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sábado, 25 de noviembre de 2017

PRÍNCIPES DE IRLANDA




Esta es la primera de las dos novelas que, mi admirado, Edward Rutherfurd ha escrito sobre la historia de Irlanda, comienza en el 430 a.C. y termina en el convulso siglo XVI, con su habitual maestría el escritor nos guía por la historia antigua de Irlanda de la mano de varias familias celtas, inglesas y escandinavas.
Es una novela de amor y de guerra, es la historia de Irlanda novelada y bien documentada. Me ha gustado, aunque tengo que decir que no ha llegado a la altura de London, París y New York. Quizás se parece más a Rusos, ya que las descripciones son más prolijas y las guerras ocupan tanto espacio o más que la paz. Leeré, sin duda, la segunda parte titulada Rebeldes de Irlanda.

Sinopsis (Ed. Roca)
Una magnífica epopeya sobre el amor y la guerra, la vida de una familia y una intriga a lo largo de once siglos en Irlanda.

Príncipes de Irlanda es un retrato inmejorable de la historia del país: desde la llegada de san Patricio a la isla pagana de Irlanda, la resistencia a la cristianización o el enfrentamiento con los vikingos, hasta los conflictos entre los príncipes de Irlanda y los reyes de Inglaterra.
Edward Rutherfurd nos enseña que para comprender la vida de un país es necesario conocer su historia; esa es la oportunidad que brinda esta novela a través de historias ficticias y personajes inventados. Un viaje imaginario a través de los siglos, con parada en los hechos más significativos del devenir de Irlanda, que se engarzan perfectamente a la ficción y que arribará, en este primer volumen de los dos concebidos por Rutherfurd, hasta el siglo XVI

Príncipes de Irlanda (fragmento)

Prólogo
El sol esmeralda
Hace mucho tiempo. Antes, mucho antes de la llegada de san Patricio. Antes de la irrupción de las tribus celtas y de que nadie hablara la lengua gaélica. En la era de unos dioses irlandeses de los que no ha quedado ni el nombre. Muy poco puede afirmarse con rotundidad de esas épocas; aun así,
pueden determinarse algunos hechos, pues en el terreno —y sobresaliendo de él— quedan rastros de la presencia de tales gentes antiguas. Además, como sucede desde que se narran historias, siempre podemos recurrir a la imaginación. En esos tiempos arcaicos, cierta mañana de invierno, tuvo lugar un pequeño suceso. Nos consta que fue así, pues ese mismo hecho debió de producirse muchas veces: año tras año, cabe suponer. Siglo tras siglo.
Amanecía. El cielo invernal empezaba a adquirir un color azul pálido. Muy
pronto, el sol se alzaría sobre el mar. Desde la costa oriental de la isla se adivinaba ya en el horizonte el resplandor dorado.