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sábado, 28 de octubre de 2017

NOBLES Y REBELDES


"La disposición a admirar y hasta reverenciar a ricos y poderosos y a despreciar o al menos a desdeñar a personas de condición humilde y mísera es la mayor y más universal causa de corrupción de los sentimientos morales" Adam Smith
Hay que esperar a la página 293 para leer este colofón que realmente podría ser un resumen de la novela. No me cabe duda de que la familia Mitford hizo cosas muy interesantes por la humanidad, aunque no alcanzo a descubrir ninguna y este libro no me ha ayudado a hacerlo.....
Casi 300 páginas para describir las andanzas de una pandilla de "pijos británicos", primero en su casa de campo y luego "por el mundo adelante". Escrita con un estilo infantil y con escaso valor literario e histórico, bien podría definirse este libro como "el diario de una pija inglesa sin oficio ni beneficio"....
Sabida es mi afición a la novela británica pero...., ha de tener algo más que un montón de ideas inconexas y ningún sentido del humor, ni siquiera, británico.
Una novela con una edición preciosa, que es un autentico "peñazo".

Sinopsis (Ed. Libros del Asteroide)
Jessica Mitford era la quinta de seis hermanas de una legendaria familia aristocrática inglesa que durante los años treinta y cuarenta se harían famosas por sus conductas supuestamente escandalosas. Con el tiempo llegaría a convertirse en una de las periodistas norteamericanas más comprometidas y conocidas de su tiempo.
Nobles y rebeldes es el inteligente y divertido relato de su infancia y juventud, pero también el retrato de una familia muy poco convencional, que consideraba que a las mujeres no hacía falta enviarlas al colegio -que bastaba con que recibieran clases de equitación, piano y francés- o que los avances médicos eran supersticiones sin fundamento.
Jessica encontraba el mundo de su familia tan peculiar como asfixiante y por eso decidió abandonarlo pronto: se escapó a España muy joven con su novio, un sobrino de Churchill, a luchar en la guerra civil; el consiguiente escándalo, que incluyó el envío de un destructor británico para recuperar a los dos prófugos, inspiró algunos de los pasajes más divertidos y mordaces de este libro.
Un retrato de familia, un libro de aventuras, un ensayo de antropología social, una historia de amor; Nobles y rebeldes es todo eso, además de una deliciosa autobiografía.

Nobles y rebeldes (fragmento)

UnoLa región de los Cotswold, antigua y pintoresca, plagada de fantasmas y leyendas, es hoy en día una parada frecuente en las rutas turísticas. Tras haber «pateado» Oxford, es una lástima no recorrer unos treinta kilómetros más para ver algunos pueblos históricos con nombres estrafalarios: Stow-on-the-Wold, Chipping Norton, Minster Lovell, Burford. Los pueblecitos han tenido una encantadora respuesta a toda esa atención. Burford, de hecho, se ha convertido en una especie de Stratford-on-Avon en pequeño, con sus antiquísimas posadas cuidadosamente reformadas para conjugar las comodidades modernas con cierto aire Tudor. Hasta tienen Coca-Cola, aunque es posible que te la sirvan del tiempo, y las tiendecitas están llenas de recuerdos del Burford histórico con la discreta leyenda «Hecho en Japón».
Por alguna razón, Swinbrook, a solo cinco kilómetros de distancia, parece haberse librado del turismo y ha permanecido como en mis recuerdos de hace más de treinta años. En el escaparate de la diminuta oficina de correos aún se exhiben las mismas cuatro clases de golosinas —toffees, caramelos ácidos, Edinburgh Rocks y dulces de azúcar con mantequilla— en los mismos frascos grandes de vidrio tallado. Al fondo, donde llevan colgados dos generaciones, hay unos alegres grabados de dos bellezas victorianas que contrastan entre sí: una es una joven y delicada dama con el cabello dorado y luminosos ojos azules, con los hombros suaves y blancos envueltos en alguna clase de prenda prerrafaelita; la otra, una doncella gitana de pícara belleza con el cabello increíblemente negro y espeso cayéndole en grandes rizos. De pequeña, siempre pensaba que tenían un parecido asombroso con Diana y Nancy, mis hermanas mayores. Junto a ellas, los rostros del rey Jorge V y la reina María, rosáceos y blancos y muy poco naturales, todavía contemplan el mundo con expresión benigna.