvan a llamar, lo que, sin embargo, no sucede. Ha empezado a releer cuando el sonido se repite. Breve, como el primero, como si la persona que llama temiera lo que está haciendo. Esta vez Mauro se alza, sale del despacho, recorre el pasillo, enciende la luz del recibidor y abre la puerta. Está seguro de que será la anciana baronesa, que habrá bajado del piso de arriba para renovar su invitación a cenar. En cambio, la mujer que ha llamado y que le sonríe es una treintañera alta, rubia, elegante y, sobre todo, muy muy hermosa.
—Aquí estoy — dice—. Puntual como un reloj.
Mauro se ha quedado sin palabras, confundido y sorprendido, no conoce de nada a aquella muchacha. Nunca la ha visto, está seguro. Una mujer así, aunque te la hayas cruzado una sola vez, es imposible de olvidar. Y tampoco puede ser una de las pocas amigas de su mujer, porque las conoce a todas.

TÚ NO ERES COMO OTRAS MADRES


RESEÑA DE CLARA GLEZ. para LIBROS, 22 de Enero de 2017
Tú No Eres Como Otras Madres - Angelika Schrobsdorff

Anoche me acabé Tu no eres como las otras madres, no tengo claro si seré capaz de escribir la reseña, porque es un libro complejo. No el libro, ni la forma de narrar que es muy sencilla, sino lo que cuenta...los sentimientos de sus personajes, sus relaciones, sus vidas, la guerra y como influye en todos ellos.
Ayer viendo el espectáculo del juramento del Trump, lo asocié a un comentario del libro, cuando Hitler empieza su carrera política, y la sociedad alemana, lo veía como un fantoche sin posibilidades...y fijaros como acabó la cosa...
Aun doy vueltas a la vida de esa madre, entiendo y no entiendo toda su trayectoria, su relación con maridos, amantes, e hijos..No tomas partido por nadie.. unas veces entiendes.. otras no. No sé explicar bien que me hizo sentir el libro.. Ni quisiera verme nunca en esas circunstancias, que aunque a veces eran de lo más estimulantes, también fueron de lo mas angustiosas.
Lo recomiendo, pero para quien no quiera vértigo, narración atrapante.. tampoco.. es un libro sosegado para leer sin prisas y aunque parezca que no pasa nada, no dejan de ocurrir cosas, cosas tremendas...,  en fin que lo recomiendo.

Sinopsis (Ed. Errata Naturae)
La narración de Angelika Schrobsdorff recons­truye la vida real e inconformista de su madre, una mujer nacida en una familia de la burguesía judía de Berlín, liberada de los prejuicios de su tiempo y deseosa de casarse con un artista (y no con el «exce­lente partido» que le han buscado, un comerciante opulento y maduro). Así, Else vivirá de lleno el nacimiento de un nuevo mundo junto a la culta bohemia berlinesa de los «locos años veinte», un periodo en el que tendrá tres hijos de tres padres diferentes, fiel a las dos promesas que se hizo de jo­ven: vivir la vida con la máxima intensidad y tener un hijo con cada hombre al que amara. Ésta es, por tanto, la historia de una mujer singular y sedienta de independencia, que será arrollada por aquello mismo en lo que se negaba a creer al principio: el presente. Sin embargo, en la dura prueba del exilio, Else encontrará una realidad nueva y reveladora tras una vida que hasta entonces ha estado ente­ramente dedicada a las fiestas, los viajes y el amor.
Tú no eres como otras madres es un «relato real», como la Suite francesa de Irène Némirovsky, que nos sumerge por completo en una vida extraordinaria y nos hace partícipes de toda su riqueza y exaltación, revelándonos a través de esa existencia toda una época: los conciertos de música clásica y las novelas de Stefan Zweig, los cabarets y la pintura moderna, el nazismo y sus terribles leyes raciales… Así como tantos y tantos personajes que existieron durante ese tiempo de irrepetible pasión y energía, y que pasan por estas páginas fascinantes: soñado­res, artistas, agitadores, conspiradores, campesi­nos, espías, criados, intelectuales, falsificadores…
Medio millón de ejemplares vendidos en Alema­nia, traducciones al francés, inglés, ahora también al castellano… El aura y la fama de esta novela crecen. Algunos lectores se preguntan cada poco si el presente puede ofrecernos libros a la altura de los clásicos; pues bien, he aquí la respuesta, y no exageramos. Emocionante gran literatura.

Tu no eres como otras madres (fragmento)

LO COMPLETAMENTE DISTINTO

Hoy, 30 de junio, día de su cumpleaños, he sacado de mi baúl del pasado el librito largo y estrecho. Es de pasta dura con ornamentación marginal en negro y oro e inscripción en letra dorada.
VIDA

de nuestra hija
ELSE
Las esquinas están un poco descantilladas, por lo demás el libro parece nuevo. Tiene noventa y ocho años. También los primeros ricitos de la niña Else, adheridos a sus hojas, tienen noventa y ocho años, y se diría que han sido cortados anteayer. Son de color marrón, luego de rubio miel y finalmente, en 1897, cobrizos. ¿El pelo es imperecedero? ¿No se convierte en polvo? Resulta sedoso al tacto de mis yemas. Cuando conocí a Else, mi madre, tenía el cabello bronceado y recio como la crin de un caballo. Siempre parecía despeinada, aun cuando venía de la peluquería. Sus rizos cortos y tupidos eran indomables. No eran lo único que no se podía domar en ella. Me hubiera gustado heredar su cabello y su vitalidad. Pero en estos dos puntos —y algunos más— he salido a mi padre.

ME LLAMO LUCY BARTON



“Creo conocer muy bien el dolor que de niños apretamos contra el pecho, que dura toda la vida, con una nostalgia tan profunda que ni siquiera eres capaz de llorar. Lo agarramos con fuerza, sí, con cada latido del corazón convulso: esto es mío, esto es mío, esto es mío.”

No he elegido bien las novelas para " despejarme", si algo no permite esta novela de Elizabeth Strout es despejar la mente.
Lucy..., una aspirante a escritora convalece de una operación de apendicitis y ajusta cuentas con el pasado, con la vida en un pequeño pueblo de la Norteamérica profunda que la arrastra a una espiral de inseguridad e infelicidad permanente.
Habla la sinopsis de un dialogo permanente con su madre, pero yo he percibido, más bien un dialogo interior con una espectadora materna que "quiere sin querer" y no aclara las oscuras escenas del pasado.
Si "la patria de un hombre es su infancia" Lucy es, claramente, apátrida.
Me ha gustado y me ha dejado el regusto amargo de esas novelas en las que no pasa nada pero todo ocurre.


Sinopsis (Ed. Duomo)
UNA HISTORIA ÚNICA, CONTADA DE
MUCHAS MANERAS, QUE QUEDA EN EL ALMA.
En una habitación de hospital en pleno centro de Manhattan, delante del iluminado edificio Chrysler, cuyo perfil se recorta al otro lado de la ventana, dos mujeres hablan sin descanso durante cinco días y cinco noches. Hace muchos años que no se ven, pero el flujo de su conversación parece capaz de detener el tiempo y silenciar el ruido ensordecedor de todo lo que no se dice. En esa habitación de hospital, durante cinco días y cinco noches, las dos mujeres son en realidad algo muy antiguo, peligroso e intenso: una madre y una hija que recuerdan lo mucho que se aman.

Me llamo Lucy Barton (fragmento)
"En el Museo Metropolitano de Arte, que se yergue enorme y con muchos escalones en la Quinta Avenida de Nueva York, hay una sección en la primera planta que llaman el jardín de las esculturas, y yo debo de haber pasado muchas veces al lado de esa escultura concreta con mi marido, y con las niñas cuando se hicieron mayores, pensando sólo en comprar comida para mis hijas y sin saber realmente qué hacía una persona en un museo de esas características en el que hay tantas cosas que ver. En medio de esas preocupaciones y necesidades hay una estatua. Y hace poco –en los últimos años–, cuando la alcanzaba la luz cubriéndola de un tinte magnífico, me detuve a mirarla y dije: ¡Ah!
Es una estatua de mármol de un hombre con sus hijos al lado, y el hombre tiene una terrible expresión de desesperación, y los niños parecen aferrarse a sus pies, implorantes, mientras que él mira el mundo con ojos atormentados, tirándose de la boca con las manos, pero sus hijos sólo lo miran a él, y cuando al fin me di cuenta, dije para mis adentros: Ah.
Leí el letrero, que explicaba que los niños se ofrecen como comida a su padre, al que están matando de hambre en la cárcel, y que los niños solamente quieren una cosa: que desaparezca el sufrimiento de su padre. Dejarán que se los coma, contentos, muy contentos.
Y pensé: Ese hombre sí que sabía. Me refiero a la escultura. Sí que sabía.
Y también el poeta que escribió lo que muestra la escultura. Él también sabía.
Me acerqué al museo unas cuantas veces expresamente para ver a mi hombre-padre hambriento con sus hijos, uno de ellos aferrado a sus piernas, y cuando llegaba allí no sabía qué hacer. Era tal y como lo recordaba, y me sentía confundida. Más adelante caí en la cuenta de que conseguía lo que quería cuando lo veía como a escondidas, cuando tenía prisa por ir a ver a alguien en otro sitio, o si estaba en el museo con alguien y decía que tenía que ir al servicio, para escaparme y verlo a solas. Pero no a solas de la misma manera que cuando iba completamente sola a ver al hombre-padre asustado y muerto de hambre. Y siempre está allí, salvo una vez que no estaba. El guarda me dijo que estaba arriba, en una exposición especial, ¡y me sentí insultada por que otros tuvieran tantos deseos de verlo!
Ten piedad de nosotros.
Se me ocurrieron estas palabras más tarde, al pensar en mi reacción cuando el guarda me dijo que la estatua estaba arriba. Pensé: Ten piedad de nosotros. No quisiéramos ser tan insignificantes. Ten piedad de nosotros: se me pasa por la cabeza muchas veces. Ten piedad de todos nosotros. "