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jueves, 11 de enero de 2018

SALUDOS CORDIALES


RESEÑA DE CLARA GLEZ para LIBROS, 31 de Octubre de 2017

Saludos cordiales – Andrea Bajani
Dicen que cuando oyes hablar en portugués, puedes pensar que te están cantando y en cambio se están acordando de tus antepasados ..por ser fina…, en Cádiz dirían “tus castas toas”...
Pues algo así plantea esta novela. Es cortita, no por ello menos densa, y nos hace pensar, sobre los tan traídos y llevados departamentos de recursos humanos de las empresas de hoy día.
Como hay que comportarse, como hay que tratar al empleado para comunicarle que por su “bien” debe abandonar su mesa con todas sus pertenencias…eso si por su bien¡
En medio de todo esto unas historias personales entre directivos, digamos un pelín emotivas, cercanas…y en el trasfondo…La Empresa…
Y sobre todo los modales…el decirle a alguien váyase a la mierda pero con muy buena educación y con unos “saludos cordiales “que denotan el buen saber hacer en todo momento.
Puede parecer divertida, pero te deja pensando…
Sinopsis
Tras la marcha de la empresa del todopoderoso director de ventas, un gris empleado retoma uno de los más denostados cometidos de este: escribir las cartas de despido, supuestamente humanas e inspiradoras, a sus compañeros, quienes por los pasillos le llaman el Matarife mientras él recibe los elogios de una dirección demencialmente empeñada en purificar, recortar y producir.
Pero no solo retoma del exdirector su rol como liquidador..., también el de padre de sus hijos pequeños Martina y Federico, quienes trastocan sus costumbres y convicciones enseñándole los rituales tiernos y algo anárquicos de una dolorosa paternidad de emergencia. De esta forma también descubrirá que unos pocos instantes de felicidad pueden cambiar la lógica del rendimiento, los controles de calidad, los premios de productividad y la gestión de los recursos humanos.

Sinopsis (Ed. Siruela)
Una novela feroz y melancólica, un irónico abecedario de la vida empresarial, y de la vida en general.
«Estimado colega: Consiéntanos darle las gracias por la fidelidad, la entrega y el entusiasmo de los que ha hecho gala durante estos años. No le olvidaremos. Por nuestra parte, le prometemos que su vida fuera de la empresa será maravillosa. Y como usted bien sabe, no hacemos promesas que no estamos convencidos de poder mantener.Saludos cordiales» Tras la marcha de la empresa del todopoderoso director de ventas, un gris empleado retoma uno de los más denostados cometidos de este: escribir las cartas de despido, supuestamente humanas e inspiradoras, a sus compañeros, quienes por los pasillos le llaman el Matarife mientras él recibe los elogios de una dirección demencialmente empeñada en purificar, recortar y producir.Pero no solo retoma del exdirector su rol como liquidador..., también el de padre de sus hijos pequeños Martina y Federico, quienes trastocan sus costumbres y convicciones enseñándole los rituales tiernos y algo anárquicos de una dolorosa paternidad de emergencia. De esta forma también descubrirá que unos pocos instantes de felicidad pueden cambiar la lógica del rendimiento, los controles de calidad, los premios de productividad y la gestión de los recursos humanos.


Saludos cordiales (fragmento)

Cuando han convocado al director de ventas, este se ha presentado con su abogado. Hacía semanas que le daban por muerto y lo dejaban al final del pasillo maquillándose con llamadas telefónicas a los clientes. Todo está bajo control, todo va bien. Pero después le han llamado. Al pasar junto a nosotros, se ha limitado a decirnos que salía un momento, que es como decir todo está bajo control, todo va bien, aunque tenga a mi abogado esperándome fuera.
Dentro le han dicho A partir de mañana ya no trabajará usted en esta empresa, firme por favor al pie del documento, al lado de la cruz. Él mirará a su abogado con el bolígrafo en vilo sobre la hoja, y el abogado arqueará la espalda diciendo Mi cliente y tranquilizando con la mirada a su cliente, Todo está bajo control, todo va bien. Se entablará una negociación sobre el precio de sus veinte años de trabajo, sobre su valor en el mercado, sobre el futuro de sus hijos. El abogado exigirá ulteriores ceros en la cifra, enarbolándose, y repetirá Mi cliente, confiando en que una mayúscula de más pueda atemorizarles. Pero ellos sonreirán, aludirán a Su cliente como un hombre acabado, que llevaba tiempo oliendo a muerto, hasta el extremo de que sus colegas lo dejaban solo en un rincón de la oficina, vamos que ni se les pasaba por la cabeza aumentarle cero alguno. El abogado intentará inútilmente un enésimo acuerdo y ellos sonreirán de nuevo, repitiendo Su cliente, como si aquel fuera un asunto que hubiera de resolverse entre la empresa y el abogado, y no entre la empresa y el señor aquel que estaba ahí sentado.