Uno. Frente a Diamond Head Honolulu, 1966-1967
"Nunca se me había ocurrido considerarme un niño mimado, pero la escuela secundaria de Kaimuki fue una sorpresa terrible para mí. Acabábamos de llegar a Honolulu, yo estaba en octavo grado y la mayoría de mis nuevos compañeros de clase eran «drogadictos, esnifadores de pegamento y matones», o eso le escribí a un amigo que se había quedado en Los Ángeles. " Cuando todos los críticos literarios recomiendan unánimemente una novela.....ummmm, cuando no encuentro ninguna opinión de lector@s en la red.....ummmmm
Pero si la obra es un Pulitzer me decido y la leo porque algo bueno tendrá, a pesar de el subtítulo de la novela (Mi vida y el surf) no me produce precisamente buenas vibraciones.
William Finnegan comienza de forma prometedora, relatando la mudanza de su familia Honolulu en los años 60 y así, esperas una autobiografía (género que tampoco es de mis favoritos) novelada y aventurera de un joven que en la actualidad es periodista en el New Yorker, peeero......., la autobiografía, salvo pasajes reseñables como el que da inicio a la novela, se convierte en la búsqueda de la ola perfecta y la descripción de la técnica surfística hasta sus más mínimos detalles.
"Nunca se me había ocurrido considerarme un niño mimado, pero la escuela secundaria de Kaimuki fue una sorpresa terrible para mí. Acabábamos de llegar a Honolulu, yo estaba en octavo grado y la mayoría de mis nuevos compañeros de clase eran «drogadictos, esnifadores de pegamento y matones», o eso le escribí a un amigo que se había quedado en Los Ángeles. " Cuando todos los críticos literarios recomiendan unánimemente una novela.....ummmm, cuando no encuentro ninguna opinión de lector@s en la red.....ummmmm
Pero si la obra es un Pulitzer me decido y la leo porque algo bueno tendrá, a pesar de el subtítulo de la novela (Mi vida y el surf) no me produce precisamente buenas vibraciones.
William Finnegan comienza de forma prometedora, relatando la mudanza de su familia Honolulu en los años 60 y así, esperas una autobiografía (género que tampoco es de mis favoritos) novelada y aventurera de un joven que en la actualidad es periodista en el New Yorker, peeero......., la autobiografía, salvo pasajes reseñables como el que da inicio a la novela, se convierte en la búsqueda de la ola perfecta y la descripción de la técnica surfística hasta sus más mínimos detalles.
Es verdad que la calidad literaria de Finnegan está fuera de duda, sus descripciones son poéticas y su narrativa, bastante ágil, lo que ocurre es que por muy bien escrito que esté, el tema no me importa en absoluto y el conflicto de intereses crece cuando me doy cuenta que es el único tema que le importa al autor. Si la novela durase la mitad, quizás sería soportable, pero 600 páginas con el surf como leit-motiv, he de reconocer que me han superado.
Sinopsis (Ed. Libros del Asteroide)
Años salvajes nos habla de una obsesión, la de William Finnegan con el surf. Finnegan comenzó a hacer surf de pequeño en Hawái y California. En los años setenta, tras finalizar sus estudios universitarios, su pasión le llevó a dejarlo todo y emprender un viaje iniciático por Samoa, Indonesia, Fiyi, Java, Australia y Sudáfrica.
Este precario y singular viaje, por tierras cada vez más salvajes, y en el que varias veces estuvo al borde de la muerte, terminó llevándolo de vuelta a su país, donde se convertiría en un reconocido escritor y corresponsal de guerra. En Estados Unidos, pese a su nuevo trabajo, su pasión por las olas se mantiene intacta: continúa su búsqueda de la ola perfecta -la más grande, la más rápida, la más peligrosa- en San Francisco, la Costa Este o Madeira. Una búsqueda incesante que es, también, la del sentido de su existencia.
Galardonado con el premio Pulitzer 2016 y el Euskadi de Plata 2017, Años salvajes es una fascinante historia de aventuras y una autobiografía literaria de primerísimo nivel. Es, además, y sin ningún género de dudas, el mejor libro sobre surf que se haya escrito nunca.
Años salvajes (fragmento)
“Las olas eran el campo de juego, pero también la finalidad, la meta. El objeto de tus deseos y de tu adoración más profunda. Y al mismo tiempo eran tu adversario, tu némesis, incluso tu enemigo mortal. El surf era tu refugio, tu escondite feliz, pero también era un entorno hostil, y un mundo indiferente y siempre dinámico”.