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lunes, 28 de agosto de 2017

EL ÍNDICE DEL MIEDO


RESEÑADA por Ricardo Cortat para LIBROS, el 19 de Septiembre de 2013.
Necesitaba palomitas en vena y opté por 'el índice del miedo' de Robert Harris.
Y son palomitas pero de las que dejan poco colesterol.
Este hombre cada vez va a peor.
Eso, o mis gustos están mutando. En fin, que si lo ponéis en la lista que sea muy abajo.

Sinopsis (Ed. Grijalbo)
Su nombre es desconocido para el gran público, pero en los reducidos círculos de los súper millonarios el Dr. Alex Hoffmann es una leyenda. El científico que ha creado un software revolucionario que permite predecir, con una precisión asombrosa, los movimientos de los mercados financieros... y ganar billones con ello. Hasta que llegan las veinticuatro horas que cambian su mundo y el nuestro. Para siempre. Audaz. Sorprendente. Reveladora. La última novela de Robert Harris ( Patria, Enigma, Pompeya, El poder en la sombra) rehúye todo encasillamiento -thriller financiero, de especulación científica, de denuncia- para sumergirnos en una historia tan fascinante como real. Escalofriantemente real.

El índice del miedo (fragmento)

El doctor Alexander Hoffmann, sentado junto a la chimenea de su estudio, en Ginebra, con un puro a medio fumar, apagado, en el cenicero que tenía a su lado y con una lámpara de resorte Anglepoise cerca del hombro, pasaba las páginas de una primera edición de La expresión de las emociones en los animales y en el hombre de Charles Darwin. El reloj de pie victoriano del pasillo daba la medianoche, pero Hoffmann no lo oía. Tampoco se fijó en que el fuego estaba casi apagado.
Dirigía hacia el libro toda su formidable capacidad de atención. Sabía que lo había publicado John Murray & Co. en Londres en 1872 en una edición de siete mil ejemplares impresa en dos tiradas. También sabía que la segunda tirada había introducido una errata —«htat, qeu»— en la página 208. Como en el volumen que tenía en las manos no aparecía aquel error, dedujo que debía de pertenecer a la primera tirada, lo que aumentaba considerablemente su valor. Le dio la vuelta y examinó el lomo. La cubierta era la original, de tela verde con letras doradas, y los extremos del lomo solo
estaban ligeramente gastados. Era lo que en el gremio de los coleccionistas de libros se conocía como «un ejemplar en muy buen estado»; su valor debía de rondar los quince mil dólares. Estaba esperándolo cuando volvió a casa de la oficina esa noche, nada más cerrar los mercados de Nueva York, poco después de las diez. Sin embargo, lo raro era que aunque él coleccionaba primeras ediciones científicas y había hojeado ese libro online, y hasta tenía intención de comprarlo, no lo había encargado.