Tercera entrega de la serie de novelas protagonizadas por Rocco Schiavone, subjefe de policía en la Brigada Móvil de Aosta, en los Alpes italianos.
La primavera, o un sucedáneo de la misma, ha llegado a Aosta, mientras las nieves comienzan a derretirse, el subjefe Schiavone sigue destrozando zapatos a un ritmo trepidante y gastando dinero, como si le sobrase.
Un accidente, encubre algo más turbio y nuestro policía tarda en verlo, pero cuando lo hace, pone todo su espíritu en la resolución del mismo, ¿todo?....., quizás su situación sentimental le nuble un poco el entendimiento....
Sigo disfrutando muchísimo esta serie y sus personajes.
Sinopsis (Ed. Salamandra)
El carácter irascible del subjefe de policía Rocco Schiavone ha seducido a los lectores italianos hasta el punto de que sus últimas novelas han ocupado los primeros puestos de las listas de ventas. Con cada nuevo episodio, este romano de pura cepa —desterrado a una pequeña ciudad al pie de los Alpes por ciertos comportamientos de dudosa licitud— ha ido adquiriendo una dimensión más incisiva y profunda, para deleite de sus cientos de miles de seguidores.
Tras pasarse nueve meses destrozando sus Clarks, pues se niega a calzarse unas botas de montaña apropiadas para la región, Schiavone acoge con escepticismo la llegada de una teórica primavera al valle de Aosta. Su resistencia a someterse a la realidad de aquel lugar, donde ni las estaciones del año son como deberían ser, se refleja también en su labor profesional. Al conocerse el accidente de una furgoneta en el que mueren el conductor y su acompañante, Rocco reacciona con su habitual irritación e intenta desentenderse del asunto. Sin embargo, pocos días después, la desaparición de una joven perteneciente a una rica familia de constructores de la zona despierta su instinto de sabueso: las pesquisas para encontrar a la chica le abren las puertas de un mundo subterráneo que lo deja estupefacto. Rocco conoce muy bien los negocios turbios que se dan en una gran ciudad como la que tanto añora, pero no sospechaba hasta qué punto podía existir algo semejante en ese rincón perdido entre las montañas. Finalmente, Schiavone no tiene más remedio que ponerse manos a la obra, lo que lo obligará a apartar de su mente el espinoso asunto de su relación con la mejor amiga de su última ex, además de un doloroso hecho de su pasado que se niega a aceptar.
Una primavera de perros (fragmento)
LUNESEl relámpago desgarró la noche y atrapó en un flash fotográfico la furgoneta blanca que corría veloz de Saint Vincent a Aosta.
— Va a llover — dijo el italiano al volante.
— Entonces ve más lento — respondió el del acento extranjero.
Primero el trueno y luego la lluvia, que cayó como un cubo de agua contra el cristal delantero. El italiano accionó el limpiaparabrisas, pero no redujo la velocidad. Se limitó a poner las largas. — Asfalto moja y carretera vuelve jabón — dijo el extranjero mientras sacaba el móvil del bolsillo del abrigo.
Pero el italiano siguió sin reducir la velocidad.
El extranjero desdobló un papelito y empezó a marcar un número.
— ¿Se puede saber por qué no guardas los números en la agenda, como todo el mundo?
— No queda memoria. Toda llena. Y tú, lo tuyo — respondió sin dejar de marcar.
La furgoneta pilló un bache y ambos pegaron un bote.
— ¡Que voy vomitar! — exclamó el hombre del acento extranjero, mientras se llevaba el móvil a la oreja.
— ¿A quién llamas?
Pero no obtuvo respuesta de su compañero, quien al oír un adormilado «¿Diga...? ¿Quién es a estas horas?», torció el gesto y colgó.
— Equivocado — murmuró, pulsando nervioso las teclas del viejo móvil manchado de pintura.