sábado, 11 de noviembre de 2017

HISTORIAS DE HADAS PARA ADULTOS


RESEÑADO por losrelatosdepatri para LIBROS,  el 8 de Enero de 2014.
Terminado "Historias de hadas para adultos" de Daína Chaviano.
Un libro compuesto por tres relatos largos o novelas cortas: "La granja", "La dama del ciervo" y "Un hada en el umbral de la Tierra".
Se trata de historias que mezclan fantasía y ciencia ficción e incluso en algún caso el terror. Me ha gustado y sorprendido mucho, no conocía a esta escritora y me ha encantado su estilo.
Repetiré con esta autora.

Sinopsis (Ed. Minotauro)
Tres relatos donde la ciencia ficción se aúna con elementos mágicos y de terror, atrapando al lector hasta el final. Tres historias narradas con sensibilidad, que sirven de marco para profundas reflexiones filosóficas y sociales.

En "La Granja", Gilberto llega a una extraña finca cuyos habitantes no dejan de sorprenderle por su curioso comportamiento. Allí descubrirá que las puertas que llevan a mundos fantásticos pueden esconderse tras la apariencia de simples graneros. Esta historia recupera y transforma el legado de las leyendas artúricas.
En "La Dama del Ciervo", Vrena y Adante son los protagonistas de una historia de amor prohibido que se verán atrapados en la eterna lucha entre el Bien y el Mal. Una guerra que está profetizada como el castigo por medio del cual los habitantes de su planeta han de expiar el pecado que cometieron al ir demasiado lejos en sus experimentos genéticos. Una historia cargada de referencias bíblicas y de la mitología clásica.
Finalmente "Un hada en el umbral de la Tierra" es un relato en el que se mezclan hábilmente elementos habituales de la ciencia ficción y del terror. En él, una madre y su hijo que permanecen atrapados en un planeta cercano a la Tierra descubrirán que las hadas no existen únicamente en los cuentos infantiles, aunque jamás se hubieran atrevido a imaginarlas así.

Historias de Hadas para adultos (fragmento)

Un hada en el umbral de la Tierra
Es el invierno helado, la estación fría de Garnys.
A lo lejos, las Montañas Plateadas irisan la llanura con sus reflejos. La lluvia polar cae suavemente, matizándolo todo con resplandores azules.
Es la tarde indefensa, desnuda bajo el cielo aterido.
En el interior del domo terrestre, Niza aumenta la temperatura de la calefacción y termina de recoger la vajilla sucia. Los platos y cubiertos son lanzados al destructor automático.
—Mamá, ¿puedo ir al estanque?
Ella se detiene ante el espejo y comienza a repasar ciertos detalles de su rostro.
—Ahora no, Tomy —dice con voz ausente—. Está nevando.

SOLOS



RESEÑADO por Dani Tavares para LIBROS,  el 2 de Enero de 2014.
No recuerdo donde me fijé por primera vez en este libro, pudiera ser en algún blog de esos que exploro o alguien lo recomendó en esta página o quizás me lo bajé sin pensar porque el argumento parece interesante y me apetecía un poco de adrenalina y caña para compensar la excesiva ingesta de alimentos en estas fiestas... o sea, que corran los otros y... que se jueguen la vida que yo me tumbo en el sofá y lo disfruto leyendo...
Os pongo en situación: una enorme plataforma petrolífera en el Océano Ártico, un equipo de unas pocas personas y una evacuación en breve por el posible cierre de la plataforma, pero el barco que los tiene que recoger no aparece y las noticias en los diferentes canales de televisión comienzan a emitir imágenes de un apocalipsis zombi a nivel mundial, las cosas se ponen feas, por suerte allí están a salvo, o no?...
En fin, un guión absolutamente cinematográfico, malos muy malos, buenos buenísimos, suspense, acción, emoción, zombis, supervivencia, mucho frio y capítulos que te cortan la respiración.
Creo que no es el primer libro que intento leer de zombis, lo intenté con Guerra mundial Z y no pasé de los primeros capítulos, también lo intenté con otro autor cuyo nombre mi cabeza no retuvo, el genero no me atrae porque lo encuentro repetitivo pero con este libro he disfrutado, imaginaos ir al cine un domingo y ver un coctel de La cosa, Deep rising, Alien y Walking dead. pues eso, como dice el amigo Ricardo: palomitas, pero a mi me han parecido tan buenas como las que haces en casa un domingo por la tarde.

Sinopsis (Ed. Plaza y Janés)
Una plataforma petrolera medio abandonada y en ruinas, atracada en un remoto lugar del océano Ártico, está a punto de ser cerrada. Una tripulación reducida aguarda la nave que los llevará a casa.
Pero el mundo más allá de este gélido páramo ya no es el que recuerdan. Un siniestro virus se propaga por el planeta a toda velocidad. En cuestión de días, se ven asoladas ciudades enteras. Los contagiados, irreconocibles, se convierten en una horda rabiosa y casi indestructible.
Uno por uno los canales de televisión y radio que unen la tripulación a lo que queda de la civilización humana dejan de retransmitir.
El silencio invade las ondas. La incomunicación es total. Y el largo invierno en el Ártico solo acaba de empezar.
Atrapados en los confines de la tierra, quince hombres y mujeres se enfrentan al panorama desolador del hambre y la hipotermia, inconscientes aún de que la plaga apocalíptica que ha devastado al resto del planeta viene directo hacia ellos.



Solos (fragmento)


RampartEl mar de Barents es tan frío que si se quedara en calma un solo día, si los vientos del Ártico y las corrientes oceánicas dejaran de agitarlo, se solidificaría. Se podría andar por su superficie, se podría dirigir un reflector abajo e iluminar el paisaje de ensueño, sellado con hielo, del fondo del océano. Arrecifes y desfiladeros, restos de naufragios encenagados, organismos ciegos que viven y mueren en perpetua oscuridad.
La refinería Con Amalgam de Kasker Rampart está anclada a un kilómetro de la aglomeración de islas de la Tierra de Francisco José. Una plantilla reducida de quince personas recorre corredores y bloques de alojamiento que habían sido el hogar de mil hombres. Diariamente llevan a cabo monótonos chequeos del sistema, luego pillan un ciego, miran la tele o contemplan el desfallecido y deprimente sol a través de la portilla. Se retrotraen en sus recuerdos, navegan por un paisaje de nostalgia y desazón, matan el tiempo hasta el día que Con Amalgam pone otra vez la plataforma en marcha y el oleoducto del fondo del mar vuelve a bombear.

MUERTE EN EL CLUB DE LECTURA


Octava entrega de la serie de novelas protagonizadas por Aurora "Roe" Teagarden es bibliotecaria en Lawrenceton, una ciudad dormitorio de 15.000 habitantes cerca de Atlanta, Georgia.

La Navidad es el momento propicio para las "aventuras" ingenuamente teñidas de sangre de la maravillosa bibliotecaria Aurora Teagarden. Vive en EEUU en una pequeña población cerca de Atlanta (Georgia) pero para el caso podría vivir en el rural inglés y no notaríamos la diferencia. Nunca pasará, esta serie escrita por Charlaine Harris, a los anales de la literatura de misterio pero l@s aficionad@s disfrutarán de los misterios que Roe Teagarden resuelve sin perder la elegancia y la frescura. Costumbrismo puro y duro lejos de la campiña inglesa pero con un sabor, indudablemente, británico.

Sinopsis (Ed. Suma de Letras)
Poppy, la cuñada de Roe, ha aparecido ensangrentada y muerta en la puerta trasera de su casa. Es cierto que Poppy tenía sus defectos, y que ella y su marido estaban teniendo serios problemas para mantenerse fieles el uno al otro, pero desde luego no se merecía ser brutalmente asesinada.
La investigación de un caso como este nunca es fácil dada la atmósfera chismosa de cualquier pueblo pequeño. Y menos teniendo en cuenta los romances extramatrimoniales de la asesinada y la necesidad de proteger a su familia. Además, «Roe» también está viviendo una incipiente relación romántica y la aparición repentina de su medio hermano adolescente.
Demasiadas cosas para una sola persona... incluso para una mujer tan equilibrada como Roe.

Muerte en el Club de Lectura (fragmento)

Prólogo

Apenas presté atención a mi última conversación con la mujer de mi hermanastro, mi «cuñadastra» Poppy Queensland. Poppy me caía bien —más o menos— pero en ese momento, cuando me llamó, lo que me invadió fue sobre todo irritación. Solo tenía cinco años más que ella, pero conseguía hacerme sentir como una abuela victoriana. Cuando me comentó que se disponía a jorobar nuestros planes, me sentí muy... ofendida. ¿A que parezco una gruñona?
Escucha —dijo Poppy. Como era habitual en ella, mostraba un tono imperativo y exaltado. Poppy siempre hacía que su vida sonara más importante y emocionante que la de los demás (por ejemplo, que la mía)—. Me voy a retrasar así que id yendo vosotras dos. Ya nos encontramos allí. Guardadme un sitio. Más tarde caí en que había esperado a llamarme a las diez y media porque sabía que yo ya estaría casi lista para dejar mi casa con el propósito de ir a buscarla a ella primero y a Melinda a continuación. Poppy y Melinda eran las mujeres de mis dos hermanastros. Dado que yo había adquirido esta nueva familia bien entrada mi edad adulta, no contábamos con una historia compartida y nos estaba llevando cierto tiempo sentirnos cómodos los unos con los otros.
Normalmente yo me refería a Poppy y Melinda como mis cuñadas para evitar así una explicación más compleja. En nuestro pequeño pueblo de Georgia, Lawrenceton, las explicaciones no solían ser necesarias. De forma gradual, Lawrenceton estaba siendo engullido por el extrarradio de Atlanta, pero por lo general aún conocíamos las historias familiares de los demás.
Con el teléfono inalámbrico en la oreja, me miré en el espejo del baño para ver si el colorete rosa de mis mejillas estaba igualado. La verdad es que mi mente estaba muy ocupada pensando en lo inexplicable y exasperante que resultaba ese cambio de planes.
—¿Va todo bien? —pregunté, pues quizá el pequeño Chase se había puesto enfermo o el calentador de agua de la casa había explotado. Sin duda, tenía que suceder algo grave para que Poppy decidiera no asistir a la reunión de las Mujeres Engreídas. Esa mañana, supuestamente, iba a ser admitida en el club. Era un acontecimiento muy importante en la vida de una ciudadana de Lawrenceton. Poppy, si bien no había nacido en el pueblo, había vivido en Lawrenceton desde que tenía diez años y era innegable que entendía el honor que suponía ser un nuevo miembro.
Ni siquiera mi madre había sido propuesta para formar parte de las Mujeres Engreídas, y eso que mi abuela había pertenecido al club. Se consideraba que mi madre siempre había estado demasiado centrada en su negocio (al menos así era como ella lo explicaba). Yo tenía que poner gran empeño por no mostrarme orgullosa delante de mi madre. No era muy habitual que yo hiciera algo que obligara a mi exitosa y autoritaria madre a mirarme con admiración.



LOS ÚLTIMOS DÍAS DE NUESTROS PADRES


Dice Joël Dicker "No me consideraré escritor hasta dentro de 20 años..." , y dice bien porque mientras no encuentre un estilo propio debería "no considerarse" escritor.
Reseñé, en su momento, La verdad sobre el caso Harry Quebert, y ya recordareis que supuso una decepción tras la publicidad salvaje que habíamos soportado sobre el libro, en él, el autor realiza una mezcla literaria entre Philip Roth ...y la negra-nórdica que no llega a buen puerto, precisamente.
En Los últimos días de nuestros padres (¿....?) cambia radicalmente de estilo y viene a escribir como John LeCarré trufado con Hazañas Bélicas..., entretenido si, es entretenido,  aunque le sobran algunas páginas y nada más¡¡¡
Una opción para Navidad si no tienes otra cosa a mano....¡

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
La primera novela del «fenómeno planetario» Joël Dicker, ganadora del Premio de Escritores Ginebrinos.
Una combinación perfecta entre trama bélica de espionaje, amor, amistad y una reflexión profunda acerca del ser humano y sus debilidades, a través de las vicisitudes del grupo F del SOE (Special Operation Executive), una unidad de los servicios secretos británicos encargada de entrenar a jóvenes europeos para la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial.
Personajes inolvidables, una documentación exhaustiva acerca de un episodio poco conocido de la Segunda Guerra y el incipiente talento de un jovencísimo Dicker, quien luego se consagrará con el fenómeno literario mundial La verdad sobre el caso Harry Quebert.

Los últimos días de nuestros padres (fragmento)

Primera parte

1.

Que todos los padres del mundo, a punto de abandonarnos, sepan el gran peligro que corremos sin ellos.
Nos enseñaron a caminar, y ya no caminaremos.
Nos enseñaron a hablar, y ya no hablaremos.
Nos enseñaron a vivir, y ya no viviremos.
Nos enseñaron a convertirnos en Hombres, y ya ni siquiera seremos Hombres. Ya no seremos nada.
Fumaban al amanecer, mientras contemplaban sentados el negro cielo que bailaba sobre Inglaterra. Y Palo recitaba su poema. Al abrigo de la noche, recordaba a su padre.
Sobre la colina donde se encontraban, las colillas teñían de rojo la oscuridad: habían adoptado la costumbre de venir a fumar allí a primera hora de la mañana. Fumaban para hacerse compañía, fumaban para no desesperar, fumaban para no olvidar que eran Hombres.
Gordo, el obeso, olisqueaba entre los matorrales imitando a un perro vagabundo, ladrando para ahuyentar a los ratones de campo entre la hierba húmeda, y Palo se enfadaba con el falso perro.
—¡Para, Gordo! ¡Hoy hay que estar triste!
Gordo se detuvo tras tres reprimendas y, enfurruñado como un niño, dio la vuelta al semicírculo que formaba la decena de siluetas y se fue a sentar al lado de los taciturnos, entre Rana, el depresivo, y Ciruelo, el tartamudo infeliz, secretamente enamorado de las palabras.
—¿En qué piensas, Palo? —preguntó Gordo.
—En cosas…
—No pienses en cosas malas, piensa en cosas bonitas.
Y con su mano grasa y regordeta, Gordo buscó el hombro de su camarada.
Los llamaron desde la escalinata del viejo caserón que se levantaba frente a ellos. El entrenamiento iba a comenzar. Inmediatamente, todos se pusieron en marcha; Palo permaneció sentado un instante más, escuchando el murmullo de la bruma. Volvía a pensar en su último día en París. Pensaba sin cesar en ello, todas las noches y todas las mañanas. Sobre todo las mañanas. Hoy hacía exactamente dos meses que se había marchado.
Había sucedido a principios de septiembre, justo antes del otoño; resultaba inevitable: era preciso defender a los Hombres, defender a los padres. Defender a su padre, al que sin embargo había jurado no abandonar nunca, años atrás, cuando el destino se había llevado a su madre. El buen hijo y el viudo solitario. Pero la guerra los había atrapado y, al elegir las armas, Palo había elegido abandonar a su padre. Ya en agosto sabía que iba a marcharse, pero había sido incapaz de anunciárselo. Sin coraje suficiente, solo pudo reunir el valor necesario para despedirse la víspera de partir, después de la cena.
—¿Por qué tú? —se atragantó su padre.
—Porque si no soy yo, no será nadie.
Con el rostro tan compungido como orgulloso, había abrazado a su hijo para infundirle valor.
Su padre había pasado el resto de la noche encerrado en su habitación, llorando. Lloraba de tristeza, pero le parecía que su hijo de veintidós años era el más valiente de los hijos. Palo había permanecido ante su puerta, escuchando los sollozos. Y de pronto se había odiado tanto por hacer llorar a su padre que se había cortado el torso con la punta de su navaja hasta hacerse sangre. Con el cuerpo herido frente a un espejo, se había insultado y había socavado más aún la carne a la altura del corazón para estar seguro de que la cicatriz no desaparecería nunca.

LA SOLTERONA


Increíblemente, todavía no había leído esta novela de Edith Wharton, al empezar me percaté de que había visto la película protagonizada por Bette Davis hace mil años o mas.....
Por supuesto, seguí leyendo y no me he arrepentido, una magnífica novela profundamente feminista, para la época en la que fue escrita, una maravilla en la forma y en el fondo.
Absolutamente recomendable.

Sinopsis (Ed. Impedimenta)
Edith Wharton firma una nouvelle magistral, que explota la que fuera una de sus obsesiones recurrentes: las opciones de la mujer de su tiempo y estatus en la tramoya social que la coarta.
En 1850 la alta burguesía neoyorquina disfruta de una desentendida prosperidad. Delia, «reina» del endogámico clan de los Ralston, ultima los detalles de su vestuario para brillar en el acontecimiento social del año: el enlace de su prima Charlotte Lovell con Joe Ralston, que además sellará una alianza entre las dos familias hegemónicas de Nueva York. Cuando nada parece poder desbaratar tan idílico porvenir, una desquiciada Charlotte irrumpe en casa de Delia para desvelarle un secreto que alterará para siempre la placidez de sus vidas y que, de saberse, tumbaría los códigos éticos de los que ambas se han venido nutriendo. Los destinos de Charlotte y Delia quedan trágicamente atados bajo la inviolabilidad del secreto que comparten, consolidándose entre ambas una tormentosa relación en la que convergerán los celos, la compasión, el amor filial y la suspicacia.

La solterona (fragmento)
"A Delia nunca se le había ocurrido pensar que su influencia sobre Tina pudiese suscitar rencores. Descubrirlo ahora proyectaba un instantáneo haz de luz sobre el abismo que había separado siempre a ambas mujeres. Sin embargo, al cabo de unos minutos, Delia se reprochó haberle atribuido a su prima sentimientos de celos. ¿No debía más bien atribuírselos a sí misma? Charlotte, como madre de Tina, tenía todo el derecho a desear estar cerca de ella, en todos los sentidos posibles. ¿Qué derecho tenía Delia a oponerse a aquel privilegio natural? A la mañana siguiente dio instrucciones de trasladar las cosas de Charlotte a la habitación contigua a la de Tina. Esa misma noche, a la hora de acostarse, Charlotte y Tina subieron juntas; Delia se demoró en el salón con el pretexto de escribir unas cartas. En realidad, temía el momento de traspasar el umbral donde, noche tras noche, la había retenido la alegre risa de las jóvenes mientras Charlotte Lovell dormía su sueño de solterona en el piso superior. Delia sufrió un espasmo al pensar que a partir de ahora se vería privada de aquel pretexto para preservar su cercano contacto con Tina. Una hora más tarde, cuando subió las escaleras, Delia se percató con cierta sensación de culpabilidad de que estaba caminando lo más sigilosamente posible sobre la tupida alfombra del pasillo y de que estaba tardando más de lo necesario en apagar la lámpara de gas del descansillo. "

EL PARAÍSO IMPERFECTO. Antología tímida


En la noche clara e invernal leo a un maestro que nació un día como hoy, Augusto Monterroso, (Tegucigalpa, 21 de diciembre de 1921 – Ciudad de México, 7 de febrero de 2003),
"Como mis libros son ya antologías de cuanto he escrito, reducirlos a ésta me fue fácil; y si de ésta se hace inteligentemente otra, y de esta otra, otras más, hasta convertir aquéllos en dos líneas o en ninguna, será siempre por dicha en beneficio de la literatura y del lector". Con esta frase se cierra este Paraíso Imperfecto, que reúne toda la perfección de la prosa de Monterroso, os lo recomiendo¡¡¡

Sinopsis (Ed. Debolsillo)
Se presenta aquí una cuidada antología que pretende trazar un camino de ida y vuelta sobre la obra de Augusto Monterroso, amigo de las cosas irónicamente simples y máxima figura del género más breve de la literatura: el microrrelato. Articulado en dos bloques complementarios, el volumen recoge los cuentos y ensayos más narrativos del autor, proporcionando un viaje a la felicidad y a la sencillez, a la gracia y a la discreción, al humorismo y a la tristeza. Un tímido homenaje al más refinado de los escritores hispanoamericanos. «Hay que leerlo manos arriba. Su peligrosidad se funda en la sabiduría solapada y la belleza mortífera de la falta de seriedad. »Gabriel García Márquez

Paraíso Imperfecto (fragmento)

Estatura y PoesíaLos enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista. EDUARDO TORRES

Sin empinarme, mido fácilmente un metro sesenta. Desde pequeño fui pequeño. Ni mi padre ni mi madre fueron altos. Cuando a los quince años me di cuenta de que iba para bajito me puse a hacer cuantos ejercicios me recomendaron, los que no me convirtieron ni en más alto ni en más fuerte, pero me abrieron el apetito. Esto sí fue problema, porque en ese tiempo estábamos muy pobres. Aunque no recuerdo haber pasado nunca hambre, lo más seguro es que durante mi adolescencia pasé buenas temporadas de desnutrición. Algunas fotografías (que no siempre tienen que ser borrosas) lo demuestran. Digo todo esto porque quizá si en aquel tiempo hubiera comido no más sino mejor, mi estatura sería ahora más presentable. Cuando cumplí veintiún años, ni un día menos, me di por vencido, dejé los ejercicios y fui a votar.
De todos es sabido que los centroamericanos, salvo molestas excepciones, no han sido generalmente favorecidos por una estatura extremadamente alta. Dígase lo que se diga, no se trata de un problema racial. En América hay indios que aventajan en ese sentido a muchos europeos. La verdad es que la miseria y la consiguiente desnutrición, unidas a otros factores menos espectaculares, son la causa de que mis paisanos y yo estemos todo el tiempo invocando los nombres de Napoleón, Madero, Lenin y Chaplin cuando por cualquier razón necesitamos demostrar que se puede ser bajito sin dejar por eso de ser valiente.

DULCE ENEMIGA MÍA


Siempre me gusta Marcela Serrano, pero sus libros de relatos me encantan, Dulce enemiga mía, cuenta las vidas de 17 mujeres y 2 que no lo son......cuenta sus alegrías y sus tristezas, sus matrimonios y soledades y lo cuenta todo con un punto de conocimiento y solidaridad tan profundamente femenina que me ha conquistado por completo¡¡¡

Sinopsis  (Ed. Alfaguara)
Con Dulce enemiga mía, de Marcela Serrano, escritora de otros libros como Hasta siempre, mujercitas o El albergue de las mujeres tristes, la autora vuelve a demostrar su talento para penetrar el alma y la psicología femeninas con un grupo de veinte relatos protagonizados por mujeres frágiles, poderosas, aventureras o temerosas, amas de casa o intelectuales, jóvenes o maduras, cuyas voces e historias se graban a fuego en la memoria. Fue galardonada con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1994, distinción concedida a la mejor novela hispanoamericana escrita por mujeres, por su novela Nosotras que nos queremos tanto. También ganó el Premio Municipal de Literatura en Santiago de Chile 1994 por Para que no me olvides. Junto a Isabel Allende y Ángeles Mastretta, Marcela Serrano es una de las autoras latinoamericanas más populares de la actualidad, traducida a 18 idiomas.
Esta obra de la narrativa hispanoamericana nos cuenta como desde las calles de los Balcanes hasta Santiago de Chile pasando por La Mancha, hay hilos capaces de unir el mundo interior de las mujeres: a veces serán la fuerza de la risa, el valor de la amistad, el amor o el sexo; otras, los miedos ante un matrimonio vacío, la hipocresía, la soledad o el temor al abandono.

Dulce enemiga mía (fragmento)

La yegua

Ana María llevaba veinte años casada y seguía enamorada de su marido. Por supuesto, hoy ya no eran un par de lirios, mermada la lozanía, el vigor y la potencia. Pero ella siempre decía que deseaba envejecer junto a Víctor y veía el deterioro como una fase más, insalvable, inevitable, inexorable. Le gustaba decirle por teléfono a su amiga Bárbara estas palabras comenzadas en «in», las sentía potentes y seguras de sí mismas. Apuntaba a la ternura como reemplazo del deseo y soñaba con escenas pertinentes, ambos abrazados en la cama matrimonial viendo una película en DVD o cruzando, protector él, la calle de la mano en alguna ciudad distinta, de las muchas que aún deseaban conocer. Si se empeñaba, la vejez les traería una dulzura desconocida y reconfortante. Aun así, por supuesto, no se resignaba al paso de los años. Su apariencia había derivado en su mayor ocupación, bien sabía que Víctor era un hombre guapo y no le pasaban inadvertidas sus ocasionales tendencias a actuar como un seductor. ¿Ocasionales?, le preguntó una vez Bárbara por teléfono y ella se alarmó, luego se enojó y no llamó a su amiga por una semana. Ana María ejercitaba su cuerpo con disciplina. Practicaba la equitación en su parcela al lado de la ciudad, Baby —la yegua— era, después de su marido y sus hijos, lo más cercano a su corazón. Asistía cuatro veces a la semana al gimnasio, se privaba de la grasa y los dulces y llevaba una cuidadosa contabilidad de las calorías diarias que ingería. Además, se hacía masajes —tanto reductivos como de relajación— y nunca faltaba a la cita con el peluquero que incluía la tintura de las canas, el corte, la pedicura y la manicura. A veces se agotaba consigo misma y la embargaba la tentación de dejarse estar, entregarse por fin a vivir la edad que tenía. Después de todo, si era una opción para otras mujeres, ¿por qué no para ella? Pero prefería no hacerse trampas, consciente de que era sólo eso, una tentación, y se decía con paciencia, vamos, Ana María, no todas tienen maridos apuestos como el tuyo, eso impone obligaciones. Y luego agregaba, severa, ¿cómo resistir el asedio de las mujeres jóvenes si no peleo contra la decadencia?
Las mujeres jóvenes era la nomenclatura para todo objetivo donde se posaran los ojos de Víctor, todo foco que no fuese ella. Eran el fantasma, el miedo, el mal. ¡Cómo las aborrecía! Trataba de convencerse de que eran todas tontas, superfluas, incultas. Había llegado a formular una regla aritmética: a más culo y más busto, menor coeficiente intelectual. Así se calmaba. También pensando en los hijos y en lo hogareño que era Víctor, en cómo gozaba de la vida en común, de la casa tan bonita —y tan cara—, del asado del día domingo en el jardín, de los hijos con sus novias, de la perfecta disposición de alguna mano mágica para su buen vivir. Todo aquello parecía imposible con una mujer más joven.
Y sin embargo, la idea de ser abandonada era su peor pesadilla. El fracaso es como la peste, se decía, huele mal, aleja, hace huir a los demás. Nadie se siente cómodo al lado de un fracasado. Al principio te consuelan, luego escapan, ya lo sabía ella, lo había hecho tantas veces.
A Ana María le complacía sobremanera su vida en la cama. Volvía a enamorarse de su marido con cada orgasmo, atestiguar la lujuria en sus ojos le confirmaba ser el objeto de su amor. (Además, le parecía importante sentir la recompensa luego de tanto esfuerzo.) A veces, en muy raras ocasiones, se preguntó si era el sexo lo que de verdad le gustaba o si era Víctor comprometido en el sexo con ella. Se consolaba serenamente con que el tiempo era largo, hoy en día se podía hacer el amor eternamente, y de paso daba gracias a los científicos por haber inventado esa píldora azul, para el día en que resultase necesaria.
Y el día llegó, antes de lo pensado.