Mostrando entradas con la etiqueta Natasha Pulley. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Natasha Pulley. Mostrar todas las entradas

jueves, 7 de diciembre de 2017

EL RELOJERO DE FILIGREE STREET


Una novela especial que no sabría encuadrar en un género literario concreto; tiene un ramalazo crossover (que diría Aglaé de la Torre), un toque de fantasía desbordada, una pizca de ciencia-ficción, un atisbo de romanticismo y algo de transgresión made in Great Britain......, total una novela entretenida para un par de fines de semana.
Sin más¡¡

Sinopsis (Ed. Lumen)
El relojero de Filigree Street es una novela insólita, brillante, que nos devuelve al Londres de Chesterton, un lugar donde se dan cita las emociones, el ingenio y los mecanismos de relojería.
Londres, 1883.
Al regresar a su pequeño apartamento, Thaniel Steepleton se lleva una sorpresa: alguien ha dejado un reloj de oro en su almohada, pero el joven no tiene tiempo de averiguar quién ha entrado en su casa y se ha portado de forma tan generosa... Trabaja como telegrafista en el ministerio de asuntos interiores y acaba de recibir un cable anunciando un atentado.
Cuando la alarma del misterioso reloj le salva de una explosión que destruye varios edificios, Thaniel emprende la búsqueda del relojero que lo programó, y descubre a su creador: Keita Mori, un japonés amable y solitario, que domina los secretos del tiempo y le lleva de la mano a un mundo nuevo, delicado y misterioso.
Mientras tanto, Grace Carrow, una joven estudiante dedicada en cuerpo y alma a la física, se cuela furtivamente en una biblioteca de Oxford disfrazada de hombre, antes de que su madre la obligue a casarse.
¿Cómo van a cruzarse las vidas de Thaniel y Mori con las ambiciones de Grace? ¿Qué los une y, más aun, qué los separa?

El relojero de Filigree Street (fragmento)

1

Londres, noviembre de 1883
En la sala de telegrafía del Ministerio del Interior siempre flotaba un olor a té. Su procedencia era un paquete de una marca prestigiosa que había en el fondo del cajón del escritorio de Nathaniel Steepleton. Antes de que se hiciera extensivo el uso del telégrafo eléctrico, la oficina era un armario que se utilizaba para guardar los utensilios de limpieza. Thaniel había oído comentar en más de una ocasión que si no se había ampliado era por la persistente desconfianza del ministro del Interior hacia los inventos navales, pero aun cuando no hubiera sido así, el presupuesto del departamento nunca alcanzaba para cambiar la moqueta original, a la que le gustaba conservar los fantasmas de los viejos olores. Además del té de Thaniel, había sal de limpieza y arpillera, y a veces barniz, aunque hacía años que nadie barnizaba allí. En lugar de escobas y plumeros, doce telégrafos se alineaban encima de un escritorio alargado. Durante el día había tres por operador, cada uno conectado a distintos lugares de dentro y fuera de Whitehall, con una etiqueta que así lo indicaba en la fina caligrafía de un empleado olvidado.