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sábado, 28 de octubre de 2017

UN DIAMANTE AL ROJO VIVO


Primera entrega de la serie protagonizada por John Dortmunder, ladrón neoyorquino.

RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS,  el 29 de Agosto de 2014.
Se le oyó decir a un tal 'Hannibal' Smith que le encantaba que los planes salieran bien. Está claro que si tuviera que cubrir alguna baja de su 'Equipo A' no lo haría con nadie de la banda de John Dortmunder.
Dortmunder y sus muchachos tienen un ligero aura cenizo a la hora de resolver sus perfectamente planificados atracos. Contratados para ro...bar un diamante, tropiezan una y otra vez contra la mala suerte.
Un bar, cinco hombres, un contratista, un trabajo. Otra vez el mismo trabajo. Y otra, Y... trenes.

PD. Libro disponible y dispuesto para ser liberado. Si alguien lo quiere, que lo diga.

Sinopsis (Ed. RBA)
John Dortmunder y su banda son contratados por un embajador africano para que roben la famosa esmeralda Balabomo que cobija celosamente otro país africano rival. Esta banda de ladrones fracasan una y otra vez y se ven obligados a perseguir la preciada piedra víctimas de una inercia y tenacidad casi religiosas.

Un diamante al rojo vivo (fragmento)

—¿A quién te parece que podemos llevar con nosotros?
—¿El resto del equipo? —Kelp se encogió de hombros—. No sé. ¿Qué clase de tipos necesitamos?
—Es difícil saberlo. —Dortmunder miró ceñudo hacia el lago, ignorando a una chica con medias rayadas que pasaba—. Nada de especialistas, excepto tal vez un cerrajero. Pero no un experto en cajas fuertes ni nadie por el estilo.
—¿Necesitaremos ser cinco o seis?
—Cinco —respondió Dortmunder, y sacó a relucir una de sus normas de siempre: si no puedes hacer un trabajo con cinco hombres, no lo puedes hacer de ningún modo.
—Muy bien —dijo Kelp—. Así que necesitamos un conductor y un cerrajero, y sería útil alguien que vigile.
—Exacto —afirmó Dortmunder—. El cerrajero podría ser aquel tipo bajito de Des Moines. ¿Sabes quién te digo?
—¿Algo parecido a Wise…, Wiseman…, Welsh?
—¡Whistler! —dijo Dortmunder.
—¡Eso es! —aseguró Kelp, y sacudió la cabeza—. Está entre rejas. Lo cazaron por soltar un león.
Dortmunder volvió la cabeza y miró a Kelp.
—¿Qué hizo?
—No me eches la culpa —contestó—. Eso es lo que oí. Llevó a sus chicos al zoológico. Estaba aburrido y empezó a jugar con las cerraduras, completamente distraído, como nos podría pasar a ti o a mí, y, de repente, el león estaba suelto.