viernes, 24 de noviembre de 2017

EL PUERTO DE LOS AROMAS


Reseñado por Noelia Vallina el 14 de Diciembre de 2014.
"El puerto de los aromas" tiene un título fantástico, los personajes son curiosos y la historia engancha, sobre todo porque en su mayor parte trascurre en Hong Kong. John Lanchester me gustó con lo primero que leí suyo y ahora no me está defraudando, y a ver si lo que bien empieza también acaba bien.

Sinopsis (Ed. Anagrama)
En 1935 Tom Stewart, un joven inglés, deja un tranquilo futuro al frente del pub familiar y parte en busca de aventuras. En el barco que lo lleva a Hong Kong conoce a Maria, una joven monja china que le enseña cantonés, la lengua que le abrirá las puertas de la ciudad. Muchos años después, en los noventa, Dawn Stone, una cínica periodista aburrida de su vida en Londres, se instalará en Honk Kong, donde sus malévolas crónicas sobre los millonarios locales atraerán la atención del dueño de la revista que los publica, un potentado con un perfil más que turbio. Y en el «puerto de los aromas», que es lo que significa Holg Kong en chino, también encontrará una nueva vida Matthew Ho, un niño refugiado cuyo padre fue víctima de la revolución cultural en China, y ahora es un joven empresario que lucha por su empresa entre las convulsiones de la economía de mercado y las presiones de las mafias locales.
En torno a estos tres personajes, bulle la otra protagonista de la novela, la mítica Hong Kong, que ha atravesado guerras y revoluciones, que crece, cambia y fascina como un organismo vivo; ahora una moderna ciudad de expatriados, frenético laboratorio del capitalismo moderno.





BARRIO PERDIDO


No podía terminar el año sin leer al Nobel de Literatura 2014, ya bastante delito tiene no haberlo leído antes....y por fin he puesto remedio a tamaña carencia.
Empiezo mis lecturas de Modiano (y digo empiezo porque esto no acaba aquí, de ninguna manera) con Barrio Perdido, una suerte de ejercicio de memoria y búsqueda en París, y obviando la belleza de la ciudad que Modiano describe de una forma poéticamente perfecta, la novela discurre por caminos introspectivos muy claros, tiene algún tinte de "novela negra" porque hay secretos que nunca se desvelan. Me ha gustado mucho y como no se explicarlo bien os dejo un párrafo que según la revista Factor Crítico resume la novela (yo estoy de acuerdo):
«Inmóvil, con los ojos bien abiertos, me voy despojando del grueso caparazón de escritor inglés bajo el que llevo veinte años escondido. No moverse. Esperar a que finalice el descenso a través del tiempo, como quien salta en paracaídas. Tomar tierra en el París de antaño. Visitar las ruinas y rebuscar entre ellas los vestigios de uno mismo. Intentar responder a todas las preguntas que quedaron pendientes.»

Sinopsis (Ed. Cabaret Voltaire)
Un domingo de julio, Ambrose Guise, escritor de novelas policíacas, regresa a París tras veinte años de ausencia para encontrarse con su editor japonés. Pronto surgen el París de su memoria, los misterios de su pasado y su verdadera identidad: Jean Dekker. Barrio perdido nos adentra en una ciudad crepuscular, llena de lugares y personajes extraños: el apartamento de Carmen Blin frente a la Place de l’Alma, los archivos que dejó Daniel de Rocroy, las codificadas conversaciones con Ghita Wattier… Barrio perdido es el Dekker que desapareció después de un crimen sin resolver.

Barrio perdido (fragmento)
"Pronunció la frase en tono de desprecio irónico. Los Hayward no debían caerle bien. Demasiadas idas y venidas en su casa, supongo.
Se dirigió hacia la puerta. Por un momento creí que iba a plantarse ante ella e impedirnos la salida. Pero no. Sin dejar de mirarnos, accionó el pestillo.
Entreabrió la puerta dejando una estrecha abertura para que saliéramos. Antes de que nos coláramos por el resquicio, uno tras otro, nos volvió a mirar con tal insistencia que pensé si no querría grabarse en la memoria nuestros rasgos con la mayor precisión posible. Sí, no me cabía duda de que había oído los disparos.
Ella se aferraba a mi brazo y de vez en cuando sufría temblores nerviosos. Dimos la vuelta a la place du Trocadéro. Uno de los cafés estaba aún abierto y nos sentamos en un velador de la terraza. A lo lejos, gente saliendo del teatro Chaillot, en grupos que venían hacia nosotros. También ellos se sentaban en los veladores cercanos, entre un barullo de conversaciones. Varios autocares turísticos brillaban en la linde de la explanada.
Pedí dos kirs. Luego, otros dos. Y dos más. La chica estaba ya menos pálida y no temblaba. Intenté tranquilizarla. Aún nos quedaban unos instantes de respiro. Nadie podría encontrarnos, en la terraza de este café, un sábado por la noche, en pleno mes de junio, entre turistas y gentes que salían del teatro. Pero ¿dónde pasar la noche? Al salir del café, me fijé en la placa negra de un hotel, al principio de la avenue Raymond-Poincaré, a mano izquierda. Sobre la placa negra brillaba «Hotel Malakoff» en letras doradas.
En la recepción, el portero de noche no nos pidió la documentación, pero sí me dio una ficha para que la rellenara. Yo no quería que me viera azorado, así que escribí mi verdadero nombre: Jean Dekker, y mi verdadera fecha de nacimiento: 25 de julio de 1945. Incluso el lugar exacto de mi nacimiento: Boulogne-Billancourt. En el apartado dirección, dudé un instante y escribí: 2, avenue Rodin. París (XVI). Pero hoy me pregunto si no lo hice adrede.
No se durmió hasta el alba. Me pidió que dejara encendida la lamparita de noche. Con la mejilla izquierda apoyada en la almohada y el brazo izquierdo replegado, se abrazaba el hombro con la mano, en un gesto de protección. La contemplé durante mucho rato para no olvidar su rostro. Una muchacha de veinte años. De estatura media. Morena. Olor a lavanda. Hasta ahora, no ha sido identificada.
Apagué la lamparita. Con los zapatos en la mano, me deslicé de puntillas fuera de la habitación. Cerré la puerta muy despacio y en el pasillo me até los zapatos.
Cuando llegué a la place du Trocadéro estaba saliendo el sol. Era el inicio del verano. Por un momento, tuve la tentación de cruzar la explanada del Palais Chaillot para contemplar por última vez la Tour Eiffel y, allá abajo, los árboles frondosos, los tejados, el Sena, los puentes. "

LA RUBIA DE OJOS NEGROS


RESEÑADO por Gloria González para LIBROS,  el 7 de Marzo de 2014.
Amantes de la novela negra: Philip Marlowe ha resucitado. Dicen que es el mismo de siempre y algunos piensan que tiene mejor aspecto que nunca.

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014 a John Banville por «su inteligente, honda y original creación novelesca» y a su «otro yo, Benjamin Black, autor de turbadoras y críticas novelas policíacas.»
Arranca la década de los cincuenta. Philip Marlowe se siente tan inquieto y solo como siempre y el negocio vive sus horas bajas cuando irrumpe en su despacho una nueva clienta: joven, rubia, hermosa y elegante, Clare Cavendish, la rica heredera de un emporio de perfumes, pretende que Marlowe encuentre a un antiguo amante, un hombre llamado Nico Peterson.
Sí: Banville/Black pone su pluma al servicio del espíritu de Raymond Chandler por encargo de sus herederos y resucita al legendario detective privado (ese hombre que no conoce a las mujeres, pero tampoco se conoce a sí mismo) para embarcarlo en una nueva y peligrosa aventura en las calles de Bay City.

La rubia de ojos negros (fragmento)

1.

Era martes, una de esas tardes de verano en que la Tierra parece haberse detenido. El teléfono, sobre la mesa de mi despacho, tenía aspecto de sentirse observado. Por la ventana polvorienta de la oficina se veía un lento reguero de coches y a un puñado de buenos ciudadanos de nuestra encantadora ciudad, la mayoría hombres con sombrero, que deambulaban sin rumbo por la acera. Me fijé en una mujer que, en la esquina de Cahuenga y Hollywood, aguardaba a que cambiara la luz del semáforo. Piernas largas, una ajustada chaqueta color crema con hombreras, una falda azul marino. También lucía un sombrero, un accesorio tan diminuto como un pajarito que se hubiera posado en un lateral de su cabello y se hubiera quedado allí alegremente. Miró hacia la izquierda, luego hacia la derecha y de nuevo hacia la izquierda —debía de haber sido una niña muy buena— y entonces cruzó la calle soleada, avanzando con elegancia sobre su propia sombra.
La temporada estaba siendo muy floja. Había trabajado una semana como guardaespaldas de un tipo que acudió desde Nueva York volando en un clipper. Tenía la mandíbula azulada, un reloj de oro en la muñeca y un anillo en el dedo meñique con un rubí tan grande como un garbanzo. Se presentó como un hombre de negocios y yo decidí creerle. Él estaba preocupado y sudaba muchísimo, pero nada sucedió y me pagó lo estipulado. Poco después, Bernie Ohls, de la Oficina del Sheriff, me puso en contacto con una encantadora ancianita cuyo hijo drogadicto le había birlado la valiosa colección de monedas de su difunto marido. Tuve que ponerme algo violento para recuperar lo robado, pero la sangre no llegó al río. Había una moneda con la cabeza de Alejandro Magno y otra donde se veía el perfil de Cleopatra con aquella enorme nariz. ¿Qué verían los hombres en ella?
Sonó el timbre que anunciaba la apertura de la puerta principal y oí los pasos de una mujer, que atravesó la sala de espera y se detuvo un instante ante la puerta de mi oficina. El sonido de unos tacones altos en el suelo de madera siempre me produce un ligero cosquilleo. Iba a decirle que pasara con ese impostado tono grave de puedes-confiar-en-mí-soy-un-detective, cuando ella entró sin llamar.


LA PLAGA


Primera entrega de la trilogía protagonizada por la Dra. Janie Crow

RESEÑADO por Calipso Breogan para LIBROS,  el 11 de Marzo de 2014.
Estoy empezando la plaga de Ann Benson. Vive en casa desde que se publicó 2004, por aquella época era un libro de ciencia ficción futurista , la acción se sitúa en 2005.
Hace dos días lo empecé, y el futuro se ha convertido en pasado.
Jolines ! cómo pasa el tiempo, que paradojas.....
En cuanto al argumento en sí, de momento pinta bien ya iré contando.

Sinopsis (Ed. Debolsillo)
¿Qué ocurre cuando la peste bubónica, ausente durante tanto tiempo del mundo moderno, reaparece en la sociedad del siglo XXI? La plaga urde con brillantez dos relatos paralelos. En el siglo XIV, el médico Alejandro Canches se salva de ser ejecutado por realizar una autopsia y en su huida recorre la Europa de la Peste Negra. Finalmente es enviado, contra su voluntad, a la corte de Eduardo III de Inglaterra para combatir la epidemia.
En dramático contrapunto, la arqueóloga y médica Janie Crowe llega a la Inglaterra del siglo XXI e involuntariamente, provoca la difusión de una mortífera bacteria en un mundo que no está preparado para combatirla. En un futuro en que los antibióticos han perdido toda eficacia y un pasado dominado por el terror, estos dos héroes, muy a su pesar, se ven unidos por la historia. Primer libro de tres de la doctora Janie Crow, serie que en original se publicó como The Plage Tales [Historias de la peste]

La Plaga (fragmento)

PRÓLOGO
Sosteniendo un libro viejo contra el pecho, Robert Sarin se sentó con tiento en una desvencijada mecedora de madera y movió sus miembros entumecidos hasta alcanzar una postura más o menos cómoda. A continuación puso el libro encima de sus piernas y colocó ambas manos en la tapa, palpando la agrietada encuadernación de cuero. Al tiempo que imprimía a la silla un suave balanceo, meditó febrilmente sobre cómo arreglárselas para pasar el día siguiente, y todos los sucesivos, sin topar con algún problema tan grave como imprevisible. Dirigió una mirada inexpresiva a la anciana que, tendida en el lecho, contemplaba a su vez fijamente el techo de paja, como si buscara el rastro de algún sucio animalillo lo bastante imprudente para hacer acto de presencia en su impoluto hogar.
«¡Fuera de aquí, rata maldita!», solía decir la anciana cada vez que un roedor se paseaba desprevenido por sus dominios; y, pese a haber llegado él mismo a la vejez, el hijo que la estaba velando recordaba aún el tono vengativo con que su madre reía al planear el fin del intruso. A veces, de niño, la fuerza de voluntad de aquella mujer lo había asustado hasta el extremo de tener que esconderse debajo de esa misma cama, y asomar después una tímida cabecita para echar un vistazo al techo de paja.


EL TESORO DE ALEJANDRÍA


Novena entrega de la serie de novelas protagonizadas por el aventurero Dirk Pitt.

RESEÑADO por Calipso Breogan para LIBROS, el 21 de Marzo de 2014.
Acabo de empezar El tesoro de Alejandría, de Clive Cussler. he leído 60 páginas y ya estoy enganchada ( seguramente tiene algo que ver eso de que empieza con una batalla de una legión romana me pierde la historia ...... )
En fin, que sigo rescatando libros de la estantería de para cuando tenga tiempo.

Sinopsis (Ed. Debolsillo)
Dirk Pitt se enfrenta a una siniestra conspiración.
En 1931 a.C. el emperador bizantino Teodosio ordenó que la Biblioteca de Alejandría, una de las maravillas del mundo antiguo, fuera quemada. Afortunadamente, el conservador de la biblioteca logró poner a salvo las obras de mayor valor, ocultándolas en un barco.
Dieciséis siglos más tarde, Dirk Pitt ha encontrado ese barco y a su tripulación perfectamente conservados en los hielos de Groenlandia. Y a partir de este hallazgo, Pitt va a descubrir una pista que le conducirá a una siniestra conspiración: el fanatismo religioso amenaza con derribar los gobiernos de Egipto y México y provocar el colapso económico de Occidente.

El tesoro de Alejandría (fragmento)

1

Nadie prestó la menor atención al piloto mientras se escabullía entre la multitud de corresponsales de prensa que llenaban a rebosar la sala de personalidades. Tampoco los pasajeros reunidos en la sala de espera de la puerta 14 se fijaron en que el hombre llevaba una gran bolsa de lona en lugar del habitual maletín. El piloto mantuvo la cabeza baja y los ojos fijos al frente, evitando la batería de cámaras de televisión dirigidas hacia una mujer alta y atractiva, de piel morena, facciones finas y grandes ojos negros como el carbón, que era el centro del bullicio.
El hombre cruzó apresuradamente la rampa de embarque y se detuvo ante la pareja de guardias de seguridad del aeropuerto que, vestidos de civil, controlaban el acceso al avión. Con un gesto despreocupado de saludo, el piloto intentó pasar entre los dos hombres, pero una mano le sujetó por el brazo.
—Un momento, comandante.
El piloto se detuvo con una expresión sorprendida pero amistosa en su rostro de piel atezada. Parecía ligeramente divertido ante la incomodidad.

ABRIL ROJO


RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS, el 12 de Agosto de 2014.
En noviembre de 2001 decidí apuntar los libros que empezaba a leer. No era la primera vez que cogía uno de la biblioteca y tenía la sensación, al empezar a leer, que aquella historia ya había sucedido. Y al no tener donde poder consultar si realmente había sido así, volvía a suceder.
En esa lista apunto el autor, el título, la fecha en que empiezo el libro y la fecha en que lo acabo o en la que lo abandono. Porque una cosa es empezarlo y otra, tener la obligación de acabarlo.
Os cuento esto porque ayer apunté el libro 999. Un libro tan importante como el futuro 1001 o el pasado 323, que por cierto es ‘Abril rojo’ de Santiago Roncagliolo.
Un libro que bueno, malo, imprescindible, eludible o simplemente palomitero va a tener algo que contar. Como sus antecesores y como los que están por llegar.
Gracias por mantener un espacio para hablar de libros. Pero sobre todo, gracias por ofrecernos un rincón donde poder contar que detrás de todos estos libros que pasan por nuestras manos, tenemos una historia. La mía es la de una lista. Una lista que empezó un otoño de hace casi 13 años…

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
Durante las celebraciones de la Semana Santa de 2000 en Ayacucho, Perú, se perpetra una serie de asesinatos hiperviolentos. Un fiscal venido de Lima un año antes de los acontecimientos, Félix Chacaltana Saldívar, celoso de sus deberes, entabla las indagaciones y redacta los informes respectivos con un atildamiento rayano en el ridículo. Chacaltana sospecha que las muertes se deben a ejecuciones terroristas consumadas por un rebrote de las actividades en los Andes de Sendero Luminoso. Muy pronto sus deducciones lo llevan a encararse con los altos mandos locales de la milicia y a ser testigo de los amedrentadores vestigios de los senderistas. El estupor del protagonista aflora al verse inmiscuido –aunque involuntariamente– en las sucesivas ejecuciones. En su incursión al “rincón de los muertos” (Ayacucho), el fiscal experimentará una revelación relacionada con el hito fundamental de su propia historia, como si su presencia en los Andes se debiera a una búsqueda del origen de su manía, consistente en hablar con su madre muerta como si estuviera viva.

Abril rojo (fragmento)
"Ahora, el fiscal sintió que la mirada que venía del rostro del coronel llegaba desde algún lugar a miles de años luz de sus problemas. Prometió que haría lo que pudiese y abandonó el edificio caminando tan rápido como podía, casi corriendo, aunque manteniendo la dignidad que correspondía a un funcionario de su rango. Mientras recorría la pampa que separaba la prisión de la ciudad, se sintió observado. Se dio la vuelta. No había nadie en tres kilómetros a la redonda…
De regreso a la fiscalía escribió el informe.
Ahora, mientras caía el sol, seguía revisando escrupulosamente su escrito, preguntándose si valía la pena dar la alarma o si no había alarma que dar o si hablar de ella le costaría el rango y el puesto. Comprendía las razones del teniente EP Alfredo Cáceres Salazar y su metodología de investigación, pero no tenía claro que Edwin Mayta fuese terrorista. Quizá sólo estaba pensando demasiado en todo ese caso. Quizá simplemente Justino se había vuelto loco desde el arresto de su hermano y había pensado que el fiscal tenía algo que ver con ello. De todos modos, recapituló el fiscal, todo el problema se limita a un cadáver y ya está resuelto, cadáveres en Ayacucho sobran y mejor no meter la nariz en ninguno en particular, porque de todos salta la pus. No había amenaza terrorista. El terrorismo se acabó. Lo demás eran disparates que los mismos terroristas decían para confundir. Guardó el informe en un cajón, bajo los lápices y los formularios para pedir materiales. Luego miró su reloj. Era hora de salida. Tomó sus cosas y salió puntualmente. Se sentía extrañamente nervioso. En la calle, los turistas que llegaban para la Semana Santa empezaban a dar una imagen más viva de la ciudad. La mayoría venían de Lima, pero ya había inclusive algunos gringos, españoles, quizá algún francés de los que recorren los Andes con mochilas. El fiscal Chacaltana decidió pasar por donde Edith para relajarse un poco. Quizá también era hora de disculparse por sus ausencias. Había empezado muy fogoso con ella y luego había desaparecido. Eso no era de caballeros.
En el restaurante, para variar, estaba ella sola. El fiscal se sentó donde siempre, pero Edith no parecía de muy buen ánimo. "


EL HOMBRE MÁS BUSCADO


RESEÑADO por Amelia Ruiz para LIBROS,  el 30 de Diciembre de 2014.
He terminado El hombre más buscado de John Le Carre. Lo mejor es que me ha atrapado después de épocas de lecturas leeeentas y reflexiiiivas. Aquí hay espionaje actual, terrorismo islámico, también terrorismo de Estado, muchísima acción, algo de romanticismo, personajes escépticos unos, idealistas otros, en suma, de nuevo Le Carre en su más pura esencia.

Sinopsis (Ed. Debolsillo)
Un joven ruso sin papeles y muerto de hambre consigue llegar a la ciudad de Hamburgo. Lleva encima una sorprendente cantidad de dinero. Es musulmán devoto, o así se declara. Dice llamarse Isa. Annabel, una joven alemana muy idealista y abogada defensora de derechos civiles, decide luchar con todos sus medios para que no lo deporten. Para ella su cliente es más importante que su propio puesto de trabajo. Para salvarlo se enfrenta a Tommy Brue, un británico de sesenta años, heredero de Brue Frères de Hamburgo, un banco al borde de la quiebra... Así nace un triángulo de amores imposibles.
Mientras tanto, los espías de tres naciones, dedicados a la lucha antiterrorista, están convencidos de que han localizado a un importante terrorista islámico y esperan el momento idóneo para actuar.

El hombre más buscado (fragmento)

1
Huelga decir que no podemos culpar a un boxeador turco, campeón de los pesos pesados, de no advertir, mientras pasea tranquilamente por una calle de Hamburgo con su madre del brazo, que le sigue los pasos un muchacho flaco envuelto en un abrigo negro.
El Gran Melik, como lo llamaban con admiración en su barrio, era un gigante de hombre, greñudo, desaliñado y campechano, con una sonrisa espontánea y amplia, el pelo negro recogido en una coleta y unos andares cimbreantes y desenvueltos que, incluso sin su madre, abarcaban media acera. A los veinte años, era una celebridad en su pequeño mundo, y no solo por sus proezas en el cuadrilátero: representante juvenil electo de su club deportivo islámico, finalista tres años consecutivos en los cien metros mariposa del Campeonato del Norte de Alemania y, por si fuera poco, portero titular de su equipo de fútbol de los sábados.
Como la mayoría de las personas de envergadura considerable, estaba más acostumbrado a ser mirado que a mirar, y he ahí otra de las razones por las que aquel muchacho flaco le siguió los pasos sin que lo advirtiera durante tres días y tres noches.
Sus miradas se cruzaron por primera vez cuando Melik y su madre, Leyla, salían de la agencia de viajes al-Umma, recién de Melik en su pueblo natal, a un paso de Ankara. Melik se sintió observado, echó un vistazo alrededor, y se encontró frente a frente con un muchacho alto, de su misma estatura, delgadísimo, de barba enmarañada, ojos enrojecidos en lo más hondo de las cuencas y un largo abrigo negro en el que habrían cabido tres magos. Llevaba envuelta al cuello una kefiya negra y blanca y, colgada al hombro, una alforja de piel de camello más propia de un turista. Fijó la mirada en Melik, luego en Leyla. Después la posó de nuevo en Melik, y si bien no pestañeó, en aquellos ojos intensos y hundidos se traslució una expresión de súplica.