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martes, 28 de noviembre de 2017

ALEX


Segunda entrega de la serie de novelas protagonizadas por Camille Verhoeven, comandante de la Brigada Criminal de la Policía de París.

En el capítulo final de agradecimientos, Lemaitre menciona, por orden alfabético, a Louis Aragon, Marcel Aymé, Roland Barthes, Pierre Bost, Fiodor Dostoyevski, Cynthia Fleury, John Harvey, Antonio Muñoz Molina, Boris Pasternak, Maurice Pons y Marcel Proust como autores a los que debe mucho.
Pues, les ha salido un alumno aventajado.
Es la tercera novela que leo de Lemaitre y la he leído en un suspiro....., no puedo contar nada del argumento ya que cualquier mención sería un "spoiler en toda regla" pero debo decir que la capacidad de este hombre para construir sobre la nada y el equívoco, es proverbial; unido esto a un gran "manejo" del tempo literario y el lenguaje correcto, hace de un thriller una gran novela.
Debo decir que el personaje del Comandante Verhoeven (esta es la segunda novela de la serie y la primera publicada en castellano, inexplicable como siempre la política editorial...) dará mucho que hablar¡¡¡

Sinopsis (Ed. Grijalbo)
Han pasado varios años desde el caso del asesino en serie que trastocó para siempre su vida, y el comandante Camille Verhoeven aún no se ha repuesta del todo cuando un nuevo desafío vuelve a implicarlo personal y profesionalmente: Alex, una mujer de treinta años, ha desaparecido. No es una mujer cualquiera, y Verhoeven, sin sospechosos ni pistas, debe adentrarse en la investigación de su personalidad para poder encontrarla, mientras ella agoniza en un almacén abandonado. Cada minuto que pasa puede ser el último. Y él no se lo perdonaría nunca.
El autor de Vestido de novia e Irène vuelve a sacudirnos con este thriller escalofriante, una trama diabólica e imprevisible que lo confirma como el rey de la novela negra. Alex catapultó a Lemaitre a la fama internacional, al ser aclamado como el sucesor de Stieg Larsson; hoy su estilo es reconocido como único e inconfundible y cuenta con una legión de seguidores.
Uno de los mejores libros del año según el Financial Times, en proceso de adaptación al cine, ganador del Dagger Award y del Premio de Lectores de Novela Negra de Livre de Poche.

Alex (fragmento)

1A Alex le encanta. Desde hace casi una hora que se las prueba, duda, se las quita, se lo piensa, vuelve a ponérselas. Pelucas y postizos. Podría pasarse tardes enteras haciéndolo. Tres o cuatro años atrás había descubierto, por casualidad, esa tienda en el boulevard de Strasbourg. Apenas miró, entró por curiosidad. Sintió tal conmoción al verse pelirroja, como si toda ella se hubiera transformado, que compró de inmediato aquella peluca.
A Alex cualquier cosa le sienta bien porque es extraordinariamente guapa. No siempre fue así, ocurrió en la adolescencia. Antes, había sido una niña bastante feúcha y muy delgada. En cuanto empezó el cambio, sin embargo, fue como un mar de fondo, y el cuerpo mudó casi de golpe, como en una metamorfosis acelerada, en pocos meses. Alex era despampanante pero, dado que nadie había prestado atención a ese súbito atractivo, y mucho menos ella misma, jamás llegó a creérselo del todo. Ni siquiera ahora. Nunca le había pasado por la cabeza que una peluca pelirroja, por ejemplo, pudiera sentarle tan bien. Fue un
descubrimiento. No había llegado a imaginarse el alcance de la transformación, su trascendencia. Una peluca puede ser algo superficial, pero inexplicablemente tuvo la sensación de que sucedía algo nuevo en su vida. De hecho, nunca se puso esa peluca. Una vez en casa, se dio cuenta de inmediato de que era de pésima calidad. A primera vista, se notaba que era falsa, fea y se la veía pobre. La desechó. No la tiró a la basura, pero la metió en un cajón de la cómoda. Y de vez en cuando la cogía y se la probaba para ver cómo le quedaba. Aunque fuera una peluca espantosa, de esas que claman a gritos: «Soy sintética y de gama baja», eso no
impedía que aquello que Alex veía reflejado en el espejo le ofreciera un potencial en el que deseaba creer. Volvió al boulevard de Strasbourg y se tomó su tiempo contemplando las pelucas de buena calidad, a veces algo caras para su salario de enfermera interina, pero que, esas sí, podían lucirse. Y se lanzó.