domingo, 3 de diciembre de 2017

CRIMEN EN EL BARRIO DEL ONCE


Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por el Comisario Lascano, apodado El perro, policía en Buenos Aires durante la dictadura militar.

No hay "decepción literaria" que no cure una buena novela negra. Ernesto Mallo y su prosa magnífica, su trama inteligente y su resolución coherente, han curado mi "mal".
Reencuentro al Perro Lascano en su Buenos Aires acosado por fantasmas reales e imaginarios, tratando de sobrevivir a la negrura y luchando por arrancar su vida de las garras del mal.
Tiene el Perro un sabor clásico que me enamora y tiene Ernesto Mallo un discurrir en la novela que me absorbe y me hace desear seguir leyendo, sin parar¡¡¡

Sinopsis (Ed. Siruela)
Lascano, el Perro, un comisario de policía trastornado por la reciente muerte de su mujer, recibe un aviso: han aparecido dos cadáveres cerca del Riachuelo. Pero en el lugar del crimen descubrirá un tercer cuerpo que no tiene las características de los «fusilados» de la época, el de un prestamista judío del Barrio del Once. Investigar el caso no será fácil para Lascano…
En esta novela policiaca, con el marco histórico de la dictadura y violencia política que vivió Argentina en los años 1970, policías, militares, jóvenes en la clandestinidad y miembros de la clase alta componen una trama en la que el juego de los personajes, la riqueza de las descripciones y los diálogos alcanzan una memorable potencia narrativa.
Ernesto Mallo exhibe un dominio admirable de la mejor tradición policiaca al tratar este tema que conoció de primera mano, manteniendo de forma magistral el suspense en una historia compleja, ajustada al milímetro y que no da respiro al lector.

Crimen en el Barrio del Once (fragmento)

1Yo sé que hay que matar, sí,
pero a quién…
Homero Expósito, 1976
Hay días en que el borde de la cama es un abismo de quinientos metros. La repetición continua de cosas que no queremos hacer. Lascano querría quedarse en la cama para siempre o arrojarse al abismo. Sólo si el abismo fuera real. Pero no lo es. Lo único real es el dolor.
Así se siente Lascano esta y todas las mañanas desde la muerte de su mujer. Huérfano de niño, parecía predestinado a la soledad. Marisa fue una tregua de ocho años que la vida le concedió, argumento para seguir viviendo, recreo fugaz que finalizó hace menos de un año, dejándolo nuevamente varado en los bajíos de una isla donde se ganó con justicia su mote: el Perro.
Se lanza al vacío. La ducha le lava los restos del sueño que se van aullando por el sumidero. Se viste, se calza la Bersa Thunder 9 mm en la sobaquera. Se acerca a la jaula, hábitat del pájaro, que es lo único vivo que le quedó de Marisa, y agrega una pizca de alimento en el comedero. Sale a la madrugada desierta. No amanece aún. La humedad es tal que, siente, podría ir nadando hasta su auto. Las luces y las sombras difuminan espectros en la niebla que todo lo envuelve. Enciende el primer cigarrillo del día.

PUERTO ESCONDIDO


Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por Valentina Redondo,  teniente de la Sección de Investigación de la UOPJ (Unidad Operativa de la Policía Judicial) de la Guardia Civil de la Comandancia de Cantabria.

El riesgo del libro electrónico es comenzarlo sin leer la contraportada y hallarlo por casualidad sin conocer opiniones o recomendaciones. Ese es uno de los riesgos, aunque en el caso de esta novela he de decir, para no faltar a la verdad, que el riesgo han sido las entrevistas radiofónicas y el coro de aduladores que he escuchado hablando del libro (la mayoría seguramente no lo habrán leído y nunca lo harán.
Bien aleccionada por esos espacios radiofónicos que hablan de libros, me dispuse a leer una novela negra española, con protagonista inglés y escenarios cántabros....jeje
Ya en las primeras páginas percibí lo pueril de la prosa, lo falsamente enrevesado de la trama, lo infantil de los personajes y lo prolijo de las descripciones; pero aun así, seguí y seguí hasta agotar las más de 400 páginas de este "engendro".
Lo de novela negra, debe ser una broma o una confusión de los que creen que "donde hay crimen, hay novela negra".
Protagonista inglés....jajajajaja, el tal Oliver Gordon tiene de inglés lo que yo de australiana o menos, incluso. Mención especial merece la teniente de la guardia civil Valentina (ya me he olvidado del apellido) que debe ser un "trasunto" de la autora y si lo es, ahí esta la explicación del desastre.
Escenarios cántabros, eso si es verdad, pero están descritos de una forma tan enrevesada y almibarada que una llega a "odiar" los prados, las casonas, los palacetes y las vacas.
El resto es una historia vulgar de amoríos vulgares (Corin Tellado la hubiese despachado en 40 páginas) escrita con una prosa vulgar, final previsible y abierto porque la autora, sin duda, animada por tertulianos y editorial ya está preparando la siguiente entrega.
En fin una pérdida de tiempo total.

Sinopsis (Ed. Destino)
Oliver, un joven londinense con una peculiar situación familiar y una triste pérdida, hereda una casona colonial, Villa Marina, a pie de playa en el pueblecito costero de Suances, en Cantabria. En las obras de remodelación se descubre en el sótano el cadáver emparedado de un bebé, al que acompaña un objeto que resulta completamente anacrónico. Tras este descubrimiento comienzan a sucederse, de forma vertiginosa, diversos asesinatos en la zona (Suances, Santillana del Mar, Santander, Comillas), que, unidos a los insólitos resultados forenses de los cadáveres, ponen en jaque a la Sección de Investigación de la Guardia Civil y al propio Oliver, que inicia un denso viaje personal y una carrera a contrarreloj para descubrir al asesino.

Puerto Escondido (fragmento)

Verano
En la actualidadEl paisaje lo iba sumergiendo, de forma progresiva e inexorable, en un suave aire veraniego, en esa resuelta alegría estival que se respira de forma ligera y sin pretensiones.
Casi podía sentir ya el bullicio del pueblo, marinero y vital, que renacía cada verano, cuando regresaban a él las pequeñas masas humanas de las ciudades interiores, desplegando barreras de olvido temporal hacia sus trabajos y hacia sus otras rutinas, no bañadas por el mar ni por el sol con sabor a salitre. La imagen de postal era desordenada: las casas salpicaban los prados sin norma urbana aparente, como si se tratase de flores de manzanilla coloreando el verde de una pradera. Oliver empezó a relajarse, aunque conducir por la derecha no se tradujese en un descanso para los sentidos de un urbanita londinense, que habitualmente lo hacía por la izquierda. Dejó atrás, lentamente, a la derecha, la montaña de Masera de Castío, cuya fachada norte miraba hacia la aldea de Cortiguera, mientras la cara sur besaba el pueblo de Hinojedo. La singular meseta, como un promontorio rectangular, opaco en su base, emergía de la tierra, simulando ser un enorme y ancho taburete sin respaldo, para cualesquiera de los dioses que habitasen por allí.
Según seguía avanzando, las viviendas se apretujaban más, rascaban metros de suelo, de vistas privilegiadas e inmensas, de acceso a la felicidad bucólica de anclarse a aquella tierra.


MAR DE NUBES



Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por el comisario de policía español, Diego Quintana, la periodista Sara Moberg y el ex-policía Kristian Wede

La escritora Mari Jungstedt, sí, la de Nadie lo ha visto, Nadie lo ha oído...., nos "sorprende" ahora con una nueva serie protagonizada por la periodista Sara Moberg, el comisario Diego Quintana y el ex-policía Kristian Wede, cuyas "aventuras" discurren en la maravillosa isla de Gran Canaria, más exactamente en el hermoso pueblo de Arguineguín.
Escribe esta serie "a cuatro manos" con el escritor, diseñador, ilustrador y músico noruego Ruben Eliassen, cambiando la fría Noruega por la cálida España.
Esta primera entrega resulta ligera, quizás demasiado ligera y previsible, muy muy previsible, habrá que esperar a las siguientes para ver si los personajes se consolidan y las tramas se hacen un poco menos "trilladas".
Entretenida, para una de esas tardes-noches otoñales en las que un@ no sabe muy bien que hacer, ni que leer...¡

Sinopsis (Ed. Maeva)
La primera entrega de una nueva serie ambientada en las Islas Canarias (novela negra)
. Coescrita por Mari Jungstedt, la escritora de la serie de Gotland
. Arguineguín, un pequeño y tranquilo pueblo de Gran Canaria, se ha convertido en el retiro de una amplia colonia de ciudadanos escandinavos que buscan el sol y el mar en el singular paisaje de la isla. La joven y hermosa Erika Bergman llega para pasar unos días de descanso en una escuela de yoga dentro de un enclave privilegiado, pero un asesino trunca sus planes y acaba con su vida... Y con la paz que hasta entonces se respiraba en el paraíso.
El encargado de la investigación, el comisario Diego Quintana, cuenta con la colaboración de Sara Moberg, la intrépida redactora del diario escandinavo Dag&Natt, que lleva más de veinte años viviendo en la isla; y con la del expolicía Kristian Wede, cuya vida privada no pasa precisamente por el mejor momento. Todo son preguntas sin resolver: ¿qué atormentaba a Erika? ¿Qué pasó la noche del crimen? ¿Por qué el asesino engalanó el cadáver como si se tratara de la Venus de Botticelli? Los tres tienen la sensación de que quienes conocían a Erika ocultan más de lo que están dispuestos a contar, pero no cejarán en su intento de desenmascarar al asesino.

Mar de Nubes (fragmento)

PrólogoEn la pequeña habitación reinaba un ligero olor a hierbas y una luz tenue. Por un altavoz situado en el techo sonaba una suave música oriental. Las paredes estaban barnizadas en tono oscuro y en un rincón había una planta. Le pidió a la mujer que se desnudara y se tumbara en la camilla. Ella se bajó un poco el vestido y se sintió desprotegida e indefensa. Por una parte deseaba dar media vuelta y marcharse de allí, pero había algo que la retenía en aquel lugar. Una especie de curiosidad, de expectación sobre lo que podría pasar a continuación. Un cálido cosquilleo le recorrió la piel. Sintió la boca seca y se humedeció los labios. Él le dirigió una mirada rápida, y en ese mismo instante ella fue consciente de cómo habría de interpretar él su gesto de humedecerse los labios con la lengua. Sonrió insegura, sintió cómo se ruborizaba. Empezó a toquetearse uno de los tirantes. Él se comportó con delicadeza y se dio media vuelta mientras ella se quitaba el vestido. Al colgar la ropa en el gancho de la pared le temblaban las manos. Titubeó, sin saber si debía conservar las bragas puestas. No había hecho eso nunca antes, no sabía cuál era el ritual, qué se esperaba de ella.
Se acomodó en la camilla tapizada de cuero y se tumbó boca abajo. Intentó relajarse. Cerró los ojos mientras inspiraba por la nariz, espiró lentamente por la boca.
El joven se dio la vuelta y le colocó una toalla sobre las piernas y nalgas, de tal manera que quedó justo bajo el borde de las bragas. Se movía con seguridad. Cuando la rozó con las yemas de los dedos sintió un escalofrío, a pesar de que en la habitación hacía calor. Alzó la mirada. Él se había quitado la bata blanca. Le dio tiempo a entrever un atlético cuerpo bronceado y juvenil con prominentes brazos musculados. Abdomen plano y duro. Caderas estrechas. Apenas vello en el pecho y unos pezones pequeños y marrones. Sintió un ligero cosquilleo entre las piernas. Él llevaba unos pantalones blancos de algodón. La fina tela le apretaba las caderas y tenía el trasero respingón. No podía dejar de pensar en cómo sería por debajo.

EL VENENO DE LA TARÁNTULA


He estado, estos últimos días, inmersa en la India de los años 30, la India del Raj Británico, la vida, los crímenes, los misterios, la cultura.....a través de los ojos de Ajit y la inteligencia de Byomkesh Bakshi (el Sherlock Holmes indio), relatos con sabor clásico y un toque british.
Entretenidos y un poco antiguos, me han sorprendido algunos "giros" de la traducción, como que un personaje indio de los años 30 utilice la expresión "ni de coña".....
Para l@s curios@s, el siguiente enlace en el que se puede empezar a leer esta recopilación:
http://www.quaterni.es/producto/el-veneno-de-la-tarantula/

Sinopsis (Ed. Quaterni)
Tienes en tus manos, querido lector, ocho casos del afamado Inquisidor Byomkesh Bakshi. En la editorial Quaterni siempre intentamos traer obras que lleven al lector a un mundo distinto en el ámbito cultural. En este caso, el espacio y el tiempo que vamos a visitar es la India en la primera mitad del siglo xx, a través de la visión lógica y desapasionada del homólogo de Sherlock Holmes. Por lo general, estos relatos siguen la misma estética y estructura que podíamos ver en los relatos del famoso detective inglés creado por Sir Arthur Conan Doyle, pero siempre con el sabor propio de la cultura bengalí. Para traéroslos, hemos aprovechado las magníficas traducciones al inglés que se hicieron de ellos y los hemos seleccionado de forma coherente para que formen dos pequeños corpus de relatos. En este primero, veremos tres de los momentos más importantes del detective: el encuentro con el personaje narrador, el encuentro con la amada y el encuentro con su archinémesis. Para ello, hemos seleccionado todos los relatos que vienen en la antología inglesa Picture imperfect and other Byomkesh Bakshi Mysteries así como uno de los pertenecientes a la antología The Rhythm of Riddles. También está incluida, por su interés filológico y cultural, la nota que hizo la traductora del bengalí al inglés en la antología Picture imperfect and other Byomkesh Bakshi Mysteries.

El veneno de la tarántula (fragmento)

El Inquisidor Mi primer encuentro con Byomkesh tuvo lugar la primavera de 1925. Acababa de graduarme en la universidad. No había ninguna presión para que me ganase el pan de cada día. El dinero que mi padre había dejado en el banco generaba unos intereses suficientes como para cubrir los gastos de una persona que vivía en un hostal en Calcuta. Había decidido permanecer soltero toda mi vida y gastar mi tiempo perfeccionando las artes literarias. El primer golpe de entusiasmo juvenil me había llevado a creer que una dedicación completa a la musa literaria me llevaría a cambiar la faz de la literatura bengalí. En ese punto en la vida, no es raro que los bengalíes sueñen con la grandeza y, normalmente, no tardan mucho en hacerse pedazos esos sueños.
Sin embargo, déjame continuar con la historia de mi primer encuentro con Byomkesh.
Puede ser que incluso aquellos completamente familiarizados con Calcuta desconozcan que hay un área en el mismo corazón de la ciudad que está rodeada por las viviendas de aquellos no bengalíes que no consiguen nada, por un suburbio de degenerados y por las viviendas de los pálidos chinos. En el centro de esta mezcolanza, hay un triángulo que, a la luz del día, no parece nada especial. Pero después del ocaso la cosa cambia. A las ocho, todos los negocios echan el cierre y todo el lugar se ve envuelto en un silencio mortal. Solo algunas figuras envueltas en sombras se deslizan por las calles después de esa hora. Si un forastero llega por error a esa zona por la noche, acelera el paso y sale de la zona tan pronto como puede.

EL INVIERNO MÁS FRÍO



Aidan Donovan vive, desde hace tiempo, su invierno más frío y Kiely lo cuenta con exquisita exactitud y cuidadosa crudeza, sin sentimentalismo pero con sentimiento. El tema del libro es delicado, muy delicado, por tanto la forma de narrar se torna tan importante como el argumento mismo y ahí acierta Kiely, no es equidistante porque el libro está narrado en primera persona por el protagonista, pero... no se recrea en el "fango".
Un invierno en la vida de un adolescente norteamericano de buena familia, que podría ser cualquier adolescente del mundo.
Un alegato contra el abuso y el silencio, que me ha encantado.
Lo recomiendo y os dejo un enlace que permite leer un fragmento de la novela:
http://www.planetadelibros.com/el-invierno-mas-frio-libro-196825.html

Sinopsis (Ed. Seix Barral)
Un canto a la esperanza, una llamada a no tener miedo y la prueba de que la verdad y el amor tienen más poder que el silencio y la mentira
Aidan Donovan tiene dieciséis años y no consigue aceptar que su padre se haya marchado de casa sin decir nada. Él no tiene muchos amigos en el instituto y el único que parece escucharlo, realmente, es el padre Greg, el sacerdote local a quien Aidan ayuda en la parroquia.
Cuando se da cuenta de la alevosía y la crueldad de las acciones del padre Greg, todo se derrumba a su alrededor. Bebe demasiado, toma pastillas y se desvive por destacar ante Josie, la única chica a la que ama, su amiga Sophie, un poco salvaje, y Marc, el capitán del equipo de natación, carismático y atractivo.
El invierno más frío muestra lo difícil que puede llegar a ser convertirse en adulto, y cómo la traición, la manipulación y el abuso pueden ser utilizados contra los más inocentes.

El invierno más frío (fragmento)

1Para contar lo que pasó de verdad, lo que nadie sabe, lo que no dijeron los periódicos, tengo que empezar por la fiesta de Nochebuena de mi madre. Dos noches antes, como si el universo fuera el coproductor de su gran espectáculo, una tormenta de nieve había blanqueado nuestro rincón de Connecticut. Mi madre estaba encantada. Velas eléctricas en las ventanas, guirnaldas en las puertas, fotogénicos montones de nieve contra los muros de la casa..., todo era «simplemente maravilloso», como habrían dicho sus amigas. El espíritu navideño nos invadiría a todos, o al menos lo aparentaríamos. Era mi madre y con ella se imponía la supervivencia del más risueño, por lo que todos estábamos dispuestos a tragarnos su panacea festiva. Esperábamos recibir más de ciento cincuenta invitados en casa, obviando deliberadamente el hecho de que las invitaciones habían sido enviadas a finales de octubre con el nombre de mi padre impreso en relieve junto al de mi madre, pero el Viejo Donovan seguía en Europa, donde había pasado la mayor parte del año y donde para entonces ya había decidido quedarse.
Nunca me habían dejado entrar en el estudio del Viejo Donovan, pero, precisamente porque ya no estaba en casa, me lo había apropiado y pasaba el rato curioseando entre sus libros y sus recuerdos del mundo entero, con la esperanza de encontrar algo de sabiduría que llenara el horrible vacío que me crecía por dentro. De no haber sido por la fiesta, me habría quedado toda la noche allí, leyendo Frankenstein para la clase del profesor Weinstein; pero íbamos a dar una fiesta y mi madre estaba en el piso de arriba, arreglándose, así que me dije: «A la mierda». Si quería sobrevivir, necesitaba un empujoncito.

EL ÁNGEL ROJO


Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por Franck Sharko,  comisario en la Dirección Central de la Policía Judicial de París.

Primera experiencia novelesca con Franck Thilliez y su protagonista, comisario Sharko, me ha traído recuerdos de otro novelista francés (muy de moda últimamente), el argumento casi podría confundirse aunque el estilo literario es diferente, quizás un poco más tosco, pero efectivo.
Me ha entretenido bastante, esta primera "desventura" del comisario francés, por tanto agradezco a mis amig@s de LBROS su recomendación y, tengo muy claro, que repetiré¡¡¡
Estoy muy intrigada por la continuidad que el novelista dará a este protagonista que no vive sus mejores momentos.....¡

Sinopsis (Ed. Marlow)
La aparición de un cadáver decapitado, artísticamente troceado y diseminado con enigmáticos designios por diversos rincones de París, sacude de un modo eléctrico al comisario Franck Sharko. Saber que no se trata del cuerpo de su esposa, que lleva ya seis meses desaparecida sin que nadie haya pedido rescate y sin que se tenga la menor pista sobre su paradero, es sólo un consuelo menor. Al contrario, este descubrimiento da pie a una estremecedora y alucinante investigación que pone en contacto a Sharko con los ambientes más sórdidos que puedan imagina ...

El ángel rojo (fragmento)

PrólogoLa lluvia caliente de una tormenta de verano acomete con fuerza contra los adoquines resbaladizos del casco antiguo de Lille. En vez de buscar un lugar donde resguardarme, prefiero contemplar las gotas de agua que se introducen en los surcos de las tejas ocres, se agarran a los canalones como perlas de plata para luego venir a bailar en el hueco de mis orejas. Me gusta aspirar el olor de los ladrillos antiguos, los desvanes y los cuartos trasteros. Aquí, en este silencio de burbuja de agua, todo me recuerda a Suzanne; esa callejuela por la que subo forma el túnel del tiempo que me conduce hasta ella. Giro por la calle de los Solitaires y, justo tras la esquina, me precipito en el Nemo, donde pido una cerveza rubia de Brujas. Brasas de un fuego mal apagado destellan en el fondo de los ojos del propietario, un fulgor de los que avivan los recuerdos, poniéndolos en movimiento hasta que emergen instantes de vida que se creían muertos. Frunce la boca, como si esa gimnasia intelectual lo quemara interiormente. Creo que me ha reconocido.
«Son las once, esa noche. No dejo de dar vueltas en la cama, los ojos clavados en las cifras hirientes del radiodespertador. Como el sitio de Suzanne está demasiado vacío, me levanto y llamo a su teléfono móvil. Me contesta una voz suave, la de una mujer, un robot que dispensa los mensajes estándares de ausencia. Marco el número del laboratorio experimental donde trabaja, con el puño apretado contra los labios. El vigilante nocturno me contesta que se ha marchado hace casi una hora. Sin embargo, bastan diez minutos para llegar desde L'Hay-lesRoses a nuestro apartamento de Villejuif…»

LOS PERROS NEGROS


McEwan, lo ha vuelto a hacer.....¡¡¡
Empieza por la vida de un huérfano y sus aspiraciones, y acaba retratando Europa a través de un matrimonio de viejos comunistas. Retrata una época y varias vidas, con sus alegrías y sus muchas miserias; retrata ideologías y va mucho más lejos que esos sesudos teóricos del capitalismo vs comunismo; retrata sentimientos y, como el pasado, condiciona la vida durante generaciones.
Se nota mucho que soy fan de McEwan, verdad??? es que me encanta la facilidad que tiene para conectar hechos y lugares, vidas y sentimientos, recuerdos y futuros; en sólo 160 páginas. La recomiendo¡¡¡

Sinopsis (Ed. Anagrama)
A Jeremy, huérfano desde los ocho años, siempre le han fascinado los padres de sus amigos. En la adolescencia, cuando ellos se rebelaban contra sus padres, él era el buen chico que les acompañaba y satisfacía sus deseos. Ahora, a los cuarenta años, su último amor filial son los padres de su esposa, June y Bernard Tremaine, personas de cierta notoriedad, cuya biografía Jeremy ha decidido escribir. Y así, con la historia de la progresiva reconstrucción de la vida e ideas de los Tremaine, Ian McEwan ha escrito una de las novelas clave de nuestra época, un inquietante cuadro bajo cuyos colores se transparenta la «textura» ideológica del siglo XX desde la Se­gunda Guerra Mundial. June y Bernard Tremaine, fervientes militantes del partido comunista, se casaron inmediatamente después de la guerra y en 1946 emprendieron un tardío y largo viaje de bodas que les llevó a Francia, y tras el cual vivieron toda su vida separados, aunque nunca se divorciaron. June en el Languedoc, dedicada a la meditación y a la escritura de libros sobre experiencias místicas; Bernard en Inglaterra, como destacado político de izquierdas. En la familia se menciona a veces, pero de manera oblicua y esquiva, a los «perros negros» (el poeta romano Horacio sugirió que la visión de estos animales era un mal augurio, y Churchill hablaba del perro negro de la depresión), y su historia constituirá el núcleo que iluminará y dará sentido a toda la novela, tal como lo hacían el asesinato y el descuartizamiento de El inocente, el anterior libro de McEwan.«Sugiere una hipótesis escalofriante: el mal que resumen de modo terrorífico los perros negros habita también en el corazón de los inocentes» (José Andrés Rojo, El País).

Los Perros negros (fragmento)
"Yo no tenía ni idea de a qué distancia estaba. Mientras lo conducía, noté lo rígidos y lentos que eran sus pasos. Me culpé por mi falta de consideración. Estábamos cruzando una calle cortada por el Muro. A la luz de las farolas la cara de Bernard estaba gris y sudorosa y sus ojos parecían demasiado brillantes. La gran mandíbula, el rasgo más cordial de su enorme cara, mostraba un ligero temblor de senilidad. Yo estaba atrapado entre la necesidad de llevarlo deprisa hacia el calor y la comida y el miedo a que se derrumbase por completo. No tenía ni idea de cómo pedir una ambulancia en el Berlín Oeste y allí, en los abandonados bordes de la frontera, no había teléfonos y hasta los alemanes eran turistas. Le pregunté si quería sentarse y descansar un rato, pero no pareció oírme.
Estaba repitiendo mi pregunta cuando oí un bocinazo y unos vivas discordantes. La iluminación concentrada del puesto de control Charlie proyectaba un halo lechoso por detrás de un edificio abandonado delante de nosotros. A los pocos minutos salimos del callejón justo al lado del café y ante nosotros vimos la onírica familiaridad de la escena a cámara lenta que había visto con Jenny aquella mañana; el mobiliario fronterizo de casetas de guardias, carteles multilingües y barreras rayadas, y los ciudadanos bienintencionados seguían saludando a los peatones que venían del Este y dando puñetazos en los techos de los Trabant, pero con menos pasión ahora, como para demostrar la diferencia entre el espectáculo televisivo y la vida real.
Tenía cogido del brazo a Bernard cuando nos detuvimos para mirar todo aquello. Luego avanzamos lentamente por entre la multitud hacia la entrada del café. Pero la gente estaba haciendo cola. Solamente los dejaban entrar a medida que quedaban sitios libres. ¿Quién querría dejar una mesa a aquellas horas de la noche? A través de las ventanas salpicadas por la condensación pudimos ver a los privilegiados comedores y bebedores envueltos en el aire viciado.
Yo estaba a punto de abrirme paso a la fuerza, alegando necesidades de salud, cuando Bernard se soltó de mí y se alejó apresuradamente para cruzar la calle hacia la isleta del tráfico donde estaba la mayor parte de la gente, junto al puesto de guardia americano. Hasta entonces yo no había visto lo que él había visto. Más tarde me aseguró que todos los elementos de la situación estaban en su lugar cuando llegamos, pero yo sólo vi la bandera roja cuando seguí a Bernard llamándolo. Estaba atada a un asta corta, un palo de escoba serrado, quizá, sostenida por un hombre menudo de veintipocos años. Parecía turco. Tenía rizos negros e iba vestido de negro. Una chaqueta cruzada negra sobre una camiseta negra y vaqueros negros. Paseaba arriba y abajo por delante de la multitud, la cabeza echada hacia atrás, el asta de la bandera apoyada en el hombro. Retrocedió para ponerse en el camino de un Wartburg y se negó a moverse. El coche se vio obligado a maniobrar para rodearle.
Como provocación, ya estaba empezando a dar resultado y eso era lo que había atraído a Bernard hacia la carretera. Los antagonistas del joven eran un grupo variopinto, pero lo que yo vi en ese primer instante fueron dos hombres con traje —ejecutivos o abogados junto al bordillo de la acera. Cuando el joven pasó, uno de ellos le dio rápida y ligeramente bajo la barbilla. No era tanto un golpe como una expresión de desprecio. El revolucionario romántico se apartó con una sacudida y fingió que no había sucedido nada. Una anciana con un sombrero de piel le gritó una frase larga y levantó su paraguas. Un caballero que estaba a su lado la contuvo. El abanderado alzó aún más su estandarte. El segundo abogado dio un paso adelante y le asestó un puñetazo en la oreja. No acertó plenamente, pero fue lo suficiente como para hacer que el joven se tambalease. Desdeñando tocarse el lado de la cabeza donde había recibido el puñetazo, continuó su desfile. Para entonces Bernard había cruzado la mitad de la carretera y yo estaba justo detrás de él.
Por lo que a mí se refería, el abanderado podía recibir lo que se estaba buscando. Mi preocupación era Bernard. La rodilla izquierda parecía molestarle, pero iba cojeando delante de mí a buen paso. Ya había visto lo que venía a continuación, una manifestación más desagradable, que se acercaba corriendo procedente de la Kochstrasse. Eran media docena y venían gritando mientras corrían. Oí las palabras pero en ese momento no les hice caso. Preferí pensar que una larga noche en la ciudad regocijada los había dejado hambrientos de acción. Habían visto cómo golpeaban a un hombre en la cabeza y eso los había galvanizado. Tenían entre dieciséis y veinte años. Colectivamente, exudaban una maldad enana, un extravagante aire menesteroso, con su palidez cubierta de acné, sus cabezas afeitadas y sus bocas húmedas y blandas. El turco los vio cargar hacia él y torció la cabeza bruscamente como un bailarín de tango y les volvió la espalda. Estar allí haciendo aquello el día del oprobio final del comunismo demostraba el fanatismo de un mártir o una insondable urgencia masoquista de recibir una paliza en público. Era verdad que la mayoría de la multitud lo habría descartado como un chiflado y lo habría ignorado. Berlín era una ciudad tolerante, después de todo. Pero aquella noche había suficientes borrachos y una vaga sensación en unas cuantas personas de que se debería culpar a alguien de algo, y el hombre de la bandera parecía haberlos encontrado a todos en el mismo sitio. "