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domingo, 17 de diciembre de 2017

LA HABITACIÓN DE LOS NIÑOS


"El cuerpo expulsa una orina clara, heces líquidas, pus, se expele por las heridas, furúnculos que atraviesan la piel, fluidos que se escapan por las desolladuras de la sarna, las mordeduras de los piojos y los arañazos infectados, flemas espesas que salen de la garganta".

De este cariz son las descripciones de esta novela que relata, en una mezcla de primera persona y narrador omnisciente, uno de... los episodios más vergonzosos de la historia de la humanidad. En esta ocasión se describe la vida de las deportadas al campo de concentración de Ravensbrück, 200 páginas escasas de depravación, miseria y humillación en las que la condición humana se retrata de forma descarnada sin ahorrar nada.
Duro y real, no es imprescindible su lectura pero ilustra, una vez más, a lo que es capaz de llegar el "ser humano" para destruir y para sobrevivir.

La habitación de los niños (Ed. Siruela)
1944, campo de concentración de Ravensbrück. Cuarenta mil mujeres libran una batalla diaria por la supervivencia en un universo en el que la vida no tiene cabida. Pero siempre hay un espacio para la esperanza: la habitación de los niños.
Mila, una jovencísima militante de la Resistencia francesa, es deportada a Ravensbrück tras ser detenida en una acción clandestina. Al igual que las demás prisioneras políticas, se siente aliviada al saber que no será condenada a muerte, pero lo ignora todo sobre el viaje que le aguarda y las normas necesarias para sobrevivir en su futuro lugar de confinamiento. Gracias a la solidaridad de las compañeras y a una tenacidad inquebrantable, Mila conseguirá vislumbrar un rayo de luz en mitad de las tinieblas al descubrir el Kinderzimmer, un barracón destinado a los recién nacidos; un lugar lleno de vida en mitad de un paisaje de desesperación al que la protagonista se aferrará con todas sus fuerzas, por ella y por el niño que lleva en su seno.

En esta intensa y conmovedora novela, convincente recreación de uno de los más dramáticos episodios de la historia del siglo XX, Valentine Goby consigue articular lo indecible, transmitiéndonos todo el coraje y la esperanza de un grupo de mujeres anhelantes de libertad.

La habitación de los niños (fragmento)

PrólogoDice a mediados de abril de 1944 partimos hacia Alemania.
Ahí estamos. Lo anterior, la Resistencia, la detención y Fresnes, en el fondo no es más que un preludio. El silencio en el aula nace de la palabra Alemania, que anuncia el relato capital. Durante mucho tiempo ella agradeció ese silencio, ese repliegue ante su propia historia, cuando había que exhumar las imágenes y los hechos silenciados durante veinte años; ese silencio y esa inmovilidad, pues no se oía ni un susurro, esos chicos y chicas de dieciocho años no hacían ni un gesto, como si supieran que sus voces y sus cuerpos tan nuevos podían trabar la memoria. Al principio ella necesitó todo el espacio. Desde entonces, Suzanne Langlois ha hablado cincuenta, cien veces, las frases se forman sin esfuerzo, sin dolor y, casi, sin necesidad de pensar.
Dice el convoy llega cuatro días más tarde.
Las palabras salen en el orden de siempre, seguras, Suzanne está confiada. Por la ventana ve una mariposa en las ramas de un plátano; ve caer el polvo en la luz oblicua que roza las cabezas; ve agitarse la esquina de un planisferio mal pegado a la pared con cinta celo. Habla. Frase tras frase va hacia la historia descabellada, el alumbramiento del niño en el campo de concentración, hacia esa habitación para bebés de la que su hijo volvió con vida; las historias como la suya se cuentan con los dedos de una mano. Por eso la han invitado a ese instituto, la vivencia singular en la tragedia colectiva, y, cuando más tarde pronuncie la palabra «Kinderzimmer», un silencio más denso todavía amalgamará la clase como el cemento. Por ahora acaba de bajar del tren, está en Alemania, y es de noche.
Dice caminamos hasta el campo de Ravensbrück.