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jueves, 30 de noviembre de 2017

LA PRINCESA DE BURUNDI


Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por la inspectora de policía Ann Lindell, que vive y trabaja en Uppsala (Suecia)

La princesa de Burundi no tiene de África, casi nada, excepto el título; transcurre en Uppsala y tiene todos los "tics", buenos y malos, de la negra-nórdica de última hornada, aunque esta haya sido publicada por vez primera en 2002 y traducida al castellano en 2010.
Hace tiempo que esta novela "pulula" por mi casa sin que, hasta ahora, me haya decidido a leerla y ahora me pregunto ¿es negra-nórdica?, ummmmm quizás si, porque tiene trama policial y mafiosa, transcurre en Suecia, ha sido escrita por un sueco y premiada por la Academia Sueca, pero....., su trama es mucho más social que negra y con la excusa de un crimen y su resolución, ahonda en esa sociedad que "nos han vendido" como idílica y desarrollada pero resulta solitaria, desigual, machista, y triste, muy triste¡
Después de este rollo, os diré que es lenta, muy lenta y los personajes no están bien dibujados o recuerdan demasiado a otros de otras nórdicas, sean negras o no.
Creo que no hay más novelas de este autor traducidas al castellano, con lo cual se impone un "reposo obligado"
¿La recomendaría? con muchas dudas.

Sinopsis (Ed. JP Libros)
«Las novelas criminales de Kjell Eriksson son de lo mejor.» Henning Mankell
Ganadora del premio de la Academia Sueca de Novela Negra a la mejor novela criminal (galardón que obtuvieron Stieg Larsson, Henning Mankell y Asa Larsson), La princesa de Burundi presenta a los lectores a Kjell Eriksson, un escritor que se está convirtiendo en una sensación internacional, y a la protagonista de sus novelas, la inspectora y madre soltera Ann Lindell, tan buena para resolver crímenes como desastrosa para su vida privada.
En Uppsala, Suecia, todo el mundo está perplejo cuando se encuentra en la nieve el cadáver de John Jonsson. A juzgar por la desfiguración, parece evidente que quienquiera que haya asesinado al experto en peces tropicales lo odiaba profundamente. La detective Ann Lindell, que, en contra de su voluntad, deja su baja por maternidad para investigar el caso, apunta a un perturbado cáustico y encarnizado con cuentas pendientes con John.


La princesa de Burundi (fragmento)

1El plato tembló y golpeó el vaso, que se derramó. La leche quedó esparcida sobre el mantel de plástico como una flor blanca.
«Con la poca leche que nos queda», le pasó por la cabeza. Recogió rápidamente el vaso y secó la leche con un trapo.
—¿Cuándo viene papá?
Ella iba de un lado para otro. Justus estaba apoyado en el quicio de la puerta.
—No lo sé —dijo, y tiró el trapo al fregadero.
—¿Qué hay para cenar?

Llevaba un libro en la mano con el dedo en la página donde lo había dejado. Deseaba preguntarle qué leía, pero le vino una idea repentina y se dirigió a la ventana.
—Kalops[1] —dijo distraída. Su mirada voló sobre el aparcamiento. Había comenzado a nevar. ¿Habría conseguido trabajo? Él había hablado con Micke. Podría trabajar quitando nieve. Nevaba con fuerza un día tras otro. Además, no le asustaba la altura.
Berit sonrió al recordarlo trepando por la cañería hasta su balcón. Sólo era un segundo piso, pero trepó. De haberse caído se habría partido la cabeza. Como su padre, pensó, y se le borró la sonrisa. Se había enfadado mucho, pero él simplemente sonrió. Luego la cogió entre sus brazos y la abrazó con una fuerza inimaginable en un cuerpo tan delgado como el de John.
Después, ella relataría con encomio el episodio de su celo. Era su primer gran recuerdo en común. Quitar nieve. Un pequeño tractor atravesó el aparcamiento y empujó aún más nieve sobre los ya cargados arbustos, junto a la pared del aparcamiento. Era Harry. Reconoció su gorro rojo brillando en la cabina.