martes, 23 de enero de 2018

RETRATO DE UN HOMBRE INMADURO


En 230 páginas, un hombre cuenta su vida, la narra desde una habitación de hospital en la que, probablemente, sea su ultima noche en este mundo, cuenta su vida que según él mismo:
«Mi vida es el cuento de los que nada tienen que contar. Y es que a mí me han ocurrido muchas cosas, sí, pero ninguna de importancia, y por eso sólo puedo contar episodios nimios y dispersos. ¿Le he dicho ya que mi vida,... como tantas otras, carece de argumento?»(pág.. 182).
Y así desgrana una serie de episodios de una vida gris y deslavazada, trufada de episodios surrealistas y de casualidades cómicas y truculentas que van tejiendo un vivir que es un pasar sin dejar huella. El personaje es tan absurdo, pedante y sermoneador que se hace antipático a fuer de contarnos sus andanzas que uno adivina "hermoseadas" por una imaginación calenturienta. No se llega a saber cuanto de invención y cuanto de realidad hay en el relato del hombre, sesentón y vencido, no se llega a saber como se puede pasar por el mundo sin aportar nada a los demás o a uno mismo...y ahí está la maestría narrativa de Landero, parecería que con ese argumento estamos ante una novela "intragable", pues bien, se lee con el placer que proporciona la prosa fluida y magnífica, se lee con el placer intenso de leer algo bueno, algo bien escrito, algo construido con las palabras que nos dan la vida.
"¿Sabe? Dios y las palabras llegaron juntos a mi vida. Juntos y revueltos. En mi casa no íbamos nunca a la iglesia. Pero un día dijo mi padre: «Ve a misa, a ver qué sacas en claro. Nada se pierde por probar». Así que un domingo fui a la iglesia y escuché por primera vez un sermón y me quedé como alelado, pero no por lo que se hablaba sino por la mera música verbal. ¡Cómo sonaba y resonaba aquella voz en aquel lugar enorme y retumbante! ¿Qué le parece? Fui en busca de Dios y me encontré con esa ora divinidad omnipotente que es el lenguaje, y eso me duró ya para siempre." (p. 113) No será mi favorita de Landero, pero he disfrutado con su lectura.

Sinopsis (Ed. Tusquets)
Un divertido retrato de un hombre común, cuya vida es tan cómica como trágica, tan heroica como anodina.

En la habitación de un hospital, y en el curso de la que muy probablemente sea su última noche en este mundo, un hombre de unos 65 años le cuenta a alguien, y también a sí mismo, la historia de su vida. Dejándose llevar por el azar de la memoria y la fluidez de su propio relato, va y viene en el tiempo, rescatando, con no poco humor, las pequeñas y más significativas aventuras que vivió y que vio vivir. Porque a este hombre le ha gustado mirar siempre el espectáculo del mundo tanto o más que participar en él. Pero, como todos, conoció el amor, el sabor agridulce de la libertad, el poder, el horror, la belleza, la amistad, el absurdo, la doble conciencia y, en fin, todos los ingredientes de que está hecha la vida. Y no sólo cuenta, sino que al hilo de cada episodio busca algún sentido al viejo misterio de vivir, ahora que no hay tiempo ya de engañarse ni de rectificar. Como quien manipula las piezas para formar un puzzle, se enlazan el rápido curso vital y los remansos reflexivos, el bullir inagotable de personajes y peripecias casi siempre cómicas o kafkianas, para trazar el perfil de un hombre sesudo y a la vez infantil, responsable y a la vez arbitrario, bueno a la vez que inmoral: un retrato del hombre contemporáneo.

Retrato de un hombre inmaduro (fragmento)

Le pondré un ejemplo acerca de la duplicidad de mi carácter. Cuando he asistido a alguna reunión de gente importante, es decir, superior a mi, yo siempre he tendido a reunirme y a hacer parte con los criados. Supongo que eso se debe a mi complejo social, y al miedo a quedar en evidencia de lo que soy, un don nadie... alimento también la secreta esperanza de darles una lección de altruismo y naturalidad a los importantes y lograr de este modo ser alguien entre ellos, que es mi verdadera aspiración...




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