domingo, 3 de septiembre de 2017

INFORME DEL INTERIOR


Después del "fiasco" Scarpetta, leer a un gran escritor me devuelve la fe.
Este Informe del Interior escrito a la par que Diario de Invierno, nos cuenta cosas que los "fieles" a Paul Auster ya conocemos, aun así, que placer recorrer los caminos de la infancia, la adolescencia y la primera juventud que forjaron al escritor y al hombre, tal como lo conocemos.
Muchos datos conocidos, otros desconocidos,  pero lo más importante no son los datos sino esa forma magnífica de escribir y describir, esa proximidad de un niño, un chico, un hombre tan diferente en edad, cultura y país; esa proximidad en los sentimientos y las sensaciones que nos hermana y que nos hace iguales en la comunidad humana universal.
Poco mérito tiene que yo recomiende este libro siendo, como soy, ardiente defensora de la literatura de Auster, pero aún así lo hago, se lo recomiendo¡¡¡

Sinopsis (Ed. Anagrama)
Informe del interior es una suerte de rompecabezas compuesto por cuatro piezas independientes, que sumadas esbozan un retrato. En la primera Auster aborda su infancia hasta los doce años a través de una sucesión de viñetas: los dibujos animados que veía en la televisión, la huella que le dejó La guerra de los mundos, el sentido de culpa, las primeras lecturas –libros infantiles, después Poe y Sherlock Holmes–, el descubrimiento del peso de las palabras, la fascinación por los héroes americanos –Edison, ciertos jugadores de fútbol americano…–, el béisbol, los problemas de convivencia de sus padres, los amigos de la infancia, la Guerra Fría, el descubrimiento de la condición de judío, la primera vez que, con ocho años, se separa de sus padres para ir a un campamento de verano, las primeras historias que escribe, las novelas que va descubriendo, como El doctor Zhivago, La ciudadela o Mansiones verdes, un primer amor infantil, una competición de lectura en el colegio en la que cada alumno apunta los libros leídos y él apunta tantos que el profesor cree que miente… 
El segundo texto se centra en dos películas que de niño le causaron un impacto enorme: una de ciencia ficción, El increíble hombre menguante, de Jack Arnold, y una policíaca, Soy un fugitivo, de Mervyn LeRoy.
En el tercero salta a la primera juventud y entre los recuerdos se van intercalando las cartas que le enviaba a su novia y después primera esposa, Lydia Davis. Son los años de estudiante en Columbia y los posteriores en París, el periodo de las primeras tentativas serias de escritura, los estímulos intelectuales, los anhelos, las incertidumbres ante el futuro, la soledad en la Ciudad de la Luz, el amor…
La cuarta parte está construida mediante una sucesión de imágenes –de películas, de ciudades, de anuncios…– que forman una suerte de fragmentaria memoria de infancia y juventud.
El resultado es un libro fascinante, una nueva muestra del desbordante talento de Paul Auster, que en esta ocasión se sumerge en su propia vida y sus propios fantasmas. Un estimulante ejercicio de escritura autobiográfica en el que el autor reflexiona sobre sí mismo y escribe un Informe del interior.

Informe del interior (fragmento)

Al principio todo estaba vivo. Los objetos más pequeños estaban dotados de corazones palpitantes, y hasta las nubes tenían nombre. Las tijeras caminaban, teléfonos y cafeteras eran primos hermanos; ojos y gafas, hermanos. El reloj tenía cara humana, cada guisante de tu plato poseía una personalidad diferente, y en la parte delantera del coche de tus padres la rejilla era una boca sonriente con numerosas piezas dentales. Los lápices eran dirigibles; las monedas, platillos volantes. Las ramas de los árboles eran brazos. Las piedras podían pensar, y Dios estaba en todas partes.
No era difícil creer que el hombre de la luna era un hombre de verdad. Veías cómo te miraba por la noche desde el cielo, y no cabía duda de que era la cara de un hombre. Poco importaba que aquel ser no tuviera cuerpo: en lo que a ti se refería seguía siendo un hombre a pesar de todo, y la posibilidad de que existiera una contradicción en todo aquello no se te pasó una sola vez por la cabeza. Al mismo tiempo, era perfectamente verosímil que una vaca fuese capaz de saltar sobre la luna. Y que un plato saliera corriendo con una cuchara.

DÍAS SIN HAMBRE


“… Erase una vez una niña que siempre estaba leyendo, subida en los árboles. Un día la llaman para cenar, no quiere bajar más…La niña no se mueve de allí, durante días y días, la llaman, le suplican, le acercan escaleras… mastica papel… Muy pronto todo su cuerpo se vuelve gris… la dejan desaparecer subida en su rama…”.

Delphine de Vigán fue mi descubrimiento del 2013, y el descubrimiento continúa, en el 2014 leo su primera novela, probablemente autobiográfica y claramente no-autocompasiva, novela corta y magnífica, novela verdadera y realista, una historia tan cruda que no necesita de sentimentalismo para llegar al fondo del alma. Un verdadero descubrimiento, una escritora cuya primera novela es tan magnífica, que asombra lo que ha escrito después.
Muy recomendable¡¡¡¡

Sinopsis (Ed. Anagrama)
Esta primera novela de Delphine de Vigan, publicada en el año 2001 con el pseudónimo de Lou Delvig por razones familiares, cuenta la historia de una joven anoréxica de diecinueve años. El relato que Laure hace en su diario de un cuerpo al borde de la muerte es verosímil y perturbador. Desde las primeras líneas de la novela el lector acompaña a la joven a través de su recuperación y de su aprendizaje: volver a comer pero, ante todo, volver a sentirse poseedora de un cuerpo susceptible de despertar el deseo del otro. Esta novela de trama mínima es en realidad una poderosa bildungsroman, un despertar a la vida y al amor, aunque el viaje de su protagonista es interior y se desarrolla entre las cuatro paredes de un hospital.
«A pesar de tratar un tema particularmente complicado, Días sin hambre es de una destacable sobriedad y halla el tono justo» (Emilie Grangeray, Le Monde).

Días sin hambre (fragmento)

I
"Aceptó la cita debido al frío. La primera vez, cuando él la llamó. Una voz desconocida, nasal, le ofrecía ayuda, una noche de otoño, una noche como otra cualquiera: pegada al radiador. Debido al frío pero no sólo por eso. Al principio se negó. Quién te manda meterte en esto. Él le hizo preguntas sobre su estado físico, no le preguntó cuánto pesaba, ni cuánto comía. No. Más bien preguntas de entendido, incluso de experto, preguntas concretas, directas, para calibrar el grado de urgencia. Mientras ella se prestaba al juego, él iba ganando tiempo. Ese tiempo que ella ya no podía perder, ese tiempo tenue, tenso contra la muerte como un último respiro, frágil.

Le dijo eso antes de todo lo demás, que no quedaba ya mucho tiempo. Ella advirtió que también sabía algo de la soledad, de lo que significa sentirse encerrado. Mientras hablaba y hacía preguntas, ella retorcía con los dedos el cable del teléfono. Minutos antes se había puesto un tercer jersey, se había hecho un ovillo –suponiendo que se pueda hablar de hacerse un ovillo con esos huesos puntiagudos–, contestaba sin meditar, como si recitara una fábula que se supiera desde hacía tiempo, sin pararse a pensar. Simplemente quería ser educada.

Él dijo que era demasiado tarde, sola no podrá salir adelante, yo puedo ayudarla, venga a verme a mi consulta el miércoles, la esperaré. Ella buscó con los ojos los cigarrillos. No se vio con fuerzas para despegar la espalda del radiador para coger el paquete que tenía delante."


MARGEN DE ERROR


Segunda entrega de la serie de novelas protagonizadas por la comisaria María Ruiz

Segundo asalto de Berna González Harbour a la novela negra y por ahora "empate técnico", hay algo tan obvio en sus tramas que debería suplirlo la complejidad de los personajes, pero..... por ahora no lo ha logrado.
Sobran las frases hechas tipo ".....conservaba la hombría...." (sólo es un ejemplo pero hay varias del mismo cariz).
Antes de decretar e KO, le daré una última oportunidad pero, falta algo en estas novelas....tienen todos los ingredientes, pero "la cocina final" es defectuosa¡¡¡
No me atrevo a recomendarla, sobre todo, a l@s aficionad@s.

Sinopsis (Ed. RBA)
Tras una larga convalecencia por las heridas sufridas en un duro cuerpo a cuerpo, la comisaria Ruiz ha vuelto. Lo hace el mismo día en que un hombre es hallado muerto entre los setos del Retiro. Es otoño en un Madrid enrarecido en el que las protestas de los indignados se mezclan con noticias de suicidios en una multinacional. El cadáver encontrado en el parque parece cuadrar en este grave asunto laboral y, sin embargo, algo no encaja. La joven comisaria se verá arrastrada más pronto de lo que debería a un combate entre lo que le dicta su instinto y su salud. Ella y el veterano periodista Luna quedarán atrapados en una batalla propia de una era de codicia y desigualdad.

Margen de error (fragmento)

1Los abdominales sí estaban en su sitio. Los bíceps no habían recuperado el tono habitual, las piernas parecían más delgadas, los glúteos mejor ni mirarlos, eran casi inexistentes, pero los abdominales... al menos esos benditos músculos habían respondido con perruna lealtad a las tablas de recuperación que le había impuesto el médico.
—Treinta flexiones por la mañana. Treinta por la tarde. Y estiramientos generales a todas las horas del día.
María se colocó de perfil ante el espejo de la sala de rehabilitación, volvió a ponerse de frente y se levantó la camiseta ajustada lo suficiente para ver cómo tersaba su estómago con firmeza y sentir la gratificación de haber cumplido, al menos, con lo que estaba en su mano. Se sentía fuerte. Los tejidos afectados se habían recuperado, la cicatriz se había ido escondiendo entre sus costillas y su silueta era impecable. En la cabeza, el cabello que le habían rapado para vigilar sus hematomas había empezado a regresar lenta, pero decididamente, a sus posiciones. Hacía días que había pasado ya ese momento ilusionante, aunque cansino, en que todos los amigos se entregaban al impulso irresistible de acariciar con la mano la alfombrilla que le brotaba en el cuero cabelludo. Cierto que aún no le había crecido la habitual melena y que solo podía presumir de un corte a lo chico, pero —qué demonios— era un corte al fin y al cabo.
María se pasó la mano, ella también, por ese flequillo recién estrenado y, por más extraño que aún le resultara, no le disgustó lo que vio. Solo el bazo, renqueante a pesar de la carga de antibióticos, vacunas, escáneres y costuras que había sufrido en este tiempo, mantenía su rebelión. Pero el bazo era invisible a los demás y por ello nada ni nadie iba a impedir que hoy María Ruiz, comisaria ansiosa por lucir de nuevo el uniforme, se desvistiera con ganas tras la sesión de flexiones, arrojara la ropa deportiva al interior de su mochila y se sumergiera en una ducha previa a su regreso irrenunciable. Al fin.

LAS TRES BODAS DE MANOLITA



Creo que hace tiempo que no lloro tanto leyendo una novela, ojo, un llanto de emoción, de sentimiento, por tantas vidas perdidas, tantas vidas arruinadas en un exilio interior que fue, quizás, peor que el de los que estaban lejos muy lejos, pensando en España e idealizando a esa "madre-madrastra" que envenenaba sus sueños día tras día y año tras año. Lejos respiraban, dentro se ahogaban en un mar de prohibiciones, detenciones, delaciones, torturas y muerte, y aun así los que sobrevivieron llegaron a ser felices.
Varias novelas dentro de una novela, con el hilo conductor de la vida, los pensamientos, la valentía y el amor de Manolita, varias novelas con personajes sorprendentes, conocidos y desconocidos, y España, siempre España en el corazón de todos, para matar y hacer sufrir sólo a unos pocos.
Me ha gustado tanto, que no se que más decir, sólo que no os la perdáis porque el ascenso literario de estos "Nuevos episodios nacionales" es imparable, Inés y la alegría, bueno; El lector de Julio Verne, mejor; Las tres bodas de Manolita, impresionante¡¡¡


RESEÑADO por Rosi Torres Marino para LIBROS, el 22 de Enero de 2015.
Empezar el año con la Grandes es saber de antemano que lo empiezas bien. Me quedo con aquello de que la guerra no duró solo hasta el 39 como nos pone en los libros de historia. Un periodo durísimo, oscuro, cruel...una guerra por la vida, para seguir viviendo. La posguerra contada a través de unos personajes llenos de fuerza y por una autora maravillosamente documentada.
Eso sí, hasta ahora " El lector de Julio Verne" sigue teniendo el puesto número uno en mi ranking.

Sinopsis (Tusquets Editores)
En el Madrid recién salido de la guerra civil, sobrevivir es un duro oficio cotidiano. Especialmente para Manolita, una joven de dieciocho años que, con su padre y su madrastra encarcelados, y su hermano Antonio escondido en un tablao flamenco, tiene que hacerse cargo de su hermana Isabel y de otros tres más pequeños. A Antonio se le ocurrirá una manera desesperada de prolongar la resistencia en los años más terribles de la represión: utilizar unas multicopistas que nadie sabe poner en marcha para imprimir propaganda clandestina. Y querrá que sea su hermana Manolita, la señorita «Conmigo No Contéis», quien visite a un preso que puede darles la clave de su funcionamiento. Manolita no sabe que ese muchacho tímido y sin aparente atractivo va a ser en realidad un hombre determinante en su vida, y querrá visitarlo de nuevo, después de varios periplos, en el destacamento penitenciario de El Valle de los Caídos. Pero antes deberá descubrir quién es el delator que merodea por el barrio.
Las tres bodas de Manolita es una emotiva historia coral sobre los años de pobreza y desolación en la inmediata posguerra, y un tapiz inolvidable de vidas y destinos, de personajes reales e imaginados. Una novela memorable sobre la red de solidaridad que tejen muchas personas, desde los artistas de un tablao flamenco hasta las mujeres que hacen cola en la cárcel para visitar a los presos, o los antiguos amigos del colegio de su hermano, para proteger a una joven con coraje.

La segunda edición de la versión en ebook de Las tres bodas de Manolita, de diciembre de 2014, incluye La mirada de Manolita: Un recorrido sentimental por la España de posguerra de la mano de Almudena Grandes.


Las tres bodas de Manolita (fragmento)

(Un principio: El caso de las máquinas inútiles)

"Los envíos empiezan a llegar a Bilbao en 1940, en buques mercantes con pabellón de Estados Unidos de América. Algunos tienen un nombre exótico, de aire anglosajón, como Lehigh o Cold-Haiburg. Otras veces, la palabra pintada en su casco, Artiga, o Capulín, parece de origen sudamericano, más sospechoso por lo familiar, pero este detalle no tiene importancia. La carga que nos interesa nunca pasa por la aduana.
Las cajas suben a bordo en secreto, de madrugada, en Veracruz o en La Habana, bajo la protección de los gritos y los cánticos de una tripulación aficionada a celebrar su última escala americana con una juerga memorable. Después cruzan el Atlántico ocultas en las taquillas, en la bodega, o bajo los colchones de las literas de algunos marineros. Al llegar a su destino, ellos mismos reparten su contenido entre sus equipajes y los de otros miembros de la tripulación que cumplen con dos condiciones básicas, ser antifascistas y carecer de un pasaporte español. Aunque estos camaradas anónimos corren un riesgo moderado —la expulsión del país al que acaban de arribar y, a lo sumo, el despido fulminante de un armador poco amante de los problemas—, en 1940 el internacionalismo es mucho más que una bella palabra.

Si algún funcionario franquista llega a revisar alguna vez aquellos equipajes, los vuelve a cerrar con una sonrisa asombrada, complacida al mismo tiempo por la religiosidad y el elevado nivel cultural de los marineros extranjeros, en comparación con sus compatriotas, tan brutos. Porque con ellos, revueltos entre la ropa que llena sacos y maletas, entran en España unos folletos grapados, impresos en papel biblia con tipografía menuda, apretada, cuyas cubiertas de cartulina de tonos pastel están casi siempre ilustradas con una cruz y un piadoso retrato, como es de esperar en tan baratas aunque pulcras ediciones de la Novena a San Ignacio de Loyola o las Homilías de San Basilio Magno, Padre de la Iglesia. A veces, entre ellas viajan otros libritos de similar aspecto y factura, cuyo contenido no por profano resulta menos exquisito. Desde su portada, Rubén Darío, expresión melancólica de ojos sedientos y tez cetrina, bendice con alcoholizada complicidad estas modestas reproducciones de su Poesía completa, cuyos editores no han escatimado el esfuerzo de incluir abundantes, y larguísimos, comentarios de cada poema en una letra de cuerpo diminuto."

JUSTICIA CIEGA


Decimonovena entrega de la serie de novelas protagonizada por William Monk y su esposa Hester Latterly

Debo confesar, que me encanta Anne Perry, muy de vez en cuando, pero me encanta¡¡¡
Sobre todo su serie de novelas protagonizada por Monk y Hester Latterly. Esta es una novela victoriana que podría ser actual, estafa, mentiras, cárcel y justicia ciega que no es tan ciega.....
Me la he leído en un plis-plas¡¡¡

Sinopsis (Ed. B de Books)
En esta nueva entrega, Hester Monk, la esposa de William Monk, inspector de la Policía Fluvial del Támesis, cuestiona las finanzas de una iglesia de Londres en la que, al parecer, los donativos de los feligreses han terminado en los bolsillos del carismático predicador Abel Taft, para pagar su magnífica casa y los elegantes vestidos de su esposa y sus hijas.
Como fruto de ello, Taft resulta acusado, y el brillante abogado Oliver Rathbone, recientemente nombrado juez, es el elegido para presidir el juicio contra él. La culpabilidad de Taft parece clara; sin embargo, en el último instante la defensa llama a un testigo que socava por completo los cargos. Entonces Rathbone da un paso bienintencionado pero temerario que podría arruinar su carrera, su reputación y hasta su vida.

Justicia ciega (fragmento)

1

"Hester dejó que pasara el coche de punto, cruzó Portpool Lane y entró en la clínica para prostitutas enfermas y heridas.
Ruby la vio y se le iluminó el rostro.
—¿Está la señorita Raleigh? —preguntó Hester.
Ruby dejó caer los hombros.
—Sí, señora, pero no tiene buen aspecto. Creía que estaba hecha para este trabajo, ¿no?, pero esta mañana cualquiera hubiese dicho que la habían dejado plantada en el altar. Llora sin parar, es algo increíble.
Hester quedó atónita. Josephine le había dicho que no tenía novio ni intenciones de abandonar la enfermería.
—¿Dónde está? ¿Lo sabe? —preguntó.
—Ha venido una mujer que había recibido una buena paliza, cubierta de sangre. Imagino que estará atendiéndola —contestó Ruby—. Aunque de eso debe de hacer una media hora.
—Gracias.
Hester se adentró en el pasillo por la puerta del fondo, preguntando por Josephine cada vez que topaba con alguien. Finalmente la encontró en la antigua despensa donde ahora guardaban las medicinas y demás provisiones, moviéndose entre las estanterías, contando y clasificando. Era una muchacha bonita, aunque tal vez su rostro tuviera demasiado carácter para ser convencionalmente guapa. Tenía las mejillas surcadas de lágrimas, la mirada perdida y los labios tan apretados que se le veían los músculos de la mandíbula y el cuello. Ni siquiera oyó entrar a Hester."


LA GENTE FELIZ LEE Y TOMA CAFÉ


Hay veces en que cuando una elige un libro, debería estar alguien cerca para "cortarle las manos". Atraída por un relato ligero para el fin de semana (una librera que se marcha a Irlanda para recuperarse de una crisis), piqué con esta chorrada sentimentaloide y barata, sin un ápice de calidad literaria y con mucha pseudopsicología de la mala-mala-mala.
Por supuesto nada de libros más que un par alusiones a Indridason, Welsh, Palahniuk y Bettoni, traídas por los pelos.....por cierto el título corresponde al nombre de la librería que no tiene ningún protagonismo en el relato.
Sin ser cruel, una bazofia.

La gente feliz lee y toma café (fragmento)

"—Por favor, mamá.
—Clara, he dicho que no.
—Vamos, Diane. Déjala venir conmigo.
—Colin, no me tomes por idiota. Si Clara se va contigo, os entretendréis por ahí y saldremos de vacaciones con tres días de retraso.
—¡Ven con nosotros para vigilarnos!
—Ni hablar. ¿Has visto todo lo que tengo que hacer?
—Razón de más para que Clara se venga conmigo, así estarás más tranquila.
—¡Anda, mamá!
—Bueno, vale. ¡Venga, largaos! ¡Fuera! Desapareced de mi vista.
Se marcharon armando jaleo por las escaleras. Después supe que seguían haciendo el bobo en el coche, justo antes de que el camión les embistiera. Me dije a mí misma que habían muerto riendo. Me dije que hubiese querido estar con ellos. Y un año después me seguía repitiendo todos los días que hubiera preferido morir a su lado. Pero mi corazón latía con obstinación. Me mantenía con vida. Para mi gran desgracia."

LA EXCEPCIÓN


Después del mal sabor de boca que me dejó la última novela leída, he tenido premio con esta, bien es verdad, que lo esperaba porque ninguna de las novelas de Auður Ava Ólafsdóttir me ha defraudado. Esta comienza una noche de fin de año, y narra el fin de una excepción, el fin de una vida conocida y el comienzo de lo extraordinario.
Con la delicada prosa que la caracteriza Ólafsdóttir disecciona los sentimientos de una mujer excepcional, en todos los sentidos, una novela sobre el matrimonio, la maternidad, la individualidad, los deseos y la realidad.
Me ha encantado¡¡¡

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
«Tú serás la última mujer de mi vida» es la confesión que escucha María una Nochevieja de boca de su marido, un matemático especialista en la teoría del caos que parecía el hombre perfecto. Perpleja por la separación, María debe afrontar también la repentina aparición de su padre biológico. Sin embargo, gracias al cortejo de un joven vecino aficionado a la ornitología y a la amistad entrañable de Perla, «doctora en Psicoanálisis, consejera matrimonial y escritora», sus pasos emprenden un nuevo rumbo.

La excepción (fragmento)

"No hay más que un paso entre el cuervo y mi marido y en el mismo instante en el que desenrolla el alambre de cobre y lo retira del cuello de la botella de champán, el pájaro extiende sus alas negras como la tinta y alza el vuelo desde la baranda del balcón para luego alejarse en la oscuridad ártica. Normalmente van los dos juntos —la pareja de cuervos—, pero esta vez sólo hay uno y se diría que tiene un aspecto extrañamente pesado, como un viejo avión de guerra. Sé que mi marido me está diciendo algo porque veo que mueve los labios, pero no oigo lo que dice: el ruido de los fuegos artificiales que se precipitan en llamas por el cielo es tal que tiene que repetir sus palabras. Me mira fijamente y por un momento parece que apuntase hacia mí con la botella, igual que con una pistola hacia su objetivo, luego se gira y dispara el corcho hacia el serbal del jardín. Sirve el rosado en dos copas y me entrega una, la mano le tiembla y su rostro se contrae como si fuese a romper a llorar. Tan sólo lleva puesta una camisa blanca, ahí fuera, a diez grados bajo cero, y se me ocurre que debe de tener frío. Aparto de mi lado la fuente de ternera guisada al vino tinto, levanto el borde del vestido verde botella que me llega hasta los zapatos y salgo con los brazos descubiertos al punzante frío. Los mellizos duermen dulcemente en sus cunas de barrotes en el piso de arriba. Horas antes, esta misma tarde, cada uno de ellos ha podido encender su bengala.
Entonces le pregunto al hombre de mi vida:
—¿Qué estabas diciendo sobre Flóki?
Creo que a lo mejor no he oído bien, porque en cada uno de los jardines y en cada uno de los balcones se está librando la batalla final entre el año viejo y el año nuevo. Mi marido lo repite de nuevo y esta vez lo oigo con claridad.
—Perdona, pero lo amo. Tú serás la última mujer de mi vida."