jueves, 21 de mayo de 2015

HABLADLES DE BATALLAS, DE REYES Y ELEFANTES


Nuestro querido amigo Ricardo Cortat reseñó este libro para LIBROS el 27 de Marzo de 2012 y aquí está su reseña tal y como la compartió:


"PARLA’LS DE BATALLES, DE REIS I D’ELEFANTS. Mathies Enard. Columna.
(Habladles de batallas, de reyes y elefantes)
Un libro pausado, lento, melancólico, repleto de palabras que recuerdan caravanas de mercaderes atravesando mares y desiertos, ciudades imperiales llenas placeres para los sentidos.
El diseño de un puente que una Europa con Asia es la excusa para llevar a Michelangelo a Constantinopla y en la orilla del Bósforo ver al genio creativo es todo su esplendor. Escultor, pintor, artista pleno del Renacimiento pero no arquitecto.
No es un gran libro pero es un libro agradable." Ricardo Cortat (27 de Marzo de 2012)

No he tenido ocasión de leer el libro pero confío plenamente en el criterio de Ricardo Cortat, gran escritor y mejor reseñador, para completar su magnífica reseña un fragmento de la novela:

"El día siguiente espera un mensaje del papa. Se estremece de rabia solo de pensar que el pontífice, la víspera de su partida, ni siquiera se dignó recibirlo. Bramante el arquitecto es un imbécil, y Rafael el pintor un presuntuoso. Dos enanos que halagan la desmesurada soberbia del purpurado. Luego llega el domingo y Miguel Ángel come carne por primera vez en varios meses, un cordero delicioso cocido por su vecino el panadero.
Dibuja durante todo el día, sin apenas darse cuenta gasta tres sanguinas y dos minas de plomo.
Pasan los días. Miguel Ángel comienza a preguntarse si no habrá cometido un error. Duda sobre si escribir una carta a Su Santidad, recuperar su confianza y regresar a Roma. Jamás. En Florencia, la estatua de David lo ha convertido en el héroe de la ciudad. Le bastaría con aceptar los encargos que, al conocerse su vuelta, a buen seguro no le faltarán, pero eso desencadenaría la furia de Julio, pues ya se ha comprometido con él. La idea de verse obligado a humillarse una vez más ante el pontífice provoca en él un acceso  de furia.
Rompe dos vasos y un plato de mayólica. Luego, ya más tranquilo, vuelve a ponerse a dibujar, mayormente estudios de anatomía.
Tres días más tarde, después de las vísperas, precisa Ascanio Condivi, recibe la visita de dos monjes franciscanos que llegan empapados por culpa del chaparrón. Estos últimos días el Arno ha crecido mucho, se teme una riada. La sirvienta ayuda a los monjes a secarse. Miguel Ángel observa a los dos hombres, sus ropas maculadas de lodo en el dobladillo, sus tobillos desnudos, sus magras pantorrillas." Capítulo Primero