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sábado, 26 de agosto de 2017

HA VUELTO




RESEÑADA por Ricardo Cortat para LIBROS, el 22 de Octubre de 2013.
Otro libro raro, 'Ha vuelto' de Timur Vermes.
Hitler despierta en un descampado del Berlín actual y una serie de circunstancias lo llevan a trabajar como cómico en un programa de televisión gracias al mismo discurso encendido de hace 80 años, a una capacidad analítica de su entorno inmediato y a una sociedad desencantada y desinformada.
Bajo el... disfraz de sátira política encontramos un ideario esquematizado del pensamiento de ¿un genio? ¿un loco? ¿un visionario?
Alemania se debate ante la irrupción de un fenómeno literario que pone encima de la mesa sus miedos más actuales y pretéritos, analiza la sociedad de la información y el control de los medios y analiza la deriva social y política actual confrontándola a la Alemania del periodo de entreguerras.
Es un libro ligeramente aterrador y no consigue arrancarme más que medias sonrisas, debidas sobre todo al choque tecnológico que tendría cualquier persona que sufra 80 años de 'sueño' pero no deja de tener su qué, aunque en general no me haga la gracia que pretende. Igual es que no soy suficientemente ario.
¿Se ríe Hitler de Alemania? ¿Se ríe Alemania con Hitler?


Y esta es mi opinión:

Tenía pendiente esta novela desde hace tiempo y coincidiendo con el aniversario de la invasión de Polonia decidí poner remedio a mi "pereza". Así, entre viaje y viaje, he leído las, casi, 400 páginas de Ha vuelto y, la verdad, se me ha hecho muy largo el tiempo y el libro,,,,
Mis expectativas, basadas en el título y la sinopsis, no se han visto colmadas en absoluto, y he visto como una idea brillante y un título espectacular se han desarrollado de una forma plana y sin talento....., he resistido hasta el final para averiguar como resolvía el escritor este "berenjenal" en el que se había metido solito, sin ayuda de nadie, y.......eso lo dejo a juicio del que se atreva a leer la novela.
Tiene algunos toques de humor interesantes, aunque el "humor teutón" debe ser muy diferente al mío porque en ningún momento me ha hecho reír, como mucho sonreír.
No puedo recomendar esta novela porque para mí, la literatura es otra cosa...


Sinopsis  (Ed. Planeta de Libros)
Es el verano de 2011. Adolf Hitler despierta en un descampado en el centro de Berlín. No hay símbolos nazis, reina la paz, las calles están invadidas por extranjeros, y Alemania está gobernada por una mujer rechoncha que hace lo que quiere en Europa. Sesenta y seis años después de su caída, el resucitado Hitler triunfa en la televisión como perfecto imitador del Führer, un cómico genial. Pero él no bromea en absoluto. La fama es la plataforma perfecta para retomar su carrera política.
¿Qué daño podría hacer hoy Hitler? Esta disparatada historia está contada por él mismo, un hombre que analiza tenazmente su entorno, que descubre de modo fulminante los puntos débiles de los demás, que, con una terquedad sin límites, se guía por su extraña lógica, con fanatismo pero también con lucidez.
Las librerías de toda Alemania exhiben la portada del fenómeno literario del año. Esta divertidísima novela que ya ha leído un millón de personas pronto será publicada en treinta y dos países, mientras se rueda la película. Timur Vermes ha logrado algo inimaginable con esta sátira feroz, y es que nos riamos no ya de Hitler, sino con él. ¿Es posible algo así? ¿Está permitido?

Ha vuelto (fragmento)

i
"Recuerdo que me desperté, sería poco después del mediodía. Abrí los ojos, vi el cielo sobre mí. Era azul, con pocas nubes; hacía calor, y supe al momento que el calor era excesivo para abril. Casi se podía decir que era un calor de verano. Había relativo silencio, por encima de mí no se veían aviones enemigos, ni se oían cañonazos, en las proximidades no había impactos de proyectiles ni sirenas de la defensa antiaérea. De lo que también tomé nota: ni Cancillería del Reich ni búnker del Führer. Volví la cabeza, vi que estaba tendido en el suelo de un descampado rodeado de paredes de edificios, construidas con ladrillos y, en parte, pintarrajeadas por gente indeseable; aquello me fastidió instantáneamente y decidí al punto hacer venir al almirante Dönitz.1 Al principio hasta pensé, aún medio aletargado, bueno, Dönitz también estará tendido por aquí; después triunfó la disciplina, la lógica, capté enseguida la peculiaridad de la situación. Por lo general no acampo a cielo abierto.
Primero reflexioné: ¿qué había hecho la tarde anterior? Queda descartado el abuso de alcohol, puesto que no bebo. Recordé que al final estaba sentado con Eva en un sofá, en un canapé. Recordé también que yo, o que nosotros, estábamos allí con cierta despreocupación; que yo sepa, había decidido dejar descansar un poco, por una vez, los asuntos de Estado, no teníamos más planes para aquella tarde; salir a cenar o al cine o algo por el estilo no entraba en consideración, evidentemente; por fortuna, en aquellos días la oferta recreativa de la capital del Reich, en no poca medida en consonancia con la orden dada por mí, había disminuido considerablemente. No podía decir con seguridad si Stalin llegaría a la ciudad durante los días siguientes; en aquel estadio de la guerra, era imposible excluirlo por completo. Lo que sí podía decir con seguridad era que él buscaría una sala de cinematógrafo aquí tan en vano como en Stalingrado. Creo que luego estuvimos charlando un poco Eva y yo, y le enseñé mi pistola; no me acordaba de más detalles cuando me desperté. También porque me dolía la cabeza. No, pensar en la tarde anterior no me hacía avanzar."