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martes, 28 de noviembre de 2017

CONSTANCE


Recomendación de Anita Ember, un autor desconocido para mi, una sinopsis atractiva y......, la verdad es que comienza como un thriller psicológico (los críticos le llaman nueva novela gótica....) bien construido, pero lentamente se va perdiendo en los vericuetos de una historia que no da para más y se enreda, se enreda, se enreda....., en cuatro personajes que dan para, apenas, 100 páginas extendidos al doble de extensión, hasta casi desaparecer......
Va perdiendo interés a medida que avanza y la prometedora sinopsis se queda en eso, promesas.....
El final ya es cosa aparte....¡
Probaré con otra de McGrath, si Anita lo recomienda, por algo será¡¡¡
Gracias amiga.

Sinopsis (Ed. Literatura Random House)
En la Nueva York de la década de 1960, Constance, la protagonista, es una atractiva y distante joven que trabaja en una editorial. Una tarde asiste a una fiesta literaria y conoce a Sidney Klein, académico inglés expatriado veinte años mayor que ella, con quien se casará en cuestión de meses. La atmósfera de fatalidad planea sobre la pareja desde el primer momento: el transcurso de los días acentúa la fragilidad emocional de Constance, incapaz de encontrar el más mínimo atisbo de felicidad. El pasado de Constance es turbulento, y la supuestamente idílica infancia en una bella casa del valle del Hudson no es lo que a primera vista pudiera parecer: su pasado familiar esconde un secreto, y, como uno de los personajes anuncia: «Los secretos nos enferman».
Heredera de los mejores maestros del género, Constance, la octava novela de Patrick McGrath, es una historia de suspense psicológico que comparte rasgos temáticos y formales con autores como Patricia Highsmith o Alfred Hithcock.

Constance (fragmento)

1

Me llamo Constance Schuyler Klein. La historia de mi vida empieza el día en que me casé con un inglés llamado Sidney Klein y dije adiós para siempre a Ravenswood, a Papá y a todo lo que había antes. Ahora tengo un marido, pensé, un nuevo Papá. Yo tenía intención de ser una mujer independiente. Tenía intención… en fin, de todo. Me imaginé que estaba renaciendo. Que desaparecía la voz de la burla y la desaprobación, aquella voz punzante, quejumbrosa e inquebrantablemente convencida de que yo no valía para nada, o peor, de que era innecesaria. A Sidney yo no le parecía innecesaria, y estoy hablando de un hombre que conocía mundo y que podía recitar a Shakespeare de memoria. Sidney me dijo que me quería, y cuando le pregunté por qué, me contestó que era como preguntar por qué el cielo es azul. Aquello lo cambió todo. Si antes yo recorría las calles de Nueva York con los pasos inseguros de una extraña, ahora me regocijaba de todo lo que hasta entonces me había angustiado: las multitudes, la velocidad, los ruidos, las voces.