miércoles, 22 de agosto de 2018

ASCENSIÓN


Me acerco a Tom Perrotta por primera vez coincidiendo con la publicación de Mrs. Fletcher y lo hago a través de su novela más emblemática, hasta la fecha.
The leftovers es el título original y tras leerla creo que la elección de la editorial española (Ascensión) es totalmente equivocada; el autor juega, creo que deliberadamente, con el título para relatarnos un "cuento distópico" en el que, repentinamente, un día cualquiera el 2% de la población mundial se volatiliza ante los atónitos ojos de sus congéneres y nunca más se sabe.....!
Tom Perrotta se centra en los que quedan, olvida a los desaparecidos, "juega" con los sentimientos de los que no saben si son las "sobras" o los que sobraban eran los que desaparecieron....y nos muestra un mundo fanatizado y/o idiotizado, a partes iguales, nada diferente de lo que vivimos aunque nadie haya desaparecido.
La novela se hace larga porque ya desde el principio puede percibirse que no nos llevará a nada, cuenta y cuenta, describe y describe, pero no profundiza ni llega a "enganchar " en ningún momento. Se hace larga y el final es acorde a lo insulso del libro.
Un argumento interesante para una novela decepcionante.


Sinopsis (Ed. Hidra)

¿Qué pasaría si tu mujer, tu marido o tu hijo desaparecieran delante de ti? 
Bajo el prisma de una sola familia, Perrotta muestra cómo un fenómeno sin precedentes sacude a la ciudad de Mapleton. Una inexplicable desaparición en masa. Ascensión es un libro que te emocionará, acerca de gente corriente que lucha por seguir creyendo en el futuro.

Ascensión (fragmento)

Prólogo
A Laurie Garvey no la educaron para creer en la Ascensión. No la educaron para creer en casi nada, excepto en que el propio hecho de creer era una tontería. 
«Somos agnósticos», les solía decir a sus hijos cuando eran pequeños y buscaban una palabra para definirse a sí mismos frente a sus amigos católicos, judíos y unitarios. «No sabemos si Dios existe y nadie puede saberlo. Hay gente que dice que lo sabe, pero en realidad no es así». 
La primera vez que oyó hablar de la Ascensión fue durante su primer año de universidad, en la asignatura de Introducción a las religiones del mundo. El fenómeno descrito por el profesor le sonaba a chiste: hordas de cristianos que flotaban sin ropa y volaban por encima de los tejados de sus casas para reunirse en el cielo con Jesús, mientras todo el mundo se quedaba boquiabierto, preguntándose a dónde habían ido todas las buenas personas. La teología le resultaba enrevesada, a pesar de haber leído el capítulo sobre premilenialismo del libro de texto: todo ese galimatías sobre el Armagedón, el Anticristo y los cuatro jinetes del Apocalipsis. Daba la impresión de ser una religión kitsch, hortera como un estampado de leopardo, el tipo de fantasía que gusta a esa clase de personas que se alimentan a base de comida frita, zurran a sus hijos y no tienen ningún problema con la teoría de que su Dios lleno de amor creó el SIDA para castigar a los homosexuales. Cuando veía a alguna persona leyendo las novelas de Los que quedaron atrás en algún aeropuerto o en algún tren, sentía una punzada de lástima e incluso una pizca de ternura hacia el pobre necio que no tenía nada mejor que leer y nada mejor que hacer que soñar con el fin del mundo. 
Y entonces, ocurrió.

LA MUJER DE UN SOLO HOMBRE

“No hay necesidad de mirar fijamente a los ojos a la realidad si existe una forma más amable de mirarla.”

Opera prima y única de una escritora canadiense q he falleció poco antes de la publicación de esta novela.
La mujer de un solo hombre, me gusta más su título original The silent wife, es un "thriller cortidiano" de esos que analizan tranquilamente la vida de un matrimonio en el que las "corrientes subterráneas" son más importantes que lo que se ve.
Entretenida y previsible, hasta que se vuelve sorprendente, sólo le pongo un pero, su extensión.
Recomendable, aunque un poco larga.

Sinopsis (Ed. Salamandra)
Si la pareja ideal existiese, Jodi y Todd serían un modelo del género. Tras más de veinte años juntos, viven en Chicago en un amplio apartamento situado en la planta 27, con unas vistas espectaculares al lago Michigan. Todd posee una pequeña empresa constructora y Jodi, psicoterapeuta, puede permitirse trabajar unas pocas horas al día recibiendo a sus pacientes en casa. El resto del tiempo se dedica a sus clases de Pilates, a cocinar platos exquisitos y a pasear a Freud, su adorado golden retriever. Sin embargo, la idílica relación entre Jodi y Todd parece tener algún punto vulnerable. Aunque ninguno de los dos sea consciente de ello, ciertos hechos amenazan con estropear su apacible existencia. Y cuando por fin Jodi reconoce que su vida se está yendo a pique, la sensación de haberlo perdido todo se apodera de ella y un abismo de sombrías posibilidades se abre ante sus ojos.
Esta primera obra de A. S. A. Harrison supone uno de esos casos excepcionales en el mundo de la edición. Publicada en un formato sencillo y con limitados recursos de marketing, la novela fue ganando impulso gracias a la recomendación directa de los lectores hasta convertirse en uno de los fenómenos del último verano en Estados Unidos y sumar más de un millón de ejemplares vendidos en países de habla inglesa. Narrada en capítulos que alternan las perspectivas de los dos protagonistas, La mujer de un solo hombre es una inquietante indagación en la fragilidad de una pareja, pero también, y sobre todo, una historia de suspense que mantiene al lector en vilo hasta el último y definitivo impacto.

La mujer de un solo hombre (fragmento)

PRIMERA PARTE
ELLA Y ÉL

1
ELLA

Principios de septiembre. Jodi Brett está en la cocina preparando la cena. Gracias a la planta abierta del piso y las ventanas del salón orientadas al este, tiene una vista panorámica del paisaje del lago y del cielo, de un azul uniforme a la luz del ocaso. El horizonte, una línea finamente trazada de azul más oscuro, parece al alcance de la mano. Ese arco delimitador hace que se sienta arropada. La sensación de contención es lo que más le gusta de vivir allí, en su nido del piso veintisiete. 
Con cuarenta y cinco años, Jodi todavía se considera una mujer joven. No piensa en el futuro, sino que vive el presente, concentrada en el día a día. Da por hecho, sin habérselo planteado siquiera, que las cosas continuarán así siempre, de forma imperfecta y, sin embargo, completamente aceptable. Dicho de otro modo: ignora que está en el mejor momento de la vida, que su juvenil capacidad de recuperación (que los veinte años de matrimonio con Todd Gilbert han ido erosionando poco a poco) se acerca a una etapa final de desintegración, y que sus conceptos de quién es y cómo debería comportarse son menos estables de lo que cree, dado que bastarán unos pocos meses para que se convierta en una asesina.


martes, 21 de agosto de 2018

LA SALVACIÓN DE UNA SANTA


Cuarta entrega de la serie de novelas protagonizadas por Manabu Yukawa, apodado Profesor Galileo, imparte clases de física en la Universidad de Teito, Tokio (Japón). Colabora estrechamente con el detective de policía Kusanagi.

Una novela que jamás compraría por su portada, un regalo de una querida amiga, una grata sorpresa.
Keigo Higashino me gustó bastante en La devoción del sospechoso X y ha confirmado mi buena impresión en esta novela de título extraño que se lee rápidamente sin que el interés decaiga en ningún momento.
No soy fan de la literatura japonesa, pero hay ciertos autores que me reconcilian con ella, de alguna forma.
Gracias Amelia Ruiz, un beso.

Sinopsis (Ed. B)
El autor de novela negra más leído en Japón, Keigo Higashino irrumpe de nuevo con La salvación de una santa, protagonizada por el entrañable profesor Galileo, un personaje ya presente en su anterior novela, que vendió más de dos millones de ejemplares: La devoción del sospechosos X.
Un asesinato que parece imposible, tan meticuloso como terrible, cometido por unos motivos aún más estremecedores. La víctima, Yoshitaka Mashiba, un rico empresario de Tokio, muere un domingo cuando está solo en su casa. Ha sido asesinado con una taza de café envenenado. Estaba a punto de abandonar a su esposa, Ayane Mashiba, que se convierte en la principal sospechosa. Pero Ayane tiene una férrea e irrefutable coartada: cuando su esposo murió ella estaba a más de cien kilómetros de distancia.
¿Cómo llegó, pues, el veneno a la taza de café?
El profesor Yukawa deberá utilizar todo su talento para ordenar las pistas y encontrar la verdad, a través de una atmósfera cautivadora, claustrofóbica y a la vez extremadamente pulcra y ordenada, que nos sumerge en un «crimen doméstico» donde los elementos de la cultura japonesa emergen en su vertiente más fría, calculadora y pura.
Maestro de la «lab lit» o literatura de laboratorio, Higashino construye una novela magistral a través de un procedimiento policial ultradetallado. Un libro que emocionará a todas aquellas mentes que disfrutan con el juego de la deducción, con un giro inesperado que asombrará y sorprenderá al más experimentado de los lectores.
La salvación de una santa (fragmento)
1
Los pensamientos de las jardineras ya habían echado algunas florecillas. La tierra parecía haberse resecado bastante, aunque aparentemente no las había afectado, ya que los dibujos de sus pétalos eran de una nitidez absoluta. No eran flores ostentosas, pero sí se veían fuertes. Tengo que regar también las de las macetas, se dijo Ayane mientras miraba la terraza a través de la puerta de cristal.
—Pero ¿me estás escuchando? —dijo una voz tras ella.
Ayane se volvió esbozando una leve sonrisa.
—Claro que sí. ¿Acaso no es evidente?
—Pues para ser evidente no reaccionas muy rápido que digamos... —repuso Yoshitaka desde el sofá mientras volvía a cruzar sus largas piernas. A pesar de que frecuentaba el gimnasio, parecía cuidarse de no ganar excesiva musculatura en la cintura y las piernas, para así poder seguir poniéndose aquellos pantalones estrechos que tanto le gustaban.
—Estaba algo distraída.
—¿Distraída? Eso no es muy propio de ti —dijo Yoshitaka arqueando una de sus bien cuidadas cejas.
—Es que me ha sorprendido.
—¿En serio? Pues yo creo que ya deberías estar al corriente de mi proyecto de vida, ¿no?
—Bueno, sí, pero...
—¿Hay algo que quieras decirme? —preguntó él ladeando levemente la cabeza. Estaba repantingado en el sofá con gesto despreocupado, como si la cosa no fuera con él.
Ella no estaba segura de si estaba haciendo teatro o era que realmente se sentía así. Dejó escapar un suspiró y lo miró de nuevo a los ojos.
—¿Tan importante es eso para ti?
—¿A qué te refieres con «eso»?
—Ya sabes... lo de los niños...
Yoshitaka esbozó una leve sonrisa burlona, miró un instante hacia un lado y volvió finalmente su mirada


LOS CASOS DE HORACE RUMPOLE, ABOGADO.

Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por Horace Rumpole, abogado en Londres.

«¡El crimen paga, pero solo un poco cada vez!» 
LOS CASOS DE HORACE RUMPOLE, ABOGADO son un verdadero clásico de la ficción judicial de todos los tiempos, y una de las más inteligentes y divertidas sagas de la literatura inglesa.
He pasado unos días deliciosos con este clásico de John Mortimer, ironía a raudales, humor british del bueno en dosis muy medidas y un personaje inolvidable!

Sinopsis (Ed. Impedimenta)

Insigne defensor de las causas perdidas, Horace Rumpole es un abogado adorable, un hombre de altos ideales y de gran sentido común, que fuma cigarros malos, bebe un clarete aún peor, es aficionado a los fritos y a la verdura demasiado hervida, cita a Shakespeare y Wordsworth a destiempo y, generalmente, se decanta por los casos desesperados y por los villanos de barrio. Excéntrico y gruñón, lleva años abriéndose paso en las salas de justicia londinenses, mientras brega en casa con su terca mujer, Hilda, a quien él apoda «Ella, La que Ha de Ser Obedecida», en un particular universo donde el sarcasmo, el humor y la intriga se mezclan a partes iguales. Al modo de P. G. Wodehouse, John Mortimer construye en sus narraciones un universo demoledor y sarcástico al más puro estilo British.

Los casos de Horace Rumpole, abogado (fragmento)

Rumpole y las jóvenes generaciones
Yo, Horace Rumpole, abogado, a punto de cumplir sesenta y ocho años, letrado de poca monta en el Tribunal Penal Central de Inglaterra y Gales, comúnmente conocido como Old Bailey, marido de la señora Hilda Rumpole (para mí es «Ella, la que Ha de Ser Obedecida») y padre de Nicholas Rumpole (profesor de Sociología en la Universidad de Baltimore, siempre he estado muy orgulloso de Nick); yo, cuya mente rebosa de antiguos crímenes, anécdotas jurídicas y fragmentos memorables del Oxford Book of English Verse (en la edición de sir Arthur Quiller-Couch), además de un amplio conocimiento sobre manchas de sangre, grupos sanguíneos, huellas dactilares y falsificaciones mecanografiadas; yo, en la actualidad el miembro de mayor edad de mi bufete, tomo la pluma a mi avanzada edad en un momento de calma en el trabajo (no hay mucho delincuente por aquí, parece que los más notables villanos de Inglaterra se encuentran de vacaciones en la Costa Brava), a fin de intentar reconstruir por escrito algunos de mis triunfos más recientes (y ciertos desastres no menos recientes) acontecidos en los juzgados, y de paso conseguir algún dinero que no caiga de inmediato en manos de Hacienda, en las de mi ayudante Henry ni en las de Ella, la que Ha de Ser Obedecida, y quizá también de entretener un poco a los que, como yo, han encontrado en la justicia británica una fuente inagotable de diversión inofensiva.

lunes, 20 de agosto de 2018

FRACTURA

Nuestra querida Clara Glez, comparte una obra de un autor, por ahora, desconocido para mi. Pero gracias a su consejo, le pondré remedio rápidamente.
Gracias amiga¡¡¡
RESEÑA DE CLARA GLEZ para LIBROS
Fractura – Andrés Neuman
Me ha cautivado este libro, por muchas razones. Intentaré explicarme sin dar demasiadas pistas de la trama, que es muy simple, pero a la vez compleja en cuanto a matices.
A lo largo de la historia de un superviviente de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, el autor nos va desgranado formas de ver aquel suceso y sus consecuencias. El protagonista , va pasando su vida, en distintos lugares y con distintas mujeres, y van contando la historia desde aquellas bombas, hasta la explosión después del terremoto de la central de Fukushima.
Historia que va siendo contada por estas mujeres y él mismo, con una visión distinta , ya por la diferente personalidad de dichas mujeres, por el entorno donde vivieron, por su procedencia.
Y en cada uno de estos retazos de historia, el autor se expresa de forma distinta, le va dando cancha a que esas mujeres se expresen en su propio lenguaje.
A la vez nos hace recapacitar sobre el mundo en el que nos ha tocado vivir, con los pro y los contras de la tecnología , del interés de los gobiernos en hacernos comulgar a veces con ruedas de molino.
Es una novela profunda, con trozos que te hacen ver en el polvorín en el que nos asentamos.Y también nos ofrece una magnífica exposición de las relaciones humanas, del ver la vida según el momento y la edad en el que la contemplamos.
Si pueden disfrútenla¡

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
El regreso de Andrés Neuman a la gran novela tras El viajero del siglo, Premio Alfaguara y Premio de la Crítica.
Una historia sobre la belleza que emerge de las cosas rotas.

«Me mostró sus cicatrices. Un fino entramado en los antebrazos y la espalda. Parecía transportar un árbol. Luego él vio las mías. Nos sentimos livianos, un poco feos y muy bellos. Dos supervivientes.»
El señor Watanabe, superviviente de la bomba atómica, se siente un fugitivo de su propia memoria y está a punto de tomar una de las decisiones más cruciales de su vida. El terremoto previo al accidente de Fukushima provoca un movimiento de placas que remueve el pasado colectivo.
Cuatro mujeres narran sus vidas y sus recuerdos de Watanabe a un enigmático periodista argentino, en un recorrido sentimental y político por ciudades como Tokio, París, Nueva York, Buenos Aires o Madrid. Este cruce de idiomas, países y parejas va revelando cómo nada ocurre en un solo lugar, cómo cada acontecimiento se expande hasta hacer temblar las antípodas. El modo en que las sociedades recuerdan y, sobre todo, olvidan.
En Fractura se entretejen amor y humor, historia y energía, la belleza que emerge de las cosas rotas. Con esta novela Andrés Neuman regresa con fuerza a la narrativa de largo aliento, que lo consagró internacionalmente con El viajero del siglo, y firma su obra mayor.

Fractura (fragmento)

1. Placas de la memoria


La tarde parece serena, pero el tiempo está en guardia. El señor Watanabe rebusca en sus bolsillos como si los objetos ausentes fueran sensibles a la insistencia. Por un descuido que empieza a resultar frecuente en él, ha olvidado en su casa la tarjeta del metro junto a sus anteojos: visualiza ambas cosas encima de la mesa, burlonamente nítidas. Watanabe se dirige con fastidio hacia una de las máquinas. Mientras realiza su operación, observa a un grupo de jóvenes turistas perplejos ante la maraña de estaciones. Los turistas hacen cuentas. Las cifras emergen de sus bocas, ascienden y se disipan. Carraspeando, vuelve a atender a su pantalla. Los jóvenes lo miran con vaga hostilidad. El señor Watanabe los escucha deliberar en su idioma, un idioma melódico y enfático que conoce muy bien. Sopesa la posibilidad de ofrecerles ayuda, tal como ha hecho con tantos visitantes abrumados por el metro de Tokio. Pero ya son casi las tres menos cuarto, le duele la cintura, tiene ganas de volver a casa. Y, para ser franco, tampoco simpatiza con esos jóvenes. Se pregunta si habrá perdido por completo el hábito de los gritos y la gesticulación, que tan liberadores llegaron a parecerle en otra época de su vida. Prestando oído a la sintaxis extranjera, abona su trayecto antes de retirarse. Nota el aroma del viernes: un cóctel de cansancio y expectativa. Al tiempo que desciende en la escalera mecánica, contempla esos andenes que se irán colmando. Se alegra de no haber tomado un taxi. A esta hora todavía queda espacio en los vagones. Sabe que pronto los últimos pasajeros empujarán la espalda de los anteriores, y que los serviciales empleados llegarán para empujarlos a ellos. Y así hasta que las puertas interrumpan el flujo, como quien poda el mar. Empujarnos unos a otros, piensa Watanabe, es una forma particularmente sincera de comunicarnos. Justo en ese instante, los peldaños de la escalera mecánica empiezan a vibrar.


LAS LÁGRIMAS DE CLAIRE JONES

Tercera entrega de la serie de novelas protagonizadas por María Ruiz, comisaria de policía en Madrid (España).

"El asunto no tenía mala pinta. Una mujer había envenenado a su marido, primero poco a poco y luego descaradamente, adobando unas puntas de lomo en matarratas con tal maña de cocinera y mala suerte que el perro se encaramó a la mesa y le rapiñó una sin darle tiempo a reaccionar. El animal se la zampó en la calle y no tardó ni dos horas en ir a morir a la plaza, frente a los hombres que mataban la tarde jugando al dominó mientras las mujeres fregaban. Expiró acurrucado, entre convulsiones, con una pata posada en su hocico embadurnado. El marido le sobrevivió un par de horas más.
Lástima que eso ocurriera en 1954 y que de esa mujer, una tal Nieves Buscapié, no quedara rastro alguno."

Tercer caso de la Comisaria Ruiz, ahora desterrada en Soria para purgar sus pecados...!
No acabo de "pillarle" el punto a esta comisaria-psicóloga que va por libre y cuyos casos están resueltos por el lector desde las primeras páginas de la novela, así es en este libro y así ha sido en los anteriores; los secundarios tampoco es que sean una joya de personajes y en general las novelas se dejan leer pero no provocan esa emoción que una siente cuando un personaje se torna imprescindible.
Escrita con corrección, debo añadir que me ha proporcionado algunos datos sobre la presencia de los cuáqueros en España (sin profundizar nada) y un ratito de entretenimiento, nada más, ni menos....

Sinopsis (Ed. Destino)
La comisaria María Ruiz se encuentra desterrada en una de las provincias españolas más tristes para una investigadora criminal. En Soria el último suceso irresuelto del que se tiene noticia ocurrió en 1954, cuando una mujer que presuntamente asesinó a su marido con matarratas desapareció para siempre. De estar viva, tendría 101 años. Desde que la destinaron a Soria, sacándola de la fiebre de Madrid, la comisaria Ruiz viaja todos los fines de semana a Ávila, donde acompaña en su trance entre la vida y la muerte a su compañero Tomás, que está en coma. Su viejo amigo, el comisario Carlos, finalmente ha conseguido convencerla para que un fin de semana se airee y vaya a visitarlo a Santander. Pero lo que tenían que ser un par de días de tranquilidad se convierte en el mejor incentivo para la comisaria Ruiz. El nuevo caso que Carlos tiene entre manos arranca con un coche abandonado en la zona del puerto. En el maletero, una chica muerta, y en el asiento del copiloto, un ejemplar del periódico The Times con fecha del 15 de octubre de 1998 y una noticia recortada. A estas pistas tendrá que enfrentarse una comisaria a quien el caso no le pertenece, pero que ella sí que necesita para no perder la cabeza y volver a sentirse realmente en activo y cercana a la realidad que mejor la define.

Las lágrimas de Claire Jones (fragmento)

1
El asunto no tenía mala pinta. Una mujer había envenenado a su marido, primero poco a poco y luego descaradamente, adobando unas puntas de lomo en matarratas con tal maña de cocinera y mala suerte que el perro se encaramó a la mesa y le rapiñó una sin darle tiempo a reaccionar. El animal se la zampó en la calle y no tardó ni dos horas en ir a morir a la plaza, frente a los hombres que mataban la tarde jugando al dominó mientras las mujeres fregaban. Expiró acurrucado, entre convulsiones, con una pata posada en su hocico embadurnado. El marido le sobrevivió un par de horas más. 
Lástima que eso ocurriera en 1954 y que de esa mujer, una tal Nieves Buscapié, no quedara rastro alguno. Salvo la certeza de que, de estar viva, debería tener ciento y un años. 
María cerró la carpeta y se quedó quieta, con las manos extendidas a ambos lados de esos folios amarillentos apresados por una grapa roñosa que el subalterno le había tendido con esmero cuando ella pidió los casos pendientes. 
—El caso — había puntualizado el subalterno. 
—¿No ha habido más asesinatos, violaciones, robos sin resolver? — insistió ella tensando los labios en un afán de mostrar amabilidad mientras su interlocutor negaba con la cabeza—. ¿Esto es todo? —Si no cuenta una meada en la calle sin juzgar — remató el subalterno con más intención de exhaustividad que de provocación—, solo tenemos este caso sin resolver. Y porque la sospechosa desapareció. 
Y no es que en Soria la eficacia policial fuera superior. Es que nunca pasaba nada.

UN AÑO EN ROMA

"Durante un año voy a disfrutar de una beca en la Academia Americana en Roma. Aquí no hay alumnos, ni facultad, solo un puñado de artistas e investigadores, a los que se concede un año en Roma para dedicarse a proyectos independientes.
Mi beca es de literatura. Lo único que tengo que hacer es escribir. Ni siquiera tengo que enseñarle a nadie lo que escriba. A cambio, me ofrecen un estudio, las lla
ves de este apartamento, dos esteras de baño, un montón de toallas descoloridas todos los jueves y 1.300 dólares al mes."

A veces en un quiosco de aeropuerto, antes de partir, encuentras una pequeña joya que, tal vez, decida tu próximo viaje y oriente tus siguientes lecturas....!
Esta narración autobiográfica de Doerr, corta y delicada, hermosa y breve, me ha procurado un placer inesperado durante un corto viaje, plena de amor y humor, de experiencias y lecturas, la recomiendo encarecidamente!

Sinopsis (Ed. Debolsillo)
Un año en Roma es el hermoso y delicado relato autobiográfico del Premio Pulitzer Anthony Doerr sobre su experiencia viviendo en la Ciudad Eterna.
Una ciudad inagotable.
Una experiencia memorable.
Un paseo inolvidable.
El día en que nacieron sus dos hijos, Anthony Doerr supo también que había sido galardonado con el Premio Roma, una de las más prestigiosas distinciones otorgadas por la Academia Americana de las Artes y las Letras.
Gracias a su dotación, Doerr pudo vivir en la capital italiana con su recién acrecida familia durante un año. A lo largo de este tiempo, Doerr leyó a Plinio, a Dante, a Keats; visitó las calles y plazas más bellas del mundo, y asistió al mayor funeral de la historia, el del papa Juan Pablo II. Y todo ello mientras aprendía, entre biberones, pañales y noches en vela, los secretos de la paternidad.
Libro de memorias, por supuesto, pero también de viajes, de arte, y casi una novela, Un año en Roma es el fruto de las experiencias de su autor en la Ciudad Eterna, en las que lo íntimo y lo deslumbrante se funden por medio de la palabra.
Un año en Roma (fragmento)

Italia se vislumbra. Hacemos listas: pañales, ropa de cuna, una lamparita para leer. Leche en polvo para biberón. Dos docenas de barritas de cereales Nutri-Grain. No hemos comido barritas Nutri-Grain en la vida, pero ahora, de pronto, parece importante tenerlas a mano.
Me quedo mirando el nuevo diccionario de bolsillo Italiano-Inglés y me preocupo. ¿Pone cómo se dice: «Aquí está mi pasaporte»? O: «¿Dónde puedo comprar pañales, por el amor de Dios?»
Hacemos como que estamos tranquilos. Ninguno de los dos está dispuesto a plantearse que mañana subiremos a bordo de un Airbus con unos gemelos de seis meses, ascenderemos a treinta y siete mil pies de altitud y permaneceremos allí catorce horas. En cambio, abrimos y cerramos la cremallera de las bolsas de viaje, le quitamos las ruedas al carrito y miramos con atención fotitos muy pixeladas de San Pedro en ricksteves.com.
Lluvia en Boise; viento en Denver. El avión surca la troposfera a novecientos kilómetros por hora. Owen duerme en un rebujo de sábanas a nuestros pies. Henry duerme en mis brazos. Hay turbulencias durante toda la travesía del Atlántico; tiemblan los mamparos, los vasos tintinean, los ganchos de las bandejas se abren y se cierran.
Nos trasladamos de Boise (Idaho), a Roma (Italia), un lugar donde nunca he estado. Cuando pienso en Italia imagino decadencia, pinturas al óleo de color pardo oscuro, emperadores con sandalias. Veo una sección transversal de una maqueta del Coliseo hecha como proyecto escolar a base de pegamento y azucarillos; veo una jabonera blanca y azul marino comprada en Florencia con un ángulo desportillado que mi madre tuvo en el lavabo de su cuarto de baño durante treinta años.
Con más claridad que cualquier otra cosa, veo un libro con dibujos para colorear que me regalaron una vez por Navidad titulado La antigua Roma. Dos criaturas mamaban de las ubres de una loba. Un césar sonreía con su corona de hojas. Una sensual doncella de grandes pupilas posaba con un cántaro junto a una fuente. Al margen de la idea que tuviera de Roma en aquel entonces —con siete años, la noche de Navidad, los copos cayendo contra las ventanas, un abeto con luces parpadeando en la planta baja, lápices de colores desperdigados por la moqueta—, ahora no es mucho más clara: bosquejos de elefantes y gladiadores, palacios dibujados al fondo, la sensación de que los colores que había escogido estaban todos equivocados, verde mar para los carros, dorado para los cielos.