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sábado, 7 de octubre de 2017

UN AÑO EN PROVENZA


RESEÑADO por Ricardo Cortat por LIBROS,  el 8 de Agosto de 2014.
Una pareja de ingleses que decide mudarse a la Provenza y que cuenta sus vivencias francesas a lo largo de un año.
Sin las pretensiones de ser una guía de viajes o un tratado de etnografía, por mucho que lo quieran vender así, no deja de ser un divertimento del autor para exorcizar sus demonios. (me gustaría tener claro cuanto tiempo pasó entre l...a mudanza y la escritura del libro)
Mucha burla de los propios ingleses, mucha rabia contenida hacia la forma de vida francesa y mucha, mucha comida, todo ello regado con bastante sentido del humor y vino tinto.
De todas maneras, el libro tiene 2 cosas para venderse: el deseo que todos sentimos de poder dejarlo todo y, sin preocupaciones económicas, mudarnos a la Provenza, la Toscana o las Alpujarras y que se come de vicio en cualquier parte y no se engorda nada.
Exclusivamente para leer al borde de la piscina. Y sólo si eres francófilo empedernido o no estás a dieta.

Sinopsis (Ed. Omega)
Este libro describe, mes a mes, las delicias y frustraciones que el autor y su esposa experimentaron durante su primer año de estancia en la remota comarca de Lubéron, mientras acondicionaban una casa de campo de doscientos años de antigüedad. El autor logra comunicarnos todos los placeres terrenales de la vida provenzal y permite que nos emocionemos con su ritmo. Este libro hará sonreír abiertamente a aquellos que conocen el país y, desde luego, preparará a aquellos que no lo conocen para disfrutar de él.

Un año en  Provenza (fragmento)

PrólogoAgosto de 2003
El día que murió mi madre, crecí de repente. Fue aquel caluroso veinte de julio de 1935. Papá nos había dejado dos años antes y, como solo me tuvieron a mí, comprendí que me había quedado sola. Una hermana de la abuela había viajado desde Saint Malo hasta París para ayudarme con el entierro y hacerme compañía. Florence se llamaba, ahora lo recuerdo. Cada día me cuesta más retener los nombres, las caras las olvidé hace mucho tiempo.
La tía me llevó hasta la habitación de mi madre y abrió el armario.
—Ahora estás sola, Marissa. Yo soy vieja y poco puedo hacer. Tienes que salir adelante por ti misma —me advirtió, señalándome los zapatos de mamá.
Bajé la vista a los míos y comprendí qué quería decir. Me senté en la cama, me descalcé y mientras desnudaba mis pies supe que me estaba quitando para siempre aquellos calcetines calados de perlé. Mi vieja tía me indicó con la cabeza que mirase bajo las perchas, apremiándome a hacerlo. Cogí los zapatos de charol negro de mamá y me los puse.
—Me aprietan un poco.
—Con el tiempo irán cediendo, como el dolor que sientes ahora —me dijo.
Contemplé mi aspecto en la luna del armario. Era la primera vez que llevaba tacón. No tenía a nadie que cuidara de mí, así que ya era una mujer…
Monique sintió una extraña congoja al leer aquellos párrafos rasgueados con la caligrafía vacilante de una persona enferma o muy mayor.