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viernes, 19 de enero de 2018

CHICOS Y CHICAS


11 relatos en 222 páginas, 11 retazos de vidas ajenas narrados en tercera persona, 11 finales inquietantes.
No es una novela de intriga, no hay asesinatos ni investigaciones pero desde Incendios hasta Arkímedes, pasando por Confesión, Chicos y chicas, Ausencia, Tarot, Aficiones, En tierra extraña, Barro, Sueños y La misma mujer; hay secretos, misterios, celos, traiciones, amor y muerte.
No sabría elegir uno de ellos, todos me han gustado, todos me han inquietado y cada uno de ellos me ha dejado una historia por terminar.

Sinopsis (Ed. Anagrama)
En este extraordinario libro de relatos –el séptimo en su haber–, la voz narrativa de Soledad Puértolas se expresa en tercera persona y cobra el tono de las narraciones clásicas, cuando el narrador, por encima de todo, perseguía la magia, la seducción inherente a la misma narración, independientemente de lo que se contara. Sin embargo, la cercanía que implica la primera persona, los relatos contados por quien los protagoniza, no se ha perdido. Ha alcanzado un matiz nuevo. Quizá de mayor serenidad, de mayor hondura. Sin que falte el humor, que recorre todos los relatos, y que en algunos de ellos hace que se acentúe nuestra sonrisa.
Son relatos que tratan de encuentros, de desencuentros, de reencuentros. De chicos y chicas. De parejas que se separan, de traiciones, envidias e ilusiones, de mitos de adolescencia, de ideales de juventud, de las perplejidades de la madurez, del extrañamiento de la vida. Hay hijas que veneran a sus madres, madres que desconfían de sus hijas o de sus yernos, hay perros que se encaraman a las novias de sus dueños, hay horas de calor y de amor en el interior de una caravana en un camping, horas arrancadas a la vida oficial, de todos conocida, horas secretas. Y horas que, aun estando a la vista de todos, nadie ve. Sólo la voz que narra, que escoge ese momento y lo detiene. Un antiguo amor, una niña de la mano de su madre, las olas del mar enroscadas a los tobillos. No hay nadie en la playa todavía.
Recuerdos, premoniciones, ensoñaciones. Realidades que nos sacuden. Personas que irrumpen, que se van sin decir adiós. Silencios que sólo pueden llenarse con sueños. Personajes de todas las edades que, de pronto, se sitúan a un lado del camino, ven el paso de los otros, y no saben si han vivido ya ese momento o es algo que aún está por venir.

Chicos y Chicas (fragmento)

Tarot

Rosario estaba segura de que algunas mentes malévolas pensaban que su hija la decepcionaba. La miraban con expresión de censura, pero a la vez, esto era lo peor, con cierta complicidad. La comprendían. ¡Qué mala suerte!, la única niña de una familia de guapos había salido, inexplicablemente, fea.

Pablo, el marido de Rosario, era un hombre guapo. Rosario era guapa, los tres hijos que habían tenido, Pedro, Manuel y Adolfo, eran no guapos sino guapísimos. Pero Luz, que había ido a nacer en cuarto lugar, no se parecía a ninguno. ¿A quién se parecía? Había que investigar en los antepasados. Quizá en la bisabuela paterna se encontraran algunos de sus rasgos. Pero las fotos son muy engañosas, y, en realidad, ¿qué más daba?

Por lo demás, Luz era una niña que no causaba problemas. No destacaba en nada. No, no se correspondía con su nombre. Luz pasaba desapercibida. Durante los años escolares, las monjas nunca tuvieron que elevar una queja sobre su comportamiento ni sobre la marcha de sus estudios. No era excepcional, tampoco sacaba notables, pero siempre conseguía superar, aunque fuera por unas décimas, el aprobado. En alguna ocasión, eso es cierto, fue castigada por hablar en clase con una compañera o por no prestar la debida atención a las explicaciones de la profesora, pero nada serio. No pertenecía al grupo de las alborotadoras, aunque, curiosamente, en él se encontraran algunas de sus mejores amigas.