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jueves, 18 de enero de 2018

EL RITUAL


Tercera entrega de la serie de novelas protagonizadas por el Inspector Jack Caffery, Bristol es su ciudad.

Vuelvo a Bristol y al inspector Caffery, atormentado, solitario y brutal; una nueva compañera se perfila en el horizonte Pulga Marley, buceadora experta y mujer con pasado.
Ambos comparten un caso especial en el que pasado y presente se entrecruzan, tradiciones ancestrales y lumpen, mucho lumpen.
Me gusta!!!

Sinopsis (Ed. Siruela)
En este descarnado thriller psicológico, tercera entrega de la serie del inspector Caffery, Mo Hayder se mueve con desenvoltura entre lo sobrenatural y lo científico, con un ritmo vertiginoso que no da tregua al lector hasta la última página.
Un martes de mayo, en las turbias aguas del puerto de Bristol, la oficial Phoebe Marley, del equipo de buzos de la policía, encuentra sumergida a más de dos metros bajo el agua una mano humana. El hecho de que la extremidad no vaya unida a cuerpo alguno ya resulta perturbador de por sí; pero aún lo es más el hallazgo de la otra mano, al día siguiente y en un lugar distinto. Ambas parecen haberle sido amputadas a la víctima recientemente, y todo apunta a que se hizo mientras estaba aún con vida.
El inspector Jack Caffery, encargado del caso, llega pronto a la conclusión de que las manos pertenecen a un joven yonqui desaparecido en las últimas semanas. Mientras Caffery se centra en una línea de trabajo relacionada con la droga, Marley descubre una posible conexión con la muti, brujería tradicional africana que hace un uso ritual de miembros seccionados. Su empeño por esclarecer los hechos llevará a la pareja de investigadores hasta los más sórdidos rincones de la ciudad, donde acecha una diabólica amenaza...

El Ritual (fragmento)

1
13 de mayo
Un martes de mayo, justo después de almorzar y a más de dos metros y medio de profundidad bajo el «puerto flotante» de Bristol, los dedos enguantados de la sargento Pulga Marley, del equipo de buzos de la Policía, tropezaron con una mano humana. La pilló un poco desprevenida encontrarla con tanta facilidad, así que agitó las piernas sorprendida y del fondo se levantó una nube de cieno y combustible de motores que hizo bascular el peso de su cuerpo hacia atrás y tiró de su chaleco compensador de manera que comenzó a ascender. Tuvo que doblarse hacia abajo y meter la mano izquierda bajo los tanques flotantes, soltar un poco de aire del traje a fin de estabilizarse lo suficiente como para alcanzar el fondo y tomarse su tiempo palpando el objeto.
Allí la oscuridad era absoluta, como si le hubiesen tapado la cara con barro, y no podía ver lo que tenía cogido. El buceo de ríos y puertos generalmente había que hacerlo a tientas, así que le tocaba ser paciente, dejar que la cosa fuese revelando su forma al tacto, descargar una imagen mental de aquello. La palpó con suavidad, con los ojos cerrados, contó los dedos para confirmar que era humana, a continuación se concentró en distinguir cada uno de los dígitos: primero el anular, doblado a la inversa del suyo, y gracias a eso pudo deducir cómo estaba colocada la mano, con la palma hacia arriba. Hizo cábalas a toda velocidad para imaginarse la postura del cuerpo..., probablemente de costado. Dio un tirón de prueba. En lugar de encontrarse con un peso conectado a la extremidad, la mano flotó sin ofrecer resistencia fuera del cieno. En el punto en el que debería estar la muñeca no había más que hueso pelado y cartílago.
—¿Sargento? —dijo el agente Rich Dundas a través del auricular. En medio de aquella oscuridad claustrofóbica, la voz pareció tan cercana que le hizo dar un respingo. Su compañero estaba arriba, en el muelle, haciendo el seguimiento junto al auxiliar de superficie, que iba soltando cabo y controlaba el panel de comunicaciones—. ¿Cómo va? Estás justo en el punto indicado. ¿Ves algo?

sábado, 30 de septiembre de 2017

EL TRATAMIENTO


Segunda entrega de la serie de novelas protagonizadas por el Inspector Jack Caffery.

Angustioso y cruel, así podría definir este segundo "caso" del inspector Caffery.....
Por su estructura circular podemos definir esta novela, y es que cada vez nos conduce a un círculo infernal más profundo. En este descenso aterrador se une la vida del protagonista con su investigación policial, hasta lograr una novela que no sé si es "redonda o cuadrada" pero deja un poso angustioso y amargo.
Eso ¿quiere decir que es buena?.....ummmm según se mire y se lea.
A continuación la sinopsis y un fragmento para que cada cual saque sus conclusiones.....

Sinopsis (Ed. Siruela)
En el parque Brockwell, una tranquila zona residencial al sur de Londres, la policía encuentra a una pareja brutalmente atacada y encerrada en su casa durante tres días, aunque aún les queda algo peor por descubrir: el hijo de ocho años ha desaparecido. Cuando el detective Jack Caffery llega y analiza las pocas pistas que tiene, encuentra inquietantes semejanzas con oscuros acontecimientos de su propia experiencia: la desaparición de su hermano cuando tenía nueve años, posiblemente a manos de un pederasta de la zona, y cada vez le resulta más difícil mantener la objetividad en el caso. A medida que la investigación y los análisis forenses avanzan, Caffery ve más conexiones entre pasado y presente, y entonces sus pesadillas se hacen reales…

«Uno de los libros más aterradores que he leído.»
The Guardian

«Hayder va tejiendo una historia que es como una cuchilla de afeitar que se va hundiendo en tu alma. Una estructura narrativa magistral para un relato que te hará acurrucarte en tu cama a medianoche, preguntándote si ese ruido que escuchaste era un gato o la Muerte arrastrando su guadaña mientras se acerca…»
Sunday Telegraph

El tratamiento (fragmento)

1
(17 de julio)Cuando por fin acabó todo, el detective de la Unidad de Homicidios (la antigua AMIP) del sur de Londres Jack Caffery habría asegurado sin duda que, de todas las cosas que vio en Brixton aquella nublada noche de julio, los cuervos habían sido lo más impresionante.
Estaban sobre el césped del jardín de la casa de los Peach, eran veinte o más y permanecían indiferentes a las cintas policiales, los testigos y los técnicos. Unos tenían los picos abiertos, otros parecían estar jadeando. Le miraron fijamente, como si supieran lo que había sucedido en la casa o como si se estuvieran riendo a escondidas. Era poco profesional tomarse las cosas tan personalmente.
Más tarde se dio cuenta de que el comportamiento de los cuervos había sido una reacción biológica, que no podían adivinar sus pensamientos ni saber qué le había ocurrido a la familia Peach, pero verlos así le provocó un escalofrío en la nuca. Paró en la parte superior del sendero que atravesaba el jardín, se quitó el mono y se lo entregó a uno de los oficiales forenses; a continuación se puso los zapatos que había dejado del otro lado de la valla policial y atravesó la zona donde estaban los pájaros. Justo en ese instante levantaron vuelo agitando sus plumas de brea.
El parque Brockwell, un parque enorme cubierto de triángulos de bosque y hierba amontonados en cuya cima se encontraba la estación Herne Hill, se extendía durante casi un kilómetro y medio a través del límite entre dos zonas muy diferentes del sur de Londres. En el perímetro oeste estaban las zonas desiertas de Brixton, donde algunas mañanas los trabajadores municipales tenían que echar arena sobre las calles para cubrir la sangre. Hacia el este se encontraba Dulwich, con sus asilos cubiertos de flores y sus claraboyas de John Soane1. Justo frente al parque Brockwell estaba el barrio Donegal Crescent, anclado entre un pub tapiado y una tienda de Gujarati en una esquina. El barrio pertenecía a un municipio pequeño y tranquilo, lleno de casas de los años cincuenta con balcones luminosos, sin árboles que taparan las fachadas y con puertas pintadas de color marrón chocolate. Las casas miraban hacia una extensión de hierba seca con forma de herradura donde los niños montaban en bicicleta por la noche. Caffery pensó que los Peach debían de haberse sentido bastante seguros allí.

EL CASO BIRDMAN



Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por el Inspector Jack Caffery.

El descubrimiento de un nuevo detective es como la "caza del asesino", emocionante y, casi siempre, satisfactoria.
Seguro que algun@s ya conocen al inspector Caffery, londinense, joven, atormentado, con un pasado oscuro y una novia que no le conviene en absoluto......todos los mimbres para una novela negra de las buenas¡¡¡ y es que si la negra-nórdica ha campado por sus respetos durante mucho tiempo y la negra-mediterránea nos cautiva desde Sicilia, Venecia, Barcelona....., no podemos olvidar "la cuna del crimen" donde ha nacido la más perfecta y esta es la british-negra que ha dado las mejores "damas del crimen" de la historia.
No es que Mo Hayder haya entrado, todavía, en ese Olimpo pero apunta maneras, crímenes escabrosos y retorcidos, trama bien armada y personajes con muchas posibilidades.
De fondo Londres y la Policía Metropolitana, ¿puede haber un escenario mejor?

RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS, el 9 de Febrero de 2015.
Hay un policía nuevo en la ciudad, chicas, y debéis saber que tiene un pasado turbio, un presente turbulento y un futuro oscuro.
Seguidle la pista de cerca. Promete emociones fuertes y sangre a raudales.



Sinopsis (Ed. Siruela)
Greenwich, al sudeste de Londres. El inspector Jack ­Caffery –joven, compulsivo, impasible– acude al lugar donde se ha cometido uno de los crímenes más espantosos que jamás ha visto. Cinco prostitutas han sido asesinadas de manera ritual y arrojadas a un descampado cerca del Millenium Dome. Las autopsias posteriores revelan la existencia de una truculenta firma que vincula a todas las víctimas. Caffery se da cuenta pronto de que está tras la pista de una de las figuras delictivas más peligrosas: un asesino en serie. Molesto por la desconfianza hacia él dentro de las fuerzas policiales y obsesionado por el recuerdo de una muerte muy cercana en su infancia, Caffery utiliza todas las armas que la ciencia forense le ofrece para cazar al asesino. Sabe que solamente es cuestión de tiempo que ese sádico criminal actúe de nuevo…

El caso Birdman (fragmento)

1Al norte de Greenwich. Finales de mayo. Tres horas antes del amanecer y el río aparecía desierto. Las gabarras renegridas tensaban sus amarras en la corriente y la marea viva liberaba suavemente las pequeñas balandras del fango en el que descansaban. Del agua surgía una bruma que avanzaba hacia el interior, entre almacenes a oscuras y sobre el abandonado Millennium Dome, atravesando páramos solitarios y extraños paisajes de aspecto lunar hasta disiparse entre la maquinaria fantasmal de un depósito de áridos medio en ruinas situado a unos cuatrocientos metros tierra adentro.
Un repentino barrido de faros: un coche de policía entraba en la vía de servicio lanzando silenciosos destellos azules. Momentos después se le unieron un segundo y un tercer coche. Durante los veinte minutos siguientes continuó llegando más policía: ocho coches patrulla, dos Ford Sierra camuflados y la furgoneta Ford Transit blanca del equipo de fotografía forense. Se estableció un control de seguridad al principio de la vía de servicio y se ordenó a los agentes uniformados que cerraran el acceso desde el río. El primer oficial del CID en llegar al lugar se puso en contacto con la centralita de Croydon para solicitar los números de los busca de los miembros de la AMIP, unidad de la policía metropolitana del Gran Londres, formada por investigadores expertos, encargada de prestar ayuda a los detectives del CID en las pesquisas de los delitos importantes. A unos ocho kilómetros, el inspector Jack  Caffery, asignado al Grupo B de la AMIP, despertó en su cama.
Caffery permaneció tumbado, parpadeando en la oscuridad, mientras ordenaba sus pensamientos y combatía el impulso de darse la vuelta y volverse a dormir. Tras una profunda inspiración, hizo el esfuerzo de salir de la cama, se dirigió al baño para echarse agua en la cara –no más Glenmorangies durante la semana de guardia, Jack, júralo, júralo ahora– y se vistió, sin muchas prisas: mejor llegar completamente despierto y sereno, ahora la corbata, un detalle subestimado –a los del CID no les gusta que llamemos la atención más que ellos–, el busca, y café, cantidad de café instantáneo, con azúcar pero sin leche, nada de leche –y sobre todo no comas, nunca se sabe lo que te vas a encontrar–. Se tomó dos tazas de café, cogió las llaves del coche del bolsillo de los vaqueros y, espabilado por la cafeína, con un cigarrillo liado entre los dientes, condujo por las desiertas calles de Greenwich hasta la escena del crimen. Allí su superior, el superintendente Steve Maddox, un tipo de baja estatura y prematuramente cano, impecable como siempre con un traje color pardo, le esperaba fuera del depósito, caminando de acá para allá bajo una farola solitaria mientras jugueteaba con las llaves del coche y se mordía el labio.